miércoles, 9 de marzo de 2016

EL GUASO CHILENO




Pláceme ver en la llanura al guazo,
Que, al hombro el poncho, rápido galopa;
O con certero pulso arroja el lazo
Sobre la res que elige de la tropa.
 (Andrés Bello) [1]


El término “guaso”, “guazo” o “huaso”, usado esporádicamente en el área rioplatense, se considera originario de Chile, donde se aplicó para designar al paisano de a caballo, diestro en las faenas campestres y que, en sentido figurado, se emplea con el alcance de individuo rústico, falto de trato social o poco habituado al estilo o extravagancias de las ciudades.
“Los guasos de Chile, que corresponden a los gauchos de las Pampas, son, sin embargo, muy  diferentes de éstos. Chile es el más civilizado de los dos países, y sus habitantes, en consecuencia, han perdido mucho de su individual carácter. Las gradaciones de categoría social se hallan marcadas más vigorosamente; el guaso no se considera en modo alguno igual a todos los demás, y no poco me sorprendió ver que mis compañeros no querían comer al mismo tiempo conmigo. Este sentimiento de desigualdad es una necesaria consecuencia de la existencia de una aristocracia de la riqueza.
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El viajero no halla aquí más que una hospitalidad ilimitada y gratuita; pero si se ofrece el pago se acepta sin escrúpulos, benévolamente. En casi todas las casas de Chile se puede hallar hospedaje, contando con que el huésped dará una pequeña cantidad al día siguiente, y hasta una persona rica aceptaría dos o tres chelines. El gaucho, por encima de su matonería, es un caballero; el guaso le aventaja en algunos aspectos, pero es al mismo tiempo un hombre vulgar y ordinario. Ambos tipos, aunque empleados en ocupaciones muy análogas, se diferencian en su porte y costumbres, y las particularidades que los distinguen son universales en sus respectivos países. El gaucho parece parte de su caballo y no hace nada sino montado; el guaso puede ser contratado como obrero para trabajar en los campos. El primero se alimenta exclusivamente de carne; el segundo se alimenta enteramente de vegetales.....” [2]
El perfil ecuestre del personaje, heredado de un común antepasado indohispánico, es necesariamente destacado por cronistas, viajeros e historiadores.

“El guaso está en cierto modo identificado con su caballo. El caballo es su compañero inseparable; es su conductor, su ayuda y su refugio en todos sus apuros y lances peligrosos. Es un amigo a quien trata de ordinario cariñosamente, y a quien riñe también a veces cuando no le sirve bien a su intento. En su caballo recorre el guaso la llanura, atraviesa el torrente, penetra en el bosque y trepa a la encumbrada montaña. De su caballo se sirve maravillosamente en la trilla y en el rodeo, las dos faenas campestres en que hace alarde de su actividad, vigor y destreza. Un guaso sin caballo dejaría de ser guaso; sería un hombre incompleto, un hombre a quien faltasen los brazos y las piernas." [3]

      No obstante las numerosas definiciones, descripciones, noticias, relatos e informaciones sobre el personaje en cuestión, el origen del término resulta esquivo e insospechada la razón de su existencia. Este trabajo tiene por objeto tratar de descubrir la verosímil procedencia y derivación del vocablo, de acuerdo a las características geográficas del medio y a la forma de vida asumida por este ser social trasandino.






[1] - Andrés Bello – Colección de poesías originales: El campo – Rosa y Bouret – París – 1870
[2] - Charles R. Darwin: Diario del viaje de un naturalista alrededor del mundo (1834) – Ed. El elefante blanco – Bs. As. - 1997
[3] - Átropos (seud.):El Inquilino - Revista del Pacífico – Imprenta Mercurio–Valparaíso (Chile) 1861 http://books.google.com.ar



La impronta histórica

          Refiriéndose a los orígenes de la agricultura chilena, destacaba Gay, reiteradamente, la importante influencia de la cultura incaica sobre los pueblos originarios de aquel país, dotándolos de especies y prácticas que mejoraron sus condiciones de vida y que se extenderían con el transcurso del tiempo a la adopción de otros aspectos de sus costumbres y del lenguaje quechua (qheswa o runasimi). [1]  

“Sin duda, antes de la llegada de los peruanos a Chile, la agricultura era allí practicada por pueblos sedentarios que eran pastores y agricultores. Como fundamento de toda civilización primitiva, introduciéndose en todas las poblaciones, se había esparcido hasta en los parajes más retirados, constituyendo las sociedades que existían ya en Chile antes de la llegada de los españoles…….        
…Hay además razones para creer que aquellos introdujeron el ají[2], la quínoa[3], la especie de frijol llamada pallar[4], objetos que con el madi [5], el maíz [6] y las papas [7] representaban los únicos productos agrícolas del país.
…la influencia peruana ha sido siempre muy grande en la marcha de la agricultura chilena, y mayor aun cuando el norte se hallaba sometido a su dominación. Los vegetales que poseían los indios eran poco numerosos y por lo tanto su agricultura era sencilla, fácil y uniforme.
…De esto se componían sus cosechas y de algunos otros tubérculos y frutas silvestres entre las que se hallaba el piñón que la Araucaria o pehuén [8] del país les proporcionaba y aún hoy les proporciona con abundancia.” [9]

      Continua diciendo Gay que, así como todos los pueblos primitivos rindieron culto religioso a la agricultura, no fueron menos los nativos peruanos que en festivas ceremonias entonaban con devoción himnos de alegría a sus dioses cuando, en distintas épocas del año, emprendían las diversas labores agrícolas, costumbre que introdujeron en todos los pueblos que entraron bajo su dominio y de la cual daba testimonio el autor en el norte de Chile, en los haylli [10], que todavía alcanzara a escuchar, cantados por las jóvenes mujeres que acompañaban a sus padres en las faenas de la siembra o la cosecha, así como de las numerosas ruinas de canales de riego existentes todavía.
         Mucho antes, hacia el año 1615, con la intención de hacerlo llegar al rey Felipe III de España, el cronista peruano Felipe Guaman Poma de Ayala, “indio ladino”, esto es, familiarizado con el lenguaje y las costumbres españolas por su intenso contacto con franciscanos y jesuitas, principalmente, concluyó un extenso y crítico manuscrito, de aproximadamente 1.200 folios, que incluyen 400 dibujos, centrado en la preservación de la raza andina y de su cultura.




[1]  -  Runa (hombre nativo, gente) Simi (boca, lenguaje, idioma, palabra). – Academia Mayor de la Lengua Quechua -  2005
[2]  -  Ají, palabra de origen antillano: (distintas variedades del género Capsicum) Solanácea nativa de América central.
[3]  -  Kinua, palabra qheswa: (Chenopodium quinoa) Cereal de hojas y granos comestibles originario de la América andina.
[4] - Pallar, palabra qheswa: (Phaceolus lunatus) Leguminosa de frutos en vaina y grandes semillas blancas originaria del Perú – purutu, palabra qheswa: poroto (Phaceolus vulgaris) - Dicc. Quechua-Español – Gob. Regional Cusco – Perú - 2005
[5] - Madi, palabra mapuche: (Madia sativa) Oleaginosa originaria de Chile, los nativos mediante el prensado de sus semillas obtenían un aceite de aceptable calidad.- Lorenzo R. Parodi: La agricultura aborigen argentina – EUDEBA – Bs. Aires - 1998 
[6]- Maíz, del taíno “mahis” (Zea mays) Originario de América central y ampliamente difundido desde remotas épocas   precolombinas. Dicc. de Americanismos e Indigenismos – Marcos A. Morínigo – Ed. Claridad – Bs. As. - 1998
[7]  - Papa, palabra qheswa: (Solanum tuberosum): Originaria del Perú. De la adulteración inglesa “potato” deriva el europeo “patatas”.- Lorenzo R. Parodi: La agricultura aborigen argentina – EUDEBA – Bs. Aires - 1998
[8]  - Pehuen, palabra mapuche: (Araucaria imbricata) Vulgarmente pino chileno de piñones comestibles
[9] - Claudio Gay: Historia Física y Política de Chile–T.1º-Agricultura–Museo Hist Nat Santiago1862 www.memoriachilena.cl
[10]Haylli, palabra qheswa: Canto triunfal de victoria en la guerra o de regocijo al término de las faenas agrícolas -  Academia Mayor de la Lengua Quechua: Dicc. Quechua - Español – Gob. Regional Cusco – Perú - 2005

      
      Debe advertirse que Guaman Poma, debido al sustrato de su lengua materna, el quechua, no dominaba el idioma castellano de la época, de por sí extraño para nosotros, además hay que interpretar los rasgos de su escritura arcaica y la interposición de vocablos indianos, de manera que el texto resulta confuso, a veces incomprensible y en algunos pasajes impenetrable para el lector común, por tal razón un equipo de especialistas se ocupó de su transcripción, respetando la ortografía y la prosa del autor. [1]
          En muchos de sus pliegos, el autor alegó por el derecho de las distintas parcialidades a conservar los festejos y bailes ancestrales con los que pastores y labradores celebraban la prodigalidad de la naturaleza y que no tenían, según manifestaba, el propósito de preservar ninguna idolatría, que el poder político y religioso estaban empeñados en extirpar.        
          Jorge Juan y Antonio de Ulloa, en su información sobre aspectos relacionados con el arte de navegar, la geografía, las ciencias naturales, la descripción de los lugares y costumbres de los habitantes del nuevo mundo, también se refirieron a estas celebraciones de los nativos y nativas del Perú en los siguientes términos:

“…alguno de ellos toca con la una mano un tamborcillo, y con la otra una flautilla a su usanza; y los demás forman sus danzas, que consisten en moverse de un lado para otro sin orden, ni concierto; ínterin que algunas de las indias les cantan coplas en su propia lengua; con lo cual va  prosiguiendo el regocijo y fiesta, acompañados de la bebida, que no da muchas treguas en su repetición” [2]

       Ciento treinta y tres años después de la obra de Guaman Poma, escribieron su extensa relación sobre el estado naval, militar y político del virreinato del Perú, cuya impresión fue oportunamente censurada por la corona española.

“Es innegable que en los tiempos presentes (esto se escribía a mediados del siglo XVIII) demuestran los Indios muy poca afición al trabajo, porque naturalmente son lentos, dejados y espaciosos; pero también es cierto que cuando conocen utilidad propia, su pereza no les sirve de estorbo. Las reglas de gobierno y economía de aquellos payses están instituidas en un pie tan malo para los Indios, que siendo igual la utilidad que les resulta de trabajar, o de no hacer nada, no es extraño el que su flaqueza se incline más al lado de la pereza que al de la actividad…
Para los Indios es lo mismo ganar dinero a costa de su sudor y fatiga que no ganarlo, porque el interés que le resulta de ello, es tan pasagero en sus manos que nunca llega el caso de disfrutarlo; porque cuanto más trabajan y agencian, tan más rápidamente pasa de su poder al de los Corregidores, al de los Curas, y al de los dueños de las haciendas. A vista de esto, ¿quién podrá culpar a los Indios de floxos y perezosos, y no a los Españoles de aquellos payses de tiránicos, impíos y codiciosos.
La tiranía que padecen los Indios nace de la insaciable hambre de riquezas que llevan á las Indias los que van a gobernarlos, y como estos no tienen otro arbitrio para conseguirlo que el de oprimir á los Indios de cuantos modos puede subministrarles la malicia, no dejan de practicar ninguno, y comba-tiéndolos por todas partes con crueldad exigen de ellos más de lo que pudieran sacar de verdaderos esclavos suyos.
Los palacios, los templos y otras obras de que se ha hecho mención en la primera parte de la historia de nuestro viaje no permiten la injusticia de reputar á aquella nación por floja y perezosa, cuando todas ellas prueban lo contrario
En una palabra, la cólera mas desenfrenada no ha podido inventar género alguno de castigo que no lo experimente el Indio de la mano de los Españoles.
Es dicho común de los hombres más juiciosos y timoratos de aquellos países, que si los indios llevan por Dios los trabajos que pasan durante su vida, serian dignos de que al punto que expirasen, los canonizase la Iglesia por Santos; el continuo ayuno, la perpetua desnudez, la constante miseria, la interminable opresión, y el castigo exorbitante que sufren desde que nacen hasta que mueren, es más que suficiente penitencia para satisfacer en este mundo todos los pecados que les puedan ser imputados”. [3]


