OTRA HISTORIA VEROSÍMIL
La ocupación de las pampas
Varios fueron los
móviles que impulsaron a los repobladores de Buenos Aires, llegados con Garay
en 1580, para efectuar las primeras incursiones “tierra adentro”, además de
las malocas[1] “correrías” o “pacificaciones” a los nativos aledaños.
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Para la apropiación de las caballadas cimarronas era menester internarse decenas de leguas hasta encontrar las tropillas de potros salvajes, baguales que –según los cronistas– integraban miles de ejemplares a los que era preciso apartar, capturar a lazo o bola y arrear hasta los campos aledaños a la ciudad.
Seguramente
que esas “entradas” a tierra de
indios, las exploraciones de los “rumbos
y linderos” de las tierras que estaban “vacas,
desiertas y despobladas”; las tropas aprestadas por los vecinos para
introducir y formar rodeos con el ganado procedente de Santa Fe, Córdoba y
Santiago del Estero, como así también las “recogidas” de los bovinos que,
criados a campo abierto, se alzaban en busca de los mejores pastos o aguadas y
posteriormente, las cacerías de los vacunos “cimarrones”, procreados por los
domésticos “alzados” y diseminados en la salvaje e indómita libertad de las
pampas; de igual manera las caravanas de
mercaderes, religiosos, funcionarios y/o viajeros; las expediciones para la
extracción y acarreo del cloruro de sodio que afloraba en las lejanas salinas y
salitrales de la llanura, cuyos bueyes carreteros dibujaban caminos en
travesías casi nunca documentadas, fueron el comienzo de la historia del
conocimiento geográfico de la planicie bonaerense, dando lugar a la formación
de los primeros topónimos del territorio en proceso de ocupación, proceso del
cual quedan solamente referencias muy generales, a veces confusas, en antiguos
papeles, legajos o crónicas posteriores; porque en el inicio las noticias
relacionadas con la configuración topográfica, las condiciones ambientales y
costumbres de sus moradores naturales, sólo formaban parte del bagaje
particular de destrezas y rutinas que sobre la marcha adquirían aquellos rudos
individuos que, a fuerza de vivir y sufrir las peripecias propias de sus
frecuentes o esporádicas incursiones, concluirían siendo avezados conocedores
del medio que condicionaba su estilo de vida.
TROPA DE CARRETAS Jean Léon Pallière (1858) |
La simple circunstancia de encontrarse frente a una
acumulación de conchillas en las playas de un curso de agua (depósitos de
valvas de moluscos provenientes de las fases regresivas de las ingresiones
marinas en antiguos tiempos geológicos) motivaría que se lo recordase como el “riachuelo de las conchas”[2];
una importante formación arbórea abierta o monte de árboles medianos,
algarrobos, talas, espinillos, de ramas retorcidas, en su mayor parte
espinosas, entremezclados con arbustos achaparrados y matorrales de hierbas
duras, determinó que el paraje fuese denominado del “monte grande”[3];
en otro caso, la presencia de bancos de tosca que interrumpen la pendiente del
terreno por donde discurre el agua, formando algún pequeño “salto”[4], les habría sugerido también,
como navegantes que eran, el familiar calificativo de “arrecifes”[4], cual si se tratase de los prominentes escollos que
ponían en peligro la navegación en las costas de los mares.
Un curso de agua salobre
habrá sido causa suficiente para que sólo por esa condición fuera reconocido
entre los demás, transmutándose en topónimo el espontáneo epíteto de “salado”; de la misma manera que se
identificaron y mensuraron unas tierras situadas sobre el río de Lujan,
haciendo referencia al único accidente con que tropiezan en la homogeneidad del
paisaje, “desde el paraje del árbol solo”,
“...midiendo las dichas cabezadas desde
un Sauce que está en el dicho río, que llaman el árbol solo...” [5]
RÍO SALADO (Prov. Bs. Aires) https://es.wikipedia.org |
No obstante lo expresado, existen a lo largo y ancho del país innumerables nombres de lugares, aún de origen castellano, cuya origen se desconoce, como es el caso de la ciudad, el río, la “horqueta” y la antigua laguna de Rojas, entre otros muchos de esta zona y del resto de la provincia de Buenos Aires, como la laguna de Gómez, en el partido de Junín, el arroyo Piñeiro en General Arenales o la laguna de Rocha en Chacabuco.
En esa época fue usual que el nombre del propietario de
las tierras, o el de quien notoriamente las usufructuaba, se aplicara para determinar
parajes o irregularidades del terreno que era preciso reconocer o distinguir de
otros lugares o relieves similares.
Con el presente trabajo se
pretende hacer una apro-ximación, un simple aporte para su dilucidación, para
esto hay que retrotraerse a los primeros años del siglo XVII, como se verá más
adelante.
Ese
extenso curso de agua que en aquel tiempo sólo llamaron “de los Arrecifes”, en la actualidad se denomina río de Rojas hasta confluir con el arroyo Dulce, afluente que
es el principal emisario desde la margen izquierda, punto que actualmente se
reconoce como terminación del Rojas y comienzo del Salto, que al converger con
el arroyo Fontezuelas o Pergamino alimentan el curso del tramo final que es el
que actualmente se denomina Arrecifes y que desemboca, más adelante, en el río
Paraná.
El río
Rojas nace en la laguna del Buey, en el partido de Colón (limítrofe con la
provincia de Santa Fe) aguas abajo recibe el aporte de su primer afluente
considerable, el arroyo Pelado que se origina en los guaicos próximos a General
Arenales; su curso sinuoso llega a la laguna Cabeza del Tigre o La Tigra, que cautiva
otro tributario de cierta importancia, el arroyo Manantial de las Piedras, que
desciende también de este último partido y ya frente a la ciudad de Rojas
aumenta su caudal porque desagua sobre su orilla derecha el afluente más
importante: el arroyo Saladillo de la Vuelta, esa confluencia configura, en el
terreno comprendido entre ambos cursos de agua, el paraje históricamente conocido
como la “horqueta de Rojas”, en cuyas inmediaciones se emplazó inicialmente,
en 1777, la guardia fronteriza que tomó su nombre de este lugar.
Para ver Malocas y Malones CLIQUEAR AQUÍ
[2] - Actual río Reconquista. [3] - Actuales partidos de Vicente López y San Isidro (Prov. de Bs. As.)
[4] - Actual ciudad y partido del mismo nombre. (Prov. de Bs. As.)
[5] - Andrés R. Allende: Mercedes de tierras hechas por los Gobernadores – Arch. Hist. Prov. de Bs.As. La Plata 1979
[6] - Hasta el siglo XVII, muchas de las palabras que en castellano moderno contienen la letra "J" tenían en su lugar la letra "X". Sin embargo, durante ese siglo, el sonido evolucionó hacia el de la jota actual y tras las reformas pertinentes se cambió la grafía "X" por la "J". Dicho cambio fonológico derivó en un reajuste ortográfico. Por razones históricas y culturales (casos México, Texas, etc.) dichos arcaísmos son aceptados por la Real Academia como formas alternativas a las grafías modernas; no obstante la /X/ en estas palabras ha de ser pronunciada como una /J/.
