martes, 23 de agosto de 2016

GAUCHO..... no era ese tu nombre




LA PATRIA CIMARRONA

introducción

   El advenimiento y subsistencia de ese tipo étnico y social, que después de un prolongado transcurso del tiempo se calificaría como "gaucho", está lógica e indisolublemente ligado, a la ocupación del territorio por el hombre europeo y, consecuentemente, al mestizaje iberoamericano, a la cuantiosa propagación del ganado, equino primero y bovino después, como así también a la mezquina distribución de las tierras realengas y el particular concepto de propiedad, que practicaron los fundadores y principales vecinos de la colonia rioplatense sobre aquellos animales montaraces que posteriormente se multiplicaron espontáneamente en las pampas. 

1- difusión del ganado caballar en las pampas


   Los primeros cuarenta y ocho caballos y yeguas llegaron a las indias occidentales transportados en el segundo y tercer viaje de Cristóbal Colón (1493 y 1498) fletándose muchos más en los navíos que en años posteriores echaron anclas en los puertos caribeños. Como aportes de la corona real en un principio y por iniciativa o riesgo particular después, dieron lugar a una progresiva y lucrativa actividad de procreo en función de la cual fueron propagados a todas las posesiones españolas de la tierra firme; desde México se expandieron a las llanuras del oeste norteamericano, así como otros de sus descendientes llegaron hasta el Perú, Bolivia, Chile y el noroeste argentino. No es este el caso del Brasil, Paraguay, Uruguay y las pampas argentinas, tierras en las cuales fueron introducidos directamente desde el viejo mundo.

  En mayo de 1534 se firmó en la ciudad de Toledo la capitulación mediante la cual el Rey Carlos V otorga a Pedro de Mendoza licencia para conquistar y poblar en los términos del río que llamaron de la Plata y por allí calar y pasar la tierra hasta llegar a la mar del Sur (Océano Pacífico) obligándose a traer de España mil hombres, armas, vituallas y cien caballos, entre machos enteros y yeguas.
 
Desconociéndose el número exacto de equinos embarcados en virtud de esas negociaciones, como así también la cantidad que a título personal transportaron algunos de los caballeros que integraban esa nutrida expedición y/o las menguas sobrevenidas durante la navegación, debe recurrirse al más antiguo antecedente, que es la crónica de Schmidl, recordando que en Canarias, en razón de convenios celebrados por Mendoza con importantes señores del lugar, "levantaron en las islas tres compañías de soldados, fletaron tres embarcaciones y se proveyeron de armas, municiones y caballos".[1]
“Allí levantamos una ciudad que se llamó Bonas Ayers. También traíamos de España, en los 14 navíos, 72 caballos y yeguas... a esto la gente no tenía qué comer, se moría de hambre, y la miseria era grande; por fin llegó a tal grado que ya ni los caballos servían, ni alcanzaban a prestar servicio alguno.” [2]
Con sobrados motivos, mucho se ha conjeturado y aún se conjetura, sobre la cantidad de yeguarizos que lograron arribar a aquel primitivo asentamiento a orillas del Paraná Guazú, a las confusiones comprobadas de Schmidl, en algunos pasajes del relato, deben sumarse las deficiencias atribuibles a traductores y copistas, pero también surgen de sus anotaciones de viaje “multitud de hechos, nombres, fechas y cantidades que cita en ellas, cuya exactitud el tiempo ha confirmado”[3] y que, por lo tanto, no autorizan a prejuzgar desfavorablemente sobre la veracidad de sus datos e informaciones.


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   La carabela "Santiago", del capitán Cristóbal Frias Marañón, salió muy rezagada con respecto al resto de la flota, tras muchas peripecias cambió de ruta para recalar finalmente en la isla Santo Domingo, atribuyéndose a una notoria imprevisión en la cantidad de agua almacenada “que de sed se murio en dicho navio nueve ombres e una muger e once bestyas cavallares[4], bajas equinas a las que debe sumarse una cantidad similar que se transportaba en una de las naves de menor calado que se fue a pique, a raíz de un recio temporal, en las costas del Brasil, con las cuales se completaría una cantidad de cuadrúpedos aproximada a la estipulada por Mendoza.

   En tal sentido y en cuanto a este punto se refiere, también debe citarse una real cédula fechada en Guadalajara el 30 de mayo de 1547, extraño documento por el cual se otorga a Juan de Salazar de Espinosa un nuevo escudo de armas y otras menciones honoríficas, además del blasón que ya ostentaba por su linaje familiar, minuta en la que se hace referencia a un desconocido acto de intrepidez cuando "llevando ciertos indios guaranis hasta ochenta caballos y yeguas de los cristianos españoles que en dicha provincia había, y habiendo quemado los dichos indios el pueblo de Buenos Aires, salistes a los dichos indios a caballo solo y peleastes con ellos y le quitastes la cabalgada que llevaban, como todo ello dixiste constaba y parecía por una información de que ante Nos. en el Nuestro Consejo de las Indias hicistes presentacion e nos suplicastes que en remuneracion de los dichos vuestros servicios y porque de vos y dellos quedase perpetua memoria ...[5] 

Si bien estos episodios, de los cuales el propio Salazar “hizo presentación”, no son mencionados en crónica alguna, lo que aquí interesa destacar, es que la caballada aludida prácticamente coincide con la cantidad que apuntaría Schmidl, en Baviera, veinte años después, al componer su célebre relación.

   Por supuesto, se ignora la suerte corrida por aquellos yeguarizos de la primigenia Buenos Aires. Se desconoce puntualmente si Juan de Ayolas en 1536, Salazar de Espinosa en 1537, o en alguno de los viajes posteriores se llevaron caballos en los bergantines o bateles que trabajosamente remontaban los ríos Paraná y Paraguay, lo cierto es que la documentación existente no hace ninguna alusión a ellos en la entonces recientemente fundada ciudad de Asunción de la primera mitad del siglo XVI y la razón para descartar sus servicios puede haber sido la necesidad de navegar contra la corriente, a veces con vientos desfavorables, cuando la reducida capacidad de lastre o arqueo facilitaba la tarea de eludir los bancos de arena, utilizar los remos o bordear a la sirga.
   Tanto es así, que cuando en abril de 1541 llega a la isla de Santa Catarina (Brasil) un bergantín con nueve españoles desertores del real de Buenos Aires, por los malos tratamientos que allí recibían, ellos suministran a Álvar Nuñez Cabeza de Vaca, entre otras informaciones relacionadas con la marcha de la conquista en el Río de la Plata, la noticia que "hera imposible suvir cavallos por el rrio arriba"[6], razón por la cual éste decide marchar por tierra siguiendo las riberas del Itabuçú.

   Por este dato se puede inferir, además, que no siendo el objetivo de aquella gente costerar por tierra el Paraná, por desconocimiento del terreno y la beligerancia indiana, ni irrumpir en la inhóspita llanura, los pocos o muchos yeguarizos existentes no prestaron mayor utilidad a sus hidalgos caballeros, como dijo Schmidl, quedando por tanto librados a su suerte, si no es que, con anterioridad y espontáneamente, estos hubieron de remontar los cursos de agua internándose en el ruderal para saciar sus apremiantes necesidades de pastizales, abrevaderos y libertad.

   Recién tres o cuatro años después de la “fundación” de Santiago del Estero en el Nuevo Maestrazgo de Santiago (no fue más que el traslado de la ranchería del Barco, población establecida por Juan Nuñez de Prado en 1552, a media legua de distancia, en julio de 1553, por orden de Francisco de Aguirre, “la primera lanza de Chile”) y merced a los esfuerzos del capitán Hernán Mejía de Miraval y otros caballeros que lo secundaron en la travesía, como al socorro aportado desde aquel territorio trasandino por el capitán Juan Pérez de Zurita al hacerse cargo del gobierno de esa provincia del Tucumán, se dispuso en el lugar de una importante cantidad de ganado mayor y menor, siendo posteriormente sus vecinos, potreros y sementeras, las dehesas que abastecieron comúnmente a las futuras localizaciones efectuadas en territorio argentino, pero descontándose, por razones cronológicas y geográficas, que éste haya sido el origen biológico de las caballadas montaraces de las pampas.

   Como también se ha supuesto que hayan sido aborígenes de Chile los que arrearon yeguarizos desde los valles intermontanos hasta la planicie herbácea, cabe analizar brevemente los orígenes de la evolución equina en el país limítrofe.



https://www.youtube.com/watch?v=ON20gUzbxy8

Al mismo tiempo que se despoblaba Buenos Aires, Pedro de Valdivia había fundado en febrero de 1541 la ciudad de Santiago del Nuevo Extremo, “procuré de me dar buena maña, y busqué prestado entre mercaderes y con lo que yo tenía y con amigos que me favorecieron, hice hasta ciento y cincuenta hombres de pie y caballo, con que vine a esta tierra; pasando en el camino todo grandes trabajos de hambres, guerras con indios, y otras malas venturas que en estas partes ha habido hasta el día de hoy en abundancia.
La carencia de voluntarios, pertrechos y cabalgaduras fue una constante en la conquista de esta parte de América y por ello reiteradamente Valdivia despacha algún emisario al Perú para “que me compre caballos para dar a los que han muerto en la guerra como muy buenos soldados, hasta que tengan de qué los comprar, porque no es justo anden a pie, pues son buenos hombres de caballo y la tierra ha menester; y algunas yeguas para que con otras cincuenta que aquí hay al presente, no tenga de aquí adelante necesidad de enviar a traer caballos de otras partes...”[7]

   No obstante algunos refuerzos, la situación se mantiene por años: “Como esperaba de cada día socorro, mi cuidado e diligencia era en hacer sembrar maíz e trigo en sus tiempos, y en sacar el oro que con la poca posibilidad que había se podía, para enviar siempre por gente, caballos y armas, que esto es de lo que acá tenemos nescesidad, porque lo demás que venimos a buscar, como gente no falte, ello sobrará, con el ayuda de Dios”, es por ello que Valdivia al explicar las bondades de la tierra insiste en su abultada pretensión: “muy sana, fertilísima e apacible, de muy lindo temple, riquísima de minas de oro, que en ninguna parte se ha dado cata que no se saque, abundante de gente, ganado e mantenimiento, gran noticia muy cerca de cantidad de oro sobre la tierra, y en ella no hay otra falta sino es de españoles y caballos.[8]


Fundación de Santiago del Nuevo Extremo 
Óleo de Pedro Lira 1888
Museo Nac. de Bellas Artes de Chile
http://www.memoriachilena.gob.cl/602/w3-article-80539.html


El teniente Francisco de Villagra, que había sido comisionado por Valdivia para le “trujese algún socorro de gente e caballos”, razón por la que había reclutado soldados y comprado provisiones, armas, herrajes y cabalgaduras en el Alto Perú (actual Bolivia) fue el primero que recorrió, en 1551, gran parte de la región “de las provincias de Cuyo, que es en las espaldas de los reinos de Chile”, donde por encontrar cerrados los pasos cordilleranos hubo de acampar durante el invierno para tramontar los Andes en el mes de octubre por el paso de Uchpallaqta (Uspallata: pueblo de las cenizas, en quechua) seguido de doscientos hombres y cuatrocientos caballos y yeguas.

   Sin embargo, pese a las matanzas que les causaban los mapuches, comienza a conformarse durante la primera década una remonta estimada en cinco centenares de animales, por lo que aquel da cuenta que paulatinamente ha “remediádose muchos de potros, que ya hay en la tierra y yeguas”, con los que se intentarán nuevas conquistas, poblamientos o entradas en tierras de Arauco, en las regiones de Cuyo y del Neuquén. [9]
Se hecha de ver que el ganado caballar, imprescindible para el transporte, el trabajo y la guerra, no sobreabundaba en aquellos parajes como para permitirse, indios o cristianos, un uso discrecional o el traslado fuera del área donde resultaba indispensable.
En cuanto a los beligerantes “araucanos”, estos recién incorporarían el caballo a sus temibles partidas en la última parte del siglo XVI, es decir, paralelamente al repoblamiento de Buenos Aires por la gente de Garay, aunque ya en 1556 se lo había visto a Lautaro cruzar el Biobío montando un brioso potro y a Caupolicán presentarse a la vista del enemigo, durante 1557, en un soberbio animal de pelaje blanco, aderezados ambos con prendas y despojos españoles de anteriores encuentros.

Chile Lautaro a caballo
Moneda de 5 escudos de 1972

   Con motivo de una escaramuza sostenida en Millapoa en 1584 un cronista diría que “en viendo coyuntura salió un escuadrón de indios de a pie y otro de a caballo; que ya en estos tiempos hay muchos indios de guerra que manejan tan bien un caballo, y saben entrar y salir con él en cualquier oportunidad, como un caballero jerezano", mencionándose entre los más intrépidos de ese tiempo al bravo Cadiguala, que cayera en los campos de Puren en 1586 al frente de “trescientos de a caballo y eran los de a pie en grande suma.”[10]

  Ocurre que con las relaciones interétnicas, pacíficas u hostiles, comienza un irreversible proceso aculturativo, el nativo, comienza a introducir en su mundo elementos materiales (caballos, armas, arneses, ganado mayor y menor, granos, semillas, ropajes) pero también adquiere vocablos, ideas y tácticas de guerra del invasor. 

      Por lo expuesto, no queda otra opción que aceptar la teoría tradicional sobre el origen de los yeguarizos que se multiplicaron en las pampas durante la segunda mitad del siglo XVI.




[1] - Noticias de la Historia General de las Islas Canarias por Joseph de Viera y Clavijo - Madrid – 1752 – Eduardo Madero: Historia del Puerto de Buenos Aires – Ed. La Nación – Bs.As. – 1902 
[2] - Ulrich Schmidl: Viaje al Río de la Plata (1567) – Prólogo, traducción y notas de Sanuel Lafone Quevedo – Ed. Cabaut y Cía. – Bs. As. – 1903 – Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
[3] - Samuel Lafone Quevedo - Prólogo de Viaje al Río de la Plata de Ulrich Schmidl - Ed. Cabaut y Cía. – Bs. As. – 1903 – Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
[4] - Juan Angel del Bono: Peripecias y enfermedades en la conquista de América – Ed. Plus Ultra – Bs. As. - 1993
[5] - Enrique de Gandía: Historia de la Conquista del Río de la Plata y del Paraguay – Ed. García Santos – Bs. As. – 1932
[6] - Enrique de Gandía : obra citada
[7] - Carta de Valdivia al Rey Carlos V : La Serena - 4 de septiembre de 1545 – Biblioteca Virtual Cervantes 
[8] - La mencionada abundancia de gente y ganados hace referencia a la población y animales nativos de la tierra americana. Carta de Valdivia al Rey Carlos V : Concepción - 15 de octubre de 1550 – Biblioteca Virtual Cervantes 
[9] - Carta de Valdivia al Rey Carlos V : Concepción - 25 de septiembre de 1551 – Biblioteca Virtual Cervantes 
[10] - Crónica del Reino de Chile (~1594) : Escrita por el Capitán Pedro Mariño de Lobera - Reducida a nuevo método y estilo por el Padre Bartolomé de Escobar de la Compañía de Jesús - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes.