[1] - Rolena Adorno, John V. Murra, Jorge L. Urioste  - http://www.kb.dk/permalink/2006/poma/info/es/foreword.htm
[2] - Jorge Juan y Antonio de Ulloa: Relación Histórica del Viaje a la América Meridional - Ed. A. Marín - Madrid 1748  –  Edición digital Biblioteca Virtual Cervantes
[3] - Noticias Secretas de América (1748) por Jorge Juan y Antonio de Ulloa, Tenientes Generales de la Real Armada – Editor David Barry  - Londres 1826



    También en el territorio chileno, desde la primera época de la ocupación, se habían elevado audaces críticas y reprobaciones, cargos y acusaciones, como las del cronista que se cita, censurando el inhumano proceder de los conquistadores, sus propósitos esclavistas y sus tácticas depredadoras, contrarios a la letra y al espíritu de las ordenanzas reales y de los piadosos principios de la religión que decían observar:
“…el apetito del oro que había sido el postillón en su viaje, estaba tan en su punto, que apenas habían comenzado a gozar la paz cuando comenzaron a dar guerra a los indios porque sacasen mucho oro con notabilísimo dispendio suyo, sin tener otro cuidado sino daca daca, como si se les debiera de derecho, y llegó a tanto la extorsión con que afligían a los pobrecillos, que en sólo las minas de la Concepción echaron veinte mil indios... que es lo mesmo que decir todo el reino; pues los demás que quedaban servían a los españoles de caballerizos, pajes y hortelanos, de beneficiar sus sementeras y guardar sus ganados, si suyos pueden llamarse, que no sé con cuán justo título lo poseen.” [1]               
      Pero los nativos pedestres, ya a fines del siglo XVI, tenían caballos de guerra, las caballadas se incrementaron notablemente en los años subsiguientes y al generalizarse su utilización se hizo notorio el aumento del potencial operativo y la destreza bélica del aborigen ecuestre durante el siglo XVII, perdurando durante todo el período hispánico y hasta bien entrado el tiempo como estado independiente, porque fue en el sur de Chile donde los mapuche ofrecieron la más cruenta resistencia y – como dice Canals Frau – aculturaron especialmente elementos españoles relacionados con la caballería y el arte de la guerra, para esa época ya comenzaba a hablarse de cierta arcabucería, pólvora y municiones que ellos tenían, debiendo agregarse que, entre otras costumbres, también adaptaron sus formas de laboreo agrícola y, con motivo de las campeadas realistas, substituyeron el cultivo del maíz por el trigo y la cebada, que maduraban más temprano y se podían cosechar antes que los españoles llegasen a malograr las sementeras, una vez pasados los rigores del invierno.
        El mestizaje en Chile, del cual surge este arquetipo social, comenzó al mismo tiempo que la conquista, como en toda América, principalmente debido al escaso número de mujeres que integraban esas expediciones, pero también porque la acción bélica se complementaba con el abuso sexual o el cautiverio para servidumbre o concupiscencia y con el correr del tiempo la innumerable procreación de mestizos que generaron se multiplicó geométricamente por los contactos de estos con las mujeres de su propia clase o con las jóvenes nativas que la soldadesca itinerante seducía o arrastraba a los campamentos.

“…los soldados del socorro que vino de España que han hasta agora andado por Arauco y su comarca y vinieron a este nuevo alzamiento hasta ciento, se han corrompido en costumbres desaforadas en tal manera, que no hay natural por donde ellos pasan, aunque sea de paz, que sea señor de su mujer, hermana ni parienta, ni hijos, ni otra hacienda, porque se lo quitan como si fuesen gente de guerra, y aun a los mismos españoles se lo entran a tomar en sus propias casas, sin que los capitanes que los rigen se lo estorben, al principio por no querer o no tener prudencia para ello, y ya por no querer ser parte contra el desenfrenamiento que han cobrado, en tanto grado que cuasi pesan ya más sus agravios y fuerzas que las de la gente de guerra, y espérase vendrá a todo género de libertad, si Dios no lo remedia: andan vagando de un pueblo en otro, sin asistir los más del tiempo en presidio[2] ni guerra…”[3]

      Los aborígenes contribuyeron a este entrecruzamiento étnico con sus raptos de mujeres blancas o mestizas, que compartirían el aduar con las otras consortes de los caciques, así como también los soldados españoles, criollos o mestizos que se pasaban a tierras mapuches.
      Las mujeres fueron un factor fundamental en la economía indígena de todos los pueblos originarios, también en el área trasandina estaban a cargo de las labores agrícolas, artesanales y de subsistencia familiar; durante la conquista fueron obligadas a trabajar en el servicio doméstico, en las haciendas de los encomenderos o en los lavaderos de oro; no menos importante fue la participación de las hispano-criollas y mestizas en la producción del campesinado y en la manufactura de hilados, tejidos y tinturas, cuyos excedentes trocaban por mercaderías imprescindibles.
         La primera época de la conquista duró sesenta años (desde 1540 hasta el 1600) en los que gradualmente se fue ocupando el territorio indiano, erigiendo rústicas fortalezas y precarios poblados, haciendo repartimientos de indios y concediendo mercedes tierras para cría de ganados, sementeras y lavaderos de oro que pudieran sustentar la ocupación, hasta que en 1553 la gran sublevación aborigen destruyó casi todas las fundaciones y cobró la vida de Valdivia y muchos de los temerarios conquistadores.
          Desde entonces no hubo paz completa y duradera, además la segunda gran rebelión de 1598 estuvo a punto de liquidar la presencia en Chile de los españoles por la pérdida de numerosas vidas y el cautiverio de otros muchos, la sustracción de ganados, armas y destrucción de las sementeras.
          La ayuda en metálico que se comenzó a despachar desde Potosí permitió financiar un ejército permanente para contener la resistencia nativa, la frontera sur quedó establecida en las márgenes del Biobío, comenzando a desarrollarse hacia el norte la actividad agropecuaria, destinada al restringido consumo interno, porque para prevenir su escasez se impedía cualquier eventual exportación al Perú y se auto limitaban las sementaras por el fundado temor al ataque de los corsarios, piratas o filibusteros, que rondaban sus costas.




[1] - Crónica del Reino de Chile Escrita por el Capitán Pedro D. Mariño de Lobera Reducido a nuevo método y estilo por el Padre Bartolomé de Escobar de la Compañía de Jesús (1598) - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
[2] - “Comúnmente llamamos presidio el castillo, o fuerça donde ay gente de guarnición”: Tesoro de la Lengua Castellana o Española por el Licenciado Don Sebastián de Cobarruvias Orozco – En Madrid por Luis Sánchez 1611 – http://books.google.com
[3] - Relación enviada al Virrey del Perú por Juan Matienzo, vecino de Valdivia, del alzamiento y rebelión de los indios araucanos (~ 1575) - Alonso de Góngora Marmolejo: Historia de Chile y otros documentos – www.memoriachilena.cl


         
         Hay que considerar también que si, desde comienzos del siglo XVII, las alternativas de la guerra en los contornos del Biobío, no dejaban ver más que el furor de la lucha, como explica Villalobos, al mismo tiempo, en forma subyacente se entretejían menudas historias prosaicas, cotidianas o esporádicas, sin eventos espectaculares, que al margen del choque hostil, ponían en contacto a los mismo protagonistas por imperiosa necesidad, beneficio mutuo o mera futilidad, los que al procurarse el intercambio de manufacturas y productos naturales (fanegas de sal, ponchos, mantas, alfarería, cestos y artesanías en madera, fresas, pieles, lazos, plumas de ñandú, plumeros, caballos) daban forma a una nueva e impensada realidad en un complejo espacio de interacción, con alternancia de roces conflictivos y aproximaciones pacíficas que expresaban la transferencia de elementos culturales de un grupo a otro, de nuevas pautas de convivencia y mestizaje fronterizo, despuntando la figura del mercachifle ambulante (comerciante de especias, baratijas, bebidas, herramientas, yerba, tabaco, harina, azúcar, paños, camisas, calzones, hebillas, añil, frenos, espuelas, hachas, cuchillos, tijeras, espejos) mestizo por lo general, conocedor de costumbres e idiomas y que sería uno de los intermediarios entre indígenas e hispano-criollos.[1]
     Paulatinamente, los asentamientos europeos se desarrollaron a través de grandes propiedades territoriales en el centro del país, dedicadas a la explotación agropecuaria mediante distintas formas de utilización de la mano de obra nativa, ya sea por el antiguo régimen de las encomiendas, la esclavitud de indígenas capturados en la Guerra de Arauco, la introducción de aborígenes huarpes desde la vecina provincia de Cuyo y, dado su elevado costo, una reducida importación de esclavos negros.

      El descenso de la población indígena y la proliferación demográfica de mestizos libres, hizo que esos lejanos y aislados latifundios buscaran formas de integrarlos a la actividad laboral, subsistiendo, no obstante, una importante masa de población flotante que ocasionalmente se ocupaba como peones de temporada. [2]
      Durante la centuria del 1700, en Chile, declinan las batallas campales propias de la llamada Guerra de Arauco y las violentas irrupciones principian a extinguirse; las relaciones fronterizas indo-hispánicas comenzaron a desenvolverse en un contexto de cierta estabilidad y pacífica coexistencia, aunque no exenta de eventuales contiendas.
      La beligerancia feroz y brutal traspasaría los Andes, acometiendo las estancias, las caravanas de carretas y las tropas de ganado que trajinaban por Mendoza, San Luis, Córdoba y Buenos Aires. Algunos de los pacíficos caciques parlamentarios de la frontera mapuche, propiciaban los malones depredadores en los distritos trasandinos de Cuyo y de la cuenca del Plata, sus propósitos eran fundamentalmente económicos y sus efectos, la muerte y despoblación en los caseríos avanzados de las pampas.
        En las áreas fronterizas se fue gestando un ambiente pintoresco y violento, dice León Solís, allí convivían caciques aficionados a los sombreros de tela, a los estribos de plata, al aguardiente y a las cautivas de Buenos Aires, españoles fugitivos de la justicia que intrigaban en las rancherías, miserables soldados de línea que traficaban algún arma blanca, espada, machete, hacha o cota de malla de acero, buhoneros que procuraban engañar a los indios con sus trueques leoninos, paisanos “mal entretenidos” de lazo y cuchillo, indígenas y mestizos que se conchababan como peones itinerantes o que cuatrereaban a ambos lados de aquellos confines; estos eran los nuevos tipos fronterizos que practicaban la poligamia entre las nativas y convivían al margen de los ancestrales principios aborígenes y de la real legislación española.
         A este ambiente se refería el misionero Sors cuando afirmaba que algunos hispano-criollos «roban a los indios y venden a los españoles, hurtan a estos y venden a aquellos, de suerte que este es el modus vivendi de algunos malos españoles….... y no ha faltado quien, no satisfecho de vivir enredado con cuantas chinas [3] apetecía su desenfrenado apetito, que cogía también a la usanza dos y tres mujeres» [4]
        Es que como ya había anticipado el Maestre de Campo González de Nájera en 1614, había entre las nativas chilenas mujeres de agraciada figura, “tanto que las que dellas sirven a los nuestros, son causa de hacer a muchas españolas mal casadas”. [5]
“Unos de los principales protagonistas del comercio legal e ilegal que echó raíces a través de las fronteras indígenas en el siglo XVIII fueron los «conchavadores» (comerciantes a trueque). Estos sujetos constituían una extensa red de hispano-criollos, mestizos e indígenas cuya principal tarea consistía en actuar como intermediarios entre ambos mundos. Unidos entre sí por lazos de parentesco ceremonial o político, el ámbito que cubrían se extendía más allá de las localidades puramente fronterizas, traspasando las barreras administrativas o étnicas que separaban a los aborígenes de los europeos e integrando de ese modo zonas que carecían de contactos directos. Entre los hispano-criollos, eran mejor conocidos por lo pintoresco de sus personalidades o por sus cualidades de vagabundos y aventureros. No menos valiosa era su reputación de expertos en los asuntos indígenas, conocedores del Mapu y de las costumbres y prácticas de los naturales.” [6]