[7] - Ramiro Martínez Sierra: El mapa de las pampas – T. I – Buenos Aires - 1975
[8] - Félix de Azara: Reconocimiento de la Frontera en Colección de Obras y Documentos relativos a la historia antigua y moderna de las Provincias del Río de la Plata de Pedro De Angelis – Impr. del Estado – Bs. As. – 1837
[9] - Carta de suelos de la Rep. Argent.: Alem - Junín - Hoja 3560 - 7 y 8 - INTA -Bs. As.- 1980
[10] - Juan C. Musto y Fernando Vavruska: Carta de suelos de la Rep. Arg. - Hoja 3560 (7 y 8) INTA 1980
[11] - Bohdan Jacyszyn: Carta de Suelos de la República Argentina - Hoja 3560 (7 y 8) INTA 1980
[12] - Ángel L. Cabrera : Suma de Geografía - Ed. Peuser - Bs.As. - 1958
[13] - Bohdan Jacyszyn : Carta de suelos - Hoja 3560 - 7 y 8 - INTA.- 1980
[14] - Bohdan Jacyszyn : Obra citada
[15] - Brailovsky y Foguelman: Memoria Verde - Ed. Sudamericana - Bs. As. - 1997
[16] - Acta del 4-mar-1688: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Archivo Gral. de la Nación - Bs. As. - 1916
[17]- Félix de Azara: Reconocimiento de la Frontera en Colección de Obras y Documentos relativos a la historia antigua y moderna de las Provincias del Río de la Plata de Pedro De Angelis – Impr. del Estado – Bs. As. – 1837
[18] - Acta del 22-set-1694: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1925
[19] - Petición del Procurador General Cap. Diego Rodríguez - Acta del 22-abr-1694 – Arch.Gral.Nac. – Bs.As. -1925
[20] - Carlos A. Mayo: Sociedad rural y militarización de la frontera en Buenos Aires, 1737-1810 - Jahbuch fur Geschichte Fon Staat, Witschaft Und Gessel-Ischaft Lateinamerikas, XXIV, 1987
[7] - Ramiro Martínez Sierra: El mapa de las pampas – T. I – Buenos Aires - 1975
[8] - Félix de Azara: Reconocimiento de la Frontera en Colección de Obras y Documentos relativos a la historia antigua y moderna de las Provincias del Río de la Plata de Pedro De Angelis – Impr. del Estado – Bs. As. – 1837
[9] - Carta de suelos de la Rep. Argent.: Alem - Junín - Hoja 3560 - 7 y 8 - INTA -Bs. As.- 1980
[10] - Juan C. Musto y Fernando Vavruska: Carta de suelos de la Rep. Arg. - Hoja 3560 (7 y 8) INTA 1980
[11] - Bohdan Jacyszyn: Carta de Suelos de la República Argentina - Hoja 3560 (7 y 8) INTA 1980
[12] - Ángel L. Cabrera : Suma de Geografía - Ed. Peuser - Bs.As. - 1958
[13] - Bohdan Jacyszyn : Carta de suelos - Hoja 3560 - 7 y 8 - INTA.- 1980
[14] - Bohdan Jacyszyn : Obra citada
[15] - Brailovsky y Foguelman: Memoria Verde - Ed. Sudamericana - Bs. As. - 1997
[16] - Acta del 4-mar-1688: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Archivo Gral. de la Nación - Bs. As. - 1916
[17]- Félix de Azara: Reconocimiento de la Frontera en Colección de Obras y Documentos relativos a la historia antigua y moderna de las Provincias del Río de la Plata de Pedro De Angelis – Impr. del Estado – Bs. As. – 1837
[18] - Acta del 22-set-1694: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1925
[19] - Petición del Procurador General Cap. Diego Rodríguez - Acta del 22-abr-1694 – Arch.Gral.Nac. – Bs.As. -1925
[20] - Carlos A. Mayo: Sociedad rural y militarización de la frontera en Buenos Aires, 1737-1810 - Jahbuch fur Geschichte Fon Staat, Witschaft Und Gessel-Ischaft Lateinamerikas, XXIV, 1987
El Salto del río de los Arrecifes
En 1637, el por entonces Gobernador del Río de la Plata Don Pedro Esteban Dávila otorga
generosas mercedes de tierras que estaban situadas en el territorio de los
antiguos querandíes, lejos de la ciudad para esa época, “dentro en las Pampas” dice el documento aceptando una geonimia ya preexistente, acto de disposición con el
que se favorece a ciertos personajes concediéndole varias parcelas cuya
cantidad y dimensiones excedían las medidas normales de lo que por entonces se
conocía como “suerte de estancia”. [1]
No deja de llamar la atención estos primeros avances
colonizadores hacia el noroeste de Buenos Aires que demuestran, por una parte,
una rápida vocación expansionista de sus más notorios pobladores, después del
1600, con el objeto de acaparar la mayor cantidad de tierras para destinar al
“multiplico” de los ganados, cuando el cuero vacuno fue susceptible de una incipiente explotación con fines de lucro a través del
comercio interior o exterior, generando las primeras acumulaciones de capital
originado en la genuina producción local y una cierta supremacía sobre los
aborígenes comarcanos que les permitiría disfrutar de un largo período de
relativo sosiego, no obstante, pasarían más de dos siglos antes que lograran
asentarse definitivamente, con rumbo noroeste, en las cercanas costas del
curso superior del Salado.
Surge del acta mencionada,
de fecha 24 de octubre de 1637, que habiendo acampado el ejército real a unas
treinta leguas de la ciudad de Buenos Aires, en el paraje conocido como “Salto del río de los Arrecifes”, se hizo
merced al Sargento Mayor Marcos de Sequeira y a otros oficiales de la comitiva, de varias y pródigas
mercedes de tierras.[2]
En particular interesan las concesiones
efectuadas a éste, consistentes en “dos
pedazos de tierras de dos leguas cada pedazo [...] uno de una banda y el otro
de la otra [...] y a de empezar a correr las dichas dos leguas de frente de
cada parte rio abajo desde donde nace formado rio y paraje que llaman el primer
Salto y hacia la tierra adentro han de correr tres leguas cada pedazo de
tierra”[3],
es decir que, con un frente de dos leguas sobre ambas orillas, una de esas
parcelas, se internaba tres leguas en la inhóspita llanura, siguiendo el rumbo
noroeste de un curso de agua que con el tiempo, se conocería como el río de
Rojas.
La otra parcela orientaba sus tres leguas de fondo, hacia el río Areco y la Cañada Honda, donde también le adjudicaron otras tierras, por la calidad y lustre de su persona, según se dice, por los servicios prestados a su Majestad, tanto en la Armada Real como con armas y caballos, en alardes, malocas y fortificación de la ciudad y porque además, estaba “casado con nieta de conquistador y poblador de la provincia del Tucumán”.
