En muchas páginas o sitios web de la red informática, puede leerse que este término era de uso entre la gente dedicada al arte de marear desde las primeras épocas de la navegación ultramarina y que sería el nombre de una muy pequeña plataforma afirmada casi lo más alto del mástil o palo mayor de una nave, aquel que sustentaba la vela principal, lugar que, entre otras funciones, también se habría usado para recluir a los tripulantes díscolos o malavenidos, afirmaciones que no citan ninguna fuente lexicográfica, histórica o literaria que las confirme.
Por el contrario, algunos hablan de "marineros españoles de la Edad Media", siendo que en tal época España no existía como tal, aunque sí había navegantes de los distintos reinos o señoríos, vascos, gallegos, andaluces, valencianos, aragoneses, catalanes y hasta castellanos, con sus distintas expresiones idiomáticas, por lo que sería interesante encontrar un documento que confirme el origen de esas versiones, incluso hay quienes involucran, con evidente mala fe, a la Real Academia Española, que nunca se refirió a esa interpretación del término aludido, vocablo que, por otra parte, recién tuvo entrada en el año 1983 en la 3ra. Edición del Diccionario Manual e Ilustrado de la Lengua Española.
Más aún, se procurará demostrar que si los tripulantes sancionados hubiesen tenido la posibilidad de elegir el tipo de castigo, de rodillas, habrían implorado que los mandasen al carajo.
Por el contrario, algunos hablan de "marineros españoles de la Edad Media", siendo que en tal época España no existía como tal, aunque sí había navegantes de los distintos reinos o señoríos, vascos, gallegos, andaluces, valencianos, aragoneses, catalanes y hasta castellanos, con sus distintas expresiones idiomáticas, por lo que sería interesante encontrar un documento que confirme el origen de esas versiones, incluso hay quienes involucran, con evidente mala fe, a la Real Academia Española, que nunca se refirió a esa interpretación del término aludido, vocablo que, por otra parte, recién tuvo entrada en el año 1983 en la 3ra. Edición del Diccionario Manual e Ilustrado de la Lengua Española.
Más aún, se procurará demostrar que si los tripulantes sancionados hubiesen tenido la posibilidad de elegir el tipo de castigo, de rodillas, habrían implorado que los mandasen al carajo.
GATA, GAVIA o COFA
Como dicen actualmente los eruditos de la RAE, esa especie de canasta o meseta, actualmente deno-minada cofa (del árabe clásico quffah, cesto) estaba destinada a facilitar la maniobra de las velas altas y, eventualmente, para disparar armas de fuego en los combates. Como señalan otros autores, no menos cultos y versados, también era un puesto de observación para otear el horizonte, avistar enemigos, columbrar escollos o avizorar tempestades, pero nunca fue oficialmente aceptado, ni de uso común o costumbre generalizada, que le llamaran "carajo", ni tampoco puesto al que comúnmente mandaran castigados a los marineros indisciplinados.
Con respecto a la antigüedad de este artificio náutico hemos extractado distintos párrafos del autor que en las notas al pie se cita:
"El adelanto fundamental en las épocas prehistóricas fue la aparición de la vela como medio de propulsión para las embarcaciones, datado por vez primera en Mesopotamia en torno al 4.000 a. C. Es de suponer que la invención del remo se produjo con anterioridad a la vela. Ya para finales del III milenio a. C. la navegación en barcos de madera está plenamente desarrollada en el Próximo Oriente.
A partir de este momento, no se pude centrar el análisis en un único tipo de navío sino que distintos prototipos satisfacían necesidades de navegación diferentes. La función a la que se dedica la nave hace que haya un amplio abanico de variedades en los modelos de estas embarcaciones.
Ataque de los Pueblos del Mar http://pinturasdeguerra.tumblr.com/ |
En el II milenio a. C. es posible distinguir, al menos, dos tipos diferentes de navío atendiendo a su modo de propulsión: navíos de propulsión mixta, en la que combinaban el velamen y los remos para tener un mayor empuje y facilitar los des- plazamientos y naves de trans- porte exclusivamente a vela, según la finalidad, bélica o mercante, a la que se dedi- caban.
Los pecios más antiguos que conocemos pertenecen a la Edad del Bronce (hacia el 1.400 a. C.) y son de origen cananeo y la gran mayoría de ellas poseían una cofa en lo alto del mástil, la cual ha sido catalogada por L. Basch como un invento de estos marineros cananeos.
Desde los enclaves de Tiro y Sidón, el dominio fenicio se basó en el control marítimo que sus navíos impusieron hasta el extremo occidental del Mediterráneo.
Los navíos mercantes presentaban un único mástil desde el que se desplegaba una vela cuadra entre dos vergas, una superior y otra inferior, a lo alto, una cofa, también cuadrilonga, a la que se ascendía mediante una escala de gato situada en el mástil.
En lo que se refiere a este elemento de la arboladura, tam-bién aparece en el Oriente Próximo en torno al año 1.200 a. C. en las embar-caciones guerreras de los pueblos del Mar Egeo y de la costa sirio-palestina que cruzaban el Mediterráneo e in- cursionaban por las posesiones egipcias y la desem- bocadura del Nilo, donde la flota de Ramsés III ani- quiló a esa armada enemiga." [1]
Desde que Bartolomeu Dias doblara en 1488 el Cabo das Tormen- tas (actualmente da Boa Esperança - África) contribuyendo al descubrimiento, para los portugueses y Europa toda, de la ruta marítima a la India, así como también a partir de los viajes de Cristoforo Colombo, que hallara desde 1492 tierras y mares desconocidos por los españoles y resto del viejo continente, los cuales hicieron posible posteriormente la circunnavegación del mundo por la expedición de Fernão de Magalhães y Juan Sebastián del Cano (desde 1519, hasta 1522) se produjo un desarrollo comercial de repercusión internacional que favoreció el adelanto de las ciencias en general, principalmente materias como la geografía, matemática, física, astronomía, cartografía y particularmente las que tenían relación con la arquitectura naval y las técnicas de navegación.
Consecuentemente se incrementó el uso de antiguos vocablos de la jerga marinera, de regionalismos propios de los navegantes de dos mares distintos y se desencadenó, a su vez, un repertorio de nuevas voces provenientes de otras potencias marítimas como Italia, Inglaterra, Francia, Holanda.
Memoria de la Comisión Arqueológica Ejecutiva Colaborador: Cesáreo Fernández Duro Ilustrador: Rafael Monleón y Torres |
Dijo Fray Antonio de Guevara (1480-1545) en su sarcástica obra de 1539, que los navegantes eran tan bárbaros y extremados en el modo de hablar como en la manera de vivir, citando una larga lista de ejemplos entre los cuales se encuentra este:
"a lo más alto del mástil mandan que se llame gata"
Este autor, obispo de Mondoñedo (Lugo, España) cronista oficial e integrante del Consejo del rey de Carlos I, siempre fue sospechado por la verosimilitud de sus citas grecolatinas y criticado por su satíricos comentarios sobre la vida en el mar; igualmente transcribimos este párrafo porque se correlaciona con los siguientes:
"Armó este Temístocles [c. 525-460 a.C.] cien galeras para ir contra los Agisinetas, que eran corsarios que andaban por la mar, a los cuales todos prendió, desarmó, y ahorcó; el cual hecho le hizo ser en la Grecia servido, y en las mares muy temido. Este fue el primero que inventó poner encima de la galera, una que se llama gata, que es a manera de castillete, de donde los marineros pudiesen bien atalayar, y los que anduviesen en la galera pelear." [2]
Veremos que este aparejo tuvo varios nombres que se superpusieron en el transcurso del tiempo, según la jerga marinera de los diferentes lugares, según los distintos tipos de navíos o de acuerdo a los diversos palos sobre los cuales se colocaban y esto con arreglo al mayor o menor conocimiento que tuviera el cronista o ensayista que se ocupara de estos asuntos, pero nunca aparece en la literatura marítima el término "carajo" para designar a dicho artilugio.
La evolución del latín cavĕa al italiano gàbbia y al castellano gavia es perfectamente explicable y com-pletamente regular desde el punto de vista fonético y se- mántico; cavĕa significa 'jaula, cesta', entre otras acepciones.
Numerosos autores españoles de aquellos primeros siglos de la navegación interocéanica, le llamaban gavia:
"Pues que el agua y la tierra ſean redondas pareſce tambien claro por la eſperiencia : porque pueſto vn hombre en la ribera de la mar : ſi vna nao ſe parte de donde el eſta : tanto quanto mas ſe aparta del : tanto mas ſe le va encubriendo faſta q' no vee della ſino la gavia. y quando el no vee ſino la gavia : los que eſtan en la nao no lo pueden ver a el deſde la nao : y ſi ſe ſuben a la gavia veenlo. y eſto no lo puede cauſar sino la redondez del agua que va encubriendo al cuerpo de la nao."
(Martín Fernandez de Enciso - Suma de Geographia - 1530 - http://www.memoriachilena.cl/)
http://www.rae.es/ |
Los imperiosos requerimientos de las guerras y las crecientes demandas del intercambio comercial habían impuesto desde tiempos atrás sustanciales modificaciones en la cantidad y calidad de los aparejos náuticos.
Cuando los arquitectos navales necesitaron ampliar las bodegas, también se vieron precisados a aumentar la elevación de los mástiles, que en un principio eran árboles enterizos, de cierta especie de pinos del norte de España (por ese origen al conjunto de maderos que sostenían las velas se lo denominó arboladura) el palo macho pasó a ser la parte baja de los mástiles, al cual se ensamblaron otras piezas para prolongar su altura, denominadas mastelero, mastelerillo, etc.
En los masteleros de todos los palos se desplegó, sobre las velas bajas, la vela "cuadra" o gavia (también llamada "redonda", aunque en realidad era trapezoidal, porque se podía girar, en parte, alrededor del palo que la sostenía) pero la gavia por antonomasia (segunda vela contando desde abajo) era la del mastelero mayor o mastelero de gavia; también la cargaron en el trinquete (velacho) y en el mesana (sobremesana).
En aquella época gavia podía significar cofa, como se puede comprobar en el vocabulario que incluye Alonso de Chaves, en su obra Espejo de Navegantes (1537):
Gavias, son aquellas estancias que parecen copas que están encima de los mástiles, donde algunas veces están subidos los hombres y las armas y otras cosas. [3]
Réplica del Galeón "Andalucía" - Siglo XVII
Huelva - España
Subido por: Guadalquivir Río de Historia
Subido por: Guadalquivir Río de Historia
También se advierte esa sinonimia en los ejemplos siguientes:
"Pues ahora navegando con este presupuesto, el capitán o maestre y su gente deben ir muy sobre el aviso y recato de no ser salteados, llevando siempre un paje o grumete en la gavia, que descubra la mar a todas partes, y tanto que haya visto alguna vela de otra nao, debe avisar al capitán de cuántas velas ve y a qué parte están, o si vienen para él, o qué derrota llevan y qué manera y tamaño de naos le parece que son...…Y luego escoger cuatro hombres sueltos que suban a la gavia mayor, y dos otros que suban a la del trinquete, y mandar subir a las gavias muchas piedras y dos o tres haces de dardos, y allá han de tener hecha su pavesadura o colchones, y tendrán allí muchas alcancías llenas de pólvora o alquitrán con sus mechones, y otras de jabón y aceite, y otras de cal cernida, y algunas granadas y botafuegos y sus ballestas o escopetas y sus mechas encendidas..... los de las gavias han de arrojar sus alcancías sobre los contrarios, tirando unos las de pólvora y alquitrán, con sus mechas encendidas, otros las de jabón y aceite, porque dando en la nao resbalan andando por encima, y las de cal, en quebrando, saltan y ciegan la gente:"
Autor: Alonso de Chaves: Espejo de Navegantes 1537
Corpus Diacrónico del Español (CORDE) - http://corpus.rae.es/
"Que cada nave lleve siempre de día y de noche su gente en la gavia para descubrir los navíos, y hagan señal con una bandera hacia donde los descubrieren, y siendo armada gruesa la que descubrieren, hagan señal con dos banderas, y cada nave haga la misma señal, para que venga á noticia de la Capitana y de todas las demás."