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  Fray Juan de Rivadeneyra, autor de una sucinta relación fechada en 1581, importante por los conocimientos que aporta sobre la parte por entonces recorrida de nuestro territorio, asevera al respecto que “hay grandísima suma de caballos que se quedaron allí desde el tiempo de don Pedro de Mendoza ... cuarenta y cuatro caballos y yeguas que han multiplicado, cosa extraña, y en este tiempo no los han visto los españoles, más de la fama que dan los indios que dicen que cubren las llanadas que es cosa de admiración.
   No explica el mencionado fraile la fuente de la cual obtuvo este dato incierto que expone en forma tan precisa y concluyente, avalado solamente por el criterio de los eruditos que en general juzgan su relación como “notable por su información y conocimiento de la tierra”, aunque siempre se ha sospechado de su dudosa exactitud en este punto.[11]

  Pocos años después, en octubre de 1585, el tesorero Hernando de Montalvo expresaría en una carta que quedaron en Buenos Aires, cuando la desampararon Domingo de Irala y Antón Cabrera, “ciertas yeguas y caballos de la casta de cordoba y xerez de la frontera de las cuales an multiplicado cantidad de mas de ochenta mil cabezas que cubre los campos de caballos y yeguas y potros de cincuenta Años a esta parte ......” [12], cuantía que resultaría aceptable sólo a partir de un plantel inicial bastante superior al aludido por Ruy Díaz de Guzmán en 1612, cuando dice con evidente vaguedad que “parece que dejaron en aquella tierra cinco yeguas y siete caballos; de los cuales el día de hoy han venido a tanto multiplico, en menos de 70 años, que no se puede numerar; porque son tantos los caballos e yeguas, que parecen grandes montañas, y tienen ocupado desde el Cabo Blanco hasta el Fuerte de Gaboto, que son más de 80 leguas y llegan hasta la Cordillera.[13]

   Detengámonos en este punto, como proponen Brailovsky y Foguelman, para plantearnos las razones que posibilitaron la cuantiosa proliferación y propagación de los primeros caballos que, abandonados y/o alejados, se multiplicaron generosamente en la obstinada indocilidad de las pampas.
   Es de imaginar que una cantidad mayor de ejemplares que la declarada en esta antigua crónica se haya alzado durante las peripecias que sufrió aquel rudimentario poblado de Buenos Aires en sus cinco años de existencia, pues como dicen los autores aludidos, “un principio ecológico bastante comprobado es que hace falta una cierta dimensión mínima para que una población animal subsista en estado salvaje”. Su extinción es casi segura si el número de ejemplares es reducido, depende de las características atávicas de cada especie, de los accidentes a que están expuestos, de sus enfermedades genéticas, agravadas por cruzamientos consanguíneos y una serie de factores concurrentes, como la hostilidad del hábitat, la presencia de otras especies que compitan por el mismo espacio y las mismas nutrientes, la existencia de depredadores, etc. [14]

   Lo cierto es que se formaron yeguadas dispersas tierra adentro, que Garay encontró cuarenta años después (1581) en su expedición al sur del Salado, “...avise á V.A. como avia sabido que avia cierta cantidad de ganado caballuno cerca del asiento de buenos ayres procedidos de unas yeguas que quedaron allí en el tiempo de don Pedro quando esto escrivi no las aviamos visto y en effecto hay un buen golpe de ellas.” [15]



   En lo que se refiere al ganado vacuno, ha quedado fehacientemente comprobada parte de la información suministrada por Ruy Díaz de Guzmán sobre la primera introducción de bovinos en el puerto y pueblo de la Asunción, Gobernación del Río de la Plata, en octubre de 1555, cuando llegaron desde las costas del Brasil Juan de Salazar de Espinosa y Ruy Díaz Melgarejo, también arribaron varias mujeres y “doncellas para poblar”, como asimismo una docena de castellanos, seis portugueses decididos a establecerse en el Paraguay y una cantidad no determinada de nativos de armas y vacunos.

  En diciembre de 1568 (en representación del recientemente nombrado gobernador provisional del Paraguay y Río de la Plata, Juan Ortíz de Zárate) entra en Asunción su teniente de gobernador, el contador Felipe de Cáceres, procedente de Lima y Santa Cruz de la Sierra, conduciendo una importante cantidad de ganado vacuno, yeguarizo y ovino, columna en la que el capitán Juan de Garay ejercía el mando de la gente armada.
  No debe olvidarse que Garay, para sustentar el poblamiento de Santa Fe (1573) y Buenos Aires (1580) introdujo cientos de esos vacunos y millares de tales yeguarizos, extraídos del Paraguay, para formar los primeros rodeos desbravados de ambas ciudades, como así también que posteriores inserciones incrementarían dichas existencias.

  La falta de los cuidados imprescindibles, por ausencia o indolencia de los nuevos hacendados y la carencia de indios de servicio en cantidad suficiente, facilitaron que las yeguadas y vacadas invadieran campos y sementeras. Su alejamiento, ordenado por el Cabildo para evitar esos continuos daños, hizo posible que se alzaran en busca de las mejores pasturas y aguadas, especialmente en épocas de sequía, internándose hacía los lugares más apartados, donde se procrearon sin limitaciones durante un sinnúmero de generaciones.

   Es oportuno aclarar que la instalación de los primeros alambrados, en la segunda mitad del siglo XIX, no tuvo por objeto demarcar los campos ni separar los potreros, su función se reducía a proteger con su cercado las huertas, algunas pequeñas arboledas o montes frutales y a erigir corrales más funcionales para encerrar los animales.

  Un estanciero de Chascomús, Richard Black Newton fue, en 1845, el primero en utilizar el cerco de alambre, material por entonces de aproximadamente un centímetro de diámetro, pero sólo con la finalidad mencionada, recién treinta años después se advierte de manera terminante su adelanto técnico e importación masiva. [16]


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  El mismo impulso expansivo exteriorizarían los ganados introducidos en todas las ciudades recientemente fundadas, así, en 1616 - según dato aportado por Coni - Hernandarias dice haber despachado desde Santa Fe “yndios y españoles a un paraje cuarenta leguas de alli donde descubrieron gran suma de ganados cimarrones...” y en 1628 fray Vázquez de Espinosa, refiriéndose a los campos del sur y este de Córdoba, manifestaba que “por todas aquellas llanuras y pampas hay muchos caballos y yeguas cimarronas[17], mientras que otro antiguo documento, también extractado por Coni [18], da cuenta de un gran alzamiento producido en las estancias de Buenos Aires en 1652, cuando “... murio toda la gente de servicio esclavos y no habia indios a no ser pampas incapaces de domesticar y se alzo toda la hacienda yendo a dar hasta el Carcarañá por el Norte y el Saladillo por el Sud, nombre que también se daba por ese entonces al río Salado de Buenos Aires, propensión que durante centurias mantuvieron las toradas y caballadas dispersas, que así se entreveraron, siguiendo el rumbo de las cañadas, vadeando ríos y rebasando arroyos, tanto, que esa impronta es recogida también por la poesía gauchesca de finales del siglo XIX :

"trató de trair el ganado
que pudieran recogerle
de la costa del Salado,
donde dejuramente
debería andar alzado
pues a no cair al rodeo
      ya se habría acostumbrado" [19]



[11] - Descripción de la Gobernación del Río de la Plata, por Fray Juan de Rivadeneyra, según la relación y aviso de los oficiales reales de aquella provincia. (1581) Citas y transcripciones de Francisco de Aparicio – Suma de Geografía – Ed. Peuser – Bs. As. – 1958 y Héctor Adolfo Cordero: El primitivo Buenos Aires – Ed. Plus Ultra – Bs. As. – 1986 
[12] - Fernando O. Assunção: Historia del Gaucho - Ed. Claridad - Bs.As. - 1999 
[13] - Ruy Díaz de Guzmán: La Argentina (1612) - Ed. Emecé - Bs.As. - 1998 
[14] - Antonio Elio Brailovsky y Dina Foguelman: Memoria Verde - Ed. Sudamericana - Bs.As. - 1997 
[15] - Juan de Garay: Carta al Rey del 20/abril/1582 en Historia de la Ciudad y Provincia de Santa Fe - Manuel Cervera - Ed. La Unión - Sta.Fe - 1907 
[16] - Horacio C.E. Giberti – Roberto O. Fraboschi : La Argentina : Suma de Geografía – Ed. Peuser – Bs.As. – 1959
[17] - Vicente Sierra: Historia de la Argentina - Ed. Científica Argentina - Bs.As. - 1970
[18] - Emilio A. Coni: El Gaucho – Ed. Solar / Hachette – Bs.As. – 1969
[19] - Hilario Ascasubi: Santos Vega o Los mellizos de la Flor (1872) - Ed. Vaccaro - Bs.As. - 1919


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   En sentido estricto llamábase “alzados” a los animales, relativamente mansos, criados en un hábitat agreste, que escapaban del dominio de sus dueños y “cimarrones”, a los ariscos descendientes de aquellos, nacidos en bravía libertad. Muchas especulaciones se han hecho sobre el término “cimarrón”, voz de base española pero originada en centroamérica y que impuesta por el uso popular se generaliza en todos los niveles de la población con la genérica acepción de “animal doméstico que huye al campo y se hace montaraz”.[20] 
  Parece ser que los cerdos fueron los primeros animales que en las Antillas se hicieron cerriles, “... que como no se críen con grano, sino con raices muy suaves y frutas delicadas, como son ovos y cimas, la carne dellos es muy sana, y más delicada y sabrosa...”, dice el padre Las Casas, por lo que parece evidente la formación de ese vocablo a partir de “cima”, con el sentido de “tallo del cardo y otras verduras”, significado que etimológicamente deriva del latín “cyma”, renuevos o brotes de las plantas, que los animales ramoneaban para mantener su vida silvestre, es decir, no dependiente de las raciones de sus amos.[21] 
  Por extensión, del cerdo comedor de cimas, se aplicó también a los otros animales (potros cimarrones, perros cimarrones) plantas (apio cimarrón, verdolaga cimarrona) y aún al ser humano que se retiraba a la rusticidad de la vida campestre o se echaba al monte, para indicar que se criaban o crecían espontáneamente, sin ningún cuidado ni refinamiento, donde se adaptaban las características propias de cada especie a las condiciones naturales del medio.

   Las caballadas cimarronas formaban hatos de cientos, miles de ejemplares que – según dice un puntual observador como fue Félix de Azara - embestían al galope a los yeguarizos mansos, no integrando un frente de batalla sino largas e ininterrumpidas columnas que, pasando entre aquellos, los alborotaban con sus relinchos y los incorporaban sin dificultad a su tropel.
  Al respecto, Azara escribe: “Entre las muchas cimarronadas que me han pasado por delante no he visto otro color sino el castaño, que en algunos baxa á zaino y en otros se acerca á alazán: y quando se ve un bayo, pio, tordillo o de otra tinta, ya se sabe que fue domado y que se escapó.[22]
  Pareciera ser que en las pampas, durante una selección de tres siglos y al margen de los cambios evolutivos que también en el pelaje de los animales provoca la mano del hombre, la naturaleza propendió a uniformar genéticamente la capa de las manadas salvajes, retomando las formas de un común y ancestral antecesor desarrollado durante millones de años en lejanos paisajes de estepas graminosas y climas áridos, homocromía tendiente a favorecer su encubrimiento con los colores de las arenas y pajonales del medio ambiente para eludir la acción de sus enemigos naturales.
 Es un concepto generalizado en la Argentina, dice Solanet, que el pelo característico de la raza criolla lo constituye el gateado capa distintiva producto de la selección natural y de la mimética evolución de una típica manta de los ejemplares traídos a América, término de vieja cepa española utilizado para referirse el bayo leonado oscuro con raya de mula negruzca en el filo del lomo, desde la cruz hasta la cola, en este caso de dos dedos de ancho y de otras cebraduras o líneas transversales en los miembros, ejemplar que para su mayor perfección debe exponer “las cerdas de la crin y cola, la parte distal de los remos y la punta de las orejas (hasta un tercio de su longitud) de color oscuro”, particularidad de las orejas similar a las del puma.[23]

"Era un gateado tiznao
de ancha raya sobre el lomo,
Caballos criollos Las Emilias-San José
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de esos que elijo y domo
con los cuartos atigraos.
Pelos que ya están mermaos
  por ser de criollas manadas,
 que con clines encrespadas
vagaban en campo abierto
    por el disco del desierto
de la pampa desolada."  [24]

En la patagonia austral, en inmediaciones de la cordillera y el río Santa Cruz, encuentra Francisco P. Moreno, durante su viaje de 1877, los últimos exponentes de las antiguas yeguadas “que en siglos pasados vagaban salvajes en las pampas de Buenos Aires, viven en estas regiones desde los tiempos que los indios recuerdan. Generalmente son de colores unidos; predominan los oscuros, zainos y colorados ...” [25]


Foto: Mónica Stark  
      caballosypastoreo.galeon.com

      

“Pelo gateado, pelaje
de paja brava reseca;
color de pampa salvaje
que no ha sufrido el ultraje
del barbijo de la reja.
Por su pelo, en la jornada
libertadora, con tino
lo ensilló la paisanada,
porque era monta esfumada
entre el polvo del camino ...”
[26]

    

Alfredo Ebelot reproduce las observaciones del  francés Edouard Losson que como antecedente inmediato considera al caballo berberisco o bereber (del árabe barbar, bárbaro o natural de Berbería) que es el único que tiene cinco vértebras lumbares, igual que el cimarrón y la mula del Poytou, con la que comparten, además, análoga conformación del torso, como así la fuerza, resistencia y sobriedad que le son propias, no descartándose un posible y ancestral antepasado común, en tanto que los caballos árabes, persas y tártaros tienen seis vértebras lumbares, peculiaridades que los invalidan como antecesores propincuos de nuestras indómitas bagualadas.



El predecesor del caballo pampa - dice Daireaux - es el caballo de Berbería, originario de los países del África mediterránea, Marruecos, Argelia, Túnez y Libia, situados en la región también llamada del Magreb, oeste en árabe (por un error muy extendido se confunde con el caballo asiático que los árabes llevaron a aquellos territorios en sus migraciones) siendo introducidos posteriormente en Andalucía durante los siete siglos de dominación musulmana y por cuyo cruzamiento resultó mejorada la caballería ibérica que se arraigó en las pampas tras el descubrimiento de América; “la vida de la pampa ha dado a la raza y ha transmitido por la herencia durante tres siglos, cualidades de resistencia, de sobriedad y de temperamento, que no se encuentran en ninguna otra parte... vive de lo que encuentra; va sin resistirse, donde el que lo monta tiene necesidad de ir y al aire que se le exige; es pequeño, pero robusto y puede marchar mucho y muy de prisa con el peso de un hombre. En una palabra es un caballo de guerra, un caballo de campo.”[27]
   Mediante providencias de fechas 17 y 24 de octubre de 1580, según consta en las actas levantadas al efecto, Juan de Garay reparte a los nuevos pobladores un solar (cuarto de manzana) en la planta urbana y una "quadra" (manzana) fuera de la ciudad, para granjas o huertas, luego una fracción de tierra (chácara) para los cultivos indispensables y por último, parcelas más extensas o suertes de estancia, para cría de ganado.
  El vocablo chacra o “chácara”, como las denominaban en ese entonces, proviene del quechua o runa-simi, chakra que significa "campo de cultivo, sementera". Del antiguo Perú la trajeron los conquistadores hispanos como sinónimo de finca rural destinada exclusivamente, en un principio, a la agricultura.