Pocos días después se rubrica el documento relacionado con el pago de los derechos correspondientes a la posesión de los bienes aludidos, situados “en parte muy apartada y despoblada”, “donde topa y se aparta el camino real que va a la punta, sobre mano izquierda”[4], explicándose mejor en el texto mismo del acta, se deduce que el camino real atravesaba el torrente en ese paraje y seguía adelante, desde su orilla izquierda, apartándose del río, “que va subiendo a su nacimiento por otro lado”.
Es decir que por allí ya era común el trajinar de algunas tropas y carretas que, después de vadear o costear el arroyo Fontezuelas se dirigían por el paraje de Melincué a la ciudad de San Luis, conocida como “la punta de los venados” y al resto de la región de cuyana, evitando el camino real a Santa Fe y Córdoba, para acortar distancias y, durante algún tiempo, la aduana seca establecida en esta última provincia en 1622, reubicada en el año 1696 en Jujuy, dependencia que gravaba con un 50% las mercaderías que introducidas en el puerto de Buenos Aires se encaminaban hacia el noroeste del país.
Puesto que en la mencionada acta de 1637 se deja constancia que los dos frentes, “río en medio”, del “paraje que
llaman el primer salto de los Arrecifes”… han de empezar a correr río abajo… desde un arroyo que esta junto al
dicho salto”[5] no queda otra opción que referirse al sitio donde las
formaciones de tosca provocaban la cascada existente en ese entonces, algunos
cientos de metros después de su unión con el Arroyo Saladillo Chico y en cuyas
inmediaciones, un siglo después, se levantaría una de las primeras
fortificaciones para defender a los pobladores de esos campos.
Podría decirse que el Sargento Mayor Marcos de Sequeira era, por ese
entonces, uno de los vecinos más acaudalados de la paupérrima y aldeana Buenos
Aires, habiendo ocupado distintos cargos en el Cabildo de la ciudad. El 5 de
marzo de 1630, a los treinta y cuatro años de edad, formalizó su casamiento con
Ana de Matos y Encinas, joven quinceañera, hija primogénita del fallecido
capitán Lázaro de Matos y de Francisca de Encinas, grupo familiar, compuesto
además por otra niña y dos niños, proveniente de la ciudad de Córdoba del
Tucumán y afincado en Buenos Aires desde algunos años atrás.
En el año 1683 preocupa al Cabildo la circulación de recuas de mulas y caravanas de carretas por los graves daños y perjuicios que, según se dice, ocasionaban en el ganado cimarrón que pastaba en tierras realengas “las perssonas que Vienen con tropas de bino de la provincia de cuyo”, las que, a su regreso, hacían acopio de ganado alzado y matanzas para obtener cueros, sebo y grasa, precisando que dichas “tropas de carretas”, cuando “Vienen a esta Ciud.d Y salen fuera della trajinan Por El Camino que llaman del Salto del arresife...[6] Por Ser llano Y de ningun riesgo”, siendo que deberían transitar al volver “Por El otro Camino del arresife”[7], habiéndose resuelto, en consecuencia, “Se les prohiba a dhos. Carreteros El que quando Salgan desta ciu.d Pasen por El dho. Camino del Salto... que es quando pueden hazer los daños...”[8]
Estando enferma de gravedad la señora madre de
Ana, el consorte de ésta se comprometió solemnemente a ser el tutor de los tres
hermanos menores. Marcos de Sequeira muere en el año 1643, dejando a su joven
esposa sin hijos, pero con una cantidad considerable de campos sobre los ríos
Luján, Areco y Salto de los Arrecifes, abundante ganadería y un solar en la
ciudad capital.
Doña Ana de Matos y Encinas dejó de existir en el mes de enero
de 1698, habiendo superado los ochenta años de edad y por su expresa voluntad, sus
restos fueron enterrados junto a los de Sequeira, en la Iglesia del Seráfico
Patriarca San Francisco. [9]
En terrenos donados en octubre de 1682 por esta devota mujer y acaudalada estanciera, se construyó la capilla y muchos
años después la actual Basílica de Luján, pero a cinco leguas del lugar donde,
según la creencia, aquellas carretas no pudieron vadear el mencionado río.
“de todo el sitio que necesitare para la fábrica de su Capilla, con más una cuadra sitio en contorno de ella; y asimismo le hago donación de un cuarto de legua de tierras de mi estancia de frente sobre el río Lujan de la otra banda y ha de comenzar Río abajo, cinco cuadras distante del monte de árboles frutales que tengo en dicha estancia, y este cuarto de legua de frente ha de tener todo el fondeo que tienen las demás tierras de mi estancia, para hacer las sementeras y lo demás que fuere útil para la conservación y aumento de este Santuario”. [10]
Para mayor información ver : El "milagro" de Luján CLIQUEAR AQUÍ
En el testamento consta que poseía una chacra en Monte Grande, dos estancias sobre ambas márgenes del río Luján y otras dos en el Salto del río de los Arrecifes heredadas de su esposo y de las que se hizo mención en párrafos precedentes, declarando, además, varios esclavos y la casa de sus padres en la ciudad.
También manifiesta en esa declaración de última voluntad haber criado como
“hijos naturales suyos”, habidos con
Tomás de Roxas y Acevedo, a María, Juan Bautista y Gregorio Matos. [11] [12]
La joven y agraciada viuda, después de algunos
años, entre 1650 y 1660, supo mantener una íntima relación con ese precoz estanciero,
diez años más joven, cuyos campos eran contiguos a orillas del río Luján.
[1] - Andrés R. Allende: Mercedes de tierras
hechas por los Gobernadores –Arch. Hist. Prov. de Bs. As. - La Plata - 1979
[2] - En otras actuaciones aparece apellidado
como Sequera, Siqueyra, etc. Por su mayor difusión, pareciera que lo correcto es
Sequeira, posiblemente de origen galaico-portugués y así se utilizará en las
páginas siguientes.
[3] - Es de suponer que por esa época se utilizaría la antigua legua terrestre de 17,5 leguas por grado de longitud en el sentido de los meridianos = 6349 metros por legua, pero coexistían en las distintas regiones y provincias españolas patrones diferentes.
[4] - Registro Estadístico de Buenos Aires de 1861 – Impr. El Nacional – Buenos Aires – 1862
[5] - Registro Estadístico de Buenos Aires de 1862 – Impr. Berheim y Bonco - Buenos Aires -1864
[6] - En el presente, ciudad bonaerense de Salto, rumbo que siguen las Rutas Nacional Nº 7 y Provincial Nº 31
[7] - Actual Ruta Nacional Nº 8, que atraviesa la ciudad de Arrecifes en la provincia de Buenos Aires.
[8] - Acta del 22-set-1683: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1921
[9] - Obviamente no era la actual Basílica ubicada en el ahora casco histórico de la ciudad de Buenos Aires, en el tradicional barrio de Monserrat, aquella fue erigida con materiales poco consistentes, paredes con ladrillos de adobe y techos de palmas y tejas. La obra definitiva comenzó en 1731, soportando varias remodelaciones y reconstrucciones.