"Que cada nave lleve siempre de día y de noche su gente en la gavia para descubrir los navíos, y hagan señal con una bandera hacia donde los descubrieren, y siendo armada gruesa la que descubrieren, hagan señal con dos banderas, y cada nave haga la misma señal, para que venga á noticia de la Capitana y de todas las demás."
Instrucciones del Marqués de Santa Cruz al ejército y armada de su mando - Autor Anónimo - 1583 - Corpus Diacrónico del Español (CORDE) - http://corpus.rae.es/
"Y viendo que toda aquella tierra se abrazaba en fuegos y humaredas, mandó subir a un marinero a la gavia del navío, para que reconociese el campo; el cual dijo que todo cuanto había a la redonda estaba lleno de gente de guerra, y mucha más que venía acudiendo por todas partes, sin muchas canoas que de río abajo y arriba acudían para coger a los navíos en medio."
Ruy Díaz de Guzmán - Historia argentina del descubrimiento, población y conquista de las provincias del Río de la Plata - 1612 - Corpus Diacrónico del Español (CORDE) - http://corpus.rae.es/
Se dijo en el seno mismo de Academia que la cofa atlántica no aceptó como sinónimo la gavia de la marina aragonesa y este último vocablo se emplearía para designar la vela que se largaba por sobre aquella.
Lo cierto es que el vocablo "cofa" aparece por primera vez en los diccionarios de la Real Academia (fundada en 1723) recién en la tercera edición de 1791, a la vez que mantiene y aún amplía el significado y alcance del lema "gavia", consagrando una evidente relación sinonímica.
"Y viendo que toda aquella tierra se abrazaba en fuegos y humaredas, mandó subir a un marinero a la gavia del navío, para que reconociese el campo; el cual dijo que todo cuanto había a la redonda estaba lleno de gente de guerra, y mucha más que venía acudiendo por todas partes, sin muchas canoas que de río abajo y arriba acudían para coger a los navíos en medio."
Ruy Díaz de Guzmán - Historia argentina del descubrimiento, población y conquista de las provincias del Río de la Plata - 1612 - Corpus Diacrónico del Español (CORDE) - http://corpus.rae.es/
Se dijo en el seno mismo de Academia que la cofa atlántica no aceptó como sinónimo la gavia de la marina aragonesa y este último vocablo se emplearía para designar la vela que se largaba por sobre aquella.
RÉPLICA DE LA NAO "VICTORIA" - PRIMERA VUELTA AL MUNDO (1519-1522) |
Lo cierto es que el vocablo "cofa" aparece por primera vez en los diccionarios de la Real Academia (fundada en 1723) recién en la tercera edición de 1791, a la vez que mantiene y aún amplía el significado y alcance del lema "gavia", consagrando una evidente relación sinonímica.
http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUIMenuNtlle?cmd=Lema&sec=1.0.0.0.0.
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http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUIMenuNtlle?cmd=Lema&sec=1.0.0.0.0. |
Si bien la sinonimia relaciona palabras por su significado en alguna o algunas de sus acepciones, en muchas oca- siones, el uso generalizado da preferencia a una de las formas por encima del resto y eso causa que aquellas otras formas se utilicen, solamente, en un determinado contexto literario o entren en desuso hasta, incluso, poder llegar a desaparecer por completo o, puntualmente, en alguno de sus significados.
"Conviene recordar que la palabra gavia designaba en aquella época la cofa redonda en que estaban a cubierto los tiradores de arcabuz o de mosquete."
Cesáreo Fernandez Duro: Viajes regios por mar - Impr. Rivadeneyra - Madrid - 1893 [El autor se refiere a la época de Carlos I de España (Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico) en relación con su último viaje a España desde Flandes en 1556]
La cofa en las postrimerías
del Siglo XVIII
por: Oscar Salas Díez
http://www.todoababor.es/
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DICCIONARIO MARÍTIMO ESPAÑOL Autores: Timoteo O'scanlan, Manuel del Castillo, Martin Fernández de Navarrete Imprenta Real de Madrid - 1831 https://books.google.com.ar/ |
Cofa del Mayflower, barco en el que se trasladaron en 1620, los primeros colonos ingleses desde el Reino Unido, hasta un punto de la costa este de América del Norte, hoy ubica- do en los Estados Unidos de América. La nave transportó a 102 personas, sin contar la tripulación, las que se estable- cieron y constituyeron la colonia de Plymouth, en el actual estado de Massachu- setts. A este aparejo, los marinos ingleses llamaban vulgarmente "nido de cuervos" (crow's nest).
Cofa del Trinquete
Buque Museo
Fragata Presidente Sarmiento
Fotos Ignacio Amendolara Bourdette (2010)
http://www.histarmar.com.ar/
En los navíos, ya sea franceses o españoles, solía situarse en las cofas arcabuceros y mosqueteros seleccionados para disparar sobre las tripulaciones enemigas, espe- cialmente sobre sus jefes y oficiales, como era norma habitual en esas escaramuzas y refriegas, pues la baja de algún superior desconcertaba a la tropa bajo su mando, resultando por lo tanto más vulnerables e indecisos en la reacción.
Sin embargo, el Vicealmirante Horatio Nelson, se negaba a tal práctica ya que consideraba peligroso situar pólvora, mechas encendidas y elementos explosivos en las cofas, pues la chispa de un mosquete podía incendiar el velamen.
El combate de Trafalgar puede decirse que fue una victoria póstuma de Nelson sobre la flota franco-hispana, pues fue mortalmente herido, precisamente, por un disparo de mosquete, efectuado a una distancia de veinte metros, desde una de las cofas del navío francés "Redoutable".
"A mi parecer, sobra de codicia y falta de cordura inventaron el arte de navegar... Ni miento, ni me arrepiento de lo que digo, y es que si no hubiese en los corazones de los hombres codicia, no habría sobre los mares flota; por que ésta es la que les altera los corazones, los saca de sus casas, les da vanas esperanzas, les pone nuevas fuerzas, los destierra de sus patrias, les hace torres de vientos, los priva de su quietud, los ajena de su juicio, y los lleva vendidos a la mar, y aún los hace mil pedazos en las rocas." [4]
Este aparejo sufrió sucesivas y drásticas modificaciones a través de la historia, impulsadas siempre por intereses económicos que se expresaron retóricamente, ora invocando el providencialismo religioso, ora excitando el patriotismo o, tal vez, encomiando a la libertad y el progreso, pero en todo tiempo y lugar, se tradujeron en inusitadas formas de violencia beligerante.
Segunda Guerra Mundial - El Acorazado Bismarck - Control de Tiro
"El fuego de la artillería principal y secundaria, era dirigido desde los puestos directores situados a proa, popa y sobre la cofa. Cada uno de estos tres puestos directores, montaba una cúpula giratoria con un telémetro óptico y un radiotelémetro. El puesto director de la cofa, situado sobre el mástil-torre a 31 metros sobre el nivel del mar, estaba al mando del primer director de tiro, y contaba con un telémetro de 10,5 metros. Su campo visual era de 360º al no estar obstaculizado por ninguna su-perestructura." http://es.kbismarck.com/controltire.html
Como vemos, no obstante la cantidad de fuentes y material consultado, en ningún caso se ha encontrado relación alguna entre la cofa y el carajo; resulta pues necesario buscar algún vínculo desde el punto de vista de los castigos que se infringían a la tripulación.
El comandante de un navío, desde el día en que se posesionaba en el mando del bajel, debía ser obedecido con sumisión y prontitud por sus oficiales y marinería sin excepción, en todas las materias del servicio, persuadidos que nadie tenía voluntad ni acción propia en cosa referente al mando, guerra, navegación y mantenimiento del orden, pues nada debía hacerse sin disposición expresa o consentimiento tácito del capitán o patrón de la nave, quien, a su vez, debía usar de su autoridad sin afectar el decoro de los subalternos inmediatos, haciendo que fuesen respetados y obedecidos por toda la tripulación y así como debía ajustar sus propias acciones para ejemplo de todos, procuraría evitar que los oficiales, sargentos o personal de cierto grado injuriasen de hecho o palabra a la marinería o soldados embarcados, reprimiendo oportunamente los vicios, desórdenes de conducta o prácticas contrarias a las reglas de subordinación y disciplina, castigando a los que delinquieren según las prescripciones de las severas y puntuales ordenanzas reales, bandos y disposiciones varias en materia naval, cuyo objetivo era lograr que los mareantes demos-traran valor en el combate, destreza en la borrasca y sosiego en la bonanza.
Para tener una somera idea del tratamiento que se daba a la marinería o a la soldadesca embarcada, en caso que se violaran las reglas relacionadas con las distintas ac- tividades propias de la navegación, momentos de ocio, escalas en puerto, etc., a continuación se insertan algunos casos meramente ejemplificativos.
CORONA DE ARAGÓN a mediados del Siglo XIV |
El que originalmente fuera un pequeño condado de los francos en los montes Pirineos llegó a considerarse poco menos que un imperio del Mediterráneo, hasta finales del Siglo XV, en base a su escuadra de galeras que portaban el clásico emblema de barras o palos de gules sobre campo dorado.
Colores que también se blasonaban en Castilla, aunque con distinta disposición y fueron los elegidos por Carlos III para la bandera nacional en 1785.
Estas embarcaciones, poseían una prolongada eslora en contraposición con la estrechez de la manga, destacándose además por la escasa altura del casco.
Galera aragonesa http://gagomilitaria.blogspot.com.ar/ |
"El
hecho de poseer ambos sistemas de propulsión las hacía aptas tanto para la navegación
de altura como para la de cabotaje, ya que además, gracias a su poco calado, podían
desplazarse sin apenas problemas por aguas poco profundas y eran idóneas para la
exploración costera y fluvial." [5]
El auxilio de los remos les permitía vencer las calmas, corregir la contrariedad de los vientos y acercarse a tierra para tomar aguada o proveerse de leña, carne fresca, etc.
Las distintas filas de remeros constituyeron la principal fuerza propulsora de las galeras, generalmente eran condenados y esclavos, aunque también los hubo voluntarios por una paga; estaban asentados sobre cubierta, a una y otra banda, separados por un espacio longitudinal, de proa a popa, denominado crujía, este pasadizo era el dominio del cómitre y sotacómitre, mientras el primero hacía sonar permanentemente su estridente y odioso chifle para ordenar el ritmo de los remeros, ambos personajes alentaban con insistencia a los que bogaban a mantener o incrementar el esfuerzo..... mediante lacerantes latigazos en el torso desnudo.
Con el tiempo variaría el número de árboles, su altura, el tipo de velamen y la cantidad de remeros; se incorporarían paveses o escudos para resguardarlos, así también entrarían en función las primeras formas de artillería portátil como bombardas, falconetes y cañones que proyectaban toscos bolaños de piedra o hierro colado.
Fue en 1506 cuando se tuvo noticia por vez primera de la existencia de forzados de galeras ya que, anteriormente, los remeros eran personal voluntario que se enrolaba por una paga.
Esta conformación de la tripulación no ayudó a mejorar la visión que sobre las galeras se tenía, más bien lo contrario, y la situación dentro del buque empeoró ostensiblemente. Sin duda, navegar en un barco en donde la mayoría de los ocupantes eran reos y esclavos, engrillados y encadenados permanentemente, con lo que eso conllevaba en cuanto a condiciones higiénico-sanitarias y de seguridad, no era muy deseoso para casi nadie. Por este motivo, el trabajo de remero voluntario prácticamente desapareció.
De la escasez de voluntarios y el aumento imparable del número de galeras por las nuevas necesidades bélicas, devino la necesidad de reclutar un mayor número de remeros, por lo que nuevas legislaciones o el arbitrio discrecional de los funcionarios actuantes, destinaron a galeras a los incursos en delitos menos graves, como el hurto, los falsos testigos, chulos o rufianes, los adúlteros o incluso otros más leves, como los simples portadores de armas de fuego fuera de su casa, gitanos que deambularan fuera de su comunidad, vagabundos y holgazanes mayores de veinte años, todos los cuales, después de los azotes de práctica, ¡como para entrar en calor!, se recluían al remo por el tiempo de las respectivas penas, nunca menores de dos años o tres años, duración necesaria para que resultaran útiles en el nuevo oficio, también debe dejarse en claro que el atormentado con vara o vergajo no quedaba librado a su suerte, el "médico" de a bordo procedía a curarle con reparadoras friegas de sal de mar y vinagre.