Suertes de "chácaras" en el actual Partido de San Isidro
http://www.estrucplan.com.ar/NotaColor/SanIsidro/Historia.asp


Con respecto a las medidas asignadas a las suertes de estancia  (media legua de frente a un río por legua y media de fondo) alrededor de 2.000 ha, poco más o menos, según el tipo de legua española que se utilizara en aquel tiempo, concuerdan distintos autores - entre ellos Giberti - en que la extensión de esos lotes no resultaba excesiva, más aún, hasta podrían considerarse insuficientes, habida cuenta que sin alambrados, adecuadas pasturas, aguadas permanentes ni control veterinario, en el mejor de los casos, puede suponerse una receptividad de 1.000 vacunos (es decir media cabeza por hectárea, la mitad de lo que actualmente se considera como promedio normal) plantel que produciría no más de 100 cueros por año.

  El origen del latifundio colonial se deberá a los gobernadores españoles posteriores (y en mayor medida durante los gobiernos independientes del siglo XIX) que en algunos casos particulares efectuaron dadivosas mercedes de tierras, favoreciendo la concentración en pocas manos de gran cantidad de “suertes” y no por el tamaño de cada una de éstas, como también las fueron superando, con el correr de los años, los ganaderos más afortunados, activos o aprovechados, que las adquirían por transmisión hereditaria, compraventa, alianza matrimonial, apropiación de hecho, etc., proceso de acumulación que se desarrollará en forma paralela al incremento de los ganados y la valorización de los cueros.

  Además de los beneficios derivados de la tenencia de los indios repartidos y del dominio de solares, cuadras, suertes de chacras y estancias, también les fue concedida por Garay a los primeros pobladores, el libre usufructo de los potros silvestres, descendientes, como la mayoría de ellos, de los que arribaran con Mendoza en 1536. 

 La rentable explotación pastoril de entonces contaba con una constante económicamente favorable: la escasa demanda de mano de obra. 

  Un limitado aprovechamiento de la potencial riqueza del suelo agrícola, sea por carencia de mercados, medios de transporte e incentivos a la producción, sea como consecuencia del régimen de tenencia de la tierra, sumado también al exiguo desarrollo de las actividades artesanales e industriales y al escaso o nulo adelanto en materia de instrucción pública, determinaron, con el paso del tiempo, la formación de una población marginal, rural o suburbana, nada dispuesta a soportar pacíficamente las paupérrimas condiciones de vida transmitidas generacionalmente.




2 - difusión del ganado vacuno en las pampas



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El bovino cimarrón, de carnes magras, patas largas y prominentes “guampas”, poco difería del que llamaban manso o de rodeo, aunque anota que este estaba siempre más gordo que aquel y que el ganado montaraz tenía el “cuero algo mas grueso, el pelo del cerviguillo poco mas largo y crespo, y en el color, que es siempre osco ó roxizo pardo en las partes superiores y negrizco en todo lo demas : bien que domina mas ó menos un color sobre otro, de modo que lo roxizo en algunos ocupa solo el espinazo, y se extiende en otros hasta las faldas; y algunos tienen la barriga blanca.[28]
“Desígnase como criolla la raza formada por la acción del medio sobre los vacunos traídos de España al efectuar la colonización americana.....

Descendientes de animales poco refinados y productos de una selección natural no dirigida por el hombre, los vacunos criollos se distinguen lógicamente por su adaptación al medio y resistencia a los factores adversos, pero dejan mucho que desear como animales de carne. Son de crecimiento tardío, gran desarrollo óseo, patas largas, cuernos poderosos, piel dura y carne enjuta, todo lo cual se traduce en bajísima aptitud carnicera, como ya viéramos. Producen apenas tres a cinco litros de leche diarios durante cuatro o cinco meses... Los cueros frescos pesan entre 30 y 50 kilos por su gran espesor y dureza, lo cual los torna muy aptos para fabricación de suelas. Estos vacunos proporcionan buenos bueyes dada la rusticidad y vigor propios de la raza.”[29]
  Con su verde mar de gramíneas cespitosas, erectas o rastreras, que desde unos pocos centímetros elevaban sus panojas de espiguillas hasta varios metros de altura, algunas especies ofrecían sus hojas tiernas, verdosas y palatables, apetecibles forrajeras naturales que el ganado seleccionaría con fruición por entre las asociaciones de “pastos fuertes” que conformaban altos pajonales y malezales de diversos tipos, las pampas fueron el vasto y acogedor marco que espontáneamente brindara, en sus aproximadamente cincuenta millones de hectáreas, una miríada de lagunas transitorias o permanentes, ríos, arroyos, cañadas y pastizales en salobre variedad.




  

           
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“Los pastos o los vegetales de esta vasta extensión de país - dice Azara, refiriéndose a la región chacopampeana - no podrían ser suficientes para el alimento de los animales sin la ayuda de la sal” que, cuando naturalmente no la poseen, estos suplen con la que encuentran en las aguas, “no hay arroyo, ni lago, ni pozo que no sea salobre en verano o cuando las lluvias son raras, porque la lluvia disminuye necesariamente su salsedumbre”, mientras que “en las llanuras de Montevideo y de Maldonado los ganados buscan y comen con avidez los huesos secos, que a medida que avanzan hacia el Norte comen una tierra llamada Barrero, que es una arcilla salada que se encuentra en los barrancos...”[30]
  En el mismo sentido se expresa d’Orbigny. “Otro objeto importante para la prosperidad del ganado es la sal, que abunda en toda la provincia de Buenos Aires pero falta en Corrientes. Por consiguiente, los pocos lugares en que existen salitrales tienen gran ventaja sobre los que no los tienen. Allí se produce una carne mucho más sabrosa y los animales engordan con mayor facilidad... En las provincias de Corrientes y Entre Ríos, donde generalmente el terreno no es salado, se ve que los animales buscan tales lugares, denominados barreros, con un instinto peculiar, ya al borde de una barranca, ya inclusive en medio del bosque, adonde acuden sin cesar para lamer ávidamente las eflorescencias salinas.”[31]

Venado de las pampas
Fundación Vida Silvestre - Argentina
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  En tiempos prehistóricos habían desaparecido los grandes mamíferos herbívoros como el megaterio, el toxodonte o el gliptodonte que pastaban en la llanura y que podrían haber disputado su manutención a las nuevas especies introducidas en las prístinas dehesas; siendo ostensible que ni el ñandú, ni la vizcacha, a pesar de su amplia difusión, fueron competidores eficientes, así tampoco el guanaco ni el venado de las pampas, siendo estos últimos los herbívoros más abundantes de las praderas, se comportaron como antagonistas significativos porque, impresionables y suspicaces a los ruidos, escapaban a medida que el ganado mayor invadía las mejores pasturas, incluso se dice que las pestes bovinas causaron más estragos en las manadas de venados que la cacería humana.

 Tampoco abundaban los carnívoros en el ámbito pampásico, al menos en tal magnitud, que pudieran ocasionar la extinción de aquellos, el puma sólo se atrevía con los pequeños potrillos, terneros y animales menores separados del grupo, pero “es tan cruel sin necesidad que si encuentra ocasión mata cincuenta y más ovejas para lamer la sangre”; el yaguareté devoraba caballos, vacas, toros, perros, carpinchos, etc., pero “no mata sino lo que necesita”, pocas veces se internaban en el campo raso, prefiriendo ocultarse en el ruderal, no siendo relevante, en este aspecto, la presencia del zorro gris, del gato montés o del gato de los pajonales.[32]

  Sin embargo, aquellas vacas silvestres hubieron de enfrentarse, tiempo después, con sus peores depredadores: “un mamífero más pequeño que ellos, pero con buena especialización para la caza: el hombre”, porque “los tiempos ecológicos no coinciden con los tiempos económicos - apuntaron Brailovsky y Foguelman - la demanda de cueros creció más rápidamente que la capacidad de reproducción del ganado cimarrón, lo que afectó la existencia misma del recurso.”
  En ese orden de ideas, no es difícil imaginar, tampoco, la importancia que el pellejo animal había adquirido, como materia prima y de intercambio en las distintas comunidades indígenas que poblaron el actual territorio argentino antes de la ocupación hispánica y más aún después, con la introducción de las especies europeas.


ALANO ESPAÑOL
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  Tras ellos, se formaron grandes jaurías de perros cimarrones, procedentes de los mastines, alanos y otros que fueron llevados, en principio para amedrentar a los nativos y luego agregados a los caseríos de campo, para vigilancia, defensa, caza mayor y manejo del ganado, muchos de los cuales, habían adquirido la libertad, tanto por falta de manutención como por las consiguientes riñas entre congéneres, aventurándose maquinalmente a ganar la tierra adentro para subsistir de los terneros y potrillos que mataban después de atacar, en gavillas numerosas, a las vacadas y yeguadas a las que hacían huir, para rodear y aniquilar las crías más pequeñas y retrasadas.
  En las pampas, como una secuela de las brutales matanzas de vacunos y de las cacerías de la fauna silvestre, las abundantes partes cárnicas no aprovechadas produjeron, al decir de Juan A. García, “un caso interesante de regresión. El perro también seguía al hombre en el camino de la barbarie”. El leal y noble compañero de todas las faenas campestres pasó a refugiarse entre los pajonales, cavando sus propias cuevas o ensanchando las vizcacheras, criándose feroces y crueles, a modo de lobos carniceros o hienas carroñeras.[33]

 “Animal esencialmente social, se allegó al toldo del indio y volvió a ser doméstico”, multiplicándose ilimitadamente, acotaba Zeballos, “cuyo hogar defendían con sus ladridos de alarma y con sus dientes afilados, cuya familia contribuían a alimentar persiguiendo las aves y los cuadrúpedos en las selvas y en los llanos, y cuyo cadáver acompañaban, inmolados en su tumba, para empezar el viaje a una nueva y mejor vida.”
  Como consecuencia de las frecuentes migraciones de las tolderías, como así las incursiones armadas que asolaron las campañas tiempo después, durante las guerras indianas y civiles, quedaron perros abandonados que reciclaban ese proceso.
“Se alimentan de gamas, cuya carrera aventajan y de avestruces, de cuyas gambetas triunfan, aguijoneados por el hambre; pero la gama y el avestruz escasean, las privaciones aumentan y con ellas su furor...” - anotó Zeballos en 1880 - "durante la noche no cesaban de aparecerse en cuadrillas al flanco del monte, acechándonos con ojos brillantes y un aspecto tal que pudieran pintarse como emblemas del hambre. Nos seguían con la vista, con la lengua afuera, fatigados y hasta rabiosos. Los más osados se deslizaban entre los altos pastizales y aparecían de repente entre nosotros mismos” [34]
  No obstante, en 1611 el gobernador Diego Marín Negrón decía que “Ay grandísima multitud de yeguas y cavallos silvestres con que han dado ocasion a los yndios andar a cavallo y estan ya tan diestros que no les da cuydado silla ni aparejo...” y en 1619, Diego de Góngora expresaba que los indios cubríanse con pellejos de venados, sustentándose con su carne, con la de caballos y la de toros cimarrones que abundaban en esos campos.[35]

  Sobre el cambio ecológico provocado por el pastoreo, Brailovsky y Foguelman sostienen que la ausencia de grandes hervíboros permitía que el ruderal cumpliera lentamente su ciclo biológico completo, la paulatina descomposición de los elevados pajonales secos, característicos de la llanura original, terminaría por enriquecer los suelos, abundantes por ello en materia orgánica, pero empobrecidos en nitrógeno que aquellos devolvían indolentemente.
  Las deyecciones de millones de vacas y caballos, favorecieron la diseminación de las semillas de las hierbas predilectas, en desventaja de las rechazadas y junto con el despojo de los animales muertos, disgregados por doquier, además de incorporar materia orgánica a los suelos, “reactivan el reciclado del nitrógeno y provocan un desequilibrio ecológico de magnitud.”  Ese impetuoso reciclaje de nitrógeno fácilmente asimilable beneficia el crecimiento de las plantas anuales, pastos tiernos de rápido crecimiento y, si bien estimula asimismo el rebrote de los pastos fuertes, estos renuevos eran pisoteados y/o ramoneados por el ganado, que de esta manera dificultaba su desarrollo.


Cortaderas - Campos del Tuyú (Prov.Bs.As.)
Foto: Fernando Miñarro
Fundación Vida Silvestre - Argentina
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  El ganado, fruto del multiplico en ámbito agreste y bravío, también produciría un impensado efecto, que por su trascendencia llamaríamos providencial, como fue la irreversible alteración de aquel milenario equilibro ecológico de las pampas como consecuencia de los acelerados y favorables cambios que produjeron en su vegetación.
  En este aspecto son reiteradas y contestes las reflexiones de los viajeros, hombres de ciencia o simples observadores, que recorrieron nuestro territorio cuando aún esa substitución no se había consumado totalmente, aunque es de señalar que algunos relictos todavía consiguen asomar empecinadamente en ciertas cañadas u, otras veces, a los costados de las vías férreas o caminos rurales; ... en las hondonadas inundadas una parte del año y en lo que los habitantes llaman pajonales, partes más bajas, donde crece una gramínea que se desarrolla en gavillas tupidas y se eleva hasta la altura de un hombre a caballo, lo que hace la marcha sumamente penosa. Se ven muchos de estos sitios en las pampas; pero al norte del Salado [es decir sobre la margen izquierda] la larga estadía del ganado las ha hecho desaparecer, de manera que el aspecto de la vegetación es completamente distinto.[36]

  Otro factor que contribuiría a la desaparición de los duros pastizales fueron los incendios, que por razones naturales o por acción humana, caracterizaron también aquel período de nuestra historia.
  No solamente se encendían los campos como una táctica de guerra, Zeballos contaba que “los hacendados no se contentan con la regeneración lenta producida como evolución natural por el progreso del reino orgánico sobre el teatro geológico de la pampa. El ganado vacuno destruye el pasto fuerte y abona el suelo, pero este procedimiento es demasiado lento y emplean medios artificiales, como el arado de las tierras, para herir con el acero la raíz. Se usa también frecuentemente el fuego. Las quemazones pueden ser útiles en los campos arenosos de la pampa primitiva, donde no hay más que pasto fuerte... pero quemar los pastos mixtos donde los pastos fuertes alternan ya con los tiernos, es un error, porque si el fuego destruye la simiente de aquellos, no destruye su raíz, de la cual vuelven a brotar; mientras que quema la semilla de los pastos dulces, impidiendo su rápida propagación.” [37]