[10] - Carlos Miguel Buela: María de Luján – El misterio de la mujer que espera – Institute of the Incarnate Word Inc. – New York – USA - http://books.google.com.ar/
[11] - Lic. Hilda R. Zapico Lic. Carolina Adad: Defendiendo el derecho a vaquear: acciones públicas de las mujeres en Buenos Aires” 1650 -1700. Fac. de Humanidades - Universidad Nacional del Sur - Bahía Blanca (2007)
http://cehsegreti.com.ar/historia-social1/mesas%20ponencias/Mesa%205/Ponencia_Adad_Zapico.pdf
[12] - Carlos Ibarguren (h): González Filiano - Revista del Inst. Arg. de Ciencias Genealógicas Nº 17 – Bs. Aires – 1977
Carlos Ibarguren (h): Solicitada - Revista del Inst. Argentino de Ciencias Genealógicas Nº 18 – Bs. Aires – 1979
José María Pico: Genealogía - Revista del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas Nº 22 – Bs. Aires – 1987
La aldea de los traficantes
Tal vez sea oportuno destacar la contingencia demográfica que presentaba en aquel tiempo la llanura bonaerense. Como ínfimo villorrio y débil aldea calificó Besio Moreno a la ciudad de Buenos Aires del 1600, teniendo en cuenta que su reducida población urbana y rural estaba en el orden de unos 500 habitantes, entre europeos, criollos, negros y nativos de servicio. [1]
En tanto
que para el año 1650, según el cálculo matemático y estudio crítico de la
población de Buenos Aires realizado por el ingeniero Nicolás Besio Moreno, basado en datos de los
cronistas e historiadores, censos, padrones, recuentos y registros parroquiales
de nacimientos, casamientos y defunciones, pese a que algunos de aquellos
divulgaron noticias contradictorias y que en muchos casos, estos últimos,
acusan manifiestas inexactitudes, producto de anotaciones deficientes,
extravíos de cuadernillos, etc., por lo que la inestabilidad de las cifras que
proyectan no pueden considerarse más que con relativa certeza, es posible
delinear algunos criterios conceptuales acerca del desarrollo demográfico de
la ciudad y sus contornos, en base a los cuales el autor mencionado reconoce
una población urbana de 2.783 habitantes.
Buenos Aires (1650)Foro de la Memoria Patricios Ingº Manuel Vila http://forodelamemoria.blogspot.com.ar/2013/01/el-fuerte-de-buenos-aires-historia-de.html |
Debe
consignarse que durante ese siglo XVII es imposible separar, por falta de datos
conocidos, la población urbana de la rural, fundamentalmente porque dicha
diferenciación no sería muy notoria en una época en que la mayor parte de los
habitantes, ciudadanos y campestres, estaban aglutinados en torno de la pequeña
aldea, pero si se tiene en cuenta el empadronamiento de 1726, realizado exclusivamente en los pagos aledaños a
Buenos Aires, por orden del gobernador Bruno Mauricio de Zavala para reclutar
pobladores de la campaña con el objeto de urbanizar el puerto de Montevideo,
podemos llegar a la conclusión que su poblamiento se manifiesta en un nivel escasamente
considerable, pues la exigua
cantidad de vecinos y moradores de las pocas estancias y chacras de la zona,
diseminadas en leguas y leguas de campo abierto, desde la Magdalena, en el
curso inferior del río Salado, por el sur, hasta el pago del río Arrecifes al
norte, no llega al 30% de aquella cifra
A pesar de los datos demográficos disímiles o ambiguos que se manejan al
respecto, no debe menospreciarse la fuerte injerencia de varios centenares de
lusitanos en los asuntos políticos y económicos de Buenos Aires, así como en ciudades de
la vasta Gobernación del Tucumán y del
alto o bajo Perú, durante el siglo XVII, por medio de la constitución de una
extensa red, formal o informal, de relaciones parenterales, sociales y/o
clienterales.
En la misma Sevilla de aquellos años operaban
portugueses en la carrera de Indias,
fundamentalmente en el tráfico de esclavos, pero también con distintas
mercaderías de ultramar, con o sin permisión, por supuesto con conexiones en
distintos puertos africanos y en las principales ciudades europeas y americanas
(Río de Janeiro, Bahía, Cartagena de Indias, Lima, Potosí, Buenos Aires) donde
muchos connacionales estaban radicados con derechos de vecindad, casa
establecida y familia constituida.
Ranchería de San Isidro - Oleo de Prilidiano Pueyrredón ...Museo Nacional de Bellas Artes |
Debe tenerse en cuenta que la muerte sin descendientes de Sebastián I de
Portugal en 1578 y la del sucesor en el trono, su tío abuelo Enrique I, también
sin herederos, en 1580 (el mismo año del repoblamiento de Buenos Aires) desembocaría
en la unión dinástica de la península ibérica pues Felipe II, Rey de España,
primogénito de Carlos I e Isabel, hija segunda de Manuel I de Portugal, envió
al Duque de Alba y su ejército a Lisboa para sosegar a algún otro pretendiente
y asegurarse la sucesión que se sostendría hasta 1640 con Felipe IV,
conformando una “monarquía compuesta”, es decir, integrada por varios reinos
(Castilla, Aragón, Portugal, etc.) y diversos estados (Nápoles, Sicilia, Países
Bajos, etc.) que se mantendrían en paz en tanto y en cuanto se reconocieran a
las respectivas noblezas locales sus propias leyes, fueros, privilegios, usos y
costumbres.
No obstante que Portugal se vio comprometida en conflictos bélicos muy costos en vidas humanas, recursos económicos y pérdidas territoriales, en Brasil las incursiones o malocas de los bandeirantes le permitieron comenzar a extenderse por regiones propias de la corona de Castilla, violando el Tratado de Tordesillas de 1494, en tanto que el relajamiento de los controles aduaneros facilitó la entrada de portugueses al Río de la Plata, animados por las nuevas expectativas, comerciantes, marineros, artesanos, zapateros, carpinteros, tejeros, sastres, pulperos, vendedores ambulantes o labradores se aventuraron en las tierras recién pobladas, prosiguiendo, muchos de ellos, la ancestral diáspora que los alejara de los visitadores inquisitoriales, establecidos en Brasil a comienzos del siglo XVII, porque los emigrantes lusitanos siempre estuvieron sospechados de judaizantes y practicar en secreto sus antiguos ritos, cristianos nuevos es el calificativo impuesto a los integrantes de esa comunidad, forzados, o no, a adoptar la religión católica.
"Los portugueses no ocuparon, sin embargo, un lugar marginal en la temprana vida económica y social porteña" - dice Wasserman - porque constituyeron estrechos lazos parentales y de negocios con las beneméritas familias fundadoras.