[1] - Sergio Villalobos: Vida fronteriza en la Araucanía - Ed. Antártica - Santiago (Chile) - 1995 – DIBAM: Memoria Chilena
[2] - Formación del mundo rural chileno - Memoria chilena – Biblioteca Nacional de Chile - www.memoriachilena.cl
[3] - China: palabra qheswa: hembra, animal del sexo femenino. En el resto de Sudamérica: mujer de baja condición social/criada, sirviente. Academia Mayor de la Lengua Quechua: Dicc. Quechua - Español – Gob. Regional Cusco – Perú - 2005
[4] - Antonio Sors: Historia del Reyno de Chile – 1780, citado por Leonardo León Solís en Maloqueros y conchavadores en Araucanía y las Pampas, 1700-1800 – Ediciones Universidad de la Frontera – Temuco (Chile) 1990 – http://www.memoriachilena.cl
[5] - Alonso González de  Nájera: Desengaño y reparo de la guerra del reino de Chile (1614) – Imprenta Ercilla 1889 – Santiago de Chile – http://www.memoriachilena.cl
[6] - Leonardo León Solís: Maloqueros y conchavadores en Araucanía y las Pampas, 1700-1800 – Ediciones Universidad de la Frontera – Temuco (Chile) 1990 – http://www.memoriachilena.cl






La impronta humana


         En rancherías dispersas en el fondo de los valles, como las rucas mapuches distantes unas de otras, así vivía el pueblo campesino a la manera indiana, en el mayor aislamiento, en la mayor indigencia, en parajes desolados, con primitivos instrumentos de labranza que proporcionaban cosechas muchas veces insignificantes y siempre tan irregulares como inciertas, mientras el ganado del propietario de la heredad pastaba echado al monte en natural indocilidad.
Retrato de familia en Olmué – ca1930
  Archivo Fotográfico – Museo de Historia de Chile
                       http://www.memoriachilena.cl
       Las comidas de la gente rural eran muy simples, como resultado de ese proceso de mestizaje la mayoría de las veces se componían de legumbres (como las de sus oriundos antepasados y alguno que otro ingrediente alóctono) sobre todo porotos, papas, arvejas, trigo o maíz y rara vez carne, preferen-temente de cordero.     
Ruca mapuche 1930
          (Mapudungu: ruka, 'casa')
                                                           http://commons.wikimedia.org

   
      





      

       En el retiro de los campos, en esas rústicas moradas, de escaso mobiliario, sencilla y groseramente tallado, la instrucción, el bienestar, las costumbres pueblerinas no frecuentan sus vidas solitarias más que en ocasiones o puntuales circunstancias, que se correspondían perfectamente con un generalizado estado de humildad e indolencia, dejadez también notoria con respecto a la numerosa prole familiar que, por lo general, quedaba librada a su suerte y a sus instintos, en una predecible monotonía que la noche ponía fin cuando se apaga la débil luz de la vela o el candil.

“Sus conocimientos históricos están limitados a las tradiciones y consejas de sus padres y abuelos, y sus conocimientos geográficos a la tierra que habita y a las comarcanas. El guaso sabe que hay ingleses, franceses y españoles, porque una u otra vez ha visto individuos de esas naciones o los ha oído nombrar por lo menos; pero no sabe donde están la Inglaterra, la Francia y la España… lo mismo le sucede con las provincias de que se compone la república. Ha oído nombrar a Chiloé, a Coquimbo, a Copiapó; pero no sabe qué países son estos, ni que lengua se habla en ellos, ni a que leyes y autoridades están sujetos. Hay guasos, y son la mayor parte, que ignoran hasta el nombre de la provincia en que está ubicada su hacienda y en que ellos han nacido y se han criado. El guaso no sabe de donde ha venido o de que nación trae su origen. No sabe si desciende de español o de inglés, de ruso o de chino. Esa es una cosa en que él jamás ha pensado. Si oye hablar de los españoles o de los indios, no se imagina siquiera que él tenga contacto con esas razas, ni que la sangre de ellas sea la que circula por sus venas… Cree que Chile es la ciudad de Santiago y nada más. Ningún asunto de interés público, ningún acontecimiento ruidoso le conmueve ni despierta su atención. Una revolución o una mudanza de gobierno son cosas que suelen llegar a sus oídos, pero que no están a su alcance ni le interesan en manera alguna………………………………………
Como el mundo del guaso es tan pequeño, lo tiene recorrido y estudiado de punta a cabo. Conoce perfectamente toda su topografía, y no hay en la hacienda rincones, laderas, quebradas, ni barrancos de que él no dé razón, designándolos con todos sus pelos y señales. Esto es lo que él llama ser baqueano del lugar… familiarizado con todos los atajos y vericuetos, jamás yerra el camino.”[1]  

Otra clase de guaso era el peón suelto, normalmente soltero, nómade de una estancia a otra detrás de un jornal; sin morada fija y sin compromisos estables, familiares ni laborales, comúnmente se le endilgaba ser causa de las disensiones, altercados o pendencias que se generaban en los rodeos, trillas o vendimias, pues al finalizar esas tareas colectivas, en un rancho o ramada se servía a los participantes, junto con algunas frituras y comidas de distinto tipo, abundante chicha, aguardiente o ponche, mientras una o varias guitarras ensayaban simples y populares tonadas; ese lugar y la reunión misma, donde era frecuente algún exceso y una que otra escaramuza, se denominaban popularmente, en sentido figurado, chingana (del idioma qheswa o runasimi, chinkana.[2])

Hubo un tiempo en que las cosechas se hacían casi exclusivamente con arreglo al método indio. Esto es lo que llaman en Chile una minga [3]. Cuando un hacendado está dispuesto a recoger sus cosechas no tiene más que hacer que avisarlo a sus vecinos, y estos se apresuran a corresponder a su invitación tomando parte en el trabajo de la recolección que se ejecuta en un período de tiempo bastante breve. De esta manera logra el hacendado recoger todos sus frutos y almacenarlos, sin haber gastado más de lo que le cuestan dos o tres comilonas y algunos cántaros de chica accesorio obligado de esta diversión. Las fiestas duran aún por la noche y los asistentes bailan al son de sus guitarras, de sus ralis, especie de violín pequeño, y de sus cantos, en medio de una alegría que aumenta las copiosas libaciones que le acompañan. Algunos días después vuelven a reunirse en la propiedad de otro hacendado y de este modo se renuevan sus trabajo y sus diversiones hasta que se halla terminada en todas partes la recolección”.[4]



[1] - Átropos (seud):El Inquilino - Revista del Pacífico – Imprenta Mercurio–Valparaíso (Chile) 1861 http://books.google.com.ar
[2] - Chinkana: lugar donde se pierde o extravía. Túnel, laberinto, socavón, gruta, escondite, donde una persona puede desaparecer o esconderse – César A. Guardia Mayorga: Dicc. Kechwa-Castellano - Ed. Los Andes - Lima - Perú 1971Academia Mayor de la Lengua Quechua: Diccionario Quechua - Español – Gobierno Regional Cusco – Perú - 2005
[3] - Del qheswa mink’a: Sistema ancestral de trabajo comunitario usado en el Perú y que se conserva en algunos lugares. Academia de Quechua Yachay Wasi - Lima ( Perú ) : Director Demetrio Tupac Yupanqui : http://www.yachay.com.pe
[4] - Claudio Gay: Historia Física y Política de Chile – Museo Historia Nat. de Santiago – 1862 http://www.memoriachilena.cl

 Claudio Gay (1800 - 1873)
Grabado de una Chingana
 Atlas de la historia física y política de Chile. París (1854)
http://www.memoriachilena.cl

Este económico sistema incaico, continuado en tiempos hispánicos, donde los braceros concurrían voluntaria, gratuita y alegremente, resultaba a veces demasiado alborotador y hasta peligroso, dice Gay, por lo que paulatinamente se fue dejando de lado para recurrir a peones pagados, pero por la fuerza de la costumbre algunos patrones continuaron sintiéndose obligados a ofrecer varios cántaros de vino o chicha y algunos víveres, ya que para aquellos, estos trabajos seguían formando parte de una eventual diversión.
“El guaso jamás entra a la casa del patrón sino después de haberse sacado las espuelas y quitado el sombrero, que lleva siempre en la mano. Presentarse en aquel recinto augusto con sombrero puesto o con espuelas, es en su concepto un desacato punible. Al dirigir la palabra a su patrón, le habla con gran sumisión y nunca se atreve a alzar mucho la voz en su presencia… Su pobreza, su ignorancia y la humildad de su condición, lo mantienen alejado de las altas categorías sociales.
           La conversación del guaso no puede tener por materia sino los objetos que están a su alcance. El guaso habla de caballos, de vacas, de siembras, de los lances acontecidos en las trillas y en los rodeos, de las cosas que le han parecido extrañas en los cortos viajes que ha hecho, de lo que sucede en las haciendas vecinas, etc., etc. Habla siempre con gran cachaza, y ni aun en los pasajes que por su naturaleza debieran ser animados, abandona jamás su tono flemático…”[1]

En los suburbios de los pueblos y ciudades chilenas existían lugares destinados para que acamparan las carretas y tropas de ganados, al mismo concurrían campesinos, comerciantes, peones rurales y urbanos, ese espacio funcionaba entonces como una especie de feria o mercado donde se cerraban los negocios relacionados con el tráfico de la producción agropecuaria y manufacturas, por lo que se movilizaban sumas de dinero que resultaban de importancia vital para aquella gente y en aquel tiempo. Entre ese conglomerado humano también se levantaban espontánea y transitoriamente las ramadas o chinganas, administradas generalmente por una o varias mujeres solas, desamparadas y/o indigentes que, para subsistir, se adaptaban al desplazamiento de los paisanos que iban y venían desde los llanos y las montañas.

“Solo el chileno de las clases populares conserva fielmente sus costumbres nacionales. Con alegre bullicio se aleja el campesino al atardecer, vendidos ya sus productos… el camino lo conduce frente a una chingana, como se las encuentra en todas las salidas del arrabal, y rara vez un chileno de esa clase pasará sin apearse. La sala más grande del bajo rancho de barro está repleta de compatriotas… por fin aparecen las tocadoras de las vihuelas… estas dadoras de alegría social… el chileno de esta clase no necesita de un gusto artístico muy refinado para deleitarse mediante una improvisación y pasar algunas horas alegres, sin ninguna preparación previa… Sólo después de la medianoche vuelven los huéspedes, uno tras otro, a las mulas que los esperan, y pronto se escuchan… los compases que se van perdiendo en la lejanía, de las alegres tonadas con que inicia su fresco camino nocturno el huaso que regresa a su hogar.”[2]

          Esta costumbre se originó en el Perú virreinal, donde, entre otros tipos de negocios y denominaciones, se destacaban las pulperías en las esquinas principales de pueblos y ciudades, comercios dedicados a la venta de muy diferentes artículos para el abas-tecimiento de la población; las posadas, mesones o tambos (tanpu en qheswa) estaban destinados al hospedaje de los transeúntes; las chicherías a la venta de chicha, palabra de origen caribeño (aqha en qheswa) brebaje resultante de la fermentación del maíz mascado o de otros frutos, como manzana, uva, pehuén, molle, chilca, etc.; pero las chinganas, así llamadas en el “lenguaje del vulgo” (españoles pobres, mestizos, indios, negros y mulatos) eran consideradas de “poco principal” porque “se quitan y ponen ni tienen derecho de Llave establecido, ni fondos sus dueños para sostenerlas”. El gremio de pulperos se oponía a la instalación de este tipo de “aguardienterías” argumentando que las mismas, además de no beneficiar a la hacienda real, también perjudicaban a esa cofradía “por abrigarse en dichas casas la gente holgazana consintiendo juegos y adulterando los licores lo que no acaece en los Pulperos de esquina…” [3]

En Chile, durante los días festivos, generalmente religiosos, en ocasión de los juegos de chueca, corridas de toros o carreras de caballos, también se levantaban estos “establecimientos” que poco a poco se fueron acercando a las áreas suburbanas y zonas portuarias, las que adoptaron esta peculiar forma de diversión y consecuente negocio, originalmente campesino y al que, con el correr del tiempo, concurrirían también aris- tocráticos patricios, estadistas o letrados, como asiduos parroquianos.     
Al parecer, las «ramadas» no tenían una construcción uniforme. Algunas no eran más que un techo de ramas sostenido por una armazón de palos. Otras –la mayoría–  agregaban a eso un «tableadero» (suerte de mesón o mostrador) y un cuartito adyacente. Las mujeres que allí pernoctaban podían dormir, indistintamente, bajo el tableadero o en el cuartito adyacente. Este último es mencionado frecuentemente en los documentos, aunque bajo nombres diversos: «cuarto», «retrete», «corralillo», «covachuela», etc., que, al decir de José Zapiola, tenían «la capacidad apenas necesaria para dos personas».
Según los bandos de las autoridades pertinentes, en este singular tipo de negocio se fomentaban “las juntas que hay bajo de ellos (los tablados) en los retretes o cuartos que forman para la venta de licores que hacen las mujeres de todas clases… que resultan no pocos excesos y ofensas a Dios.”