[20] - Berta E. V. de Battini: La Argentina - Suma de Geografía - Ed. Peuser - Bs.As. - 1960
[21] - Berta E. V. de Battini : obra citada
[22] - Félix de Azara: Apuntamientos para la historia natural de los cuadrúpedos del Paraguay y Río de la Plata - Imprenta de la Viuda de Ibarra - Madrid - 1802
[23] - Emilio Solanet : Pelajes Criollos – Ed. Letemendia – Bs. As. - 2001
[24] - Elías Gordillo Rojas : Pelajes Criollos – El caballo criollo 
http://www.folkloredelnorte.com.ar/decimas.htm
[25] - Francisco P. Moreno: Viaje a la Patagonia Austral – Transcripto por Taboada en obra que se cita.
[26] - E. Pecoits – Transcrito por Solanet en su obra citada.
[27]- Gabriel C. Taboada: El caballo criollo en la historia argentina - Planeta - Bs.As. - 1999
[28] - Félix de Azara: obra citada
[29] - Horacio C.E. Giberti: Argentina: Suma de Geografía – Ed. Peuser – Bs. As. - 1959
[30] - Félix de Azara: Viajes por la América meridional - Ed. El elefante blanco - Bs. As. - 1998
[31] - Alcide d'Orbigny: Viaje por América Meridional (1828) - Emecé editores - Bs.As. - 1999
[32] - Félix de Azara: Apuntamientos para la historia nat. de los cuadrúpedos - Impr. de la Vda de Ibarra - Madrid - 1802
[33] - Juan Agustín García : La ciudad indiana : Ed. Hyspamérica – Bs.As. – 1986 
[34] - Estanislao S. Zeballos : Viaje al país de los araucanos – Ed. Hachette – Bs.As. – 1960 
[35] - Manuel M. Cervera y Emilio Coni : obras citadas
[36] - Alcide d'Orbigny: Viaje por América Meridional (1828) - Emecé editores - Bs.As. - 1999
[37] - Estanislao S. Zeballos : Viaje al país de los araucanos (1881) - Ed. Hachette - Bs.As. - 1960




        3 - la estancia cimarrona


Debe tenerse en cuenta que los habitantes de las ciudades se discriminaban en “vecinos”, “moradores” y “estantes”, comprendiéndose en la primera categoría a los pobladores fundadores, a sus legítimos descendientes, como así también a las personas residentes cuyo arraigo se legitimaba con el transcurso de cierta cantidad de tiempo, siendo la calidad de padre de familia, la posesión de bienes raíces y la asistencia personal con armas y caballada a los alardes (formaciones y aprestos para la defensa del lugar) las principales condiciones para adquirir y mantener la calidad de avecindado, atributo que permitía, entre otros privilegios, acceder a un cargo en el cabildo local, desempeñar ciertos oficios públicos, obtener mercedes de tierras y las licencias pertinentes para el aprovechamiento del ganado cimarrón.
La segunda categoría comprendía al resto de los residentes habituales, si bien habitantes permanentes, eran considerados comunes moradores lugareños (artesanos, soldados, clérigos, peones, indios de servicio, esclavos, etc.) mientras que en la última se incluía a aquellos individuos cuya estadía en la ciudad, meramente circunstancial, no se prolongaba más que por un corto lapso, transeúntes, mercaderes ambulantes, forasteros, etc. Salvo las órdenes religiosas, la gente comprendida en estos últimos grupos no estaba en condiciones de acceder a un palmo de tierra y, por lo tanto, tampoco formar un rebaño o entablar una tropilla, de acuerdo a las disposiciones de la época.

A un efecto no querido, el alzamiento de los ganados y otro no pensado, su pródiga multiplicación, sucedió el aprovechamiento abusivo de ese recurso, circunstancia de la que se derivarían, a su vez, distintas consecuencias que condicionaron el estilo de vida de las generaciones subsiguientes.

Así como los yeguarizos montaraces merodeaban por las aguadas formadas tierra adentro, al momento del repoblamiento de Buenos Aires por Garay, el ganado bovino cimarrón recién comienza a cobrar importancia económica sólo algunos años después del 1600.

En 1602 el rey Felipe III autoriza, durante seis años, la salida por el puerto de distintos productos que se supone fueron comercializados en parte por las ciudades del interior, en virtud de la incapacidad porteña para producir unas 2.000 fanegas de harina, 500 quintales de cecina y 500 arrobas de sebo, con destino a las posesiones portuguesas del Brasil y África; en 1605 se verifica el primer embarque documentado de cueros; en 1606 se prohíbe matar o vender reses sin marca. [38]
Si bien es habitual que se señale al año 1608 como aquel en que el cuerpo capitular autoriza a Melchor Maciel del Aguila a realizar la primera vaquería en las pampas, en realidad ésta no fue una cacería y matanza sino que se redujo a la recogida de 800 vacunos para formar estancia en la margen derecha del Riachuelo; en 1609 se instituye el registro de accioneros”, en el cual se anotaban los vecinos que se consideraban con derechos sobre los bovinos alzados o cimarrones, repartiéndose 1.405 cabezas entre los 41 inscriptos, “según la hacienda que parecía poseían cada cual y para que la maten en cada un año”, asignándose a los que eran fundadores o sus descendientes cupos de hasta 150 animales para el aprovechamiento comercial de sus productos; en 1610 el Cabildo prohíbe “tener ganado en la ciudad, ni en el ejido della una legua en contorno”, como consecuencia de los daños causados por los semovientes en las tierras de cultivo; en 1614 se conceden licencias para matar la torada cimarrona, con la condición que no fuera hacienda marcada, vacas ni terneras;.en 1617 se obliga a todos los ganaderos a registrar sus marcas; en 1618 se incluye entre las permisiones de exportación la cantidad de 3.000 cueros; en 1636 un bando del gobernador Dávila intenta corregir, “so pena de la vida y las demás por derecho establecidas, el desorden y usorbitancia que hay en esta ciudad” de adueñarse de caballos, mulas y vacunos, pese a que “los que perpetran semejantes delitos alegan ser uso y costumbre en estas partes y no ser delito.” [39]

Los incipientes hacendados, que habían comenzado a efectuar sus primeras y esporádicas “recogidas de ganado alzado” por los campos aledaños, con el sólo objeto de reunir las reses que escapaban de sus respectivas heredades, a pocas leguas de la ciudad, en los cercanos pagos del Luján, Matanza o Magdalena, decían en 1673 que para ello ya se alejaban a más de treinta leguas de la ciudad, desde donde sus propietarios arreaban los animales que apartaban del resto del rodeo, procedimiento que dio origen a inéditas disputas y entredichos por la posesión de la hacienda orejana. [40]
A efectos de evitar los continuos abusos de una excesiva y/o indiscriminada apropiación, el Cabildo estableció que solamente quienes fueran dueños de ganado alzado tenían derecho a recobrar, entre las vacadas cimarronas, un número de cabezas equivalente a la cantidad de vacunos perdidos, que previamente debían manifestar, dejando testimonio en el registro especialmente habilitado.

Las vaquerías eran incursiones por las pampas para cazar el ganado cimarrón, este procedimiento se diferenciaba de las efectuadas para reunir animales con la finalidad de formar rodeo, en que las primeras se asocian con grandes matanzas para la extracción del cuero, sebo y grasa, mientras que las segundas sólo tenían por finalidad restablecer o incrementar los rebaños.
La peculiar faena tenía por objeto, primero, inmovilizar al animal, seccionándole los tendones del miembro posterior con el desjarretadero, después, provocarle la muerte con un chuzo y, por último, cuerearle, “... siendo tan diestros en esto, que hay hombre que desuella sin auxilio veinte y seis reses al día...”, decía Azara.



Si bien durante los primeros años las vaquerías son de corto alcance y modestas las exportaciones de cueros, las reses comienzan a ser la única riqueza de las pampas, el concepto de “hacienda”, en su recto sentido de finca rural o conjunto de bienes, particulares y públicos, tiende a confundirse con aquel término y hacienda pasó a ser, en nuestro territorio, sinónimo de ganado; mientras que en otros países de América continua designando al predio de gran extensión que se dedica preferentemente a la ganadería, aquí se emplea para este caso la antigua expresión “estancia” que adquiere nuevo significado, abarcativo no solo del aposento o cuarto habitable sino, específicamente, de la casa de campo y de las tierras contiguas destinadas a la actividad pecuaria.

Ocurre que en aquellas épocas la posesión de la tierra ocupaba un lugar secundario, el patrón de medida de la riqueza - explicaba Giberti - era el número de animales, por ello la apropiación del vacuno fue celosamente defendida. La propiedad del suelo y del vacuno, más que por sí mismas interesaban por su valor como origen de licencias para vaquear, acopiar y exportar la corambre.
La práctica pastoril de los primeros pobladores hispánicos en las pampas, estuvo muy lejos de constituir una forma elemental de organización de recursos humanos y materiales destinados a la crianza de ganados con fines económicos, de allí que el término ganadería encubre sólo una disimulada aproximación en tanto y en cuanto tuvo su origen en animales librados a su propia suerte, en un medio que resultó propicio para su procreación espontánea. “Es decir, que por ganadería colonial no debe entenderse una explotación cuyas bases fueron creadas por el hombre, sino una forma de trabajo que consistía en usufructuar de un bien natural, situación análoga a la de quien tala un bosque o arranca frutos de un árbol silvestre”.[41] 

Aquí, “en eftas prouincias del rrio de la plata y paraguay”, el ganado y los cueros pasaron a ser, junto con otros productos del interior, las llamadas “monedas de la tierra”, “... por quanto en algunas Cibdades defta gobernación atento á que en ella no hay oro ni plata ni moneda corriente y el trato y contrato con los mercaderes que á ella entran es de bino açucar y otras cosas...[42]

El ganado vacuno y su corambre, además de ser un recurso de autosubsistencia o consumo inmediato, cumplieron la función de signo de valor, medida alternativa de los precios y medio de  pago, una forma de economía cimarrona en la que coexistían simultáneamente diversas mercancías locales, como la vara de lienzo de algodón, la fanega de maíz, la arroba de yerba, etc., cuyo equivalente general era la plata ya que “las monedas de la tierra” eran ciertas especies que por peso o medida se tasaban en reales, para la justa comparación de precios y valores.

Archivo Gral. de la Nación - Colección Witcomb



























Como se afirma en un antiguo documento, “Ay mucha falta de Plata y oro en todas estas Provincias tanto que en ninguna se halla Plata sino en este puerto por la comunicación del y toda es poca...[43]

Para realizar las salidas por los campos vecinos del pago, con la finalidad de recobrar los animales alzados o cazar los cimarrones, se concedieron salvoconductos oficiales durante los siglos XVII y XVIII. “Los llamados rodeos de animales cimarrones en tierras realengas, se hacían en virtud de títulos legítimos de acción y con permiso de las autoridades.”[44]

Nunca han tenido los vecinos – dícese en una relación del cuerpo capitular del Cabildo porteño – “por si solos el dominio a los dhos. ganados sino con facultad y permiso de este Cavildo ... desde que por averse retirado los dhos. ganados a tierras realengas se hicieron comunes en cuya possesion y costumbre y dominio a estado y esta de muchos años a esta parte por el mayor util y conservasion desta republica.[45]

El concepto de accionero involucraba pues, al poseedor de documentos que probaban su derecho al usufructo sobre cierta parte de esos bienes semovientes y el consecuente privilegio a participar de los beneficios que los mismos generasen.
Por ello decíase que “...todas las personas que pretenden derecho a la Acsion de Ganados Lo Justifiquen Con Ynstrumentos legitimos ante este Ylustre Cavildo Segun Costumbre...[46] los que en caso de ser aprobados y declarados como tales en las sesiones ordinarias de ese cuerpo colegiado, se copiaban junto con los de “matricula anttigua” en el “libro q. estta destinado de acsioneros ...[47] y se guardaban en el arca de tres llaves, junto con los documentos fundacionales, los libros de actas de estos acuerdos y demás legajos o minutas considerados confidenciales o de primordial importancia; tanta era su trascendencia económica “que hasta los mas casamienttos an tenido efecto a tittulo de Parte de acsionero."[48]


El rodeo
Prilidiano  Puerredón   (Óleo  1861)
Museo Nacional de Bellas Artes (Arg)
http://mnba.gob.ar/



En la antigua legislación española llamábanse bienes “mostrencos” a los animales o cosas perdidas o abandonadas, es decir, sin dueño conocido, porque se debían mostrar, exhibir o pregonar públicamente, para que su propietario pudiera enterarse del hallazgo, reivindicar y recuperar lo que por derecho le correspondiese. No perteneciendo a nadie, esta categoría de bienes era susceptible de apropiación por la primera persona que, mediante su captura o aprehensión los tomare o recogiese, apoderándose de ellos.[49]
Tal era el régimen legal aplicado a los bienes y cosas en relación con las personas que podían adquirir su posesión y dominio en la isla La Española (actual Santo Domingo) y otros lugares de la América española desde los primeros tiempos de la conquista.
"En muchas partes de Indias, y creo son las más, no se cría bien ganado menor, a causa de ser la yerba alta y la tierra tan viciosa, que no pueden apacentarse sino ganados mayores; y así de vacuno hay innumerable multitud. Y de esto en dos maneras: uno ganado manso, y que anda en sus hatos, como en tierra de otras provincias del Perú y en toda la Nueva España. De este ganado se aprovechan, como en España, para carne y manteca y terneras, y para bueyes de arado, etc. En otra forma hay de este ganado alzado al monte; y así por la aspereza y espesura de los montes, como por su multitud, no se hierra, ni tiene dueño propio, sino como caza de monte, el primero que la montea y mata es el dueño. De este modo han multiplicado las vacas en la isla Española, y en otras de aquel contorno que andan a millares sin dueño por los montes y campos.
Aprovéchanse de este ganado para cueros: salen negros o blancos en sus caballos con desja-rretaderas al campo, y corren los toros o vacas, y la res que hieren y cae es suya.”
[50]
Este concepto adquiriría en las pampas distinta y particular interpretación, en cuanto se refiere al aprovechamiento del ganado que libremente pastaba en la dilatada planicie.
La caza y apropiación de caballos cimarrones dio lugar a un largo pleito, con el adelantado Juan Torres de Vera y Aragón quien pretendía adjudicarse su usufructo en nombre de la autoridad real y a cuenta de salarios que decía atrasados, pero una Real Provisión de 1587 decidió que dichas caballadas fueran de uso común para los vecinos de Buenos Aires; en 1589 un religioso, Fray Pablo de Velazco apoderado de la orden mercedaria, procuró apropiarse de los animales sin dueño para destinar su producido “a rescatar infieles”, eufemismo propio de la época utilizado como tapujo para no decir “comprar esclavos”, desconociendo así el pretendido derecho de los primeros pobladores.
.
Ya desde 1589 los capitulares venían sosteniendo, según "dixeron unanimes y conformes en el dicho Cabildo que en lo que toca a lo mostrenco... que en esta çiudad a la sazon no ay ninguno, porque los conquystadores vinieron a estas Provinçias en la armada de don Pedro de Mendoza agora cincuenta y cinco años... y quando se despoblo y se subieron a la çiudad de la Asunçion dexaron aqui ciertas yeguas y caballos de las que traxeron de España de las quales an producido mucha cantidad de caballos y yeguas y que los hijos de dichos conquistadores y pobladores an venido y vinieron a su costa y mynsion sin ayuda de nadie con sus armas y cavallos y ganados a poblar de nuevo dicha çiudad y Puerto de Buenos Ayres y a conquistar los Yndios rebelados que estan en la dicha tierra donde estan los dichos caballos y cada dia tienen guerra con los dichos Yndios por donde les perteneçe a los dichos hijos de los primeros conquistadores ser suyos y gozar destos dichos caballos zimarrones como a jente que de sus padres lo heredaron..... y en lo que toca a las vacas que dize ser mostrencas, que en esta çiudad no ay ningunas porque todas son de los vezinos de esta ciudad, y que si an dexado por descuydo de herrar algunas..." [51]

Mediante el citado acuerdo, el Cabildo de Justicia y Regimiento de la Ciudad de la Trinidad, Puerto de Santa María de Buenos Aires, sentó jurisprudencia criolla sobre la naturaleza jurídica de los vacunos alzados y cimarrones que habían comenzado el proceso de propagación por los campos periféricos, providencia cuya efectividad los vecinos hacendados procuraron hacer observar puntualmente, pero con relativa o ninguna eficacia, durante aproximadamente dos siglos, es decir, mientras existieron bovinos de esa clase.