Antonio Capmany y de Montpaláu (Barcelona, 1742 - Cádiz, 1813) el reco-pilador y editor de las ordenanzas navales de Aragón de 1354, tras renunciar desde muy joven a la fajina militar, dedicó su vida a los estudios históricos y literarios, como así también a la actividad política. En todos los campos tuvo actuaciones muy polémicas, de- fensor acérrimo de la unidad española y de la lengua castellana, fue censor de la inactiva burguesía madrileña en con- traposición con el dinamismo pro-gresista de la sociedad barcelonesa, a su vez, fue muy criticado por haber escrito que el catalán era una lengua "muerta para la república de las letras" y un idioma "anticuado, provincial y ple- beyo, desconocido a los propios catalanes".
En el prólogo de esta obra de 1797 hace un encendido elogio de los "invictos Reyes de Aragón", que en tiempos me- dievales, con cada expedición marí- tima ceñían en sus sienes una nueva corona, reprobando la falta de iniciativa de los soberanos de Castilla, que poseyendo tan dilatadas costas no desempeñaran un papel preponderante sobre las demás poten-cias marítimas, siendo que contaban, en su opinión, con este monumental ejemplo de "la sabia legislación de sus mayores", cuya extrema severidad, según dice, se basaba en las costosas experiencias de los grandes marinos que le antecedieron.
Como dice otro artículo de la ordenanza que venimos tratando, muchas armadas sufrieron la dispersión de sus formaciones por las quejas de la marinería a sueldo, artilleros, arcabuceros, soldados, etc., que al grito de ¡Paga! ¡Paga! reclamaban el dinero convenido, pero también provocaba muchas quejas la escasa provisión de vituallas o que no se entrara a puerto para invernar, amarrar y desarmar, esto es quitar los aparejos y la artillería, o aunque sólo fuera para vivaquear una noche en tierra.
El centinela que se sorprendiere dormido, al día siguiente y ante toda la tripulación, sería "arrojado al mar, pero de manera que no muera de ello", este párrafo parece referirse a la pena de hacer pasar a alguien, convenientemente atado, bajo la quilla, sanción de la cual se trata más adelante.
También estaba prohibido jugar bajo cubierta, si durante el día, la pena era perder el dinero en juego y los dados; siendo de noche, el rigor se extendía a "sacarlos del juego con buenos palos" y pérdida de la ración de pan del día siguiente.
Con respecto a estos artículos dijo Capmany que "son tan lacónicos como severos... sin dexar margen a la interpretación... Quizá no faltarán hoy algunos, que llamarán temeridad a aquel valor y a la severidad de la subordinación calificarán de barbarie...", pues claro ¡faltaba más! también contienen preceptos humanitarios como el del capítulo XVIII, donde "se ordena que ningún hombre alistado en Galera, por ninguna culpa pierda puño ni pie : porque después aquel hombre para nada es bueno, pues mas le valdrá la muerte que la vida...", dígame Ud., sin ser mareante, filósofo o humanista, si el redactor de estas normas, el aludido Bernardo II de Cabrera, no habrá "reflexionado con madura premeditación si este extremado rigor podría ser útil al mejor servicio de la corona", pues a continuación el citado artículo expresa: "Antes bien será castigado en correr villa o cruxía con azotes, o en perder la lengua u orejas, o en ser ahorcado, según fuere la culpa." La expresión pasar crujía, carrera de baquetas, o similares, hace referencia a un antiguo castigo consistente en pasar el reo entre dos filas de hombres por ese pasadizo de la cubierta, recibiendo golpes con cordeles o varas.
La historia de la Armada Española comienza a fines del siglo XV y primeros años del siglo XVI con la unión de las marinas de las coronas de Castilla y de Aragón.
Las galeras seguirían operando en el Mare Nostrum hasta fines del siglo XVIII; otros tipos de navíos, carracas, carabelas, naos, galeones, etc., así como las pertinentes tribulaciones, se adaptarían para surcar los océanos.
La de Aragón era una marina de ámbito mediterráneo, que prefería como buque de combate la galera y sus derivados, mientras que la de Castilla, atlántica, prefería buques con solo propulsión eólica, por las distancias que recorrer, las borrascosas aguas que atravesar y la mayor cantidad de bastimento que embodegar.
El incremento de las tripulaciones y tropas, como así también el número y peso de la artillería a montar, requería mejorar el desplazamiento, aumentar la fortaleza y extremar la amplitud del casco de naves que, anteriormente, no se separaban demasiado de la vista y abrigo de las costas, golfos o calas donde fondeaban durante el descanso nocturno y puertos no lejanos donde reabastecerse.
Fray Antonio de Guevara, en su satírica censura de las costumbres marineras de la época, escribió al respecto:
Merece citarse el publicado en 1663 por Enrique Bazán y Benavides, Marqués del Viso y de Bayona, Capitan General de las Galeras de España, importante recopilación de disposiciones dictadas por sus antecesores desde principios de ese siglo, con el objeto de evitar abusos, delitos y escándalos, muy difíciles de erradicar, bando del cual extraemos algunos ejemplos, por el tipo de pena o las circunstancias del hecho.
El auxilio de los remos les permitía vencer las calmas, corregir la contrariedad de los vientos y acercarse a tierra para tomar aguada o proveerse de leña, carne fresca, etc.
Ordenanzas marítimas de Aragón (1354) https://books.google.com.ar |
Con el tiempo variaría el número de árboles, su altura, el tipo de velamen y la cantidad de remeros; se incorporarían paveses o escudos para resguardarlos, así también entrarían en función las primeras formas de artillería portátil como bombardas, falconetes y cañones que proyectaban toscos bolaños de piedra o hierro colado.
Fue en 1506 cuando se tuvo noticia por vez primera de la existencia de forzados de galeras ya que, anteriormente, los remeros eran personal voluntario que se enrolaba por una paga.
"Ignoro si es no conveniente para el buen servicio de las galeras, y particularmente en los combates, el uso y práctica de llevar forzados al remo. Lo cierto es que en aquel siglo antes del décimo quinto no se conocía esta costumbre, que en varias ocasiones ha enseñado la experiencia cuan fatal ha sido a los capitanes, que fueron víctima primero de los suyos, que de los enemigos. Peores resultas se deben esperar de la chusma de esclavos, cuyo uso también fue desconocido. Como hoy el remo está infamado por las leyes, acaso sería imposible sujetar gente libre y honrada a este servicio. Los primeros forzados se leen en los inventarios de las galeras del Rey Católico en 1506." (Antonio Capmany y de Montpaláu)El mayor número de tripulantes lo constituía el conjunto de galeotes o "chusma", integrada por los "buenas boyas" (remeros libres a sueldo y ración mejorada) así como esclavos, mayoritariamente musulmanes tomados como presas, prisioneros de guerra extranjeros –franceses, ingleses, italianos, etc.– y delincuentes condenados a muerte o a penas de mutilación (cercenamiento de pie, mano, nariz u orejas) que hacían una especie de permuta para evitar la ejecución.
".............................................
Yo reniego de la casa
do mandan muchos mandones,
y de contrarias naciones,
pues que por ellos se pasa
trabajo y persecuciones.
Si el cómitre es napolitano
y el caporal cordobés,
el alguacil genovés,
el capitán castellano,
y el patrón barcelonés;
si el capitán es benigno,
el caporal al contrario,
y el patrón nuestro adversario,
nuestro fiscal el merino
y su mozo el secretario." [6]
De la escasez de voluntarios y el aumento imparable del número de galeras por las nuevas necesidades bélicas, devino la necesidad de reclutar un mayor número de remeros, por lo que nuevas legislaciones o el arbitrio discrecional de los funcionarios actuantes, destinaron a galeras a los incursos en delitos menos graves, como el hurto, los falsos testigos, chulos o rufianes, los adúlteros o incluso otros más leves, como los simples portadores de armas de fuego fuera de su casa, gitanos que deambularan fuera de su comunidad, vagabundos y holgazanes mayores de veinte años, todos los cuales, después de los azotes de práctica, ¡como para entrar en calor!, se recluían al remo por el tiempo de las respectivas penas, nunca menores de dos años o tres años, duración necesaria para que resultaran útiles en el nuevo oficio, también debe dejarse en claro que el atormentado con vara o vergajo no quedaba librado a su suerte, el "médico" de a bordo procedía a curarle con reparadoras friegas de sal de mar y vinagre.
"Había gran diferencia entre los marineros, y soldados y la chusma, sobre todo porque los dos primeros eran libres. Más del 90% de la chusma estuvo casi siempre compuesta por forzados y esclavos, aumentando este porcentaje en el siglo XVII. La mayor parte de los galeotes eran ladrones, traidores, salteadores de caminos, blasfemos, asesinos o personas de entornos problemáticos. Sin embargo, el aumento de condenas a galeras por delitos menos graves provocó que hubiera personas en los barcos con pequeños deslices legales y sin un pasado plagado de fechorías. Por tanto, cualquier escritor, científico, zapatero o leñador que contradijese a los poderes fácticos, en temas religiosos por ejemplo, podría verse abocado al remo. Probablemente, si el delincuente fuese un hombre letrado, tendría recursos para no ir a galeras, pero no siempre." [7]
Galère La Fleur de Lis 1690
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Ordenanzas marítimas de Aragón (Barcelona - 1354) Códice compuesto por Bernardo II de Cabrera https://books.google.com.ar |
Antonio Capmany y de Montpaláu (Barcelona, 1742 - Cádiz, 1813) el reco-pilador y editor de las ordenanzas navales de Aragón de 1354, tras renunciar desde muy joven a la fajina militar, dedicó su vida a los estudios históricos y literarios, como así también a la actividad política. En todos los campos tuvo actuaciones muy polémicas, de- fensor acérrimo de la unidad española y de la lengua castellana, fue censor de la inactiva burguesía madrileña en con- traposición con el dinamismo pro-gresista de la sociedad barcelonesa, a su vez, fue muy criticado por haber escrito que el catalán era una lengua "muerta para la república de las letras" y un idioma "anticuado, provincial y ple- beyo, desconocido a los propios catalanes".
En el prólogo de esta obra de 1797 hace un encendido elogio de los "invictos Reyes de Aragón", que en tiempos me- dievales, con cada expedición marí- tima ceñían en sus sienes una nueva corona, reprobando la falta de iniciativa de los soberanos de Castilla, que poseyendo tan dilatadas costas no desempeñaran un papel preponderante sobre las demás poten-cias marítimas, siendo que contaban, en su opinión, con este monumental ejemplo de "la sabia legislación de sus mayores", cuya extrema severidad, según dice, se basaba en las costosas experiencias de los grandes marinos que le antecedieron.
"La ordenanza no enseña como se ha de vencer, manda solo que se venza."
Las referidas ordenanzas versan sobre las obligaciones del general y de los subalternos hasta el último grumete, sobre la subordinación en la travesía y desempeño en el combate, su articulado no trata de la defensa, sino en el caso de una manifiesta superioridad de fuerzas del enemigo y aún así, disponen que dos galeras, si es preciso, deben combatir contra tres enemigas, tres contra cuatro y cinco contra siete, so pena de muerte al capitán; en condiciones de igualdad siempre se ordena ofender.
Antonio Capmany y de Montpaláu: Obra citada |
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Como dice otro artículo de la ordenanza que venimos tratando, muchas armadas sufrieron la dispersión de sus formaciones por las quejas de la marinería a sueldo, artilleros, arcabuceros, soldados, etc., que al grito de ¡Paga! ¡Paga! reclamaban el dinero convenido, pero también provocaba muchas quejas la escasa provisión de vituallas o que no se entrara a puerto para invernar, amarrar y desarmar, esto es quitar los aparejos y la artillería, o aunque sólo fuera para vivaquear una noche en tierra.