Uno de los
personajes más influyentes de aquel Buenos Aires fue Diogo da Veiga, propietario de navíos aparejados para
el transporte de pasajeros o cargas hacia y desde las costas del Brasil, tenía,
además, vinculaciones con tratantes asentados en distintos puertos de África y
formaba parte de una familia portuguesa de “banqueiros
cristãos-novos”.
Había nacido “na ilha da Madeira” en 1570, desde donde zarpara en 1588
hacia Brasil, llegando a nuestro país en los primeros años del 1600, sólo unos
veinte años después del repoblamiento de Garay, y ya en la década siguiente manifestaba
tener “casa poblada y haciendas de mucha
importancia como es notorio y hombres que acudían a las malocas y todas las
más ocasiones que se ofrecían en este pueblo de servicio de Su Majestad y de
esta republica”, razones por las cuales adquirió la condición de “vecino”.[2] [3]
Establecido en Buenos
Aires estrechó sólidos lazos de connivencia con el español sevillano Juan de
Vergara, arribado a estas
tierras en 1605, y con distintos funcionarios
reales, como Mateo Leal de Ayala, Justicia Mayor y Simón de Valdez, Tesorero de
la Real Hacienda, entre otros, conformando en poco tiempo una facción que,
adueñada del poder decisorio y judicial del Cabildo y detentando importantes
cargos en la administración local a través de parientes, secuaces o
testaferros, operaba sin restricciones en un puerto, periódicamente clausurado
o esporádicamente abierto, según las inocuas y absurdas disposiciones reales en
materia de intercambio comercial que pretendían impedir la salida de la plata
potosina por el puerto de Buenos Aires, desabasteciendo a la pequeña pero
estratégica aldea de bienes de uso y consumo imprescindibles para un desarrollo
sustentable, no obstante, el contrabando fue el medio que permitió la
exportación de cueros, harinas y cecinas por mercancías ultramarinas, claro que
en ese tiempo la mercancía más valiosa era el tráfico clandestino de carne
humana que se vendía, pieza por pieza, a los esclavistas que las distribuían al
interior del territorio, llegando a Potosí y otras ciudades del Perú, donde
multiplicado su valor, se pagaban con lingotes o piñas de plata sin quintar.
Debe considerarse como
un efecto no previsto por la incompetente legislación impuesta por la
corona castellana, que el comercio ilícito, al margen de la violencia empleada
en muchos casos para lograr sus propósitos, aseguró, al menos, la permanencia
e incremento de los escasos vecinos de aquel Buenos Aires, pues la mayor parte,
directa o indirectamente se beneficiaron con esa actividad marginal cuyo
objetivo primordial era llevar las mercaderías ultramarinas a las ciudades
interiores, fundamentalmente a Potosí, donde alcanzaban un
precio exorbitante; en cierto modo se consideraba sólo como una forma distinta de intercambio y en cuanto a la evasión fiscal por estos lares, lo único que ha cambiado son las sofisticadas técnicas de simulación.
Juan de Vergara, “señor
de vidas y haciendas”, fue el más poderoso contrabandista y terrateniente del
Río de la Plata en el siglo XVII, poseedor varios solares en la traza de la
ciudad, “chácaras” y otras estancias en todos los pagos de aquel tiempo
(Magdalena, Matanza, Luján, etc.) por algo
se llegó a decir que “asistiendo
este hombre en esta tierra no es poderoso ningún gobernador”.
También debe tenerse en cuenta que el tráfico racial era en aquel tiempo
aceptado como algo usual por todos los estamentos del poder, sociales y
religiosos, siendo los portugueses verdaderos pioneros en el comercio atlántico,
pues a partir el siglo XV introducían esclavos africanos en la vieja Europa.
Ya
desde los primeros años del 1600 se denunciaba la notoria entrada sin licencia
de portugueses en barcos “negreiros”, como así también en los restringidos
navíos mercantes que en sus bodegas cargaban azúcar, especias, azogue, hierro,
acero, herramientas, telas, ropas, tejidos, sombreros, calzados y otros
artículos de manufactura europea, en embarques no siempre autorizados o que
excedían las cantidades permitidas, llevando de retorno cueros y piezas de
plata potosina, inaugurando una nueva ruta comercial que perjudicaba a los
mercaderes españoles y extranjeros establecidos en la ciudad de Lima.
El dinámico contrabando y los sistemáticos fraudes a la Real Hacienda demuestran que los circuitos desplegados sobre América por el dominio español representaban, también para otras potencias europeas, vías de acceso a la riqueza americana. Así como el Caribe interesaba por su carácter estratégico, dado que por allí circulaba buena parte del tesoro americano, el Río de la Plata interesaba por su estratégica condición geográfica, que permitía acceder a la riqueza metálica de las minas peruanas por canales interdictos... disponían un terreno apto para encarar empresas de conquista que permitieran ir más allá del contrabando en Buenos Aires, proyectando su dominio político.
En torno a 1664, coincidente con la creación de la Compañía Francesa de Indias Occidentales, Jean-Baptiste Colbert, ministro de Luis XIV, recibía los relatos de dos franceses que habían recorrido la región rioplatense: Barthélemy de Massiac y Acarette du Biscay. Mientras el primero procuraba demostrar la importancia de la navegación en el enriquecimiento nacional francés, proyectando el dominio de Francia hasta los márgenes rioplatenses (y atrayendo así el interés del ministro), el relato del segundo expresa la grandeza de una empresa semejante a través de la narración de sus propios intereses comerciales y, aún, personales.
Diversos argumentos fundados en políticas estratégicas sostenían el interés persuasivo en la narración que Massiac ofrecía a Colbert. Aquel viajero sostenía que:
"sería fácil en la primera guerra tomar Buenos Aires cuyos mismos habitantes, para gozar del comercio (que se les ha cercenado y sin el cual son miserables), estarían contentos de restaurarlo uniéndose a los franceses, sin esperar los insultos y hostilidades de la guerra,"
...el contrabando y la defraudación a la Real Hacienda podían ocurrir ante la mirada y con el auspicio e intervención activa de los oficiales reales del puerto, del gobernador y de los regidores. Se gozaba, en efecto, de aquella “libertad de comercio”, negada en la legislación (y por ello, arriesgada) pero abiertamente practicada a través de organizaciones sostenidas en redes de parentesco y confianza. [4]En conclusión, se procuraba enfatizar sobre las riquezas de Potosí, la importancia de Buenos Aires como puerto de acceso a las mismas y la supuesta predisposición de sus habitantes para liberarse del dominio español, tal era la importancia del comercio ilegal que suscitaba ambiciones extraterritoriales.
Esa vehemente atracción que había inspirado a los portugueses a bautizar el gran pótamo como "rio da prata" y a concretar la fundación de Nova Colonia do Sacramento en 1680, producto de la proclividad expansionista de esa nación y del desolado panorama de la incuria hispana en sus dominios rioplatenses, desembocó en el secular y cruento conflicto durante el cual fue menester sitiar y tomar dicha plaza en cinco oportunidades, hasta su recuperación definitiva en 1777, como consecuencia de las concesiones diplomáticas de España que siempre concluían con la devolución de este enclave a la corona de Portugal.