[38] - Carne en trozos, secada al sol y cubierta con camadas de grasa. La carne secada al sol se llamaba charque (del queshua "charki") y al charque salado también se lo conoce como tasajo.
[39] - Juan Agustín García : La ciudad indiana - Ed. Hyspamérica - Bs.As. - 1986
[40] - Orejano: Se aplica al aninal sin dueño conocido, sin marca ni señal o corte en la oreja. Marcos A. Morínigo: Nuevo Diccionario de Americanismos e Indigenismos - Ed. Claridad - Bs.As. - 1998
[41] - Horacio C. E. Giberti : Historia económica de la ganadería argentina - Ed. Hyspamérica - 1970
[42] - Ordenanzas del gobernador Ramírez de Velazco (1597) : Manuel M. Cervera : Historia de la Ciudad y Provincia de Santa Fe - Impr. La Unión - S.Fe - 1907
[43] - Memoria de las Poblaciones y Provincias destas Governaciones del Paraguay y Rio de la Plata de los yndios cristianos e ynfieles de que se tiene noticia en ellas y de los sacerdotes que estan ocupados en las doctrinas del Gobernador Diego Marín Negrón - Bs.As. (1611) - Manuel M. Cervera: Historia de la Ciudad y Provincia de Santa Fe - La Unión - Santa Fe - 1907
[44] - Berta E. V. de Battini : La Argentina - Suma de Geografía - Ed. Peuser - Bs.As. - 1960
[45] - Acta del 28-jun-1677: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - 1917 
[46] - Acta del 20-set-1715: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - 1926 
[47] - Acta del 20-oct-1719: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - 1927
[48] - Acta del 9-abr-1681: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - 1917
[49] - Raymundo M. Salvat: Tratado de derecho civil argentino – Tipográf. Edit. Argentina – Bs.As. 1954
[50] - José de Acosta: Historia natural y moral de las Indias (1592) – Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
[51] - Acta del 16-oct-1589: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - 1907


Versión impresa
(copia literal de los manuscritos originales)
       Sostener esta doctrina sobre el derecho en propiedad común del ganado montaraz de las pampas no siempre fue pacíficamente aceptada, le demandó a la pléyade de vecinos, ganaderos y cabildantes que desfilaron por la extinguida sala de acuerdos, durante más o menos dos siglos, no pocas contrariedades y sobresaltos mayúsculos que inquietaron su sosegada prosperidad, fundamentalmente cuando los gobernadores José Martínez de Salazar (1663-1674) Andrés de Robles (1674-1678) Alonso Juan de Valdéz e Inclán (1702-1708) y Manuel de Velazco y Tejada (1708-1702) pretendieron asumir, como responsabilidades inherentes a sus funciones, las de autorizar las vaquerías, prorratear la corambre y ajustar su precio con los capitanes o fletadores de los navíos, operaciones que se había autoadjudicado el cabildo de Buenos Aires desde su creación, en otras palabras, pretendían, por lo general, no quedar fuera del negocio con este argumento:

"por quantto de algunos años a esta partte por La faltta del Servicio se an ayunttado Los ganados bacunos que poblaban Las esttancias de Diferenttes Vezinos por Cuya ocassion han yntroducido el Llamarce aucioneros y prettender derecho a todos Los Ganados que conttienen estas Campañas por mas de sesenta leguas multiplicandose y Pocrehandoze en ttierras realengas por cuya razon se devieran reputtar y tener por Vienes mostrencos pertenecientes a su Magestad" [52]

Los consejeros reaccionaron inmediata y enérgicamente apelando esa decisión que contradecía sus antiguas prerrogativas, sosteniendo que por ser regidores no podían quedar marginados de los beneficios de sus haciendas, ni privados de sus facultades por tener parientes hacendados en la ciudad, fundándose en la más conservadora fuente de derecho, que es la costumbre, para reiterar su apego al criterio tradicional :

“...los ganados bacunos retirados en esta jurisdon. y otras los quales no son mostrencos ni que por retirados se puedan reputar por simarrones ni comunes de derecho natural, sino ganado de dueños conozidos que los tubieron redusidos a rodeo En sus estancias...” [53]

Pero un nuevo gobernador estaba navegando hacia Buenos Aires y el asunto no pasó a mayores, los regidores prefirieron aguantar “los embarasos Y disensiones que entre si se orixinan cada dia", como decía Martínez de Zalazar, antes que correr el riesgo que “todos los besinos universalmente pobres y ricos gosasen del benefisio de dhos. ganados y coranbres quando La ocasión se ofresca”, como, según parece, pretendía este funcionario.
        
Mientras tanto la vaquería se había convertido en una maniobra arriesgada, no sólo por las agresivas acometidas de la hacienda salvaje, sino también por la antagónica presencia “de yndios pampas de nasion Serranos desta jurisdission”, tal la denominación que los españoles de aquel tiempo dieron a los guénaken o puelches de los ríos y serranías situados al suroeste de Buenos Aires, "... que an baxado Y se an situado en diferentes parajes a voluntad suya dellos Y lo que a resultado a sido volverse a yr a las Campañas llevandose de camino las cantidades tan considerables de cavallos mulas Y yeguas que son notorias a ttodos los que an padecido este Daño por la prontitud que tienen en sus retiradas ..." [54]



Rancios documentos destacan la importancia del vacuno, no solo como productor de carne para el aprovisionamiento de las poblaciones:

“.....el fruto de la Corambre de Toro para Las Cargas de los navios de permisso con Cuya Venta y benefiçio sin tener otro Los mas de los Veçinos se Visten y abrigan sus familias ... Como Tambien El abasto de sebo y grasa q. son Los prinçipales generos y frutos p.a El cobtidiano sustento por servir de Azeyte La grassa... Y El sebo Para Alumbrase y Haçer Jabon... frutos Tan Pingues y neçessarios A la Vida Humana...” [55]

Ya en 1619, el Cabildo de Santa Fe había elaborado una lista de medio centenar de terratenientes con estancias pobladas de vacunos desde la época de la fundación con el objeto de sostener la exclusividad de sus derechos para recoger el ganado cimarrón, alegando ser el fruto de los animales que se alzaron desde las primeras introducciones efectuadas en los rincones del Salado Grande, del Saladillo e islas fluviales, como consta que hiciera el mismo Garay, poblando con bovinos las tierras situadas en la otra banda del Paraná, en la actual Entre Ríos, siguiéndolo Hernandarias en 1590, el capitán Feliciano Rodríguez, Juan de Osuna, Cristóbal de Arévalo, Juan Torres de Pineda y tantos otros en los años subsiguientes.

La primera marca a fuego de ganado que se tenga noticia se había asentado en 1574, a nombre de Pedro Villalba, en el registro habilitado para ese efecto por el Cabildo de Córdoba; en 1576 se anotan, en Santa Fe, las del teniente de gobernador Francisco de Sierra y otros cinco renombrados pobladores y en 1577 el Cabildo de esta última ciudad conmina a los vecinos dueños de ganado para que marquen sus reses, aun antes de matarlas, pues de lo contrario se considerarían perdidas para sus dueños, precoces antecedentes de la época fundacional de esas poblaciones que ponen de manifiesto el alto valor del escaso ganado disponible y la inclinación, ya instalada por aquellos tiempos, a escamotear el ajeno.

En 1589 Francisco de Salas Videla gestionó, ante el Cabildo de Buenos Aires la legitimación de un "hierro de herrar", exhibiendo el instrumento que utilizaría para marcar a fuego sus animales, presentando meses después los hierros el general Torres de Navarrete y el alguacil mayor Francisco de Areco.
A pesar de lo dispuesto y mandado en repetidos acuerdos del ayuntamiento, autos o bandos del gobernador, con el objeto de limitar las recogidas y matanzas del ganado vacuno cimarrón, publicados al son de cajas y a viva voz por el mulato esclavo que oficiaba de pregonero en las calles acostumbradas de la antigua ciudad; no obstante las anunciadas sanciones de decomiso de las caballadas, bueyes y carretas empleadas en esos trajines y la incautación del sebo, grasa y corambre obtenidos sin licencia, además de la pena accesoria de “ducientos asotes en El rollo publico” cuando los aprehendidos fueren “Yndios negros O mulatos libres ... Y a los mestisos de dos meses de pricion en la ttorre del riachuelo”, como así también la inhabilitación perpetua para efectuar dichas faenas al vecino accionero que subrepticiamente hubiese cedido sus derechos a favor de aquellos mediante “Un Corto Combenio”, sanciones que se promete “executar Ymbiolablemente”, las actividades clandestinas se repetían año tras año, siendo común y corriente "qe. muchas personas vezinos y mosos sueltos que biven de granjerias del canpo [56] an salido de quatro meses a esta parte a las campañas y tierras Realengas y autualmte esta en ellas y otros para salir a haser y an hecho matansas y Recojidas de ganados haciendo sevo y grasa sin haver tenido ni sacado lisencia de este Cavildo para el efecto y fuera del tiempo asignado para dhas. matansas y Recoxidas contrabiniendo á los autos y bandos del Govº. y de este Cavildo no theniendo algunos de ellos accion ni derecho armando tropas de proposito para ello causando notable daño á la Repuca y bien comun mor.mente en el tiempo presente de la parision del ganado..."[57]

Estas salidas a la campaña indefectiblemente recrudecían en cuanto decaía o se relajaba la eficacia de los jueces nombrados en cada pago para el resguardo de las vacadas silvestres, “no se vive impunemente rodeado de siervos y miserables”, decía hace un siglo Juan Agustín García, la autoridad pública no podía defender sus personas y bienes de indios o mozos alzados, mestizos y negros, desarrapados o hambrientos, que rondaban por los campos y caseríos. [58]

Yerra
Archivo Gral. de la Nación - Colección Witcomb
























Como consecuencia de la dispersión y proliferación de vacunos y yeguarizos principiada a fines del siglo XVI, comenzaron, desde los primeros años de la siguiente centuria, los conflictos por su posesión y usufructo. La recogida de los ganados alzados y su consecuente, la vaquería de los cimarrones, es una constante, desde los primeros tiempos, en los primigenios pueblos y villas coloniales cuyos terrenos circundantes resultasen aptos para su copiosa multiplicación, pero además de despertar el interés mercantil de los habitantes de esas precarias y dispersas poblaciones - pomposamente llamadas ciudades - concitaron también la atención de los aborígenes que desde tiempo inmemorial merodeaban por esos parajes o sus contornos.

Hernandarias organizó en 1616 con los vecinos de la antigua Santa Fe (ubicada entonces en el paraje de Cayastá) la primera recogida de vacunos a cuarenta leguas al norte de ella, donde pastaba gran suma de ganados cimarrones y hacia el cual despachó indios y españoles con orden e instrucción de no hacer matanza, por lo que después de seis meses retornaron con un rodeo de ocho mil cabezas que destinaron al incremento de sus estancias. Desde ese momento los chaqueños guaycurúes, mocovíes y abipones hostilizaron persistentemente los establecimientos de campo y la población misma hubo de ser trasladada doce leguas al sur por esta causa, por los repetidos desbordamientos de las aguas del río y porque a las tropas de carretas se le agregaban doce leguas de caminos pantanosos, a pesar de lo cual no pudo evitarse que aún un siglo después aquellos la sitiaran en todos sus rumbos y entraran con fines de pillaje y despojo.

La expansión española siguió las huellas de esta riqueza semoviente hacia el este entrerriano, circunstancia que si bien bien atraería los avances de los nativos del litoral mesopotámico, charrúas, minuanes y guaraníes no reducidos, todo indicaría que estos no opusieron un antagonismo inexpugnable, pues la proyección de aquella no se detendría hasta llegar a la Banda Oriental, territorio en el que la hacienda provenía de las primeras introducciones efectuadas, desde Santa Fe, por Hernandarias, en los años 1611 y 1617, como así también, desde Corrientes, por los jesuitas, a partir de 1635.
Después de quebrantar una cruenta resistencia inicial los criollos y mestizos santafesinos terminaron haciendo vida en común con los naturales que ayudaban en las correrías o cacerías por los campos, en las malocas y en los saqueos de los poblados jesuíticos, participando activamente en el trueque de mujeres, niños, ganados y cueros por armas, caballos, bebidas y mercancías de todo género, mientras se extendían por el territorio las posesiones ganaderas donde algunos aborígenes hasta se ocupaban como peones en los rodeos. [59]




[52] - Acta y auto del 12-ene-1674: Acuerd. del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch.Gral. de la Nac. - Bs. As. 1916
[53] - Acta del 15-ene-1674 : Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1916
[54] - Acta del 29-abr-1686 : Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1917
[55] - Petición del Procurador General sobre el ganado vacuno : Acta del 22 de abril de 1694 – AGN – Bs.As.- 1925
[56] - Granjería: beneficio, lucro o utilidad que se obtiene de las haciendas de campo.
[57] - Acta del 7-set-1676: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1916
[58] - Juan Agustín García: La ciudad indiana – Ed. Hyspamérica – Bs.As. - 1986
[59] - Manuel Cervera: Historia de la ciudad y provincia de Santa Fe – Ed. La Unión – Santa Fe - 1907


Los capataces
Prilidiano  Puerredón   (Óleo 1861)
http://blogs.lanacion.com.ar/arte

En poco tiempo – apuntó Giberti – las especies bovina y equina “superaron con holgura la demanda de la reducida población; nacieron así los excedentes exportables que habrían de cambiar la fisonomía del país. Se comprende sin esfuerzo que el ganado salvaje nada valía: cobraba valor el caballo una vez amansado y los vacunos sólo rendían beneficios por su cuero, sebo y grasa; productos secundarios eran cerdas, huesos, astas, etc.”[60]

Como ya se ha dicho, en esa época los ganaderos no se esmeraban en la cría de vacunos, con la recogida de los alzados o la caza de los cimarrones satisfacían los ocasionales y lucrativos requerimientos de cueros, sebo, grasa o venta de ganado en pie para las provincias de arriba, en tanto que los habitantes de las ciudades, que se abastecían de la carne proveniente de algún rodeo manso de las estancias cercanas, pues no era fácil arrear hasta ellas el arisco o montaraz de las pampas, ni acarrear las reses sacrificadas por la imposibilidad práctica de evitar su descomposición, vecinos que harían oír repetidamente sus protestas por la cantidad y calidad de la carne suministrada. 