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El centinela que se sorprendiere dormido, al día siguiente y ante toda la tripulación, sería "arrojado al mar, pero de manera que no muera de ello", este párrafo parece referirse a la pena de hacer pasar a alguien, convenientemente atado, bajo la quilla, sanción de la cual se trata más adelante.
También estaba prohibido jugar bajo cubierta, si durante el día, la pena era perder el dinero en juego y los dados; siendo de noche, el rigor se extendía a "sacarlos del juego con buenos palos" y pérdida de la ración de pan del día siguiente.
Con respecto a estos artículos dijo Capmany que "son tan lacónicos como severos... sin dexar margen a la interpretación... Quizá no faltarán hoy algunos, que llamarán temeridad a aquel valor y a la severidad de la subordinación calificarán de barbarie...", pues claro ¡faltaba más! también contienen preceptos humanitarios como el del capítulo XVIII, donde "se ordena que ningún hombre alistado en Galera, por ninguna culpa pierda puño ni pie : porque después aquel hombre para nada es bueno, pues mas le valdrá la muerte que la vida...", dígame Ud., sin ser mareante, filósofo o humanista, si el redactor de estas normas, el aludido Bernardo II de Cabrera, no habrá "reflexionado con madura premeditación si este extremado rigor podría ser útil al mejor servicio de la corona", pues a continuación el citado artículo expresa: "Antes bien será castigado en correr villa o cruxía con azotes, o en perder la lengua u orejas, o en ser ahorcado, según fuere la culpa." La expresión pasar crujía, carrera de baquetas, o similares, hace referencia a un antiguo castigo consistente en pasar el reo entre dos filas de hombres por ese pasadizo de la cubierta, recibiendo golpes con cordeles o varas.
ESCLAVOS DE GALERA
Subido por Mundo Maravilla
Las galeras seguirían operando en el Mare Nostrum hasta fines del siglo XVIII; otros tipos de navíos, carracas, carabelas, naos, galeones, etc., así como las pertinentes tribulaciones, se adaptarían para surcar los océanos.
La de Aragón era una marina de ámbito mediterráneo, que prefería como buque de combate la galera y sus derivados, mientras que la de Castilla, atlántica, prefería buques con solo propulsión eólica, por las distancias que recorrer, las borrascosas aguas que atravesar y la mayor cantidad de bastimento que embodegar.
El incremento de las tripulaciones y tropas, como así también el número y peso de la artillería a montar, requería mejorar el desplazamiento, aumentar la fortaleza y extremar la amplitud del casco de naves que, anteriormente, no se separaban demasiado de la vista y abrigo de las costas, golfos o calas donde fondeaban durante el descanso nocturno y puertos no lejanos donde reabastecerse.
Fray Antonio de Guevara, en su satírica censura de las costumbres marineras de la época, escribió al respecto:
"Es privilegio de galera que cuando salen a tierra a hacer aguada o a cortar leña, si acaso ven alguna ternera, tropiezan con alguna vaca, hallan algún carnero, topan algún cabrito, cogen algún puerco, asen algún ansaron, prenden alguna gallina o alcanzan algún pollo, tan sin asco y escrúpulo lo llevan y matan en la galera como si por sus dineros lo compraran en la plaza".
"Es privilegio de galera que cuando los soldados, los remeros, barqueros y aún pasajeros, salen a tierra cabe algún buen lugar y rico, no hay monte que no talen, colmenas que no descorchen, árboles que no derruequen, palomar que no caten, caza que no corran, huertas que no yermen, moza que no retocen, mujer que no sonsaquen, muchacho que no hurten, esclavo que no traspongan, viña que no vendimien, tónico que no arrebaten y ropa que no alcen; por manera, que en un año recio no hacen tanto el hielo y la piedra y la langosta cuanto los de la galera hacen en sólo medio día".Los altos mandos navales tenían facultades para agravar, moderar o eximir de pena, según lo considerasen oportuno y conveniente; en tal sentido los capitanes generales, al formar armada o escuadra, solían echar bandos, con las formalidades propias de toda promulgación, que a veces eran más estrictos, o al menos más puntuales en cuestiones disciplinarias, que las propias ordenanzas.
Merece citarse el publicado en 1663 por Enrique Bazán y Benavides, Marqués del Viso y de Bayona, Capitan General de las Galeras de España, importante recopilación de disposiciones dictadas por sus antecesores desde principios de ese siglo, con el objeto de evitar abusos, delitos y escándalos, muy difíciles de erradicar, bando del cual extraemos algunos ejemplos, por el tipo de pena o las circunstancias del hecho.
1°. Primeramente, que ninguna persona saque la espada para reñir con otro en toda la marina y parte donde se vieren las galeras, pena de cuatro tratos de cuerda o seis años de presidio y otras a mi arbitrio, conforme la calidad de las personas.
5°. Que ninguno haga daño en las huertas, viñas y haciendas de campo, ni a los vivanderos ni mercaderes quiten cosa alguna sin pagar, pena de tres tratos de cuerda o cuatro años de presidio a mi arbitrio, además de la pena que conforme al delito mereciese, según el daño que hiciere.
11°. Que no duerman de noche mujeres en galera, pena de vergüenza pública, y las que cogieren de día que no fueren casadas o no tuvieren licencia, la misma pena. El oficial que las dejare entrar, un mes de sueldo, y los remeros del banco donde se hallare, cincuenta palos a cada uno.Pero como insinúa Fray Antonio, el ya aludido obispo de Mondoñedo (Lugo, España) todas estas normativas se aplicaban con cierta laxitud, como para no alterar los ánimos de seres humanos ya suficientemente alterados por la forma de vida a la que estaban expuestos.
"Es privilegio de galera que ni el capitán, ni el cómitre, ni el patrón, ni el piloto, ni el remero, ni pasajero puedan tener, ni guardar, ni esconder mujer alguna, suya o ajena, casada ni soltera, sino la tal, de todos los de la galera ha de ser vista y conocida, y aún de más de dos servida; y como las que allí se atreven ir son más amigas de caridad que de castidad, a las veces acontece que habiéndola traído algún mezquino a su costa, ella hace placer a muchos de la galera."El trato de cuerda era un tormento que se daba atando los brazos del reo y colgándole de alguna de las perchas más altas, en forma inmediata, o acaso en algún momento posterior para aumentar el suplicio, se le dejaba caer de golpe y de la misma manera se detenía su caída, sin que llegase a tener contacto con el mar o con la cubierta del buque, produciendo al afectado un intenso dolor y serias lesiones en músculos y articulaciones, con mayor razón si se repetía varias veces.
En 1568, mediante una comunicación secreta, el rey Felipe II daba, a su medio hermano paterno Don Juan de Austria, Capitán General de la Mar, instrucciones para remediar los desórdenes, insolencias, iniquidades y bribonadas que se cometían a bordo de las galeras:
“Los que sean cogidos por sodomíticos, instantáneamente serán quemados en la primera tierra que se pueda haber, a presencia de todos los de la armada, o los que se hallaren cerca; y esto serán comprendidos el haciente y paciente, sin ningún miramiento a empeño ni otras réplicas. Al blasfemo, por la primera vez, se le darán cuatro corridas de baquetas. Por la segunda ocho corridas, y se le pondrá una mordaza, que le durará un mes; y por la tercera será arrojado al mar para que fenezca. Esto os mando muy apretadamente, y para que ninguno lo ignore, lo haréis publicar en todos los bajeles de mi real orden y no habrá remisión para los delincuentes. En los otros delitos que acontezcan, obrareis según y como sea justo; no llevándolo todo por el camino del rigor, sino mezclado esto con la piedad; pero en los dos delitos primeros quiero, y es justo no haya ningún miramiento, so pena de mi des- contentamiento y deservicio" [8]
La Carrera de Indias se proyecta a partir del segundo viaje de Colón, en el que sigue un rumbo orientado más al sur que el observado en su primera expedición, llevando unas diecisiete naves cargueras con colonos, ganado, semillas, herramientas, utensilios, etc., travesía que durante siglos seguirían las flotas mercantes y las armadas destinadas a su custodia.
Las armadas y flotas se rigieron por estas ordenanzas y bandos específicos, de manera tal que ni los gobernadores, ni los jueces, tenían competencia en las causas disciplinarias, penales o civiles, suscitadas por la tripulación con motivo o en ocasión de la navegación mediterránea o ultramarina.
Parece ser que la forma de vida a bordo contrastaba con la que presuponían las prolijas ordenanzas.
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(1530-1602)
En 1567 es designado como gobernador de las islas de Tenerife y La Palma. En diciembre de 1573, le nombran oidor de la Audiencia de Santo Domingo y se traslada, con la Flota de Indias a esa isla. En 1599, tras ocupar diversos cargos en América, vuelve a España, siendo nombrado oidor del Supremo Consejo de Indias.
Con motivo y en ocasión de aquel primer viaje escribió a un amigo, con evidente "animus jodiendi", o no tanto, una carta de la cual se transcriben los siguientes párrafos:
"En un santiamén sale diciendo amén toda la gente marina, y se sientan en el suelo a la mesa, dando la cabecera al contramaestre, el lado derecho al condestable. Uno echa las piernas atrás, otros los pies adelante; cual se sienta en cuclillas, y cual recostado y de otras muchas maneras. Y sin esperar bendición, sacan los caballeros de la tabla redonda sus cuchillos o gañavetes de diversas hechuras, que algunos se hicieron para matar puercos, otros para desollar borregos, otros para cortar bolsas; y cogen entre manos los pobres huesos, y así los van desforneciendo de sus nervios y cuerdas, como si toda su vida hubiesen andado a la práctica de la anatomía en Guadalupe o en Valencia; y en un credo los dejan más tersos y limpios que el marfil. Los viernes y vigilias comen sus habas guisadas con agua y sal. Las fiestas recias comen su abadejo. Anda un paje con la gaveta del brebaje en la mano, y con su taza, dándoles de beber harto menos y peor vino y más bautizado que ellos querrían. Y así comiendo el ante por pos, y el pos por ante, y el medio por todos, concluyen su comida sin quedar conclusa su hambre.......
Pues pide de beber en medio de la mar, moriréis de sed, que os darán el agua por onzas, como en la botica, después de hartos de cecinas y cosas saladas; que la señora mar no sufre, ni conserva carne ni pescados que no vistan su sal. Y así todo lo más que se come es corrompido y hediondo, como el mabonto de los negros zapes. Y aún con el agua es menester perder los sentidos del gusto y olfato y vista para beberla y no sentirla. De esta manera se come y se bebe en esta agradable ciudad. Pues si en el comer y beber hay este regalo, ¿en lo demás cuál será? Hombre, mujeres, mozos y viejos, sucios y limpios, todos van hechos una mololoa y mazamorra, pegados unos con otros; y así junto a uno, uno regüelda, otro vomita, otro suelta los vientos, otro descarga las tripas, vos almorzáis; y no se puede decir que usa de mala crianza, porque las ordenanzas de esta ciudad lo permiten todo."