[1] - Nicolás Besio Moreno: Buenos Aires, estudio crítico de la población – Bs. As. – 1939
[2] - Gabriel Torelly Fraga Correa da Cunha: Os cristaos-novos portugueses e o comercio de escravos no porto de Buenos Aires (C.1595-1640) – Univ. Fed. Do Rio Grande do Sul – Porto Alegre (Brasil) 2011 - https://www.lume.ufrgs.br/bitstream/handle/10183/36950/000819245.pdf?sequence=1
[3] - Rodrigo Ceballos: Os vecinos lusitanos na restauração portuguesa: um estudo das redes sociais na Bs. As. Seiscentista - Métis: História & Cultura - Vol. 13, No 25 (2014) - http://www.ucs.br/etc/revistas/index.php/metis/.../1677
[4] - Martín Wasserman: De pueblo en pueblo. La información asimétrica como estímulo de los intercambios en los bordes rioplatenses del antiguo régimen - UBA (Conicet) - 2015
Los Roxas y Acevedo
Pedro de Roxas y Acevedo[1], jefe de esta familia porteña, había nacido en Garachico, Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, en 1594 y falleció en Buenos Aires en 1642.
Se supone que llegó a esta última ciudad en los primeros años de la segunda década de los seiscientos, donde ya residía su hermano mayor Gaspar, quien se ocupaba en la lucrativa profesión de escribano del Registro y de la Hacienda Real, estimándose que por su mediación fue nombrado oficial mayor de la Contaduría de la Real Hacienda, además de desempeñarse como capitán de caballería y con el transcurso del tiempo en otros cargos más importantes como el de escribano público y de gobierno, regidor perpetuo, teniente de gobernador y, aunque muy brevemente, como gobernador interino. [2]
Habiéndose casado con María de Vega, originaria de Santiago del Estero, hija del citado primer “banquero”, prestamista y traficante de Buenos Aires, procrearon cinco hijos: Gregorio, Juan, Agustín, Tomás y Amador de Roxas y Acevedo, los cuales no utilizaron el apellido materno.
De esta mujer se sabe que nació entre 1602-03 y que fue trasladada a Buenos Aires después que su padre Diego de Vega, como aparece documentado en estas tierras, contrajera matrimonio con Blanca de Vasconcellos, nativa de Portugal, siendo la única de sus hijos extramatrimoniales que, reconocida como tal, llevó su apellido.[3]
Los Roxas y Acevedo de Buenos Aires, de mediatos antepasados hispanos y
portugueses, descendían de los Acevedo Roxas, familias radicadas en las Islas
Canarias desde algunas décadas atrás, inmediatas a la conquista definitiva del
archipiélago por parte de la corona de Castilla en 1496, presuponiéndose cierto
grado de hidalguía en la rama materna, porque sus sucesores tinerfeños
con- tinuaron en el uso de este último apellido y los des- cendientes que pasaron a
América lo antepusieron al Ace- vedo. [4]
Pedro de Roxas y Acevedo y Diego de Vega, además de terratenientes, poseían vinculaciones comerciales y fiancieras, a través de corresponsales y apoderados, con Lisboa, Lima, Potosí, Santiago del Estero, Tucumán, Córdoba, etc., por medio de los cuales subían las mercaderías ultramarinas y bajaba la plata potosina
El primogénito, Gregorio de Roxas y Acevedo, fue enviado por sus padres a estudiar leyes a la Real y Pontificia Universidad de San Marcos (Lima-Perú) llegando a destacarse como sobresaliente letrado e ilustre catedrático de la misma. Sus descendientes ocuparon prominentes puestos políticos, militares y religiosos en Perú, Chile y Bolivia.
POTOSÍ - Cerro Rico - Danielle Pereira - https://www.flickr.com |
El primogénito, Gregorio de Roxas y Acevedo, fue enviado por sus padres a estudiar leyes a la Real y Pontificia Universidad de San Marcos (Lima-Perú) llegando a destacarse como sobresaliente letrado e ilustre catedrático de la misma. Sus descendientes ocuparon prominentes puestos políticos, militares y religiosos en Perú, Chile y Bolivia.
Juan, el segundo hijo, pasó al reino España siendo
un niño aún, acompañando en 1626 a su abuelo Diego de Vega, careciéndose de
datos suficientes sobre su ocupación en el viejo mundo, pero se sabe que pasó a
Portugal y ejerció muy importantes funciones como “Fidalgo de la Casa Real”,
llegando, incluso, a ser Canciller Mayor del Reino y Embajador Extraordinario a
la Corte de Roma; dejando solamente un hijo que también se desempeñó al
servicio de la monarquía lusitana.
Del
quinto de los hijos de esta familia, Capitán Amador de Roxas y Acevedo, se sabe que desarrolló distintas ocupaciones en el
fuerte de la ciudad y en el cabildo, suponiéndose que murió soltero sin dejar
descendencia alguna.
Como
el resto de su familia se dedicó intensamente a la actividad pecuaria (en
alguna oportunidad cumplió con el requisito de pedir licencia para recoger
cuatro mil cabezas de ganado vacuno) y a los negocios en distintos rubros
(fanegas de trigo, sacos de sal, botijas de vino, etc.) los que no obstante su
elevada posición social, le acarrearon más de un contratiempo por retener mercaderías previendo su escasez y encarecimiento.
En diciembre de 1676, cuando ya no era integrante del ayuntamiento, se trata en este cuerpo el caso de una caravana de carretas procedentes de Santa Fe, “con carga lo mas della yesso” y una tropa de “ochosienttos y ttreinta cavallos y setentta Personas los sesenta y seis yndios y los quattro españoles” enviada por el Maestre de Campo Antonio de Vera Muxica para que, a cargo y disposición de Amador Roxas, realizaran crecidas vaquerías y recogidas de ganado cimarrón en tierras realengas “Para sacar fuera de la jurisdizion de esta Ciudad en conttrabenson. de lo acordado Por este Cavdo. y lo mandado Por autos del Govno.”, por lo cual en esa sesión del “Cavildo Justiçia y Reximiento” se ordenó que la gente, carretas y caballada se vuelva “via recta a la dha. ciud. de Santta fee”….. como asi mesmo el que no asiente ni haga flette ttrato ni combenio alguno con ninguna Persona Para recojer ni arrear ningun Ganado bacuno mayor ni menor… incurriendo, en caso contrario, en la pérdida de la caballada, carretas y aperos y todos los implicados en la pena de prisión por seis meses. [5]
En diciembre de 1676, cuando ya no era integrante del ayuntamiento, se trata en este cuerpo el caso de una caravana de carretas procedentes de Santa Fe, “con carga lo mas della yesso” y una tropa de “ochosienttos y ttreinta cavallos y setentta Personas los sesenta y seis yndios y los quattro españoles” enviada por el Maestre de Campo Antonio de Vera Muxica para que, a cargo y disposición de Amador Roxas, realizaran crecidas vaquerías y recogidas de ganado cimarrón en tierras realengas “Para sacar fuera de la jurisdizion de esta Ciudad en conttrabenson. de lo acordado Por este Cavdo. y lo mandado Por autos del Govno.”, por lo cual en esa sesión del “Cavildo Justiçia y Reximiento” se ordenó que la gente, carretas y caballada se vuelva “via recta a la dha. ciud. de Santta fee”….. como asi mesmo el que no asiente ni haga flette ttrato ni combenio alguno con ninguna Persona Para recojer ni arrear ningun Ganado bacuno mayor ni menor… incurriendo, en caso contrario, en la pérdida de la caballada, carretas y aperos y todos los implicados en la pena de prisión por seis meses.