Surge del trabajo de este autor, que tanto las chinganas o fondas, como los bodegones o pulperías tenían gran número de estos estrechos cuartuchos o «covachuelas», donde también solía alojarse por una o dos noches el peonaje itinerante u ocultarse por más tiempo toda “laya de gentes”, por lo cual se llegó a calificar a sus propietarias como “aposentadoras de ladrones y salteadores” y también de encubridoras o cómplices “de suerte que sus operaciones y las de los entrantes y salientes las saben, las ven, las ocultan y se reparten cuanto roban.”[4]

     Por eso, para Lenz y otros autores que cita, la chingana era una “taberna ordinaria, casa de diversiones de gente baja, a menudo especie de burdel” y también “la fiesta que se celebra en tal establecimiento con cantos y bailes populares”, atribuyéndole al término origen qheswa, lo que condice con su expresado criterio de que hasta el lenguaje del último huaso chileno era lingüísticamente castellano puro, no obstante la incidencia de algunas voces americanas, cuya procedencia desconocía, pues “ni siquiera el bajo pueblo recuerda o conoce la lengua del indio”
[5], esa lengua, con innumerables aportes del habla del Cusco, con la cual llamaron chinganas a los ranchuelos, chamizos o covachas donde se escondían bienes o personas, así como a otros aspectos vitales de su forma de vida.
  



[1] - Átropos (seud):El Inquilino - Revista del Pacífico – Imprenta Mercurio–Valparaíso (Chile) 1861 http://books.google.com.ar
[2] - E. Poepping: Un testigo en la alborada de Chile 1826-1829 – Citado por Gabriel Salazar en Labradores, peones y proletarios – Ediciones Sur – Santiago de Chile – 1989 - http://www.memoriachilena.cl
[3] - Ordenanzas para el Gremio de Pulperos. Cédulas y Provisiones del Cabildo de Lima. Citado por Juan J. Brito Ramos y Liz R Ponce Mariños en Balance de doce Pulperías Limeñas, 1784-1790Univ. Nac. de San Marcos  - Mayo 2002
[4] Gabriel Salazar: Labradores, peones y proletarios – Ediciones Sur – Santiago de Chile - 1989
[5] - Rodolfo Lenz: Dicc. Etimológico – Univ. de Chile – Impr. Cervantes–Santiago 1905-1910 http://www.memoriachilena.cl

Chingana en Tres Puntas
(ca. 1852)
Colecc. Biblioteca Nacional de Chile
http://www.memoriachilena.cl






La impronta hispánica



      Pero ocurre que en España la palabra “guasa” se emplea con el sentido de burla, chanza, ironía, es decir, hablar en broma; según el Diccionario de la Real Academia, en una segunda acepción, también significa persona “falta de gracia o viveza, sosería, pesadez” y en aquella palabra o en alguna de estas expresiones se ha querido ver la matriz del término “guaso/huaso” en cuestión.
       En efecto, aquella voz es incorporada al repertorio del DRAE recién en la 11ª edición del año 1869 y en algunas de las antiguas publicaciones, como la del año 1899, hacía derivar este vocablo del francés gausse, burla y del latín gaudere, divertirse, sin embargo en la actualidad lo caracteriza como voz caribeña.
        En razón de esa tardía oficialización del término, el sacerdote Manuel Antonio Román, por ese entonces, a principios del siglo pasado, miembro de la Academia Chilena de la Lengua, propuso lo siguiente:
“Pues si en la lengua traída a Chile existían ya estos vocablos, con significados tan apropiados al mestizo chileno de nuestros campos, que se distingue por su rusticidad y su carácter burlón y chancero, ¿para qué buscar etimología en otras lenguas, cuando podemos hallarlas sin dificultad en la propia? Cualquiera que vea el uso que hasta hoy hacen los españoles de guasa y guasón, que es el mismísimo definido en el Diccionario, no podrá menos de reconocer que éstos son los verdaderos padres de nuestro guaso.[1]

Si fuera tan simple la asimilación del sentido y alcance de este vocablo en el decir de la gente chilena, como señala el erudito citado previamente, no se hubieran planteado tantas dudas sobre el incierto origen que le asignaron los letrados.
         Esto tiene su importancia porque, como veremos, efectivamente los términos “guasa, guaza, guaso” y otros derivados, son preexistentes en la toponimia de España al descubrimiento de América y aún a las obras de los eruditos Nebrija o Covarrubias, quienes no las incluyen en sus tratados, porque, evidentemente, no las considerarían castellanas, o desconocerían sus significados
Como patronímicos, Guaza y Guazo no son muy abundantes, aunque es notable que se presenten casi exclusivamente en el norte de España y lógicamente en Madrid, donde las migraciones internas podrían ser la causa de ese desarraigo.
En un antiguo manuscrito archivado en la Catedral de Jaca, provincia de Huesca, de la comunidad autónoma de Aragón se da cuenta del “acto de renuncia hecho por D. Domingo Huaso, canónigo de Jaca, de la rectoría de Aragüés, por hallarse ciego …Hízose la renuncia ante el delegado del gobernador eclesiástico, en Huesca, á 27 de Agosto de 1328”[2]
Como se ha dicho, también encontramos las palabras en cuestión en la toponimia medieval de una comarca pirenaica altoaragonesa. En algunos de los aproximadamente quinientos pergaminos arrollados, que están, o estaban, archivados en la cámara alta de la Catedral de Jaca.
         En esos antiguos manuscritos, correspondientes al primer milenio de la era cristiana, consta la cesión del rey Ramiro I al prelado de aquella, de trece iglesias de sus alrededores entre las que se mencionan las de Guasa y Guaso, como así también, más adelante, la donación de la iglesia parroquial de Guasa, con todas sus rentas, a la Mensa Canonical, en marzo del año 1229.[3]
         Guaso, es una minúscula localidad española de 74 habitantes, ubicada a 4,5 km en el Ayuntamiento de Aínsa-Sobrarbe.
         Guasa (55 habitantes) y Guasillo (72 habitantes) pertenecen al Ayuntamiento de Jaca, ambos están situados a poco más de 3 km de este centro municipal. Todos pertenecen a la provincia de Huesca, en la Comunidad de Aragón. 
     



     Guaza de Campos (62 habitantes) es una localidad de la provincia de Palencia, comunidad autónoma de Castilla y León. El nombre, de origen árabe según algunos lugareños, aparece por primera vez en un manuscrito del año 963, donde se mencionan algunas posesiones del monasterio de Sahagún.
      La montaña de Guaza (428m sobre el nivel del mar) catalogada como monumento natural, es un espacio protegido situado al sur de la isla de Tenerife (Canarias, España) en cercanías del pueblo de Guaza (1.013 habitantes).
         Alguazas (no debe olvidarse que la voz /al / es artículo determinado en lengua árabe, que al castellanizarse se fusiona con el sustantivo) es una población española (9.146 habitantes INE 2010) perteneciente a la comarca de la Vega Media del Segura, en la provincia de Murcia.

“No contamos con antecedentes o fuentes escritas de Alguazas en época musulmana, exceptuando el origen del topónimo. Por el contrario, sí se pueden extraer datos de la documentación cristiana, válidos para el período musulmán, aunque estos, no van más allá de conocer la existencia de una población y de una comunidad árabe que trabajaba sus tierras.
El topónimo deriva del árabe al- wusta (árabe clásico) o al -wastá (hispano-árabe) y su significado vendría a ser “la de en medio”, “la que está en medio de, entre dos extremos” (STEIGER, 1958:24; HERNANDEZ CARRASCO, 1987:183-85; POCKLINGTON, 1990:181) y tiene por tanto, un fuerte carácter locativo que, en este caso hace referencia a su ubicación “en medio de“ dos cauces fluviales, el río Segura y su afluente el Mula.” [4]


En el trabajo que se cita se hace referencia al origen de dos alquerías o haciendas hispano-romanas, a la primera, los árabes llamaron al waza al Kotiia (alguaza de los godos) mientras que la otra tomó el nombre de la tribu bereber establecida en ella y se llamó al waza bena Andik (alguaza de la tribu de Andik). Ambas Alguazas fueron conquistadas juntamente con Murcia en 1243 y reconquistadas en 1256.
      Según el Diccionario de la Real Academia Española, el término “alguaza” significa bisagra o gozne, derivándolo del árabe hispánico alwáṣl, tira de cuero añadida que servía de gozne, y este, a su vez del árabe clásico waṣl, juntura, esto es, punto en que se unen o adosan dos cosas.
        En los demás topónimos ni siquiera se ha encontrado una propuesta etimológica seria, tal vez deba reiterar los dichos de Klauer en el sentido que, “sobre todo en la antigüedad, la displicencia de muchos historiadores dejó en el olvido una gran cantidad de nombres. Historiadores como Estrabón, Mela y Plinio, que tan diligentes fueron en informar sobre muchas materias, no quisieron serlo cuando de nombres nativos se trataba. Para ellos, por inarticulables, malsonantes y carentes de significado, muchos resultaban sin interés alguno.”[5]



[1] - Manuel Antonio Román: Diccionario de chilenismos – Impr, S. José - Santiago de Chile - 1913
[2] - Ricardo del Arco y Garay: Boletín Real Acad. Historia: El Archivo de la Catedral de Jaca http://bib.cervantesvirtual.com
[3] - Ricardo del Arco y Garay: Boletín de la Real Academia de la Historia Tomo 65: El Archivo de la Catedral de Jaca - http://bib.cervantesvirtual.com
[4] - Ana P. Martínez: La “Torre Vieja” de Alguazas. Una fortaleza medieval de la vega del Segura. http://www.arqueomurcia.com
[5] Alfonso Klauer:(Párrafo tomado de autor anónimo) ¡Gua!, el insospechado origen del lenguaje – Lima - 2007 – www.nuevahistoria.org



La “isofononimia” de Klauer


      Mediante ese neologismo el autor pone de relieve la múltiple existencia, en la toponimia mundial, de nombres virtualmente idénticos, o fonéticamente similares, que se encuentran en muy distantes lugares del planeta, circunstancia que, a su criterio, no se explicaría con el argumento de una mera casualidad, sino en razón de su remoto origen “en un protolenguaje común y anterior a la aparición de todas las lenguas.”
    Klauer explica entonces la existencia de voces similares, representadas en distintas leguas, como "gua", "hua", "gwa", "ua", "wa" y "wha", que son, literal y actual-mente, el nombre de 24 centros poblados en 15 países del mundo y la denominación de 11 lenguas en 7 países.
      Como raíz, /ua/ forma parte del nombre nativo de más de 71.000 poblados y accidentes geográficos en todo el planeta, que habrían soportado la ancestral tendencia a reemplazar las designaciones originales por ignorancia de su significado, por razones económicas, religiosas y/o políticas.
      Esa voz también participa del nombre de casi 2.500 etnias y lenguas. En todo el mundo, es muy frecuente /ua/ además de la toponimia, en la zoonimia, fitonimia, antroponimia y en el léxico común de muchos pueblos, habiendo reunido Klauer más de 85.000 voces que la contienen.