Mediante el régimen de los “navíos de permisión”, buques que ocasional y espaciadamente intentaban la ruta del Plata, previo permiso otorgado por el Consejo de Indias, para practicar el comercio en esta apartada comarca de aquel reino, se llegó registrar el despacho anual de unos 20.000 cueros, cantidad que, aunque no se contabilicen probables omisiones, ni las exportaciones clandestinas, revela el muy parcial aprovechamiento de la riqueza ganadera disponible, aun cuando, por el carácter irregular de los embarques, en un solo año, 1674, fueron cargados tres navíos (San José, Santa María de Lubeque y La Soledad) con 40.000 cueros.

Archivo Gral. de la Nación - Colección Witcomb

Tal estado de cosas no variaba pese al transcurso de los años, en forma explícita un testimonio posterior afirma: “En este puerto ningun vesino tiene ganados errados y de rrodeo como bienes propios en sus estansias pobladas, por que los que ay estan todos retirados en tierras realengas de muchos años a esta parte y asi no tienen propiedad particular a ellos sino en comun[61], razón por la cual para obtener su utilidad y provecho, aquellos protoestancieros acostumbraban a trabajar, como ya hemos visto, campo afuera, como si sus parcelas se extendieran sin límites en toda la perspectiva del horizonte. En alguna oportunidad se explicó en la sala de acuerdos que constituía un motivo suficiente como para suspender cierta celebración patronal el hecho “que de presente se Hallan los mas de Sus moradores e Hijos de esta Ciudad que suelen asistir a dhas. fiestas fuera en la campaña en faenas pressisas de su obligazion a que asistir para Bestirsse y Sustentarse ...[62]

Por eso hemos llamado a este peculiar período, que se prolongó durante todo el siglo XVII, “de la estancia cimarrona”, para distinguirlo de aquel otro, que comenzará en la siguiente centuria, en que tendrán los ganados “en sus estansias de rrodeo y errados y como bienes propios ...[63] aclarándose que ambas formas de explotación del bovino coexistieron, sin duda, durante mucho tiempo, pero lo que se quiere tipificar, de alguna manera, es el comportamiento generalmente observado, en términos simplemente relativos, cuando, a raíz de una mayor regularidad de los embarques, comenzó a avizorarse que en base al pellejo de las reses vacunas se configuraba una región exclusivamente ganadera, “siendo este negocio uno de los mas prinsipales de la ciud. y que mas mira a su pro y utilidad y conservasion.[64]

El Gobernador José Martínez de Zalazar había intentado al fin de su mandato, sin acatamiento alguno, modificar el régimen de las vaquerías “para que ttengan Los vezinos sus estancias pobladas de dho. ganado en rodeo mansso y errado con el hierro de cada uno de los Dueños de dhas. estancias y en esta y no en otra forma valerse del con estimasson. de su valor...[65]

En el año 1675 vuelve sobre este asunto el capitán Hernando de Rivera Mondragón, alcalde ordinario del cabildo porteño, quien describe en pocas palabras la situación pecuaria:

“... propuso que tiene Reconosido Y esta ynfformado como los mas vezinos desta ciud. En sus estanzias se allan sin ganados bacunos pa. su sustento en tal manera qe. escasamte. se conosen tres o quatro estansias qe. tengan ganados y esos en corta cantidad y que respeto desta Y de ausentarse El ganado y estar distante y ser las fuerzas de cada vezino cortas pa. con brevedad y fasilidad recojerle se puede esperar mayor daño y falta de manera que ni pa. dar abasto le aya en la ocasion que nesesita El Comun ...” 

A continuación propone que, mediando aprobación y bando del gobierno, salgan los vecinos accioneros de cada pago a reunir el ganado alzado y cimarrón que hubiere tierra adentro para que “puedan poblar y pueblen sus haziendas y crien ganados como se a echo En otros tiempos ...[66]

Esta deprimente imagen contrasta con los cuantiosos prorrateos de decenas de miles de cabezas que efectuaba el Cabildo entre los distintos accioneros, para regular las matanzas y extracciones de corambre con destino a los puertos de ultramar y también con las licencias que se otorgaban para recoger ganados cuando los solicitantes manifestaban la necesidad de aumentar sus disminuídos rodeos, aunque, por lo antedicho, es evidente que estas tropas se desviaban para otros fines, el contrabando o su comercialización con las ciudades del interior, al margen de las matanzas efectuadas por “los vezinos desta ciud. sin lisensia deste cavildo y dando a entenderlo tolera dicho cavildo en unos y se executa en otros...”, según se protestara oportunamente durante una de las sesiones del cuerpo de regidores.[67]

Pero no obstante el transcurso del tiempo la situación no cambia, es decir que, durante el siglo XVII, ni siquiera los terratenientes latifundistas eran poseedores de cuantiosos ganados reducidos a rodeo y régimen de engorde adecuado para el consumo de la población; en la propia sala de acuerdos, el Procurador General, Capitán Diego Rodríguez, proponía, en abril de 1694, a don Agustín de Robles, Cavallero de la Orden de Santiago, General de Batalla en los Reales Ejércitos de su Magestad, Gobernador y Capitán General de estas Provincias del Río de la Plata, se sirviese “disponer y mandar que Todos Los Vezinos de esta Çiudad que tienen estançias pobladas en la Jurisdiz.on de ella Tengan Rodeos de Ganado Bacuno y que los Conserven para Haçer algun sebo y grassa Y Carnes para El abasto ...” [68]

La manifiesta reluctancia a incrementar los reducidos planteles desbravados también se debía a la rapacidad y picardía de los mismos hacendados causantes de los “disgustos y Latroçinios que experimentan Algunos estançieros que procuran Tener Rodeo en sus estan.as que Como El ganado es Unico y los que lo Tienen pocos se lo Urtan y destruien en menos tiempo que Tarda en aquerençiarse y Resultta grandes ôdios entre Ellos...[69], pero fundamentalmente por la falta de incentivos para formar tropas aptas para el consumo, ya que con el propósito de evitar el agio, es decir, las maniobras abusivas de acaparamiento o especulación tendientes al encarecimiento artificial de los productos destinados a cubrir las más elementales necesidades sociales, los cabildos intervenían en la fijación de precios máximos para la carne, harina, pan, azúcar, yerba, miel, aguardiente, vino, jabón, velas y algunos otros artículos, por “ser nesesario poner aranseles En las pulperías y tendejones ... con presio fijo y Justo ... para que Oserben Con puntualidad En la Benta de dichos generos los presios agsinados... [70]

Mientras tanto, como un vacuno en pie, aunque enteco y traqueteado seguía siendo un vacuno, resultaba obviamente lucrativo entregar animales de ínfima calidad si podía hacerse a un costo más bajo que el precio fijado por los cabildantes, siendo ese ganado el que preferentemente se introducía en el mercado.

La Pulpería
Jean Léon Pallière (1864/65)

Por esta misma razón también los labradores disimulaban las existencias de granos, en las épocas de sequía, regateando el precio de sus cosechas al margen de “posturas arancel y medidas”; los tahoneros, por su parte, retenían harina en fraude a los agricultores que llevaban los granos, debiéndoseles intimar a “reçevir por peso el trigo q. hubieren de moler Y la harina q. de el Y su molienda resultare lo ayan de entregar por peso en la misma forma a sus dueños ...q. dichas athaonas tengan particular cuidado en dar la harina caval Y correspondiente del trigo q. molieren”; los panaderos eran renuentes en amasar cantidades que hicieren bajar el precio de su manufactura, “por quanto esta ciud.d se a hallado estos dias faltta del principal manttenim.to que es el pan y q.e el poco q.e a avido a sido muy pequeño de q.e han resultado clamores y queja general; algunos pulperos, por su lado, entregaban “vino adissionado” y “yerva camini por la del paraguay buena”, reclamando estos, a su vez, contra los vendedores ambulantes, por que a pesar de “estar conpuestos con su magd. pa. bender yerva tabaco y otros jeneros de pulperia ... muchos mercaderes la benden sin conpossision Y por las calles”, creyéndose necesario, entonces, para remediar los excesos que se cometían en esos y otros ramos del comercio al por menor, que los oficiales de justicia, “a todos tiempos y oras luego Y de ynproviso puedan entrar a todas las tiendas, tendejones Y tabernas a visitarlas Y reconocer los pesos Y medidas... Y arançel que se les da escripto”; recaudos que no lograban impedir las negociaciones clandestinas para sacar miles de cabezas de ganado, cientos de arrobas de sebo y grasa, quintales de cereal u otros artículos fuera de la jurisdicción, con el objeto de eludir los precios oficiales, la verificación de las piezas de medir o pesar y el pago de los tributos fiscales.[71]

Durante la segunda mitad del siglo XVII la actividad comercial experimentó una fuerte crisis, por la política económica imperante que restringía la actividad portuaria con el objeto de evitar la salida de plata potosina, por la inseguridad de la ruta atlántica, prácticamente en poder de los piratas holandeses que interrumpen la continuidad de la navegación de ultra mar, por la caída del ritmo de producción de las minas de Potosí, por la depresión económica de España y por la restauración y separación de Portugal de la corona española en 1640, que implica la supresión del tráfico marítimo con las colonias del Brasil, circunstancias todas que enmarcan el acentuado estancamiento que se experimenta en el Río de la Plata, cuyo comercio estaba supeditado a un bajo nivel de consumo y limitado a un intercambio regional de poca monta, condicionado por una economía sin mercado y sin perspectivas de desarrollo. [72]


El corral
Jean Léon Pallière (ca. 1855/1866)

No obstante que la carne bovina nunca faltó en Buenos Aires para alimento de los pobladores más humildes, porque comparada con los demás artículos resultaba de menor precio, al mismo tiempo que era la más requerida, pese a que abundaban las piezas de caza de la fauna silvestre, el ganado menor y los animales de granja, el Cabildo recelaba que “los Vezinos entretenidos en entablar Crias de Mulas Tienen puesto Todo su esmero en Recogidas quantiossas de Yeguas olvidando y no Haçiendo Casso de lo mas preçisso para El sustento de esta Republica Como Lo es El ganado Bacuno de lo cual sin duda Alguna sino se probee del Remedio Combeniente a de experimentarse en pocos allarse esta Ciu.d sin abasto alguno de Carne sebo Y grassa y muy dificulttosso El fruto de la Corambre de Toro para Las Cargas de los navios de permisso ...[73]

Asimismo en un Auto del Gobernador se da cuenta que los vecinos de las ciudades comarcanas (aludiendo a Santa Fe, Córdoba y Mendoza principalmente) entran a las campañas de Buenos Aires a “hazer quantiosas recoxidas de ganado Bacuno matanzas y potreadas de cantidades muy conziderables de Yeguas en contravencion de los Vandos Publicados que lo Prohiven ...[74]revelador de la importancia que habían adquirido los establecimientos dedicados al brutal y mañoso multiplico de mulas destinadas al alto Perú, pues para ello, se requería una nutrida manada de yeguas, padrillos mutilados y una recua de jumentos, machos y hembras, todo ello en desmedro de la formación y mantenimiento de hatos de vacunos domésticos, capaces de proporcionar un producto “mejor que El que se a dado de Veinte años â esta parte por ser ganado de Rodeo descansado y gordo”, en tanto que no faltaban las amenazas de azotes o prisión para los negros, mulatos, indios, mestizos o mozos advenedizos que frecuentaban las tierras realengas para hacer su magra porción de cueros, sebo o grasa y con esa exigua ganancia reconfortar su mísera subsistencia.

Pero una vez más, contrariamente a los bandos publicados al son de cajas de guerra por las calles acostumbradas de la ciudad, a pesar de la prometida “pena de perdimento” de los productos que hubieren extraído, como así de la caballada, carruajes y aperos utilizados, pese a la privación de la calidad de accioneros a los españoles involucrados, “dos meses de prizion en la torre del riachuelo” para los mestizos y “ducientos asottes en El rollo publico q. se executara Ynbiolablemente”, para los “Yndios, negros o mulatos libres”, no obstante disponerse, en ciertas oportunidades, que alguna de las compañías de cavallos del batallón de la ciudad salgan a correr las campañas para aprehender a las personas que sin licencia hicieren recojidas o matanzas de boyunos y potreadas de yeguas “y trayga ... Carrettas, cavallos, mulas, Yeguas, Bacas y ottros Efectos q. hallaren “, el enraizado estilo de vida de los vecinos de Buenos Aires, de la campaña y de las ciudades vecinas, no se modificaría mayormente, devastando los últimos restos de la cimarronada con “la continua fatiga de tanttas Y ttan repetidas Baquerias como se hazen Por propios Y esttraños”.[75]


BUENOS AIRES     (Barrio de Balvanera)     ca.1865
Antiguos corrales, matadero y mercado de frutos (Miserere - Once)
Foto: Benito Panunzi (1819-1894)

En julio de 1706 se vuelve a minimizar, tal vez con excesivo dramatismo, la cantidad de vacunos cimarrones existentes en las pampas, los que de por sí, pastaban en parajes que se consideraban muy alejados por ese entonces. En tal sentido el Procurador General de la Ciudad de Buenos Aires, Sebastián Agreda de Vergara, expone en la Sala de Acuerdos del Cabildo que en virtud de las restrictivas medidas adoptadas desde su fundación, en el sentido que solamente los "accioneros" tenían derecho a usufructuar de ese ganado, así como de la especial economía y cuidados que estos tuvieron en su explotación resultó la manifiesta abundancia de vacunos (en realidad, como señalado más arriba, hubo una abusiva utilización del recurso y no sólo para consumo) mientras que en los tiempos presentes "exaustas las dichas campañas Y consumidos los sobre dichos ganados... neçesidad que efectivamente experimentara esta y todas las demas Çiudades sin tener de Adonde suplirla sino que âl presentte ni accioneros ni los demas que tienen estancias se atreven â Salir como solian a coxer dho. ganado teniendole como les tiene yndizible costo y ningun Ynteres por ser tan pocos ô ningunos, las bacas que ay : de manera que las pocas que an quedado, estan tan corridas..... y que por esta razon el ganado que se a de Mattar para El abasto de esta Çiu.d es forzoso sea rreçien sacado con muchisimo trabajo de la Campaña flaco maltratado Y sin que se pueda Usar de el sin peligro de enfermedades no Parando en lo dho. este Incombeniente. Sino en que dentro de Poco tpo. ni aun el Ganado de la calidad referida se podra sacar aun a costa de mucho trabaxo, por que totalm.te se acava sino se pone remedio...", agregando el aludido funcionario que por carecer de rodeos algunos vecinos pobres matan los bueyes y las vacas lecheras.