A raíz de un incidente entre el Obispo de Buenos
Aires Antonio de Azcona Imberto y el Gobernador Andrés de Robles por asuntos de
ceremonial también se reveló que el mencionado prelado había investigado, a
fines del 1600, ciertos abusos cometidos por ese funcionario y miembros de su familia,
como así también el Sgto. Mayor Juan del Pozo y Silva y Amador de Roxas y
Acevedo, de quienes se dijo que lucraban, a costa de los intereses de la Real
Hacienda, negociando con los capitanes de navíos holandeses y portugueses la
entrada ilegal de mercaderías, directamente por el puerto o desembarcando ocultamente
las lanchas en las chacras o estancias que Roxas y otros vecinos poseían cerca
del Riachuelo. [6]
Tomás de Roxas y Acevedo
el cuarto integrante de este grupo familiar y quien mantuviera durante años la
informal relación antes mencionada, supo desempeñarse en el cabildo porteño,
durante algún tiempo, como procurador general de la ciudad, alcalde de segundo
voto y alférez real. Implicado en negocios clandestinos relacionados con la
importación, exportación y acaparamiento de mer- caderías y productos, fue
condenado en 1662 a pagar una multa de 5.000 pesos plata, desterrado a España siguió interviniendo como empresario mercantil en
las principales ciudades del viejo mundo, Madrid, Sevilla, Ámsterdam, Lisboa; a
su regreso, unos siete años después, contrajo matrimonio en Buenos Aires con la
sevillana Beatriz de Lezcano, los cuales, para nuestra mayor confusión,
tuvieron una hija, legítima en este caso, que llevó el nombre de María de Roxas
y Acevedo, fallecida en 1685, o poco tiempo después, casada en ese entonces,
por segúnda vez, con el Maeste de Campo Juan Vázquez de Velazco, sin dejar descendencia.
“Tomás de Roxas y Acevedo manteve alianças com o governador Pedro Baygorri Ruíz, defensor do comércio com o Brasil, e foi nomeado em 1660 Tesorero de la Santa Cruzada. Acusado de manter comércio ilícito com cidades brasileiras e tráfico ilegal com Potosí, foi preso e enviado para Espanha. Em 1663 se encontrava livre e vivendo em Amsterdã e, quatro anos depois, já estava em Lisboa. Através de um irmão “Secretário do Estado” apresentou sua candidatura por “interposição de pessoa” como titular dos navios de registro, sendo aceito em 1688 através do nome de Miguel de Vergara.”[7]
Al otorgar su testamento instituye como heredera
universal a su legítima hija María, pero reconoce además cinco hijos extramatrimoniales
a los que legó, en concepto de ali- mentos el quinto de sus bienes, cuyo monto se
calculaba, pese a los reveses sufridos, en unos doscientos mil pesos plata.
Podría suponerse que en ocasión de su informal relación marital, Tomás de Roxas y Acevedo, hombre inquieto y aventurero, tal vez de ambiciones desmedidas y sin mayores escrúpulos, haya utilizado, aquellos campos “del salto de los arrecifes”, que la propietaria conservó hasta su muerte, como así también los parajes aledaños y propicios, como el de la “horqueta”, para la procreación de ganado al margen de las restricciones legales relacionadas con las matanzas o encaminamientos de vacunos para las ciudades norteñas, o acaso, para la crianza de mulas destinadas al Alto Perú, pues ningunos de estos negocios les fueron ajenos a su entorno familiar, empleando para ello capataces y peones que, obrando en su nombre, dejarían la impronta del apellido como sobreentendidos mojones que delimitaran la tenencia de esos apartados lugares en tierras de nadie, de manera tal que el apelativo de Roxas o Rojas haya perdurado en la memoria de la gente del pago, aunque en su largo transcurso se perdiera la noción de su origen?
Moneda de plata - 8 Reales - Potosí - 1676 |
Agustín, el tercero de los hijos de la familia Roxas Acevedo
tuvo a su vez tres descendientes en su matrimonio con Juana de Amorín y
Barbosa: Pedro, Catalina y Agustín.
El primero de ellos, Pedro de Roxas y Acevedo (homónimo de
su abuelo) fue quien adquirió notoriedad en su tiempo pues también fue regidor
perpetuo desde 1664 y alférez real desde 1670 hasta su muerte; durante su
gestión supo ser designado para comandar la partida encargada de traer desde
Potosí “el situado”, es decir los
fondos asignados, en piezas de plata amonedada, para pagar a las tropas reales y funcionarios
del gobierno español, como así también representar a la Gobernación y al
Cabildo en gestiones a realizar ante la Audiencia de Charcas en la ciudad de
La Plata (actual Sucre, Bolivia) y, a su vez, en el camino, atender
negocios familiares en la extensa, por entonces, Gobernación del Tucumán (comprendía
todo el noroeste del país, incluso las ciudades de Córdoba y Santiago del
Estero).
Debe destacarse que esta persona tiene particular participación en esta historia pues se desposó con su prima carnal María, la primogénita de su tío Tomás y de Ana de Matos y Encinas, por tanto, potencial heredera, junto con sus hermanos, de aquellas suertes de estancia que principiaban en el “Salto de los Arrecifes” otorgadas al Sargento Mayor Marcos de Sequeira. [8] [9]
En este caso las presunciones
antedichas cobran mayor verosimilitud, se advierte una concatenación más
directa entre el hombre y el nombre con que la espontánea toponimia lugareña
consagrara algunos de aquellos parajes apartados y despoblados, situados en
tierras realengas, es decir, bienes mostrencos, vacantes o sin dueños
conocidos, que se supone son propiedad del estado, cuestión que no tendrían por
que saber los paisanos que trajinaban por aquellos andurriales y que
anónimamente dejaron para la posteridad la denominación del río, la horqueta y
la laguna de Rojas.
Pero las conjeturas no terminan ahí.
Toribio de Peñalba y Ceballos, nacido en el pequeño pueblo cantábrico de
Vioño, en la región que antaño se conociera como las Asturias de Santillana,
fue un vecino destacado de Buenos Aires, poseedor de solares en la ciudad y
mercedes de tierras en ambas márgenes del río Luján, fue capitán de milicias,
alcalde de la Santa Hermandad y Procurador General de la ciudad, aunque el
centro de su actividad económica y relaciones parentelares era el pago de Luján
y sus aledaños, hasta el río Arrecifes.