En otros de sus párrafos se refiere al piloto, al que llama lugarteniente del viento, destacando las inescrutables órdenes que imparte al marinaje con total autoridad:
".....guindá el joanete, amainá el borriquete, izá el trinquete, no le amuréis al botaló, enmará un poco la cebadera, levá el papahigo, empalomadle la boneta, entren esas badasas a prisa por esos ollaos, desencapillá la mesana, agoladla a la verga con los peniceos, tomá las fustagas, untá la pasteca, ligá la tricia al guindaste, tirá de los escopines de gabia....... Y cuando el piloto provee estas cosas, es de ver la diligencia y presteza de los marineros en la ejecución de ellas; porque en el instante veréis unos en los baos de las gabias, otros subiendo por los afechates asiéndose a los obenques, otros caballeros en las entenas, otros abrazados con el calcés, otros con los masteleos..."
continuando con un sin fin de palabrejas de la misma calaña y aunque sus escritos denotan propiedad y soltura en el manejo del idioma, no se privaba de utilizar en algunas frases un lenguaje fingidamente zafio, pero el vocablo carajo, expresión, interjección, locución o lo que fuere, relacionado con algún tipo de aparejo náutico, no aparece por ningún lado, menos aún en un glosario específico que el mismo autor compusiera para que aquellos términos marinos pudieran ser cabalmente interpretados. [9]
En otros de sus párrafos se refiere al piloto, al que llama lugarteniente del viento, destacando las inescrutables órdenes que imparte al marinaje con total autoridad:
".....guindá el joanete, amainá el borriquete, izá el trinquete, no le amuréis al botaló, enmará un poco la cebadera, levá el papahigo, empalomadle la boneta, entren esas badasas a prisa por esos ollaos, desencapillá la mesana, agoladla a la verga con los peniceos, tomá las fustagas, untá la pasteca, ligá la tricia al guindaste, tirá de los escopines de gabia....... Y cuando el piloto provee estas cosas, es de ver la diligencia y presteza de los marineros en la ejecución de ellas; porque en el instante veréis unos en los baos de las gabias, otros subiendo por los afechates asiéndose a los obenques, otros caballeros en las entenas, otros abrazados con el calcés, otros con los masteleos..."
continuando con un sin fin de palabrejas de la misma calaña y aunque sus escritos denotan propiedad y soltura en el manejo del idioma, no se privaba de utilizar en algunas frases un lenguaje fingidamente zafio, pero el vocablo carajo, expresión, interjección, locución o lo que fuere, relacionado con algún tipo de aparejo náutico, no aparece por ningún lado, menos aún en un glosario específico que el mismo autor compusiera para que aquellos términos marinos pudieran ser cabalmente interpretados. [9]
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Ordenanzas de Su Majestad para el Gobierno Militar Político y Económico de su Armada Naval Año 1748 |
Paulatinamente se fueron su- perando las difíciles conse-cuencias originadas por la Guerra de Sucesión Española (1701-1713) median- te las medidas admi-nistrativas, legislativas e institucionales im-pulsadas por el Intendente Gral. de Marina, José Patiño y Rosales, encaminadas al fo-mento de la alicaída actividad naviera para sustentar los principios fundamentales de la nueva dinastía monárquica re-cién instaurada: la integridad territorial, la defensa de sus costas y la navegación a Amé-rica.
Para ello impulsó la reorga- nización de la Marina de Guerra, centralizando las fuerzas exis- tentes, «galeras del Mediterrá- neo», «navíos del Océano» y «galeones de Indias», cuya divi- sión operativa, resultados econó-micos y régimen disciplinario eran deficientes.
Habrián de pasar varios años hasta que se optimizara la gestión en curso y el Secretario de Estado, Zenón de Somodevilla y Bengoechea, Marqués de la Ensenada, encargase al capitán de fragata ilustrado Joaquín de Aguirre Oquendo, la recopilación y redacción de lo que habrían de ser las Ordenanzas de mayo de 1748.
En el mundo de las galeras, naos, carabelas, galeones, etc., como en las ciudades, pueblos, aldeas y caseríos, se producía una amalgama de religiosidad, supersticiones, hechicería, herejías e incredulidad, que se manifestaba de muy diversas formas, habitualmente, mediante compor- tamientos o expresiones vulgares e impensadas, reñidas con las teocráticas exigencias de la época y, por lo tanto, severamente penalizadas.
LIIAl que blasfemare , ſe pondrà una mordaza , ò otra ſeñal infamante , y ſe le quitarà un mes de racion de vino, y ſi reincidiere muchas veces , ſe le pondrà en Conſejo de Guerra , por el qual ſerà condenado à tener la lengua atraveſſada con un hierro ardiendo. A el que cometiere accion torpe , deshoneſta , ò eſcandaloſa , ſe azotarà ſobre un Cañon, y ſe tendrà ſeis meſes con grillete trabajando en los mas viles meneſteres del Navio.
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"Consistía en atar al culpable del delito a un cabo, echarlo por la barandilla de un lado del buque y sacarlo por el otro lado, pasándolo por debajo de la quilla. Por consiguiente, el castigado debía resistir la apnea en un buceo forzado, tirado por los otros marineros, arrastrándolo por el casco, posiblemente cubierto de dientes de perro y otros crustáceos.
La velocidad de arrastre influía en el tipo de sufrimiento. Con un ritmo demasiado rápido el condenado era frotado violentamente contra todo lo que estuviera pegado al casco, formando salientes afilados que podían llegar a desmembrarle o decapitarle. Por otro lado, con un ritmo demasiado lento, era probable que se ahogara. El riesgo de muerte era muy alto, y de hecho algunos autores han descrito esa pena como un tipo de pena de muerte sui generis." (https://es.wikipedia.org)
Pasar por la quilla (fragmento) Óleo de Lieve Pietersz Verschuier (ca. 1660) Rijksmuseum de Ámsterdam (Países Bajos) |
Pasar por la quilla
(detalle)
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Era obligación de las tripulaciones presenciar todo tipo de castigos para que sirvieran de ejemplo a los tumultuosos o pusilánimes; el cultural morbo necrofílico de entonces, igualmente aseguraba una nutrida concurrencia
.
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El sargento, cabo, tambor, soldado o marinero que habiéndose apartado del bajel, sin orden o licencia de su superior y hubiese sido aprehendido a distancia de más de dos leguas, a contar desde la playa donde estaba fondeado el navío, como no fuere el camino regular a la población o lugar permitido, se consideraba desertor y era pasado por las armas.
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El centinela, que se permitiere encender luz sin orden del Oficial, Sargento, o Cabo de Guardia, se condenaba a un mes de prisión, en grillos, a pan, y agua.
También se disponía que estando en puerto "no se eche a la mar basura alguna, sino que recogida en tinas se conduzca a tierra", so pena de ocho días de cepo a pan y agua.
En los juegos permitidos, el que hacía "fullería o trampa", era puesto sobre un cañón y azotado en proporción a la falta que hubiere cometido, si fuere hombre de mar y siendo Soldado, pasaba por las baquetas sobre la crujía.
Supo decir el mencionado Fray Antonio de Guevara en su burlona crítica, seriamente criticada:
"Es privilegio de galera que allí todos tengan libertad de jugar a la primera de Alemania, a las tablas de Borgoña, al alquerque inglés, al tocadillo viejo, al parar ginovisco, al flux catalán, a la figurilla gallega, al triunfo francés, a la calabriada morisca, a la ganapierde romana, al tres, dos y as boloñés; y todos estos juegos se disimulan jugar con dados falsos y naipes señalados. Y porque no pierda sus buenas costumbres la galera, no haya miedo el que armare el naipe o hincare el dado le mande el capitán que restituya el dinero; porque el día que en la mar formaren conciencia y pusieren justicia, desde aquel día no habrá sobre las aguas galeras."El marinero, que en las guardias ordinarias faltare a su puesto, durante toda la guardia siguiente, se amarraba sobre un estay (un determinado tipo de cabo o cuerda) pendiendo con dos palanquetas a los pies.
El que movía a pendencia, sería castigado a discreción del Capitán, según lo requiriera el caso; pero si fuese digno de mayor pena por sus circunstancias, sería examinado en Consejo de Guerra, sin que, a los que deban pasar por este examen, se les anticipara otra mortificación que la de su prisión en cepo o grillos, con custodia hasta la determinación de la pena que hubieren de sufrir.
Al que se embriagaba ponían inmediatamente en el cepo y cuatro días a pan y agua, siendo reincidente se le privaba de la ración de vino y se le daban seis zambullidas en el agua desde el penol de la verga mayor.
Al que robaba se hacía pasar por seis carreras de baquetas, siendo soldado o artillero y siendo hombre de mar, era azotado sobre un cañón, quedando durante un tiempo con grilletes y si no aparecía la alhaja robada se le descontaba su valor en los pagamentos, a satisfacción del interesado. El mismo castigo, al que se apropiaba de los víveres que se embarcaban o barrenaba alguna pipa de vino y además se cargaba al sueldo una suma equivalente a tres veces el valor del daño que hubiere causado.
En 1784 el Jefe de Escuadra, José de Mazarredo, recibió el encargo del Secretario de Es-tado y de Despacho de Mari-na, de redactar una nueva recopilación de las ordenan-zas, pero la dispersión del material a acopiar y analizar, así como la existencia de no pocos intereses encontrados, retrasó el trabajo que no estuvo terminado hasta 1792, ya en el reinado de Carlos IV, siendo publicadas en 1793 con el título Ordenanzas Generales de la Armada Naval.
Ordenanzas Generales de la Armada Naval (1793)
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En los puertos, antes de bajar a tierra, debía advertirse a la tropa sobre la conducta que debía observar, no metiéndose en pendencias, juegos de azar o borracheras, ni contravenir los bandos y reglas de policía del pueblo, en caso contrario se aplicarían al soldado o marinero las penas aflictivas de cepo, plantón de guardia, privación de vino, o limitación a pan y agua, que aún podían extenderse a las de baqueta o cañón en caso de agravio a terceros o desacato a las patrullas policiales del lugar.
En los puertos, a ningún soldado o marinero se permitía bajar con sable, bayoneta, ni cuchillo de punta, en tal caso, se le ponía en cepo y a la mañana siguiente cincuenta azotes sobre un cañón, siendo marinero, o tres carreras de baquetas si fuese soldado embarcado.
El encendido de las luces, mediante faroles a mecha y aceite, así como la ubicación de los fanales del navío, estaba puntualmente reglamentado y el centinela de ese sector no debía permitir que nadie se apoderara o trasladara ninguna de ellas, ni tampoco encendiera otras, so pena de veinticuatro palos en presencia de la tropa; limpieza del navío durante ocho días, con privación de vinos o un mes de prisión con grillos, a pan y agua, según la gravedad del caso.
Estaba dispuesto que no se tolerara la menor transgresión de la gente de mar a la subordinación debida a los distintos rangos de ella, de unas clases a otras y si los superiores podían ser juzgados en Consejo de Guerra, el marinero que levantare la mano o golpease a un Cabo de Guardia o al Cabo de su rancho (grupo de tareas o funciones afines) se le castigaría al instante con veinte palos, destinándole por ocho días a la limpieza de proa, con privación de vino.
Con respecto al origen de la palabra rancho CLIQUEAR AQUÍ
Para asegurarse la subordinación de los subalternos, se recomendaba a los oficiales esmerarse para sobresalir en sus costumbres y porte, no debiendo familiarizarse con la tripulación o tropa embarcada participando de reuniones, juegos o comidas, para alejar así la posibilidad de un comportamiento o falta de respeto que diera lugar a la penalización pertinente.
Ordenanzas Generales de la Armada Naval (1793)
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Los días de precepto nadie debía faltar a la obligación de oír misa a cargo de los capellanes embarcados, ni a los rezos comunes de la tarde, observando la debida reverencia, cuya inobservancia se castigaría con plantones, quince días a pan y agua en cepo o grillos, o, estando en alta mar, igual tiempo destinado a la limpieza de la proa con privación de vino.
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La convivencia durante un largo tiempo de un elevado número de individuos a bordo, sin la posibilidad de tener contacto con mujeres —estas no podían navegar en buques de guerra, salvo que vayan como pasajeras—, propicia las relaciones sexuales entre algunos individuos de la tripulación. Si bien el delito de "pecado nefando" no aparece expresamente regulado en las ordenanzas de la Armada, sí se alude a los individuos que se vean envueltos en acciones torpes o escandalosas, a los que se les castiga con cien azotes sobre un cañón, si es marinero, o con ocho carreras de baquetas, para los soldados. Además, cumplirán la obligación de limpiar la proa con un grillete durante seis meses. [10]
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Los niños y adolescentes que navegaban como pajes o grumetes estaban en el escalón inferior de la estructura piramidal en la actividad náutica de entonces. La situación de desamparo de estos muchachos los exponía a abusos de los adultos que, además de su experiencia, hacían valer su superioridad jerárquica para conseguir servicios sexuales y para que tales conductas inmorales tengan entrada en la parte dispositiva de un ordenamiento penal, debe concurrir una larga secuencia de hechos precedentes, que seguramente, de ser descubiertos, se castigaban duramente con azotes y años de remo forzado en las galeras, pues el "pecado nefando" era sumamente aborrecido.