Ya se han señalado las causas por las cuales no se formaban rodeos de animales mansos, gordos y aquerenciados, para el consumo de la población, además, por lo que a continuación se expresa, no parece que la disminución de las vacadas cimarronas fuera de tal magnitud, aunque era evidente una paulatina decadencia, que preocupaba al aludido funcionario y demás señorías del cabildo, hacendados todos, o poco menos, por su directa incidencia en la comercialización de cueros, sebo y grasa o para su saca y venta en pie, incluso en las provincias del Perú, procedimientos que directamente estaban llevando a cabo, desde algún tiempo atrás, tropas del "Reyno de chile... Mendoza, San Juan, la Puntta, Cordova, Ryo Quarto y Santtafee... llenando como llenan de bacas las Provinçias de Arriba", de manera que cuando los vecinos ganaderos de Buenos Aires conducían hasta allí las que habían podido recoger, se encontraban apremiados por el "Vil preçio â que se benden quedan arruynados y perdidos, sin poder ni aun sacar el costo que les an ttenido...", razón por la cual deciden elevar dicho informe al Señor Gobernador y Capitán General para que "ponga el remedio que semejanttes deshordenes piden."[76]

Seguramente los cabildantes sabían algo más que lo expresado en las antedichas actuaciones, porque mientras ellos decían guardar el procreo de la hacienda, observando los períodos durante los cuales se prohibían las vaquerías, los vecinos foráneos salían bien proveídos. 
El Gobernador Alonso Juan de Valdéz e Inclán, se apresuró a destacar, pocos días después, las repetidas entradas tierra adentro que el cuerpo de caballería había efectuado por su orden, así como las detenciones y decomisos efectuados a personas que vaqueaban sin autorización, no obstante hubo de reconocer un buen número de licencias que graciosamente otorgara a importantes personalidades y órdenes religiosas, tanto de Buenos Aires como de la Provincia de Santa Fe, por supuestos servicios prestados a la corona de España, permisiones que en total superaban las 120.000 reses, cantidad que parece demostrar que los campos no estaban exhaustos, todavía. 
A raíz de las insistentes lamentaciones de aquellos vecinos, de sus permanentes quejas sobre las matazas practicadas por elementos foráneos y de las grandes tropas que se formaban para arrearlas fuera de la provincia, descuidando el abasto de carne a la ciudad, llegó a decirse en el ámbito gubernamental: "es de notar, la contradizion, de que no aviendo ninguna Vaca para comer, havia tantas para sacar".[77]

Grupo de hombres mapuches hacia 1890
Autor: Valck, Christian Heinrich (1826-1899)
Colección Biblioteca Nacional de Chile
http://www.memoriachilena.cl/

Es en este tiempo que se concatenan distintas circunstancias: en principio, la notoria disminución y alejamiento de los bovinos cimarrones; en segundo lugar, las partidas de vaqueros, al internarse en las pampas o las caravanas de carretas que se encaminaban a las Salinas Grandes (suroeste de la Provincia de Buenos Aires y sureste de la actual Provincia de La Pampa) advierten la presencia de aborígenes que arreaban importantes manadas de ganado vacuno[78], hecho que también queda registrado, poco después, cuando se expone acerca de "los muchos Ladrones, que no solo de las ciudades Comarcanas basten y destruien dhas. campañas, si no es, de Muchos Yndios âucaés, que de la ôtra p.te de la cordillera de chille han pasado â esta con el mesmo fin de rrovar y destruîr dhas. campañas, es, forsoso se haga luego despacho como esta pedido con maior numero de gente q. el que en ôtras Ocasiones séa despachado por el Maior Riesgo que ay de Ladrones y de Yndios ênemigos". [79]


Caravana de carretas - Foto B. Panunzi  ca.1880
Archivo Gral. de la Nación - Colección Witcomb 


















Por esas razones es que, en tercer lugar, se insistió en la necesidad de formar rodeos mansos, de cría y engorde, en las estancias más o menos cercanas a la ciudad-puerto y, por último, también se comienza a hablar, oficialmente, de vaquear en la otra banda del río Uruguay.

La “araucanización de la pampa”, como llama Canals Frau al apogeo de la expansión mapuche sobre las llanuras del este, con su secuela de cruentos malones, recién había comenzado hacía fines del año 1707, cuando hubo una gran concentración de pampas, puelches o serranos, pehuenches y huarpes, con la presencia de “aucáes o indios de la guerra de Chile”, como se los denominaba entonces, a orillas del río Quinto, en el territorio de la provincia de San Luis.[80]

Años después, en 1711, entre otros muchos asuntos, se vuelve a hacer referencia a una partida de indios de Chile que, en este caso, habían despojado del ganado y herido a unos troperos que se hallaban tierra adentro, acordándose que sería necesario enviar dos compañías de caballería para el castigo de los mismos[81] y, posteriormente, también se informa que proseguían "en las Campañas de esta Jurisdission quatro o cinco tropas de Cordovezes haziendo Consumo de ganados de esta Ciud. y sus axioneros".[82]
  
TOLDOS de CATRIEL en AZUL     ca.1866
Foto: Benito Panunzi (1819-1894)
Colecc. Witcomb - Arch. Gral. de la Nación
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En la sesión del 14 de octubre de 1713 del Cabildo Justicia y Regimiento (tal era el nombre completo de esa institución que atendía en primera instancia los asuntos judiciales y regía en los demás aspectos económicos o administrativos de cada comunidad) de la Ciudad de la Trinidad, Puerto de Santa María de Buenos Aires (topónimo original usado en la práctica sólo en los escritos oficiales) se dispuso que los Alcaldes de la Santa Hermandad (vecinos hacendados designados por el Cabildo para ejercer el poder de policía y la administración de justicia con respecto a los delitos cometidos en el ámbito rural, antecesores de los jueces de paz, que tanta importancia tuvieron en el desarrollo de la vida rural) debían impedir las "Ventas q. hazen diferentes personas q. Vajan a las estançias desta Jurisdic.on desde las Ciudades Ynmediatas con diferentes generos... y q. luego q. tengan noticia q. algun mercader U otra persona este en qualquiera estançia Vendiendo qualesquiera generos ora sea, a dinero, o a otra qualquier espeçie passe a aberiguarlo y Constando de ello lo trayga presso a esta Ciud. Embargandole los bienes q. le allare...", obviamente esta medida tenía por finalidad proteger a los comerciantes porteños, evitar la evasión de las alcabalas y otros impuestos, pero sobre todo que estos mercachifles ambulantes no se llevaran de retorno animales en pie, cueros, sebo, grasa u otros productos, para comercializarlos en su lugar de origen, originando su disminución una carestía equivalente para el consumo de los vecinos urbanos. 

Por este documento puede inferirse, que se estaba verificando un proceso de formación de rodeos permanentes y poblamiento en los precarios establecimientos rurales de la época, lo cual habría despertado el interés de los buhoneros, porque en esa misma reunión se consideró "q. en las dhas. estançias y chacaras ay diferentes personas de las Ciudades Ymediattas Con familias y q. estas no teniendo de q. mantenerse se sustentan del ganado ageno y entran a las campañas sin licençia a hazer faenas de Sevo y graza... âssi ay en dhas. estançias y chacaras muchos Yndios mestizos y mulatos libres arrimados a ellas, y sin Concierto alguno (es decir sin trato o convenio de trabajo) de cuya tolerançia resultan los yncombenientes... q. algunos destos estan Vagamundos y q. Van con otros a las Campañas Sin liçencia o q. hazen daños en las Sementeras y ganado ajeno, los traygan ante las Justicias ordinarias para que les obliguen a q. Se Conçierten y les Castiguen los exesos q. hubieren Cometido...", acordando, además, que se haría todo el esfuerzo posible para que no falten vacunos para el consumo y otros menesteres de los habitantes, pues el cimarrón de las pampas "se ba acabando respecto de q. abra quince años poco mas o menos se hazian las faenas de Sevo y graça Corambre y recojidas de ganado, 20 y 30 leguas de esta Ciud. y oy aun saliendo nobenta y ciento aun no se consigue el hazerlas sino es con mucho travajo, por q. el poco ganado q. a quedado en dhas. Campa.as se â retirado a las Çierras ynmediatas, a la gran Cordillera a donde Vajan los Yndios Aucaes Chilenos q. ademas de llevarse grandes porciones del executan muertes y Robos en los q. Van a dhas. faenas Como se esta Experimentando". [83]  

Siempre en la misma sala capitular de sus acuerdos, alcaldes y regidores se enteraron, en setiembre de 1714, que un vecino que había pasado tierra adentro, nada menos que unas cien leguas, en busca de algún ganado para hacer "un poco" de grasa y sebo (fórmula repetida por quienes, sin cumplir con el requisito de una autorización previa, se internaban durante varios días en las pampas con el pretexto de acopiar una cantidad suficiente para su uso doméstico y la finalidad, no declarada, de vender el excedente, como así también, si la ocasión se ofrecía, arrear algún rebaño vacuno) estando en esas faenas, continúa el acta, "Vio algunas humaredas En la Sierra y presumiendo fuesen de Yndios, Se Volvio retirando para tras y al llegar a la falda del Serro q. llaman del tandil encontro con un troso de Yndios que le parecieron Aucaes quienes le quitaron la Cavallada q. llevava y por q. la Quiso defender le Yrieron Con Una lanza en un ombro q. fue milagro no averle muertto; Y que reconoçiendo el Ymposible de restaurarla y defenderse se Vino huyendo Con dies hombres que llevava...", comentario que revela como la penetración mapuche se acentuaba en búsqueda también de los semovientes cimarrones que, aunque en menor número, todavía pastaban en esas inmediaciones. [84]

El fragmento que se reproduce a continuación, copia literal del manuscrito original del escribano actuante en el Cabildo, contiene la petición de Andrés Gómez de la Quintana, vecino y Procurador General, por medio de la cual se evidencia el progresivo avance de los nativos trasandinos sobre la planicie central argentina. a los que precisamente ubica, en ese momento, en las Salinas Grandes.
PETICIÓN DEL PROCURADOR GENERAL PARA CONTENER A LOS INDIOS AUCAS
CABILDO DEL 19 DE SETIEMBRE DE 1714
ACUERDOS DEL EXTINGUIDO CABILDO DE BUENOS AIRES
ARCHIVO GENERAL DE LA NACIÓN - Edit. 1926
Apremiante situación que corrobora otro escrito, del mes de diciembre de ese mismo año, en el cual se hace referencia a diferentes "robos y muertes" perpetrados por otras partidas de "Yndios Aucaes y Serranos" en campos aledaños a la laguna "q. llaman Palantelen Veynte y Sinco leguas de la Capilla de Luxan ymediato paraje a esta Ciud.", célebre laguna (ubicada en el actual partido de Alberti, a un par de leguas del río Salado) paradero de indios y lugar de concentración de las tropas y carretas que salían tierra adentro en busca de las Salinas Grandes, relación que prueba el grado de inserción de esos componentes foráneos en la llanura central. [85]

Sin embargo, dijo Canals Frau, pese a la presión ejercida, transcurrirían varios decenios hasta que fueran amos absolutos de la planicie mediante infiltraciones constantes y sucesivas, adaptaciones y fusiones, aculturaciones y amalgamas, por las que un pueblo sedentario de tipo andino se transformó, en el nuevo medio ambiente, en diversas comunidades seminómadas que vivirían preferentemente de la ganadería y subsidiariamente de la caza, la recolección, el saqueo y alguna incipiente agricultura, perfeccionando, en un proceso generalmente pacífico, pero no exento de violencias y/o desplazamientos, la sustitución étnica de las poblaciones realmente oriundas. De ese conglomerado de ándidos mapuches, pehuenches cordilleranos, huárpidos cuyanos, tehuelches patagónicos y puelches serranos, resultaría una notoria heterogeneidad en el subtipo racial de los habitantes de las pampas.[86]
Origen de los malones CLIQUEAR AQUÍ

De la antigua abundancia casi ilimitada – dijo Giberti – se pasó a un período de restricciones atisbándose la paulatina consunción del ganado cimarrón; el sobreprecio de los cueros que se embarcaban, legal o  clandestinamente, impulsó a los ganaderos a tratar de preservar mucho más las existencias vacunas magnificando su evidente decadencia, por ello se advierte la tendencia a impedir drásticamente las arreadas de los indios furtivos o el menudo escamoteo de la masiva mano de obra desocupada o subocupada de aquellos tiempos, negros o mulatos manumisos, criollos o mestizos arrimados a algunas estancias, mozos disgregados en precarios ranchos levantados en tierras baldías o aparentemente sin dueño, arrieros de mulas y troperos de carretas que volvían del puerto al interior, “Como los mesmos españoles”, es decir, “Todo Genero de personas... de qualquier Estado Calidad Y Condizion...”, como también la cuantiosa competencia de tratantes forasteros que en confusas pandillas entraban a las campañas “en ttodos Los tiempos del año”, a todos los cuales endilgaban el epíteto de "ladrones", porque aquellos patricios estancieros, cuyos elementos más representativos intervenían también en el tráfico negrero, en la especulación comercial y en el contrabando de productos y mercaderías, no toleraban que sin su autorización o licencia para vaquear, se pretendiera usufructuar del ganado bovino cimarrón que se había propagado desde las orillas de la mar océano hasta el pie de las altas cumbres cordilleranas.     

Así, simultáneamente con las convulsionadas cuadrillas de peones, cuartedores, desjarretadores, cuereadores, baquianos, carreteros, capataces, etc., de las bien montadas y aviadas tropas fletadas por pudientes ganaderos, sigilosamente se desplegaban también logreros, vagos o desvalidos procurando subsistir con el producto de algunos cueros, unas pocas “vegigas de grasa” y otros tantos “sacos de Sevos”, pero coadyuvando, definitiva e irremediablemente, a la completa destrucción del recurso.