“Guarz, topónimo con muchas variantes y muy extendido en el alto Aragón, que el mismo autor presume que derivaría de "hórtos" (= huertos, en latín). Indica que antiguamente "huerto" aparecía como "guarto". Y que Guarz ha dado origen a Guaz. Guaza (= guasa), en Castilla y León.”
“Guasa (= wasa) y guaso son voces a las que el DRAE reputa de origen americano. Y en Chile en particular hacen referencia a personas de costumbres rurales. Pero "guasa" es también una voz caribe que significa broma, chiste, pero también bulla, conversación ruidosa.” [1]

       Según la teoría de Alfonso Klauer, “el sonido silábico /ua/ habría sido la primera palabra que se pronunció sobre la faz de la Tierra. Deliberada y voluntariamente la habrían emitido ya los homínidos predecesores del hombre hace millones de años.”
“El recuento, aunque también a todas luces incompleto, permite no obstante asumir que no se trata de simples coincidencias. La ausencia de relación histórica (económico–social y lingüística), que explique que se trata de copias o de imposición, deja como única posibilidad que se trata de una evidencia más de la existencia de un protolenguaje común y anterior a la aparición de todas las lenguas”.
La inmensa mayoría de los topónimos citados por este investigador, tanto de África, como de América, Asia, Europa y Oceanía, corresponden a pequeños caseríos rurales o suburbanos, con algunos cientos o a lo sumo pocos miles de habitantes. “Y ninguna de las potencias que conquistó a los países pertinentes se preocupó nunca de conocer esos remotos y generalmente aislados espacios, y menos pues de cambiarles el nombre (a menos que en ellos se descubriera una considerable riqueza: una rica mina, por ejemplo). Son entonces –diremos–, casi nombres vírgenes, impolutos.”[2]



[1] - Alfonso Klauer: ¡Gua!, el insospechado origen del lenguaje – Lima (Perú) 2007 - www.nuevahistoria.org
[2] - Alfonso Klauer: Obra citada



La impronta antillana


      Hay autores que le suponen un origen antillano, porque pareciera provenir de Cuba, donde expresaría la idea de jolgorio, alegría ruidosa, pero esto no puede ser pacíficamente aceptado porque, textualmente, no figura con ese nombre y significado en los vocabularios consultados, planteándose entonces dudas y desacuerdos sobre el origen del vocablo guasa, porque en tanto que en España se lo sospecha de caribeño, aquí se habla de la notoria influencia de los modismos andaluces y canarios, como consecuencia de los fluidos contactos sostenidos históricamente entre esos pueblos.
     En ese ámbito y de origen taino, tan sólo consta en Cuba el término guasa  (Epinephelus itajara) que corresponde a un pez solitario, malcarado y grotesco, que bordea las costas de aguas tropicales profundas, suele medir 2,5 metros, pesar más de 200 kilos y que, además, por la calidad de su carne y la resistencia que ofrece, es muy codiciado por los pescadores, al punto que está en riesgo de extinción (tal vez de aquí haya salido la connotación de “falta de gracia o viveza, sosería, pesadez”, que acompaña a la palabra castellana).
A su vez, la voz taina guasasa se refiere a un insecto, del género Liohippelates, especie de mosca diminuta y molesta que abruma a las personas, por lo que en el lenguaje coloquial se aplica a los individuos fastidiosos e insoportables. ¿Es lícito suponer que de aquí surgió ese “conjunto de cualidades que hacen desagradable o empalagosa a una persona”, acepción de guasa que fue retirada de las últimas ediciones del DRAE.?   
 ¿Cuál  es, entonces, el fundamento etimológico de “guasa”? vocablo utilizado en el habla coloquial de los caraqueños, pero con el mismo sentido español de burla o chanza que le asigna el real diccionario y esto no quiere que ese sea su lugar de origen, sino solamente que es, o fue, de uso generalizado.
¿Cuál es la base filológica del verbo intransitivo guasabear (“intercambiar bromas, burlas o chistes”) cubanismo aceptado por el DRAE?
Hay sí otros vocablos utilizados en América central, pero que no se refieren a broma, burla o chanza, sino a manifestaciones colectivas de jolgorio, dando la idea de alboroto, desorden, tumulto, reunión o aglomeración de personas con carácter bullicioso, barahúnda, como el sustantivo guasanga, que con el significado de “algazara, ruido de muchas voces” fue aceptado por el DRAE y es un término de origen caribeño.
En cambio guángara y guasángara, que son locuciones con el mismo significado de bulla de muchas personas, algarabía, conmoción y en algún caso vocerío con motivo o en ocasión de pleitos o contiendas, utilizadas también en Colombia y Venezuela, no figuran en el diccionario aludido.[1]
Por ello hay escritores, como el cubano Valdés Bernal, de la Universidad de La Habana, que destacan esa falta de concatenación con el significado reconocido del término:
 
“Guasa, en el sentido de ‘chanza, burla’, no se debe asociar con un indo-americanismo, pues su origen parece estar en el francés gausse ‘burla’, y éste del lat. gaudere ‘divertirse’.
Sin embargo, como nombre de un pez marino de la fam. Serranidae, Epinephelus itajara, si es posible hallar un étimo indoantillano o varias voces de estructura similar (guasábaco, guasábalo, guasabara, guasasa). En fin, se trata de palabras de orígenes diferentes, con diversos referentes.”  [2]




[1] - Esteban Pichardo: Diccionario Provincial de voces cubanas – Impr.Real Marina – Matanzas – Cuba – 1836 http://bvpb.mcu.es
      - Fernando Ortiz: Un catauro de cubanismos – Apuntes Lexicográficos – Habana – Cuba - 1923 - http://archive.org
      - Pedro Grases: Escritos Selectos: La expresión de la idea de alboroto – Bibl. Ayacucho - Caracas – 1989 – Bibl. Virtual Cervantes
      - Alonso Calatrava (h): Obituario de voces caraqueñas – Univ. Andrés Bello – Caracas – 1999 - http://books.google.com.ar
[2] - Sergio Valdés Bernal: Observaciones en torno al origen asignado a determinados vocablos de procedencia indoamericana en la última edición del DRAE – Univ. de La Habana –  2001 – http://anuarioling.files.wordpress.com/2008/12/01_valdes1.pdf




La impronta hispano-romaní de los gitanos


       Es indudable que la palabreja y su derivado circulaban por Andalucía desde tiempo antes de su incorporación oficial a la lengua castellana, como es normal que ocurriera, se expandió oralmente en el habla popular, la imprimió el periodismo en letras de molde y llegó a los cenáculos literarios. 

“Yo sé lo que son los guasones. Si les cortasen la lengua, hablarían con las narices.” (1849) [1]

    En un periódico de la sociedad filantrópica de profesores de ciencias médicas, farmacéuticas y hospitalarias de 1859, en ocasión de cierta polémica con otro órgano profesional, se dijo lo siguiente:



Periódico de medicina, cirugía, farmacia y ciencias auxiliares.
Editor y Director D. E. Sánchez Rubio
Imprenta Manuel Álvarez
Calle Espada 6
Madrid -1859
https://books.google.com.ar



Como si no bastara a sumirnos en el más hondo e insondable desconsuelo, el fiero dolor que nos produjo al ver al venerable, al solemne Siglo Médico, preso de un acceso de iracundia, cuyos síntomas simulaban en gran manera a los calambres de un cólico, aunque tal vez no fueran sino de indigestión; y el ver que no era otra la causa de tanto desbarate sino la lectura del inofensivo artículo que en nuestro número anterior tuvimos el honor de dirigir a un respetable señor académico; como si esto no fuera bastante y aún sobrado, he aquí que viene a aumentar nuestro duelo y ahondar nuestro quebranto, la temible angustia que sentimos al ver que por grandes que fueron nuestros esfuerzos no alcanzábamos a comprender cierta palabra exótica con que el digno, el mesurado, el respetable Siglo se sirve calificar a las cinco columnas de nuestro ya dicho escrito.
Esa palabra terrible se escribe así, guasa, y según noticias se pronuncia como se escribe.
¿Qué será guasa, ¡señor! qué será guasa? declaramos nosotros entre hondos suspiros que nos arrancaba nuestra ignorancia lingüística, ¿qué será guasa?
Tremebunda nos pareció tan fatídica palabra, y la hacía mucho más lo desconocido e ignoto de ella, que ciertamente no recordábamos haber leído ni aún en los clásicos más antiguos, ni encontramos en el diccionario de nuestra lengua por más vueltas que le dimos.
Imaginamos entonces que debería ser una de esas palabras exóticas a que tan aficionado se muestra nuestro digno, nuestro venerado colega: pero oh dolor! Que en ninguno de los diccionarios de las lenguas que hoy se hablan, pudimos dar con esa terrorífica palabra, que de hora en hora adquiría para nosotros la temible intensidad de una pesadilla (…………..) dos desconocidos a quienes también formulamos nuestra anterior pregunta, mirándose uno a otro, se riyeron mucho de nuestra simplicidad y vinieron a deshacer el embrollo que en nuestra mente se revolvía, diciéndonos que esa frase no era de ningún idioma oriental ni de dialecto alguno de Oceanía ni de los primeros pobladores de América, como habíamos sospechado, sino que pertenecía a un dialecto especial, que tienen para su uso los gitanos y otras gentes de menor categoría; que la tal palabra, que tantos trasudores nos había costado, estaba muy bien recibida en todas las tabernas y ventorrillos de la corte y sus afueras, y que no quería significar otra cosa que lo que en español llamamos broma, chunga, etc.” [2]

Obviamente, también se ocuparon de dicha dicción, no era para menos, los asiduos contertulios de los círculos literarios de la época, en una de cuyas publicaciones se dejó constancia de su circulación y popularidad:

“La guasa es una palabra que hasta el mismo diccionario repulsa. Ignoro quien fue su inventor y quien la introdujo en el lenguaje vulgar; pero si sé que durante mucho tiempo fue considerada el sprit de la cursería.” (1863) [3]

         Refiriéndose al lenguaje de los pícaros, a las distintas voces de germanía, o jerigonza rufianesca que usaban los delincuentes entre sí, en las calles o presidios, para no ser entendidos por los guardianes del orden ni por la gente común, expresaba Zugasti y Sáenz en 1876, que también existía otro tipo de lenguaje:  

“…vago, pintoresco y a cada instante aumentado, que podríamos llamar de la guasa diaria de la gente maleante y zumbona de Andalucía, que tomando pie de todos los sucesos de actualidad, inventa infinitos modos de decir chistes, burlas y alusiones de todo género, con voces exóticas y arbitrarias, que al principio sólo entienden los iniciados; pero cuyas frases y muletillas son otros tantos tinos para los que no están en autos del hecho, a que se alude, si bien más tarde se generaliza el dicho, torciéndose o aplicándose a distintos conceptos la acepción primitiva, que siempre y en todos casos envuelve singular gracejo.” [4]

     En el seno mismo de la Real Academia, durante aquel año de 1869, aludido anteriormente, en una de sus protocolares sesiones plenarias de ilustres letrados, uno de sus miembros de número expresó:

“Todavía el lenguaje no ha perdido, ni aun en las civilizaciones y razas más adelantadas, aquella virtud generadora de nuevas voces cuando la necesidad lo exige. Raíces nuevas son las que nacen rara vez. Aquellos vocablos cuya etimología no se halla, son casi siempre de una condición plebeya, formados por capricho y rayando en lo truhanesco y chabacano, verbigracia, en nuestra lengua guasa. [5]

      Es decir que “tener guasa” o ser “guasón” se empleaban en el lenguaje vulgar de Andalucía para señalar al que hacía bromas o chanzas pesadas, a veces como artimaña para un engaño o picardía para un embaucamiento; y todo parece indicar que el auge de estos términos y su sentido sarcástico se documentaría, al menos en la literatura y principalmente en la prosa narrativa, después de la segunda mitad del mil ochocientos, lógicamente antes que el uso conteste y continuado de los mismos justificara su incorporación al léxico oficial y se intensificara en los escritores posteriores, como se demuestra en los párrafos siguientes:

“En mi padre estaba ese morbo de la ironía, de la guasa destructora con que se curaban en salud todos nuestros escritores del siglo XIX, todos nuestros escritores, más bien. La guasa, la parodia que está en el corazón de nuestro pensamiento como un gusano, como un mal que tiene el poder de sublimarse, que se encarama hasta el genio y lo recubre como un liquen."[6]

“Sea como quiera, si el autor escribió en guasa, el público silbó en serio, y el drama fue de los que apenas se representan una noche”.  (1872) [7]

“Cuando se murió Fructuosa,
el marido atribulado
puso en letrero dorado:
-Aquí descansa mi esposa-.
Vio el epitafio un gracioso,
y agregó por pura guasa: 
-y yo reposo en mi casa
                  sin envidiar tu reposo-“. (1889 
[8]

          El escritor sevillano contemporáneo Antonio Rodríguez Almodóvar apunta que guasa es otro término esquivo y de origen incierto en el registro coloquial del andaluz:
 «El gaditano es guasón por naturaleza» -afirma Pedro M. Payán en El habla de Cádiz.
Pero lo malo, señala Almodóvar, es llegar a definir qué es eso de la guasa:

«Cierta gracia seria, en reposo, disfrazada con cierto toque de cinismo, un mucho de ironía, una gran carga intelectual» (Payán).