"Pero son en realidad los capellanes los que moralmente hacen de guías de estos muchachos. Por medio de la educación cristiana, les advierten de los «vicios y atropellamientos» y les alejan del maltrato. Los capellanes son denominados maestros y directores espirituales y, como tales, tratan de encauzar a los jóvenes en las santas costumbres. Las medidas diarias que adoptan consisten en evitar que los pajes duerman en las bitas, sino junto al cabrestante, bien a la vista, para evitar que marineros o soldados descansen junto a ellos, o que puedan hacerse visitar en sus dormitorios a deshoras. Tampoco permitirán las visitas a los entrepuentes o al combés, e intermediarán en los ajusticiamientos en los que se vean envueltos los pajes, con la intención de evitar que el castigo exceda al delito y a las «fuerzas de su edad». La frágil situación de estos muchachos pone de manifiesto cómo la superioridad de rango puede conseguir la subordinación sexual". [11]
Ordenanzas Generales de la Armada Naval (1793)
Fragmento
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Ordenanzas Generales de la Armada Naval (1793)
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Los azotes que se designaban con el nombre de cañón, efectivamente debían darse sobre un cañón o cabrestante, con rebenque o mojel de menor grosor y de ningún modo con badernas gruesas (cabo trenzado de un metro o más de largo).
En el castigo o carrera de baquetas, los soldados usaban el correaje de sus fusiles, formándose dos filas o rueda, según el lugar disponible, en medio de las cuales debía pasar el infractor, tantas veces como estuviese ordenado, con la espalda desnuda, para recibir el rigor del azote.
Si alguno se rehusaba a atar al transgresor, tomar la correa o asir el cabo indicado, sufriría en forma inmediata la misma pena.
Estas disposiciones de 1793 fueron las más completas hasta entonces promulgadas y aún durante mucho tiempo después.
Domingo Pérez de Grandallana y Sierra, enemigo de Mazarredo por cuestiones profesionales y secretario de Despacho en 1802, hizo sustituir las Ordenanzas antedichas con la nueva Real Ordenanza Naval para el Servicio de Bajeles de Su Majestad.
Interpretando en sentido contrario a Maquiavelo, podría decirse que las leyes no pueden ser bue- nas donde son malas las armas. [12]
A principios del siglo XIX España contaba con una flota considerable pero falta de mantenimiento, marinería y pertrechos, consecuencia de una su- cesión de gestiones eco- nómicas deficitarias y sin posibilidad de cumplir con los requerimientos de personal para com- pletar las dotaciones, aún recurriendo a las levas forzosas, las que llevaron a cubierta a jóvenes inex- pertos junto a veteranos en exceso, soldados de infantería, campesinos, va-gos, mendigos, malvivientes, etc.
Las demoras en los pa-gamentos, el maltrato y la escasez de víveres, fo-mentaron las desercio- nes y alejaron de la marina a los potenciales voluntarios; la reducida población del reino, diezmada a su vez por las pestes, no estaba en con-diciones de satisfacer esa demanda.
Aunque los mandos, así como todos los rangos y niveles subalternos de las escuadras, cumplie- ron con honor y valentía, de acuerdo a lo pre-ceptuado, las circuns- tancias políticas los habían puesto en situación de tener que subordinarse a un almi- rante francés, irresoluto y falto de iniciativa, que ni siquiera contaba con la plena confianza de Napoleón.
En Trafalgar, el 21 de octubre de 1805, España fue la derrotada circunstancial, pero significó el ocaso de la Real Armada, perdiendo influencia en el destino político y militar de Europa, a la vez que facilitó a los ingleses el dominio de los mares.
"Para
España, el severo castigo sufrido en el combate significaría
un golpe casi definitivo para su potencial
naval, irreparable por cuanto los acontecimientos
políticos internos y exteriores que se sucedieron, no
permitieron contener el cada vez más acusado deterioro
de su Hacienda, ni mucho menos, pudieron
reponerse las pérdidas sufridas." [13]
La pérdida de la escuadra en Trafalgar, fue un duro golpe para el imperio, quedando sumido en la indefensión. La independencia de la América hispánica se verá acelerada por esos acontecimientos externos y de manera particular por la posterior invasión napoleónica. TRAFALGAR (1805) Subido por Universidad de Cádiz
La familia real se encontraba "retenida" en Bayona (Francia) ciudad donde sucesivamente abdicaron Carlos IV y su hijo Fernando VII al trono de España en favor de Napoleón Bonaparte, quien, poco después, cedió tales derechos a su hermano José Bonaparte, quien reinó con el nombre de José I, despectivamente apodado Pepe Botella.
Esos confusos acontecimientos dieron lugar a la constitución de juntas en el territorio americano que, con el pretexto de defender los intereses de Fernando VII, encubrían el inicio del proceso independentista, exento de cualquier amenaza marítima por parte de la metrópoli.
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La nueva normativa se centraba fundamentalmente en los aspectos organizativos, procurando una mayor capacidad e iniciativa para afrontar el combate y resolver sobre la marcha las cuestiones que dificultaban alcanzar el objetivo propuesto.
En el aspecto disciplinario que venimos considerando, en general, se reitera la dureza de los castigos corporales para el personal subalterno, casi como único recurso, para mantener el orden a bordo y la eficiencia del servicio.
Con pena de muerte se castigaba a cualquier tripulante que forzase mujer honrada, casada, viuda o doncella; si sólo constaba la intención deliberada y el esfuerzo para conseguirlo, se desterraba a diez años de presidio, pero si se probaba la amenaza con armas o la mujer ofendida hubiese su-frido algún daño notable en su persona, el agresor era condenado a muerte.
https://books.google.com.ar/ |
Sería interesante saber cuantos integrantes de la gente de mar, tropa de artillería o del ejército se habrán atrevido a presentar al Comandante del buque respectivo, con la debida sumisión y el mayor res-peto, como estaba contem-plado en estas ordenanzas, quejas relacionadas con las pagas, víveres, maltrata-miento u otros asuntos, a cuya decisión quedaban su-jetos, bajo pena de vida, hasta que pudieran, en se-gunda instancia, elevarlas al Comandante de Escuadra o al Capitán General del Depar- tamento, pero si esos reclamos o acusa- ciones fueran acaso infundados o la forma de expresarlos pudiera dar lugar a que se consideraran como insubordinación, sedición, o motín, corrían el riesgo de ser ahorcados o pasados por las armas, particularmente si el o los navíos en cuestión se encontraban a vista del enemigo.
Todos lo cómplices en el motín, rebelión o levantamiento debían echar suertes para que uno de cada diez (diezmar) fuese ahorcado o pasado por las armas, pero los cabecillas del amotinamiento serían ejecutados cualquiera fuera su número.
Ya en las ordenanzas navales de Aragón (1354) se prohibía el juego de dados, de taba y otros, por ser económicamente perjudiciales a la chusma que tripulaba las galeras y un motivo que fomentaba las discordias y pendencias.
Las ordenanzas subsiguientes también prohibieron los juegos de azar y envite mediante apuestas y aún era sospechosa la tenencia a bordo de dados, naipes o elementos similares.
Sin embargo, tratándose del delito de deserción y siendo varios los desertores a quienes el Consejo de Guerra hubiese condenados a pena de muerte, se había previsto, en las ordenanzas de 1748, que sólo la sufriera la tercera parte de ellos, "a cuyo fin echarán suertes con dos dados... los que hubieren echado menos puntos, serán los que padezcan la pena, y los demás serán puestos en libertad".
A la hora prefijada para la ejecución, se debía dar la señal convenida desde el navío a cuya dotación pertenecía el reo, para que desde las otras embarcaciones de la flota enviaran sus botes con la gente que designaran para presenciar el castigo, debiendo estos quedarse en las inmediaciones sin subir a bordo, mientras que la tripulación del navío "en que se haga la justicia" debía subir a las jarcias y vergas, de manera que solo quedaran centinelas en los puestos precisos y en formación la gente militar sobre las armas, con sus oficiales al frente, momento en el cual se daba lectura el bando que prohibía, bajo pena de vida, que se dieran voces pidiendo perdón. Trasladado el convicto, con buena custodia, se le hacía hincar de rodillas delante de la tropa, se procedía a leer la sentencia condenatoria; conducido al castillo de proa, se le vendaban los ojos y atado sobre la borda recibía la descarga efectuada por el pelotón destacado al efecto.
Marineros en rancho - El Mundo Naval Ilustrado - 1897 - Arsenales de Cartagena Archivo Municipal de Cartagena (España) http://expovidamilitar.blogspot.com.ar |
Estas nuevas ordenanzas, en lo que se refiere a la subordinación, reiteran un amplio repertorio de medidas coercitivas para morigerar determinados comportamientos, sanciones impuestas por el Consejo de Guerra, el Comandante de Escuadra o el Capitán del navío, según fuera el apremio de las circunstancias, así es como se hablaba de penas de vida o condenas a muerte, pasajes por debajo de la quilla, enrodamientos o descuartizamientos, de diezmados (uno de cada diez) y ahorcados o pasados por las armas, de penas de mano cortada, condenas a presidio, prisiones de cepo o grillos, carreras de baquetas o baqueteado, azotes sobre cañón, "veinte y cinco palos, siendo individuo de tropa, y si de mar, igual número de rebencazos en las espaldas", "paliza de veinte a treinta golpes", "zambullidas en el agua desde el penol de la verga mayor", para una "ligera corrección" o bien para "avivar al perezoso", los sargentos podían dar dos o tres golpes de palo o vara, horas de plantón siendo soldado embarcado, privaciones de vino, cantidad de días a pan y agua, limpieza de las chazas de tropa y/o de la proa.
Este castigo de la limpieza de la proa, que se repite en varios casos, no se refiere precisamente un sector de la cubierta, sino a la ingrata y humillante tarea de asear los "jardines de proa" o beques.
Sección horizontal de la cubierta del Montañés Navío de dos puentes y 74 cañones, según plano del Museo Naval de Madrid Botado en Ferrol (Galicia) en el año 1794 http://singladuras.jimdo.com/ |
Un elemento característico que los galeones conservaron de las galeras era el espolón, obra exterior de la proa, aunque desprovisto de su función ofensiva; plataforma abalconada desde la que se maniobraban determinadas jarcias y se ubicaban los beques, retretes o letrinas de la marinería, eufemísticamente llamados jardines, donde las únicas flores y aromas son de imaginar.
Los beques consistían en un enjaretado de resistentes maderos dispuestos a la intemperie, acaso barridos por el agua de mar, ya sea al arfar o al rolar, tronos situados en los dominios del viento y de la bruma, expuestos al frío y la lluvia; eso sí, de noche, románticamente iluminados por las distintas fases de la luna, recurso superfluo si se quiere, pues es una de las pocas cosas que se puede hacer a oscuras.
Además debe tenerse en cuenta que ese espacio era harto reducido para una dotación de varios o muchos centenares de marineros, infantes, artilleros y soldados, por lo que el "jardinero" que tuviese que desmalezarlo no le faltaría broza para desbrozar.
Los oficiales subalternos usaban retretes alojados en un cubículo redondo en el que tenían intimidad y estaban resguardados de las inclemencias.
Los oficiales superiores disponían de un sitio con más comodidad y privacidad, situado en los llamados jardines de popa.
Fray Guevara, en su citada obra sobre el "Arte del marear...", describe irónicamente este lugar en las galeras, que tanto monta para los galeones como para otros tipos de embarcaciones, pues la antigua costumbre es la misma e iguales los artefactos de aquellas épocas.
Debe destacarse que en España, desde mediados del siglo XIX, se suprimieron los castigos corporales, limitándose generalmente a quitas en la ración, arresto o sanciones pecuniarias.
Los oficiales subalternos usaban retretes alojados en un cubículo redondo en el que tenían intimidad y estaban resguardados de las inclemencias.
Los oficiales superiores disponían de un sitio con más comodidad y privacidad, situado en los llamados jardines de popa.