Uno de sus hijos, Juan de Peñalba y Sosa, se casó en agosto
de 1659 con Ana
María de Vega o de Roxas, con ambos apellidos aparece citada en documentación
de la época, joven huérfana criada por María de Vega, por entonces viuda de
Pedro de Roxas y Acevedo, el patriarca del clan.
Los descendientes de ambos usaron indistintamente de alguno de esos
apellidos (Felipe de Peñalba y Vega, Miguel de Peñalba y Rojas, María de
Peñalba y Rojas, Juan de Peñalba y Vega, Francisco de Peñalba y Vega) siendo
del caso señalar que la familia de Pedro de Roxas y Acevedo y María de Vega,
parece haber sostenido una íntima relación con la de Toribio de Peñalba y Ana
de Sosa, pues aquellos fueron los padrinos de tres de sus seis hijos e hijas:
Felipe, Miguel y Lorenza de Peñalba y Sosa.
Posiblemente el hecho de que los padres de Ana de Sosa (Vicente Simoes y
Francisca de Souza o Sosa) fueran portugueses, como los de Vega o da Veiga,
puede que sea el motivo que dio origen a ese trato familiar. [10]
Lo cierto es que estas
familias tuvieron sólidos intereses en campos de Luján, Salto y Arrecifes, por
ende, no debería extrañarnos que sus correrías en pos del vacuno alzado o
cimarrón se extendieran decenas de leguas tierra adentro y que usaran
determinados lugares para formar rodeo, apacentar el ganado o dedicarse a la
cría de mulas.
Para que el antropónimo
Roxas o Rojas subsistiera en el tiempo es necesario que en su origen se haya
producido un hecho notoriamente destacado y significativamente trascendente, como
sería la tenencia y explotación del terreno por alguna persona que, independientemente
que fuese o no su propietaria, además de portar el apellido, ostentara cierto
grado de preeminencia en el contexto social de la época, circunstancia conocida
y aceptada, o tolerada, por los conocedores del medio, campesinos, pobladores o
personas de paso que solían frecuentar el lugar.
Los Roxas Acevedo
pertenecieron al exclusivo grupo de familias que detentaron cargos gubernativos
o electivos en el cabildo por más de tres generaciones, conformando,
posiblemente, el linaje porteño más influyente del siglo XVII, siendo además
grandes hacendados y mercaderes vinculados al tráfico internacional e
interregional de productos ultramarinos y sudamericanos.[11]
Hasta el
momento no se ha encontrado ningún documento que pruebe la posesión de esta
familia de los terrenos aludidos, de lo contrario ya hace tiempo que avezados
investigadores del tema, como Juan J. Cabodi, entre otros, hubiesen dejado constancia
de ese hecho, limitándose éste a expresar que esos parajes responden a
una deno- minación topográfica muy anterior, sin opinar sobre su desconocido
origen.
Al respecto transcribe un parte del mes de abril del año 1767, remitido
por el Comandante del Salto al Gobernador Francisco de Paula Bucarelli, por el
cual le informa “como el dia cinco del
presente, se arrebattaron los indios unas mulas mansas, de unos boyeros, en el
aroyo de rojas, como cosa de Nuebe leguas de aqui.” [12]
Por la misma época, consigna este autor una información del Comandante
de Pergamino, Francisco Faijó y Noguera, quien da cuenta al entonces Gobernador
Juan José de Vértiz y Salcedo, de haberse avistado indígenas “entre las lagunas de Rojas y Manantiales de
Piñero”.
El 19 de octubre de 1777, aborígenes ranqueles
invaden “un Paraje llamado Roxas”,
llevándose un millar de cabezas, entre vacunos, yeguarizos, mulares y algunos bueyes tras matar un boyero y haciendo huir a los restantes
que, por cuenta de alguien, estaban al cuidado de los mismos, paraje conocido también como la "orqueta de Rojas" razón por la cual tres días después los
comandantes de los pagos de los Arroyos, Arrecifes, Pergamino y Salto, se
reúnen en el “paraxe donde avia sucedido el Insulto”, para coordinar una entrada que permitió recuperar el ganado en cuestión.
Es evidente que ya por ese
entonces se desconocía la procedencia del topónimo en cuestión y que su permanencia se debe a la memoria colectiva
de los paisanos de esos pagos, que se remonta a tiempos anteriores a la erección del puesto, precariamente fortificado, en diciembre de 1777 y trasladado a la otra orilla en 1779.
[1] - Azevedo sería la grafía original de sus antepasados portugueses y así aparece en diversos documentos.
[2] - Leopoldo de la Rosa: Una familia aventurera luso-canaria en el Nuevo Mundo http://coloquioscanariasamerica.casadecolon.com/index.php/CHCA/article/viewFile/7193/6094
[3] - Lic. Hilda R. Zapico: Una demostración pública de honor, fama y notabilidad en el Bs. Aires del siglo XVII: las honras fúnebres – (Trabajo compilado en Patrimonio cultural en cementerios y rituales de la muerte – T.II – Gob. de la ciudad de Bs. Aires – 2005)
http://www.folkloretradiciones.com.ar/literatura/temas_13II.pdf
[4] - Leopoldo de la Rosa: Obra citada
[5] - Acta del 19-dic-1676: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1916
[6] - Francisco C. Actis: Actas y Documentos del Cabildo Eclesiástico de Buenos Aires Vol. II – Bs. As. - 1944
[7] - Rodrigo Ceballos: As (in)formalidades do Império Espanhol no Século XVII os portugueses em Buenos Aires e as redes de poder.
www.rj.anpuh.org/resources/rj/Anais/.../Rodrigo%20Ceballos.doc
www.rj.anpuh.org/resources/rj/Anais/.../Rodrigo%20Ceballos.doc
[8] - Leopoldo de la Rosa: Una familia aventurera luso-canaria en el Nuevo Mundo -
http://coloquioscanariasamerica.casadecolon.com/index.php/CHCA/article/viewFile/7193/6094
[9] - José María Pico: Genealogía - Revista del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas Nº 22 – Bs. Aires – 1987
[10] - Carlos E. Fandiño: La descendencia de Toribio de Peñalba y Ana de Sosa – Revista del Instituto Argentino de Ciencias Genealógicas Nº 20 – Bs. As. – 1982
[11] - Carlos Birocco: La élite de poder en Bs. As. colonial: cabildo y cabildantes entre los Habsburgos y los Borbones (1690-1726) – UNLP – Fac. Humanid. y Cienc. de la Educ. – La Plata – 2015 – http://hdl.handle.net/10915/48277
[12] - Juan Jorge Cabodi: Historia de la Ciudad de Rojas hasta 1784 – Archivo Histórico de la Prov. de Buenos Aires – La Plata – 1950
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