“Concepto comodín, en todo caso, resbaladizo y hasta cierto punto peligroso. Como que unas veces elogia y otras previene. Depende del matiz morfológico, la construcción de la frase, el contexto, el guiño.” [9]

      Los delincuentes españoles de la época, ladrones, estafadores, decidores de la suerte, rufianes, desplegaban una serie de recursos para aseverar lo que es falso o encubrir lo verdadero, el lenguaje coloquial era la herramienta utilizada para la simulación y el engaño; un lenguaje acomodaticio apoyado en la mudanza del léxico habitual y en cambios semánticos, adaptando voces comunes a sus propios conceptos o mediante el empleo de arcaísmos o voces del argot francés, apelando a alteraciones fonéticas, inversiones de sílabas, variación de vocales, añadido y mutación de desinencias, metátesis, transposiciones, supresiones, aumento de sílabas, permutación con palabras extranjeras, etc.
      Parece evidente pues, que la raíz guasa adquirió su actual significación satírica cuando, procedente, tal vez, del francés gausse, acaso de la raíz “guasa” indo-americana o quizás de algún vocablo altoaragonés de cuño arcaico, es incorporada al lenguaje de los gitanos españoles, el caló, que traspone el marco de ese grupo minoritario, arraiga en el habla popular de los andaluces y algunos de sus términos son tomados por la gente del hampa para formar su propia monserga, “las jergas manifiestan, como cualquier otro lenguaje, su tendencia a la difusión, y no por otro camino han conseguido penetrar algunas veces en el lenguaje común, en las costumbres y en la literatura.”[10]
      Es imposible verificar la data aproximada de la aparición de un vocablo en la historia de una cultura de tradición oral como la gitana, en que solo la transmisión verbal aseguraba la continuidad del lenguaje y las costumbres. La proverbial agrafia de los gitanos les impidió dejar constancia escrita de su léxico, de sus seculares relaciones conflictivas con los otros pueblos, del itinerario de sus peregrinaciones, en pocas palabras, de su verdadera historia.
     La documentación de la lengua de los gitanos, caló español o hispano romaní, es decir, morfosintaxis española con léxico romaní, hablada en la península ibérica anterior al siglo XIX es muy escasa, dice Adiego[11], aludiendo a una corta serie de manuscritos españoles con un cierto número de palabras y frases, por lo que afirma que es muy difícil o imposible el conocimiento del dialecto antiguo; pero también destaca que esa insuficiencia contrasta con la abundancia de repertorios léxicos y obras literarias a partir de la primera década del siglo XIX, lo que concuerda con los ejemplos mostrados precedentemente.
      La palabra guasa no aparece en el vocabulario gitano de Trujillo de 1844[12], tampoco en las obras posteriores de Jiménez (1847) Campuzano (1848) ni D.A. de C. (1851) [13], lo que demostraría su carácter coetáneo dentro del acervo hispano romaní.
      En un curioso trabajo de Luis Marty Caballero de 1857 [14], compuesto para ser utilizado como complemento de los diccionarios de la lengua castellana editados hasta esa fecha y que dice contener unas cuarenta mil o más voces usadas en el habla común que faltaban en estas publicaciones, sí se da entrada a esta dicción, con el significado por el que más se la conoce, como así también a su derivado, considerados ambos términos como provincialismos, supuestamente de Andalucía y sin ninguna información sobre su etimología.




      Todo lo expuesto en este punto, confirmaría el preconcepto de ser una adquisición reciente por parte de la jerga, pero tratándose de un vocablo que habría resultado gratamente eufónico, fácil de retener y pronunciar, fue rápidamente diseminado por el habla coloquial, además, por su carácter exótico y transgresor, prosperó cultivado por la prensa y brotó floreciente en la literatura, con lo cual alcanzó a reunir los requisitos esenciales para que, como corolario, fuera aprobado por la Real Academia, todo ello en el curso del siglo XIX, en tanto que la palabra “guaso”, como veremos, ya había sido escrita a mediados del siglo XVIII, con un sentido totalmente distinto y en un medio absolutamente diferente.




[1] - Fernán Caballero (Cecilia Böhl de Faber): La Gaviota (1849) - Crítica – Barcelona – 1997 - REAL ACADEMIA ESPAÑOLA - Banco de datos (CORDE) Corpus diacrónico del español. http://www.rae.es
[2] - La España Médica Nº 188 – Ed. D. E. Sánchez y Rubio – Impr. M. Álvarez – Madrid – 1859 - http://books.google.com.ar
[3] - José C. Bruna: Periódico Semanal Literario “Lope de Vega” – Málaga – 1863 - http://books.google.com.ar
[4] - Julián Zugasti y Sáenz: El Bandolerismo. Estudio social y memorias históricas (1876) – Márquez Editor – Córdoba – Es-
paña – 1983 - REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Banco de datos (CORDE) Corpus diacrónico del español. http://www.rae.es
[5] - Juan Valera (1824-1905): Contestación al discurso de recepción de don Francisco de Paula Canalejas en la Real Academia Española el 28 de noviembre de 1869.- Discursos Académicos – Biblioteca Virtual Cervantes
[6] - Rosa Chacel: Obra Completa – Autobiografías - Valladolid  - España – 2004 - http://books.google.com.ar/
[7] - Carlos Coello: Cuentos inverosímiles (1872): Biblioteca Perojo (Madrid-París) 1878 - REAL ACADEMIA ESPAÑOLA - Banco de datos (CORDE) Corpus diacrónico del español. http://www.rae.es
[8] - Aquileo J. Echeverría, Aquileo: Poesías [Concherías y otros poemas] (1889) - Ed. Arturo Agüero Chaves, Universitaria (San José de Costa Rica) 1953 – REAL ACADEMIA ESPAÑOLA: Banco de datos (CORDE) Corpus diacrónico del español. http://www.rae.es
[9] - A. R. Almodóvar: Abecedario andaluz – Diario El País, agosto de 1999 y Ediciones Magina – Barcelona - 2002
[10] - Rafael Salillas: El delincuente español. – Libr. Suárez – Madrid – 1896 – Bibl. Virt. Cervantes –http://www.cervantesvirtual.com
[11] - Ignasi-Xavier Adiego: Un vocabulario español-gitano del Marqués de Sentmenat (1697-1762) – Edicions de la Universitat de Barcelona (España) 2002 - http://books.google.com.ar/
[12] - Enrique Trujillo: Vocabulario del dialecto gitano – Imprenta Trujillo – Madrid – 1844 - http://books.google.com.ar/ 
[13] Aug Jimenez: Vocabulario del dialecto jitano: con otra porción de curiosidades Impr. Jimeno – Valencia – 1847 – http://books.google.com.ar/
    - Ramón Campuzano y González: Orijen, usos y costumbres de los jitanos y diccionario de su dialecto. Impr. Fonseca - Madrid – 1848 - http://books.google.com.ar/
    - D.A. de C.: Dicc. del dialecto gitano. Origen y costumbres - Impr. Hispana Barcelona - 1851 http://books.google.com.ar/ 
[13] - Luis Marty Caballero: Vocabulario de todas las voces que faltan a los diccionarios de la lengua castellana publicados por la Academia, Domínguez, Caballero, Peñalver, Campuzano, Salvá, Barcia, etc. – Imprenta Santa Coloma – Madrid - 1857 - http://books.google.com.ar/



La impronta quechua (qheswa o runasimi)



Según Benjamín Vicuña Mackenna [1], “huaso o huasa, es palabra quechua y araucana a la vez, que significa espalda, ancas, y de aquí fue que a los hombres que los indios veían sobre la espalda o ancas de los caballos comenzaron a llamarlos huasos por lo que la genuina expresión tan popular no es propiamente hombre de campo, sino hombre de a caballo.
Pero la explicación del escritor chileno Vicuña Mackenna resulta demasiado insubstancial, pues no parece que se haya aplicado nunca a los conquistadores españoles, cuyas cabalgaduras fueron las que asombraron a los pobladores nativos, sino a generaciones muy posteriores de rústicos criollos o mestizos ocupados en labores agrícolas y/o pecuarias en las vastísimas extensiones de las estancias, ubicadas a muchas leguas de las poblaciones, “allí es donde está el tipo puro y original del guaso. En los demás fundos el tipo aparece muy degenerado. En ellos tiene el guaso roce continuo y casi diario con las gentes de las ciudades, y ese comercio le ha “civilizado” notablemente.[2]
        Según Marre, es Ulloa quien registra por primera vez el vocablo durante su viaje de 1743 para calificar a cierta clase de habitantes chilenos (“aquella gente pobre, o de la campaña, a quienes llaman guasos”).


“Los guasos son sumamente diestros en el manejo del lazo, y de la lanza, y es muy raro que yerren tiro con aquel a toda la carrera del caballo: así son estas sus principales armas; y con la misma agilidad enlazan un toro feroz, que otro cualquier animal, sin que se escape de su prontitud y acierto el hombre más advertido…….”          
“Como tienen la seguridad de que muy rara vez yerran; al punto que lo despiden tienen la precaución de picar el caballo, y correr a toda fuerza; con lo cual no dan tiempo a que pueda zafar; y es tanta su violencia, que no deja intervalo entre el llegar a coger y oprimir...”
 “El modo de que usan en las matanzas es de grande diversión y de no menor destreza para los que se emplean en ellas; ejecútanlo encorralando primero el ganado que se ha de matar; y los guasos se ponen a caballo a la puerta con una lanza en la mano de dos a tres brazas de largo: esta tiene en uno de sus extremos una media luna de acero bien afilada, cuyas puntas se apartan algo menos que un pie.” “Abren la puerta al corral y dejan salir una res, la cual, como es natural, toma inmediatamente la carrera de su querencia; destácase un guaso en su seguimiento, y así que llega a alcanzarla sin cesar en la carrera, la desjarreta de un pie y luego del otro, apease, y con gran prontitud la mata, desuella, saca el sebo y grasa, y convierte en tasajos toda la carne para salarla después y hacer el charqui [3]: concluido esto carga a las ancas de su caballo el sebo envuelto en el pellejo, déjalo en la hacienda, de donde van después a recoger la carne, y él continúa con otra. Así a un tiempo sueltan tantas, como guasos o peones hay, que se ocupen en el ejercicio; y siguen varios días, hasta que dan fin a todo el ganado destinado para aquel año: la mayor habilidad que hay en esto, a más de la prontitud en el desjarretar, es el que un hombre solo lo haga todo sin llevar en ello peligro.” [4]