Fray Guevara, en su citada obra sobre el "Arte del marear...", describe irónicamente este lugar en las galeras, que tanto monta para los galeones como para otros tipos de embarcaciones, pues la antigua costumbre es la misma e iguales los artefactos de aquellas épocas.
"Es privilegio de galera que todo pasajero que quiera purgar el vientre y hacer algo de su persona, esle forzoso ir a las letrinas de proa y arrimarse a una ballestera; y lo que sin vergüenza no se puede decir ni mucho menos hacer tan públicamente, le han de ver todos asentado en la necesaria como le vieron comer en la mesa."Como lo hace notar Fernández Duro en sus Disquisiciones Náuticas, el sarcástico obispo omitió referirse a los "estoperoles de filástica vieja" (manojos de estopa, cáñamo deshilado de jarcias o cabos inutilizables) especie de tosca y áspera servilleta de uso trasero, de cuya preparación se encargaba a algún "pulcro" galeote o marinero.
Debe destacarse que en España, desde mediados del siglo XIX, se suprimieron los castigos corporales, limitándose generalmente a quitas en la ración, arresto o sanciones pecuniarias.
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He leído en alguna parte, que en el buque escuela Juan Sebastián Elcano, así le llaman, bergantín-goleta de la Armada Española, entregan a los turistas visitantes un pequeño impreso con ilustraciones y textos sobre las características de la nave, como dato curioso se dice: "La parte más alta del palo [no se indica cual palo] se llama «carajo» a donde se mandaba antiguamente a los miembros de la dotación como castigo, de ahí la expresión «irse al carajo».
¿Cuál es la mencionada parte más alta?
En ese folleto no se menciona a la cofa, que por otra parte, no se ubicaba en la parte más alta, precisamente.
Cuando se dice antiguamente ¿qué se quiere decir?
Fundamentalmente, se ha visto, en las páginas precedentes, cual era el tenor de los castigos corpo- rales dispuestos para morigerar el comportamiento a bordo....... antiguamente.
Es notorio que este punto de la dicha publicación, no fue redactado por gente de mar, parece fabulación propia de un aprendiz de guía turístico.
No debe descartarse que tal vez, en ese buque escuela o en otro, se haya utilizado a la cofa para sosegar algún aspirante a guardiamarina algo soberbioso o para avivar un bisoño marinero un tanto apocado, más que como castigo, para burla del resto y escarnio del afectado, con el consiguiente riesgo de caer sobre la cubierta o al mar, situación que caería bajo la responsabilidad del oficial que lo hubiese ordenado, aunque de ahí, a sostener que era el lugar donde se mandaba a los marineros castigados, como que resulta improbable... ¡pues hay que aportar pruebas!
En el mastelero
BUQUE ESCUELA DE MANIOBRA "GALATEA"
Blog de Arminio Sánchez Mora
http://buqueescuelademaniobragalatea.blogspot.com.ar/ |
Aparentemente estos aprendices de marineros especialistas del Buque Escuela de Maniobra "Galatea", corbeta asignada a la Armada Española desde 1922 hasta 1982, no sienten ningún tipo de malestar indefinido, como si se desmayase el corazón o se revolviese el estómago, mengua-ra la vista o se agitara el pulso, mientras tratarían de sostenerse sobre sus vacilantes piernas.
Sea por un rudo entrenamiento o por años de experiencia entre jarcias, vergas y velamen, no parece que la cofa fuera el lugar indicado para someter a un casti-go ejemplificador a marineros hechos y derechos.
Menos aún, si se tienen en cuen-ta las peripecias sobrellevadas para maniobrar en tiempos de borrasca o con la tensión propia de un combate.
Temporal BUQUE ESCUELA DE MANIOBRA "GALATEA" Blog de Arminio Sánchez Mora http://buqueescuelademaniobragalatea.blogspot.com.ar/ |
NAVEGANDO EN EL GALATEA Y OTROS GRANDES VELEROS
Por: Manuel Martínez Carretero
http://buqueescuelademaniobragalatea.blogspot.com.ar/
https://www.youtube.com/watch?v=zV-9UoV9qSs
Si el lector de estas páginas, concluye con un ataque de antiespañolismo o hispanofobia, por las mortificaciones señaladas, recuerde que así como la esclavitud fue aceptada por los filósofos greco-romanos, admitida por todas las religiones y practicada en todo el mundo supuestamente civilizado (en el que las colonias españolas fueron, principalmente, grandes consumidoras de mano de obra esclava de África, capturada por mercaderes musulmanes e introducida por portugueses e ingleses) así también, el derecho de conquista territorial por la fuerza de las armas fue un principio jurídico que, hasta no hace mucho tiempo, tuvo vigencia mundial.
Las fuerzas navales, en la Edad Medía y aún siglos después, fueron el artificio bélico más evolucionado que utilizaron todas las potencias de ese entonces, compitiendo en materia de arquitectura náutica, fabricación de armamentos, diseño cartográfico y organización de sus respectivas armadas, conocimientos que, a la postre, resultaron comunes a todas ellas.
Estas gentes fueron las que invadieron, conquistaron y colonizaron gran parte de Asia, Oceanía, India, África y América, según distintos principios, pero con los métodos propios de aquellos tiempos y así como la reina de Inglaterra nombraba caballeros a piratas y corsarios traficantes de carne humana, los reyes de Francia y Holanda patrocinaban a bucaneros y filibusteros; en Brasil se honra a los bandeirantes que penetraron en tierras de Castilla con el fin de asolar, matar y esclavizar nativos tupí-guaraní y de otras etnias para las plantaciones portuguesas, empresas inhumanas que, paralelamente, permitían a las monarquías de la época establecer nuevas colonias o ampliar sus fronteras.
Sobre los bandeirantes CLIQUEAR AQUÍ
Aunque de origen desconocido esta expresión ya se había incluido en el repertorio en un buen número de obras lexicográficas como el Vocabulista aráuigo en letra cas- tellana (1505) de Fray Pedro de Alcalá, primer diccionario bilingüe español-árabe (trans- literado con caracteres romanos) trabajos en los que predominaban los eruditos extranjeros, como por ejemplo César Oudin, gramático, lexicógrafo, traductor e hispanista francés, autor del Tesoro de las dos lenguas francesa y española (1607) o de Girolamo Vittori, con su diccionario trilingüe de 1609 (italiano, francés y español) e incluso Nicholas Mez von Braidenbach, gramático e hispanista austriaco, autor del Diccionario muy copioso de la lengua Española y Alemana hasta agora nunca visto, Sacado De diferentes Autores con mucho trabajo, y diligencia (1670) entre otros.
Los catedráticos españoles no pudieron vencer, hasta 1983, la autocensura impuesta durante siglos por el catálogo de preceptos morales dictados por el poder inquisitorio del clero, influencia que incluso se divulgó por toda hispanoamérica, aunque, como se verá más adelante, algunas ovejas escaparon de su propio redil (y muchas, en temas más graves que los simplemente relacionados con el lenguaje).
1983 ACADEMIA MANUAL TOMO II http://ntlle.rae.es/ntlle/SrvltGUIMenuNtlle?cmd=Lema&sec=1.0.0.0.0. |
En la imagen anterior se puede observar que se incluye la palabra caraja, que se refiere exclusivamente a un tipo de vela que los pescadores de Veracruz (Méjico) largan, o largaban, sobre un botalón, nombre del palo, madero o similar, que se pone hacia la parte exterior de la embarcación para navegar cuando, por el rumbo y la posición del barco, la dirección del viento es a popa o intermedia entre la popa y el través (a babor o a estribor).
No he encontrado material específico sobre este asunto y ese vocablo, cuya mención más antigua figura en el Gran Diccionario de la Lengua Española (1852) compuesto por el gaditano Adolfo de Castro y Rossi, hombre de vasta cultura, polígrafo, erudito y falsificador literario, algunas de cuyas simuladas obras, presuntamente cervantinas, se tradujeron a las lenguas cultas y se imprimieron innumerable cantidad de veces.
La Real Academia da entrada a esta expresión recién en la 15ª edición publicada en el año 1925 y no parece ser otra cosa más que un regionalismo veracruzano, aplicable a cierto paño o lienzo utilizado para mejorar el impulso de la embarcación mediante un madero secundario.
El carajillo, también mencionado en el DRAE, es un apetecible café espirituoso que se prepara calentando, o quemando levemente, la parte alcohólica que se agrega a aquel, particularmente cuando en las áreas cantábrica o pirenaica hace un frío del carajo.
Como escribió Juan Gossaín, miembro de la Academia Colombiana de la Lengua, "hasta el día de hoy nadie sabe con exactitud cuál es su procedencia, eso que los eruditos y los refinados llaman “la etimología”: origen de las palabras, motivo de su existencia, razones de su significado."
"Parece mentira, y es una verdadera ironía del destino: la expresión más usada del idioma y ni siquiera sabemos de dónde salió. No ha sido posible establecer con precisión en qué parte fue que nació el término carajo, ni cómo ni por qué, siendo, como es, uno de los vocablos más comunes de nuestro idioma, de los más expresivos y útiles, al que la gente recursiva acude para decir cualquier cosa, tanto buena como mala."
Juan Gossaín Foto: Joaquín Sarmiento http://www.eltiempo.com/ |
"Hijo expósito, sin un padre que responda por él, como los huérfanos, y sin una familia que lo reclame, con el paso del tiempo carajo se fue convirtiendo en adjetivo y sustantivo, en exclamación o interjección, en verbo y también adverbio, en agravio y elogio por igual. Sirve hasta para medir las distancias: todos conocemos a alguien que vive más lejos que el carajo." [14]
Lo cierto es que si algún letrado oficioso se hubiese propuesto como defensor del siguiente término, podría haber acusado a la Real Academia por "discriminación idiomática" ya que, basándose en el Vocabulario (1495) del gramático que sería conocido como Elio Antonio de Nebrija, así como en el Tesoro de la lengua castellana o española (1611) diccionario compuesto por el lexicógrafo Sebastián de Covarrubias y Orozco, entre otros autores españoles y extranjeros de aquella época, esta señera institución dio entrada en el Diccionario de Autoridades de 1739 a la expresión verga, que significando originalmente sólo vara (palo, madero, travesaño) sentido que ya entonces tenía poco uso (excepto en náutica, donde así se denominan las varas o palos horizontales de los que cuelgan los distintos tipos de velas) también agrega la acepción de membrum virile (como decía Covarrubias) o "miembro de la generación de los animales mayores", como se explica en esta edición de la RAE de 1739, llegando al punto en que, actualmente, aunque admitiendo su origen latino a partir de virga, vara, el significado de pene es su primera acepción y por lo tanto, aunque principalmente se la ha usado en sentido náutico, también se ha empleado en expresiones que pueden considerarse malsonantes o groseras.
Trabajando en las vergas de la Fragata ARA Libertad Foto: Carlos Mey (Año 2009) http://www.histarmar.com.ar/ |
Por qué una palabra sí y otra no, es un intringulis insondable, una cuestión de envergadura en la cual no voy a meterme, lo cierto es que en su 23ª edición el DRAE dio entrada a las locuciones más usuales del término carajo, ninguna de las cuales hace referencia a la arboladura o aparejo naviero alguno.
Real Academia Española - Diccionario de la lengua española - 23.ª edición - 2014 http://dle.rae.es/?id=7PHLd6o |
En ciertas regiones del ámbito hispanohablante el significado de carajo como sinónimo de pene ha sido olvidado o es poco conocido, se usa casi exclusivamente como insulto o interjección.
Como ejemplo este relato escrito poco antes o poco después del 1900, que circuló en copias mecanografiadas o de imprenta, pero plagadas de errores o intercalaciones de mal gusto, hasta su tardía publicación en 1973, porque su autor interpretó que algunas páginas podían resultar ofensivas para los convencionalismos de la época, ejerciendo también una especie de autocensura sobre las mismas y divulgándolas solamente entre un reducido número de personas de su confianza.