         En la obra de los Capitanes de Fragata de la Real Armada, Jorge Juan y Antonio de Ulloa no sólo se utiliza específicamente una palabra para definirlos, sino que también se describe su peculiar forma de vida, alguno de cuyos aspectos no han sido debidamente tomados en cuenta en épocas posteriores: “los guasos realizaban otro tipo de actividad, además de la relacionada con la caza del ganado, en las campañas chilenas: la de intermediación entre el mundo español y el mundo indígena.”[1]
"Mantiene también aquel reino comercio con los indios gentiles de la frontera, y éste consiste en llevarles a vender cosas de hierro como frenos, espuelas y cuchillos y otros instrumentos de corte, a que acompaña toda suerte de bujerías y porción de vino, lo cual se permuta con ellos porque, aunque en los países que ocupan hay mucho oro, no lo sacan y en trueque reciben los españoles ponchos, vacas, caballos que ellos crían e indias mozas y cholitos, que son los indios muchachos: a los cuales venden sus propios padres a trueque de tales menudencias y llaman a esta especie de trato rescatar: los españoles que se ocupan en él son los guasos o gente ordinaria de Chile, estos pasan a sus países, y su primera diligencia al que hace cabeza en la familia, o parcialidad, porque los indios de Arauco y aquellas partes no han observado el régimen de tener caciques o curacas soberanos, como los del Perú, y sí sólo el de respetar a los ancianos de cada una de sus familias, y tenerlos como gobernadores de ellas.Llegado pues el español que entra a comerciar al que hace en esta forma de cabeza de la familia, le manifiesta sus mercancías para que escoja de ellas las que le parezcan, conviniéndose en lo que se le ha de dar en cambio; obséquiale antes de esto con algún poco de vino para que beba dejándole por modo de regalo otra porción en alguna vasija, y terminado el trato, hace público el indio principal entre todos los de la parcialidad que pueden comprar a aquel español porque es amigo, y éste va a sus rancherías, donde precediendo siempre la ceremonia de hacerles la salva con algún poco de vino, les manifiesta después lo que lleva y, convenidos en el trato, les va dejando aquellas cosas, que cada uno elige sin recibir por entonces el equivalente y pasando adelante a otras rancherías, que todas están esparcidas en las campañas, va en esta forma expendiendo sus efectos hasta que, por último, los concluye: entonces, vuelve a la del principal pasando por las otras, adonde dejó géneros, y dándoles aviso de que ya está pronto a salir de sus tierras, cada uno acude con lo que debe entregar a la misma ranchería, estando junto el rescate se despide de ellos y se retira a los países de españoles, dando disposición el mismo principal para que algunos indios le acompañen hasta las fronteras, ayudándole a cuidar de los ganados que ha juntado en trueque de sus mercancías." [6]
[1] - http://www.uchile.cl/cultura/oplath/antologia/notasbaraja2.html  
[2] - Átropos (seud.): Obra citada
[3] - A la carne secada al sol también la llamaban charque (del qheswa "charki") y al charque salado se lo conocía como tasajo. La carne en trozos, salada, secada al sol y cubierta con camadas de grasa se denominaba cecina.
[4] - Jorge Juan y Antonio de Ulloa: Relación Histórica del Viaje a la América Meridional – 
Ed. A.Marín – Madrid 1748 – Edic. digital Bibl. Virtual Cervantes - http://www.cervantesvirtual.com
[5]  - Diana Marre: Scripta Nova: Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales – Universidad de Barcelona – 1999 - http://www.ub.es/geocrit/sn-45-35.htm
[6] - Jorge Juan y Santacilia y Antonio de Ulloa: Relación Histórica del Viaje a la América Meridional (T.III) – Ed. Antonio Marín  Madrid – 1748 – Edición digital Biblioteca Virtual Cervantes



Jorge Juan           Antonio de Ulloa  y Santacilia      y de la Torre-Giralt
(1713-1773)          (1716-1795)

                                     




                                                                                                           http://es.wikipedia.org

Adviértase, dice oportunamente Marre, que si bien Ulloa había caracterizado como españoles a los guasos que servían en las haciendas como peones, también señalaba que los indios: "estando de paz, salen muchos de sus tierras a las nuestras y se conciertan por un año, seis meses o más tiempo para trabajar en las haciendas, y cumplido el término o cuando les parece, se restituyen a ellas llevando el equivalente de lo que han ganado empleado en las mercaderías que necesitan para su uso", resultando evidente, por lo tanto, que los guasos también podían ser indios; a ello debe agregarse que por el cruzamiento racial, al que nos hemos referido en otro lugar, sin duda que en su mayoría serían mestizos. 
Hace notar asimismo la autora mencionada, que tras señalar a las campañas como el lugar en que vivían los guasos, Ulloa también se había referido al espacio "más allá", habitado por los indios, "las campañas de la frontera", áreas específicas en las que se levantaban las rancherías de los gentiles, nativos no sujetos al señorío español.
Aunque ninguno de los investigadores citados hace referencia al origen de la palabra “guaso”, creemos que éste se halla precisamente en esos otros espacios geográficos, políticos y culturales, ubicados fundamentalmente en los valles intermontanos, refugios seculares del pueblo mapuche y que el sustantivo qheswawasa” [1], espalda, parte posterior de una pared, cerco o algo prominente, debe aplicarse, en este caso, a los territorios situados “más allá”, del otro lado de las montañas, a espaldas de la cordillera, como se decía entonces.
Según César A. Guardia Mayorga[2], “wasapay” significa, efectivamente, tramontar, pasar allende los montes. De acuerdo con otras fuentes sería “wasapah” el término correcto.
 “El quechua se desarrolla en base a sufijos. Por eso la traducción lógica comienza por el último”. El afijo pospuesto “-pah” (léase paj, dando a la “h” una pronunciación aspirada) expresa la noción de destino, propósito o finalidad, por lo que, aun manteniendo ese significado, “puede expresar la idea de trueque o cambio cuando se usa en el mercadeo”. [3]

Convengamos, también, que la expresión castellanizada como “guaso” no sólo haría directa referencia al buhonero ambulante que negociaba con los nativos de los valles cordilleranos; cuando la inexistencia de caminos, la característica escabrosidad de los pasos o la impetuosidad de los ríos dificultaban el tránsito de personas, animales o mercaderías, muchos otros personajes comunes tramontaban, ruda y fatigosamente, los laberínticos entresijos o atolladeros propios de las altas montañas, fueron los arrieros de rebaños de ovejas, caballos, bueyes y los troperos de ganado bovino en general, como así los porteadores de recuas de mulas, que a menudo pasaban desde las pampas de Buenos Aires y la provincia de Cuyo, trajinando a marcha pausada a través de las cordilleras más bajas, por las cuestas, sendas o atajos menos abruptos.

Academia Mayor de la Lengua Quechua: Dicc. Quechua - Español – Gobierno Regional Cusco – Perú - 2005





[1] - Academia Mayor de la Lengua Quechua: Dicc. Quechua - Español – Gob. Regional Cusco – Perú - 2005
[2]- César A. Guardia Mayorga: Diccionario Kechwa-Castellano - Ed. Los Andes - Lima - 1971
[3]- Academia de Quechua Yachay Wasi - Lima (Perú) : Director Demetrio Tupac Yupanqui  http://www.yachay.com.pe




El inquilino, siglo XIX
Grabado
Recaredo S. Tornero: Chile ilustrado
    Valparaíso: Libr. del Mercurio – 1872
Biblioteca Nacional - www.memoriachilena.cl


      Asimismo  es de destacar que en ese relieve accidentado, fragoso, de prominentes cadenas montañosas separadas o unidas por ramales secundarios, con profundos valles, de empinadas angosturas, de estériles laderas pedregosas o cubiertas por densos y umbríos bosques impenetrables, de extensas dunas que formaron inmensos, tristes y monótonos desiertos, donde solo ha quedado espacio para algunos pequeños valles fértiles, también había, en ese paisaje, exiguas y limitadas llanuras cortadas por escarpadas colinas, donde los rebaños montaraces de ganado mayor y menor pacían salvajemente y la tarea de los vaqueros resultaba a veces peligrosa y penosa siempre.
       Desde que despuntaba el día, debían recorrer las montañas, los valles y los bosques de la alta cordillera para reunir el ganado disperso, evitar que pasaran a las haciendas vecinas, sacar el cuero a los que morían, apartar, marcar, castrar, etc.; así pasaban la jornada cabalgando y a veces volvían a su rancho dos, tres o más días después, acampando en lo alto de la serranías y, ayudados por sus perros arriaban el ganado por dificultosos senderos hasta el lugar señalado.


“Los vaqueros, inquilinos y peones montados a veces en sus propios caballos y acompañados todos de perros, se dirigen a los límites de la hacienda, y allí pasan la noche al amor de las hogueras que encienden tanto para su uso como para impedir el paso a los animales. Al día siguiente muy de madrugada, se ponen todos en movimiento haciendo marchar delante de ellos a todos los animales que encuentran, bueyes, mulas, caballos, lo que ejecutan dando grandes gritos y corriendo continuamente detrás de las bestias a través muchas veces de parajes muy escarpados. Esta es la época en la que el chileno pone más en relieve su habilidad de jinete descendiendo a toda brida las montañas frecuentemente muy  rudas, evitando las rocas, las malezas, con una singular destreza y logrando siempre con el auxilio de sus numerosos perros dominar la terquedad salvaje de los animales, cortándoles la huida aun en medio de los mayores precipicios.”[1]

         El término guaso comprendía a todo campesino chileno, no sólo al vaquero, también al labrador, incluso, según Morínigo, a los rudos habitantes de los caseríos y poblados de las campiñas, que no fueren trabajadores o artesanos de las ciudades. [2]
       Desde los albores de la historia chilena, las personas de rancio abolengo hispano, probado o figurado, hasta los funcionarios, comerciantes o asalariados más humildes, se ocuparon de utilizar el mote de “roto” como exclusiva particularidad de los mestizos urbanos, pobres, iletrados y mal vestidos de aquellas poblaciones, despectivamente vituperados como portadores de bajas costumbres y peores hábitos, producto de la indigencia material y social en que estaban sumidos, pero esto merece un tratamiento por separado, no sin antes destacar que la diferencia en el apodo que les endilgaran responde a la índole de sus respectivas formas de vida, a este último un término castizo, a aquel paisano de atrás de los montes, un término indiano.