Tradiciones en Salsa Verde
de
Ricardo Palma
(Lima, Perú, 1833-1919)
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El único teatro que, por los años de 1680, poseía Lima, estaba situado en la calle de San Agustín, en un solar o corralón que, por el fondo, colindaba con la calle de Valladolid, y era una compañía de histriones o cómicos de la legua la que actuaba.
Ensayábase una mañana no sé qué comedia de Calderón o de Lope, en la que el galán principiaba un parlamento con estos versos:
- Alcázar que sobre el Tejo...
Lo de Tejo hubo de parecer al apuntador errata de la copia, y corrigiendo al cómico, le dijo:
- ¡Tajo!, ¡Tajo!
Este no quiso hacerle caso y repitió el verso:
- Alcázar que sobre el Tejo...
- ¡Ya le he dicho a usted que no es sobre el Tejo!
- Bueno, pues -contestó el galán, resignándose a obedecer- sea como usted dice, pero ya verá lo que resulta y declamó la redondilla:
Alcázar que sobre el Tajo
Blandamente te reclinas
Y en sus aguas cristalinas
Te ves como en un espajo.
Y voIviéndose al apuntador, le dijo, con aire de triunfo:
- ¡Ya lo ve usted, so carajo,
- Cómo era Tejo y no Tajo!(1)
Alcázar que sobre el Tajo
Blandamente te reclinas
Y en sus aguas cristalinas
Te ves como en un espajo.
Y voIviéndose al apuntador, le dijo, con aire de triunfo:
- ¡Ya lo ve usted, so carajo,
- Cómo era Tejo y no Tajo!(1)
Cuenta también Ricardo Palma, que el Mariscal de Ayacucho, Antonio José de Sucre, fue un hombre culto, muy correcto en su lenguaje y que jamás se había oído de su boca un vocablo obsceno, ni una interjección de cuartel; pero un día al pasar por Berruecos, lugar despoblado de Colombia, fue traidoramente asesinado desde unos matorrales ocultos, tras oírse la detonación del arma de fuego, exclamó Sucre, cayendo del caballo: !Carajo!, un balazo…
Y no pronunció más palabra.
El siguiente fragmento, del mismo autor, no se corresponde expresamente con el tema que venimos desarrollando, pero no hemos podido resistir a la tentación de incluirlo porque, en definitiva, se refiere al mismo "asunto":
Fray Francisco del Castillo, más generalmente conocido por el Ciego de la Merced, fue un gran repentista o improvisador; su popularidad era grande en Lima, allá por los años de 1740 a 1770.
Cuéntase que habiendo una hembra solicitado divorcio, fundándose en que su marido era poseedor de un bodoque monstruosamente largo, gordo, cabezudo y en que a veces, a lo mejor de la jodienda, se quitaba el pañuelo que le servía de corbata al monstruo y largaba el chicote en banda, sucedió que se apartaba de la querella, reconciliándose con su macho.
Refirieron el caso al ciego y éste dijo:
Mucho se ha criticado a la Real Academia por haber proscrito, durante siglos, el término carajo de su repertorio léxico, considerándolo soez, procaz, vulgar o malsonante (aunque, en realidad, suena tan bien que es, fue, y tal vez será, utilizado durante centurias en los pueblos de habla castellana) claro que por malsonante la egregia institución entiende aquello que ofende al pudor, al buen gusto y a la religiosidad, valores que durante mucho tiempo se pretendió regir arbitraria e hipócritamente desde este último aspecto.
Aunque se dice que pueden rastrearse sus orígenes en alguna impronta o ancestro de la toponimia o antroponimia medieval, la palabra aludida aparece documentada en el Cancionero de Baena, el pri-mero que se conoce en lengua castellana, recopilación de an-tiguos poetas medievales rea-lizada por Juan Alfonso de Baena recién hacia 1445, donde tuvieron entrada un centenar de poemas escritos años antes por Alfonso Ál-varez de Villasandino, corte-sano del rey Enrique II de Castilla, entre los cuales se encuentra el ejemplo que se inserta, composiciones que, según se cuenta, producían particular deleite en la corte real.
Biblioteca Digital Hispánica http://bdh-rd.bne.es/viewer.vm?id=0000058417&page=1 |
Este otro Cancionero fue impreso en Valencia en 1519, siendo reeditado, entre otros, por Luis de Usoz y Ríos, entre 1841 y 1850; escrito aparentemente por algún hombre de iglesia, es un libro en el cual se destaca un cinismo espantoso, así como la obscenidad de ideas y palabras que en el rebosan, según el prólogo de su editor, en una época en que solo los letrados y eclesiásticos sabían leer y escribir, fuera del corto número de personas que se dedicaban a la medicina o a la matemática, la Carajicomedia, es la obra, originalmente manuscrita y de autor anónimo, mas notable y rara que se incluyó en este volumen, junto con las creaciones de otros poetas de la época.
Se presume escrita hacia 1498 y llaman la atención las citas e interpretaciones del latín y el conocimiento de la escandalosa vida de frailes y clérigos, razón por la que el editor aludido le atribuye una cuna curialesca.
En síntesis cuenta "la muerte del carajo de Diego Fajardo", para cuyo remedio recorre los burdeles de España (circunstancias donde el autor sobreabunda en coños y carajos) dejando entrever, en algunos de sus pasajes de reiterada y empalagosa procacidad, una crítica encubierta a la reina Isabel I de Castilla, a su esposo el rey Fernando II de Aragón y V de Castilla y a las hipócritas costumbres, así como en los discursos y sermones de los altos personajes de aquel tiempo.
Muy escasa noticia ha llegado hasta nosotros en relación con el autor del soneto que se transcribe, fray Treze de Minglanilla (1619-1718), poeta natural de la provincia de Cuenca, en la comunidad de Castilla - La Mancha, bachiller en Alcalá y alférez en Indias que, hastiado del mundo, de sus intrigas y violencias, de sus pompas y vanidades, entró en religión....... a los noventa años (...y aún vivió otros nueve).
Soneto de los goces truncos o fabulilla del carajo que, harto ya de pecar, rindió su furia vagabunda.
Este que veis aquí, triste carajo,
Pálido, desmedrado, ruin, canijo,
Fuera en tiempos ya idos arquepijo
Y el rey de los cipotes a destajo.
.
¡Oh, el inclemente y fiero desparpajo
Do lo hubiere! ¡Oh, el árdido amasijo
Que escupía su fiero y gentil tajo!
Pero el tiempo pasó y la calentura,
Y aquella máquina infernal de entonces
Ya no es héroe ni de héroe es su figura.
.
¡Ay, la miseria en que pararon bronces!
¡Ay, el dolor con que dejó el trabajo,
Quien fue carajo y terminó en badajo!
Y aquella máquina infernal de entonces
Ya no es héroe ni de héroe es su figura.
.
¡Ay, la miseria en que pararon bronces!
¡Ay, el dolor con que dejó el trabajo,
Quien fue carajo y terminó en badajo!
Biblioteca del soneto
www.cervantesvirtual.com
DÉCIMA
En la plaza hay un cartel
que nos dice en castellano,
que José, rey italiano, (1)
muda a Madrid su dosel.
Pero al ver este cartel
una maja dijo a un majo:
Manolo, pon ahí abajo,
que me cago en esa ley,
¡que aquí no queremos Rey
que no diga bien carajo!
Poesías Populares
Recop. por T. Segarra 1862
(1) Se refiere a José Bonaparte, hermano mayor de Napoleón, designado durante la instauración del Primer Imperio Francés como rey de Nápoles entre el 30 de marzo de 1806 y el 5 de julio de 1808 con el nombre de José I y rey de España entre el 6 de junio de 1808 y el 11 de diciembre de 1813 también con el nombre de José I.
Editorial Brockaus Año 1862
https://archive.org/details/bub_gb_NOlXZ4iajPwC |
Entre las poesías populares recopiladas por Tomás Segarra, la siguiente se relaciona con las vicisitudes experimentadas, durante las llamadas "guerras carlistas", por un militante de las tropas que respondían a la reina Isabel II (hija del fallecido rey Fernando VII) que por ser menor de edad estaba bajo la regencia de su madre María Cristina de Borbón, contra el pretendiente don Carlos María Isidro de Borbón (hermano de Fernando VII) autoproclamado rey de España con el nombre de Carlos V y cuyas primeras escaramuzas se verificaron en el País Vasco y Navarra.
Francisco Esteban Acuña de Figueroa
Escritor y poeta uruguayo (Montevideo, 1791–1862) es considerado como el «primer poeta nacional».
Con el paso de los años, este autor llegaría a componer la letra de los himnos nacionales de la República Oriental del Uruguay (1833) y de la República del Paraguay (1846) pero en su juventud, no sólo no se había adherido a la causa independentista, sino que, siendo un "antipatriota militante", se mantuvo leal a los gobiernos coloniales de Francisco Javier de Elío (frustado último virrey del Río de la Plata) y de José Gaspar Vigodet (último gobernador español de Montevideo).
Tras la caída de ciudad, en 1814, con unos 25 años de edad, se exilió en la Corte Portuguesa de Río de Janeiro, donde desempeñó funciones diplomáticas para España.
Cuando las tropas lusitanas vencen a las fuerzas orientales de José Artigas, vuelve Acuña de Figueroa a Montevideo, ahora bajo el dominio portugués, pero continuó viviendo allí, desde la independencia de Uruguay hasta su muerte, ocupando diversos cargos públicos y desarrollando una extensa producción literaria.
También es autor de la “Nomenclatura y apología del carajo”, obra cuya publicación estuvo prohibida por más de un siglo. ¡De haberlo escrito años antes, el papel hubiese terminado en la hoguera... y él, con suerte, en alguna mazmorra!
https://es.wikisource.org/wiki/ |
¡Pues coño! Hemos llegao al final del trabajo... de la cofa y los castigaos... ¡ni un carajo!
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[1] - Sergio Sistac Marina: La navegación mediterránea en la Antigüedad - Fac. Fil. y Letras Universidad de Zaragoza - 2014
[2] - Fray Antonio de Guevara: Arte del marear y de los inventores della - Valladolid - 1539 -
http://www.filosofia.org/cla/gue/gueam.htm
[3] - Cayetano Hormaechea, Isidro Rivera, Manuel Derqui: Los galeones españoles del siglo XVII - Tomo II - Edit.: Associació d’Amics del Museu Marítim de Barcelona - Junio 2012
[4] - Fray Antonio de Guevara: obra citada
[5] - Sergio Sistac Marina: obra citada
[6] - La vida de la galera muy graciosa y por galán estilo sacada. Y compuesta agora nuevamente por Matheo de Briçuela, do cuenta en ella los trabajos grandes que allí se padeçen. - Barcelona - 1603 - http://webcache.googleusercontent.com/
[7] - José Manuel Marchena Giménez: La vida y los hombres de las galeras de España (Siglos XVI-XVII) - Fac. Geografía e Historia - Univ. Complut. de Madrid - 2010
[8] - José Manuel Marchena Giménez: obra citada
[9] - Cartas de Eugenio de Salazar, vecino y natural de Madrid, escritas a muy particulares amigos suyos, publicadas por la Sociedad de Bibliófilos españoles - Madrid - 1866 - https://books.google.com.ar
Cesáreo Fernández Duro: La Mar Descrita por los Mareados - Disquisiciones Náuticas Vol.II - Madrid - 1877 - https://books.google.com.ar
[10] - Marta García Garralón: Azotes sobre un cañón, carreras de baquetas y el honor perdido: autoridad y justicia en los buques de guerra a fines del siglo XVIII - Centro Asociado UNED Madrid
[11] - Marta García Garralón: obra citada
[12] - Nicolás Maquiavelo : El Príncipe: "Los principales fundamentos de que son capaces todos los Estados, ya nuevos, ya antiguos, ya mixtos, son las buenas leyes y armas; y porque las leyes no pueden ser malas en donde son buenas las armas, hablaré de las armas echando a un lado las leyes." - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes -
http://www.cervantesvirtual.com/
[13] - Historia de la Armada: La España marítima del siglo XIX - http://www.armada.mde.es/
[14] - Juan Gossaín: Artículo especial para el Diario "El Tiempo", Bogotá, Colombia - 1º de abril de 2014