Claudio Gay: Una trilla
               Atlas de la historia física y política de Chile - París 1854

        Volviendo a los agricultores de los campos, es de señalar, que también ellos debían tramontar las asperezas y sinuosidades de los valles transversales y longitudinales que se extienden desde la cordillera de los Andes al océano Pacífico, en cuyos fundos se ocupaban en las faenas propias de las siembras y cosechas, las trillas, las vendimias, los rodeos, las esquilas, la construcción de cercos, trabajos que por su dimensión o cuantía muchas veces necesitaban el concurso de una numerosa cantidad de braceros.
Cuando las tareas se suspendían, al caer el sol, se instalaba una improvisada chingana donde se ofrecían comidas y bebidas al peonaje, allí circulaba la chicha, el ponche o el aguardiente a discreción, mientras a la manera incaica, “una o dos cantoras hacen sonar sus guitarras y cantan tonadas compuestas por ellas mismas, que tan conocidas son de nuestro pueblo… el entusiasmo del guaso se exalta con la música y el licor, y las consecuencias suelen ser riñas, mojicones, puñaladas y hasta muertes…”[3]



[1] - Claudio Gay: Historia Física y Política de Chile – T.1º - Agricultura – Museo de Historia Natural de Santiago – 1862 -  http://www.memoriachilena.cl
[2]- Marcos A. Morínigo: Nuevo Diccionario de Americanismos e Indigenismos – Ed. Claridad S.A.  Bs. As. - 1998
[3] - Átropos (seud.):El Inquilino - Revista del Pacífico – Imprenta Mercurio–Valparaíso (Chile) 1861http://books.google.com.ar



Juan Mauricio Rugendas
 El Huaso y la lavandera (1835)
 Colección: Museo Nacional de Bellas Artes de Chile





La impronta toponímica


       El estudio del origen y significado de los nombres propios de lugar, está básicamente articulado con el lenguaje y directamente vinculado a la geografía, pero también se relaciona fuertemente con la historia; es decir, con las características territoriales y con la evolución, a través del tiempo, de las creencias, costumbres y acontecimientos propios de los grupos humanos que se sucedieron en la posesión del sitio.
       Los nombres vernáculos de nuestro continente, provenientes de culturas consideradas ágrafas, han sufrido en la gran mayoría de los casos alteraciones por erróneas grafías, imperfectas pronunciaciones o por falta de caracteres para representar cabalmente los sonidos desconocidos, como consecuencia, resulta difícil o imposible descifrar su exacto significado, mientras que en otras ocasiones, con el transcurso de las distintas generaciones o de las distintas culturas que se superpusieron en la ocupación del mismo espacio y las fluctuaciones propias de la tradición oral, su sentido y alcance se ha perdido.
      La profusa nomenclatura quechua (qheswa o runasimi) que se difundió desde Cuzco, para decrecer hacia el sur, llegando hasta el norte y centro de Chile, el noroeste argentino, la región de Cuyo y las centrales provincias de Santiago del Estero y Córdoba en Argentina, es reveladora de la enorme expansión del imperio incaico y de los contactos económicos y culturales que desarrollaron con distintos pueblos originarios, incluso con los que estaban fuera de su dominio, pero dentro de su área de influencia, razón por la cual, a su vez, se han extraviado infinidad de nombres milenarios de sus, muchas veces, desconocidos y primitivos habitantes.      
       No obstante, es notoria la existencia de topónimos relacionados con este tema a través del vocablo wasa, castellanizado como huasa o guasa y con el significado de parte posterior o trasera de algún punto de referencia.
      En el territorio peruano encontramos, la ciudad de Huasahuasi, en el Departamento de Junín (de wasi, casa; “casa de atrás”) nombre que hace referencia a su ubicación respecto de los cerros, como así también los parajes: Huasapampa, en el Departamento de Ayacucho y  Huasamayo en el de Arequipa, que significan “llano de atrás” y “río de atrás” (de mayu, “curso de agua”) respectivamente.


     La amplia penetración de la lengua incaica hizo posible que algunos topónimos se repitieran en la también recurrente geografía andina.
        La ciudad de Tilcara (en la provincia de Jujuy, Argentina) está envuelto por los cauces secos, durante la mayor parte del año, de dos ríos: el Grande, que, con rumbo norte-sur discurre por la Quebrada de Humahuaca y el Huasamayo, que, de este a oeste, vierte sus aguas en aquel y que por influencia de la lengua castellana perdió el fonema nativo /u/ (mayu) por el castizo /o/.
    En la provincia de Salta también se reproducen estos nombres, Guasamayo y Guasapampa (“campo o llano de atrás”) pero se advierte también una denominación híbrida (qheswa-castellana) Guasaciénaga, cuyo significado es obvio.
        Lo mismo ocurre en la provincia de Tucumán, en los departamentos de Trancas y La Cocha, pero bajo las formas Huasamayo y Huasapampa.
         En el sur del valle de Hualfín, en el departamento de Belén, Provincia de Catamarca, se encuentran todavía mercedes de tierras, estancias y campos indivisos o comuneros, con denominaciones disímiles y límites confusos, habitados por familias extensas, descendientes de antiguos pobladores, dedicadas fundamentalmente al pastoreo y marginalmente a tareas agrarias que lo complementan y en muchos casos sustentan sus elementales economías, cuya subsistencia no sólo está supeditada a las insuficientes precipitaciones, que además, se presentan con extrema irregularidad, sino que también está condicionada por la permeabilidad de los suelos, las altas temperaturas y la intensa heliofanía, dependiendo entonces de la cercanía de algún curso de agua que baje de las altas montañas, de un caudal normal en las acequias o de la distribución de los turnos de riego.
     En ese ámbito semiárido no es de extrañar que encontramos parajes como el denominado Guasayacu, que en los mapas del distrito figura como Huasayacu, mientras que en algunas de las pocas escrituras que poseen los lugareños aparece como Guasayaco, del qheswa:yaku”, agua, “aguada de atrás”. [1]
      En los cercanos llanos, valles y quebradas de Catamarca estaban asentadas numerosas parcialidades calchaquíes, entre ellas, la que los cronistas llamaron de los “huasanes”, en una zona limítrofe compartida con la provincia de Santiago del Estero. Si quitamos el morfema pluralizante /es/, propio del idioma castellano, nos queda el lexema de raíz quechua, aunque españolizado, “wasan” (lado posterior) que nos estaría expresando que esas comunidades ("los de atrás") moraban entre los relieves de las altas prominencias contiguas.
En este sentido es de señalar que, en cercanías de Andalgalá, existe una extensa finca agropecuaria y de célebres olivares productores de aceite, conocida como el Mayorazgo de Huasán, cuyo origen se remonta a fines del siglo XVII cuando una parcialidad de “huasanes” fue entregada en encomienda a Francisco de Nieva y Castilla, después de las guerras calchaquíes.
En 1771 la enorme estancia pertenecía al terrateniente Luis José Díaz de la Peña, quien para evitar futuras subdivisiones del predio (que llego a tener una extensión de 30.000 hectáreas) decidió establecer un mayorazgo que permaneció indiviso por tres generaciones de primogénitos, hasta que la Asamblea del año 1813 anuló los vínculos territoriales. No obstante los cambios de propietarios la heredad remanente continuó con el nombre histórico hasta la actualidad.

También en las sierras de Córdoba se encuentra alguna de estas denominaciones. Sobre el límite postrero de la pampa de Pocho, con rumbo predominante hacia el norte, sale a los llanos de Serrezuela el río Guasapampa, cuyo cauce generalmente seco, cruza el valle del mismo nombre.
En épocas prehispánicas, una parte de la comunidad aborigen que fue conocida como “huarpes”, estaba asentada en la margen izquierda de un caudaloso curso de agua que, con el transcurso del tiempo, sería denominado río Mendoza, en el norte de la provincia argentina del mismo nombre.
La parcialidad “huarpe” aludida utilizaba, para proveerse de agua potable y de riego, un ramal o brazo del río que se abría al sesgo, en ángulo agudo, hacia el norte y a partir del cual se separaban otras cuatro acequias principales, que son las que  históricamente irrigaron las tierras cultivables del área capitalina de la actual Mendoza, permitiendo el asentamiento sustentable de la comunidad en base a maíz, porotos, zapallos, papas, quínoa, etc.
En un documento del año 1574, que se relaciona con una reunión entre encomenderos y caciques del lugar, se sostiene que ese brazo del río era conocido por los huarpes como Goazap-Mayu, nombre que en lengua quechua significaría río del cacique Goazap”.[2]
Ese epíteto, por supuesto, fue escrito por españoles de Chile, a cuya jurisdicción pertenecían la provincia de Cuyo en esa época, en la que se trazaban los primeros rasgos para transcribir las voces de la llamada “lengua general del Cuzco”.
En realidad, lo único que expresa el nombre de ese curso de agua, bifurcación del torrente cordillerano, es la frase quechua “wasa mayu [3] es decir, “río de atrás”, independientemente que el aludido jefe tribal fuera reconocido por el apelativo del lugar, lo cual ha sido una constante en la historia de la humanidad.

Esta es una reseña meramente ejemplificativa de la amplia y trascendente difusión del habla quechua (qheswa o runasimi) y del lexema “wasa”, utilizado para señalar aquello que estaba situado del lado de atrás, que provenía de esa otra banda o discurría hacia al lugar ubicado “más allá”.
Por otra parte, es notorio que en el transcurso de la humanidad esta ha sido una de las formas de referirse a lugares más o menos lejanos, según un determinado punto de vista, como en el caso del Trastevere romano (equivalente a detrás del Tíber); en Portugal Trás-os-Montes; Traslaloma, aldea de la provincia de Burgos; Traslaviña, lugar de la provincia de Vizcaya; Trascastro, nombre de varias aldeas en las provincias de León y Asturias; Traslasierra, es una aldea ubicada en la provincia de Huelva.

Trasmonte es un topónimo frecuente en las provincias de A Coruña, Pontevedra y Lugo (Galicia) repitiéndose cuatro veces en el Principado de Asturias.
De la misma manera pueden mencionarse, entre otros casos, los de Allende el Río (en la provincia de Cantabria) o la región portuguesa de Alentejo (equivalente a más allá del río Tejo,  Tajo en España. [4]



[1] - Zubrzycki, Bernarda: Campos comuneros en el valle de Hualfín (Catamarca). Antecedentes, problemática y situación actual  - Andes [en línea] 2002 
[2] - Jorge R. Ponte: Historia del Regadío: Las acequias de Mendoza – Scripta Nova: Revista Electrónica de Geografía y Ciencias Sociales – Univ. de Barcelona – Nº 218 - 2006 - http://www.ub.edu/geocrit/sn/sn-218- 07.htm
[3] - Ricardo L. J. Nardi – Asoc. Investig. Lengua Quechua – 
[4] - Joan Tort: Toponimia y marginalidad geográfica. Los nombres de lugar como reflejo de una interpretación del espacio Scripta Nova. Revista electrónica de geografía y ciencias sociales. Univ. de Barcelona–2003 - http://www.ub.es/geocrit/sn/sn






Conclusión


El registro en forma escrita del término “guaso” hacia mediados del siglo XVIII, cuando surge explicitado en la mencionada obra de Juan y Ulloa, hace suponer que el uso oral de su antecedente sería de una antigüedad tal, que no quedaba memoria de su significado ni de su contexto original, al momento de ser aquel recogido y apuntado.
El comprobado empleo de las voces “wasa/huasa” como topónimos y/o gentilicios indianos, para denotar la procedencia geográfica de ciertos individuos o grupos comarcanos, ubicados en la periferia, esto es, en la marginalidad geográfica (en razón del carácter montañoso del terreno, de la escasez de agua, de la distancia con los centros de poder, etc.) nos induce a pensar que, paulatinamente, con el correr de los tiempos, por efecto de las transformaciones operadas en el marco de la ocupación del territorio y los contactos interétnicos, a través del entrecruzamiento racial y lingüístico de la población durante sucesivas generaciones, se consumó la difusión en forma generalizada de la voz “guaso/huaso” como un modismo regional, sin la consiguiente continuidad semántica de individuo tramontano, hombre del otro lado de las montañas, pasando a significar, sólo y despectivamente, hombre campestre, lugareño tosco, iletrado, grosero, etc., es decir, un término expresivo de la marginalidad eco- nómica, cultural y social de un sector de la población.  
         En cuanto se refiere puntualmente a la palabra “guaso”, esta aparece tardíamente en los diccionarios de la RAE, 14ª edición de 1914, atribuyéndosele origen sudamericano, sin mayores precisiones y sólo con la acepción de “rústico campesino”.
     En posteriores impresiones, sin señalar la procedencia del vocablo, se lo define concisamente como “campesino de Chile/tosco, grosero, incivil” y en la última publicación, hasta este momento, de la siguiente manera:


Es decir, que siendo “guasa” una voz de origen incierto, supuestamente caribeña y “guaso”, una dicción, ahora considerada americana, con aplicación en el sur del continente, la Real Academia implícitamente desestima una relación entre ambas y el hecho de que la primera entrara al repertorio de la RAE antes que la segunda, no autoriza a pensar que esta sea un derivado de aquella, sólo porque la entidad rectora de la lengua castellana se haya mostrado remisa en su aceptación.
La Real Academia Española admite que los indigenismos que contienen los sonidos /wa/ en posición inicial o interior, a comienzo de sílaba y que suelen representarse con h” antepuesta (hua-) también pueden escribirse con gua-; de tal forma, en Chile se utilizaron tradicionalmente ambas grafías, aunque en la actualidad, en distintos círculos, se propone, insistentemente, que lo correcto es huaso.

En el área rioplatense  se ha empleado preferentemente la forma guaso.