Por su parte los nativos de Chile ya habían denominado "huinca" al español y todo aquel que no fuera originario de aquellas tierras, vocablo aparentemente derivado del verbo "huincùn", que es hurtar bestias o ganado, según Febres y Rosas. [87]


La pisadora de maíz
Jean Léon Pallière   (ca. 1868)
Museo Nacional de Bellas Artes (Arg)
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La insuficiente cantidad de maderas, por la falta, poco menos que absoluta, de árboles en las pampas primigenias, la inexistencia a orillas del Plata de cantera alguna de donde extraer materiales para la construcción y la total carencia de metales; alejados durante algunas épocas, incluso, de la posibilidad de importarlos, en bruto o manufacturados, llevó necesariamente al aprovechamiento de la ganadería, no sólo para consumo o como único bien de capital, sino como proveedor de un material substituto cuya utilización se generalizó de tal forma que Sarmiento acuñó la expresión “la civilización del cuero” para referirse a este prolongado período que se extendió incluso durante la época de nuestra organización como país independiente, frase repetida hasta el cansancio por célebres escritores en homenaje a la fuerza expresiva que encierra en relación con el contexto histórico al que se refiere.
En 1742, el Procurador General Antonio Félix de Saravia, mientras exponía sobre la necesidad de restringir el comercio ganadero con el Paraguay y ciudades del interior, que amenazaba con disminuir manifiestamente las cimarronas existencias vacunas, se preguntaba:

"...qual es el âseyte con que generalm.te se guizan las Viandas o comidas en toda esta tierra presisam.te  se a de responder que la grasa de Bacas es el Unico y comun ... qual  la Unica garcia de que se hazen las Sogas ô lazos q. llaman Guascas [88] tan nesesarias para Infinitos ministerios? se a de desir presisamente que es la piel o cuero del genero bacuno, los costales ô sacos para guardar y reparar el trigo de aguas humedades polvo y Sabandijas de que Jenero son no ay Otro ni puede âber en toda esta Prov.a equibalente al cuero de nobillo ô Vaca porque si Se caresiera de este genero ... Se perdiera el trigo en que consiste la recojida de las cosechas ... en la gran copia de cueros de toro y Baca de q. cada Uno se prebiene fuera de que es quasi Inesplicable lo yndispensable que Son estos Jeneros en esta tierra para muchos menesteres Sin poderze allarse ôtros que con tanta comodidad y con tan poco gasto Suplan su falta ... Y no es de menor Utilidad la abundancia de sevo de dho. ganado pues es la Unica materia de que Se sirbe el comun para alumbrarze de noche cuyo consumo es renglon considerable.”[89]

Félix de Azara, el célebre ingeniero militar, aficionado a las ciencias humanas y naturales, diría años después: “El ganado suple aquí casi todas las necesidades. La mayor parte de la gente no come pan ni otra cosa que su carne asada; de las astas hacen vasos, cucharas y peines; y poniendo un tapón en lo más grueso, abriendo un agujero en la punta, les sirven de jarros y cántaros, llamándolos “chifles”.  Del cuero fabrican todas las cuerdas y sogas, la mayor parte de los utensilios, como canastas y arcas, llamándolas tipas y petacas; y haciendo con un cuero una candileja de cuatro picos, a que llaman pelota, pasan en ella los ríos aunque sean de media milla o más de travesía. Sobre el cuero duermen, con él hacen puertas y ventanas, y muchas veces las casas. La grasa suple al aceyte, aun en Quaresma. Del sebo hacen velas y xabon, y los huesos sirven de leña para los hornos y aun en las casas, porque escasea mucho en los campos, principalmente de Buenos Aires. Las calaveras son sus sillas y bancos.”[90]


Debe tenerse en cuenta, además, la serie de piezas sueltas que, en conjunto, componían el apero o montura para las cabalgaduras y también los accesorios imprescindibles como riendas, bozales, cabestros, rebenques, lazos, boleadoras, alforjas, etc.


Carreta con bueyes
Archivo Gral. de la Nación - Colecc.  Witcomb






















Los bueyes se uncían al yugo con fuertes y resistentes guascas y las carretas se cubrían con cueros cosidos, material que a veces también se utilizaba para cubrir el piso del carromato.
La vivienda - como dijeron Chiozza y Correa Morales - “expresa la voluntad de arraigo del hombre en el paisaje y  revela al observador  atento la capacidad de sus moradores para adaptarse a las condiciones del ambiente natural respondiendo a las exigencias de su género de vida, de acuerdo con la índole del vínculo legal que les liga a la tierra, los recursos económicos de que disponen, el grupo social al que pertenecen, las circunstancias históricas y sus gustos personales.”[91]
Precisamente, la exigüidad de materiales en el medio, la precariedad en la tenencia de la tierra y la cortedad de recursos económicos, determinaron la difusión del rústico rancho como el tipo de morada más genuino de las pampas, hasta convertirse en parte inescindible de su paisaje.
Origen de la palabra rancho CLIQUEAR AQUÍ

El esqueleto del rancho se apoya en los horcones, postes altos y fuertes que terminan en una horqueta, sobre las que se asientan la cumbrera, el travesaño longitudinal más elevado y las dos costaneras o vigas laterales más bajas. Entre aquella y éstas se cruza un cierto número de varas que se fijan con tientos de cuero crudo, encima de las mismas se atraviesa, a lo largo, el emparrillado de cañas, ramas o correas que forma la base de la cubierta. 
El uso de la paja quinchada [92], es decir manojos de paja colorada, paja de embarrar, cortadera, espadaña, junco, olivillo o chilca, atados con fibras vegetales o tiras delgadas de cuero crudo (tientos) y recubierta con barro por dentro y/o por fuera, tanto para el techo como para los muros, podría decirse que era una construcción de cierto lujo.


Idilio criollo
Jean Léon Pallière  (ca. 1861)
Museo Nacional de Bellas Artes (Arg)
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El Capitan Miller, visitando una estancia del sur en 1817, encuentra que “tenía tres habitaciones: la principal era un cuarto de cuarenta y dos pies de largo y quince de ancho, sin chimenea ni ventanas, y el todo estaba construído de paredes de caña, cubiertas por dentro, y por fuera, de arcilla (barro). Las pocas vigas que formaban los apoyos las habían traído del Monte del Tordillo, distante diez y ocho leguas, y estaban sujetos con tiras de cuero como todas las casas de las pampas, pues no se conocen en ellas los clavos; las puertas las hacen comúnmente con pieles de toro extendidas en marcos de madera.”
Con respecto al corral dijo: “es un círculo cerrado de fuertes estacas clavadas en el suelo y atadas unas a otras con tiras de cueros...”[93]

En su viaje de 1848 por la campaña bonaerense, Mac Cann detalla el más rumboso mueble que encuentra en algunos de los ranchos que visita. “A lo largo de la pared había unos postes bajos, como de dos pies de alturas, sobre los que descansaban estacas sujetas con guascas y cubiertas con un gran cuero de buey. Este aparato nos sirvió de cama.”Refiriéndose a una casa de posta de la pampa entrerriana, apunta Mac Cann: “La choza estaba compuesta por una armazón de madera, cortada de los árboles vecinos y recubierta de mazos de pasto, atados por lonjas de cuero crudo. El moblaje consistía en un cuero seco, colocado sobre una especie de plataforma elevada, en un ángulo del rancho; esto servía de asiento durante el día y de lecho durante la noche.  Los pocos utensilios domésticos,  eran también del orden más primitivo; una olla de hierro, de tres patas, unas grandes calabazas donde guardaban el agua y conchas recogidas en el río cercano, que hacían de cucharas. Asegurado en el techo, colgaba un cuero dispuesto de tal manera que servía para guardarlo todo...”

Para confeccionar las llamadas “botas del país” - explica el mismo autor - se sacrificaba un potrillo, “le sacan el cuero de las patas traseras, desde el menudillo hasta la mitad, más o menos, del muslo; le raspan el pelo y mientras el cuero está húmedo, lo adaptan a la pierna y al pie de la persona que ha de usar las botas. Esta parte, desde el corvejón hacia abajo, forma el pie, y la parte de arriba cubre la pierna... excepto los tres dedos mayores que, por lo general, quedan a la vista".[94] 
Esta bota de potro resultaba muy liviana, muy apropiada para montar y era de uso generalizado entre aborígenes y paisanaje de aquellos tiempos y lugares.
Transcribe Carreira las observaciones del suizo Carlos Beck Bernard, quien dio testimonio de la aptitud del cuero para cubrir todas las necesidades de ese extenso período destacando: “Los niños criollos, indios o mestizos, duermen en sus pequeñas hamacas de cuero en forma de cajón, que se suspenden de las vigas del techo, con tiras de cuero. El albañil, para transportar la argamasa y la cal, usa una especie de batea de cuero ...” y en las tahonas donde se molía el trigo “estaba el cernedor, que era de cuero agujereado en diversos tamaños, por donde pasaba la harina, que luego se guardaba en sacos de cuero.”
No debe olvidarse que del mismo material se confeccionaba la rastra, ancho cinturón ornamentado con monedas de plata que sujetaba el chiripá [95] de los ganaderos más pudientes, el retobo o forro de cuero del mate, el barbijo del sombrero, la guayaca [96], bolsita de cuero o tabaquera, usada también para llevar dinero u objetos personales, el “alzaprima”[97] de las espuelas, quedando, sin duda, fuera de esta reseña muchas otras aplicaciones, como dijo Carreira.[98]



La cuna
Jean Léon Pallière
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En relación con el aprovechamiento del cuero fresco, cortado en tiras (tientos) dijo d’Orbigny: “Casi podría decirse que no hay trabajo mecánico en el cual no intervengan para algo, pues son muy hábiles para sacarles partido. Los cortan con maravillosa destreza; saben descarnarlos, depilarlos, suavizarlos, dividirlos en tiras en tiras muy finas y delgadas, trenzarlos de mil modos, todo esto sin otro instrumento que su cuchillo. Cuando un cuero debe ser cortado o aplicado a algún uso de los que acabo de enumerar, en lugar de hacerlo secar, conservándole su forma natural, se lo estira en todos sentidos hasta darle una forma casi cuadrada.” [99]
Los cueros para exportación - apuntaba Mac Cann en 1848 - se preparaban de la siguiente forma: “primero se los remoja en salmuera, luego se los lava y apila en capas de cuero y sal; en ese estado se mantienen durante doce meses. Pero el secado de los cueros es una operación engorrosa que exige cuidado y atención. Los que deben enviarse al mercado inglés o alemán son estirados sólo a lo largo, de modo que el cuero, al secarse, quede más grueso. Se usan veinticuatro a veintiséis estacas para asegurar los dos extremos al suelo, estirando el cuero de la cabeza a la cola, para hacerlo largo y angosto, forma en que logra su máximo grosor. Los destinados a España, o a cualquier otro país que exige cuero delgado, son estaqueados de modo que se extiendan todo lo posible en sentido lateral y longitudinal. Los cueros para Inglaterra y Amberes son, por lo común, veinte por ciento más pesados que cualquier otro; y los destinados a España son habitualmente un diez por ciento mejores en calidad que los comunes.” [100]

Debe consignarse que durante ese siglo XVII es imposible separar, por falta de datos conocidos, la población urbana de la rural, fundamentalmente porque dicha diferenciación no sería muy notoria en una época en que la mayor parte de los habitantes, ciudadanos y campestres, estaban aglutinados en torno de la pequeña aldea, pero setenta años después, siguiendo el empadronamiento de 1726, realizado exclusivamente en los pagos aledaños a Buenos Aires, por orden del gobernador Bruno Mauricio de Zavala para reclutar pobladores de la campaña con el objeto de urbanizar el puerto de Montevideo, podemos llegar a tener una idea conjetural de esa relación dado que el mismo arroja un total de 2.538 habitantes rurales (incluyéndose 94 negros, 78 mestizos, 75 indios, 29 mulatos y 54 pardos) los que representan un 27 % de la cantidad de 9.550 residentes en el área de la ciudad, según cálculos estimativos de Besio Moreno.[101]
Si desde 1650 a 1700, el promedio anual fue de 20.000 cueros exportados y desde 1700 a 1725 se comercializaron 75.000 cueros al pelo por año, cantidad que se duplicaría a mediados de ese siglo, sin incluir las cargazones furtivas y el copioso consumo interno, resulta evidente que todavía abundaba el ganado cimarrón y que se ocultaban o encubrían las cantidades reales de animales vaqueados y/o reducidos a rodeo, reservando las reses escogidas para negociarlas fuera del mercado de la ciudad o para hacer corambre recién cuando los naviós dieran fondo en el puerto, una vez ajustado el precio y sin peligro del ataque de las polillas. 



Paisanos
Ángel Della Valle   (Óleo)
Museo Nacional de Bellas Artes (Arg)
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Este rudimentario estilo de vida, desarrollado en las pampas durante poco más de un siglo y que continuaría en las siguientes centurias, fue forjando naturalmente desde sus comienzos, en una buena parte de su población, la idiosincrasia de un arquetipo humano, todavía innominado, que por sobre todas las cosas rehusaba emplearse en cualquier tipo de servicio personal, pero que eventualmente se prestaba para las faenas relacionadas con el manejo del ganado y la caballada; las incursiones tierra adentro, cacerías y matanzas, despertaron en él los instintos más primitivos, el manejo del facón y el culto al coraje; las largas travesías forjaron su predisposición para observar en forma atenta y perspicaz las formas, colores y sonidos de la naturaleza virgen, predecir sus movimientos e intuir sus rumbos, a soportar las inclemencias y las privaciones, a ser sobrio en exceso y en exceso jugador o lujurioso, comedido y servicial o propenso a las pendencias, según las ocasiones. 

Fue reacio a leyes, bandos y proclamas, porque comprendió que hacía falta un costal de papeles, una talega de favores o un saco de dinero, para lograr una buena sentencia, la suspicacia indiana alimentó su indolencia, la arrogancia hispana su apostura y osadía.


Gauchos de Esteban Gonnet (1866)
Arch. Gral. de la Nación - Colecc. Witcomb


Generalmente iletrado, su lenguaje no consistía más que en repetir los arcaísmos aprendidos de sus mayores - como puede observarse en las transcripciones efectuados de las partes substanciales de distintos documentos, redactados por las personas más preparadas del momento - vocabulario que en aquellos siglos, no había completado aún su evolución en el proceso de consolidación de la lengua castellana (recuérdese que la Real Academia Española recién se fundaría en el año 1713 y sus publicaciones llegarían a estas tierras con la morosidad que es presumir, aunque en ningún caso a los nacidos y criados en la soledad de los campos). 
Complementaban ese panorama lingüístico, como se ha visto, el empleo de numerosas voces aborígenes, preferentemente de las que procedieron, a través del noroeste argentino, de las altas cumbres peruano-bolivianas, reveladoras - a mi criterio - de las raíces más recónditas del paisanaje de las pampas. Como dijo Canal Feijoo, lo propio de la expresión popular es la recreación o reelaboración permanente de lo ya dado, nadie sabe cuando ni como, circunstancia que pone en evidencia la profundidad de sus orígenes.
Improntas del mestizaje étnico y cultural son también algunas expresiones de la lengua guaraní, o mejor dicho, avañe'e, incorporadas al habla lugareña, como tapera, tacuara, caracú, etc.

En ambos casos debe hacerse mención a los innumerables vocablos referidos a la toponimia, flora y fauna que sobreabundan en nuestro territorio, repertorio de voces que se enriquecería durante el siguiente siglo XVIII como resultado de la penetración mapuche en las pampas.






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[60] - Horacio C.E. Giberti : Argentina : Suma de Geografía – Ed. Peuser – Bs.As. - 1959
[61] - Acta del 28-jun-1677: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1917
[62] - Acta del  3-nov-1681: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1917
[63] - Acta del 28-jun-1677: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1917
[64] - Acta del 15-set-1677: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1917
[65] - Auto del 12-ene-1674: Acuerd. del Ext. Cab. Bs. As.- Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1916
[66] - Acta del 11-mar-1675: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As.- Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1916
[67] - Acta del 9-ene-1674: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As.- Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1916
[68] - Petición del Procurador General  Cap. Diego Rodríguez  - Acta del 22-abr-1694 – Arch.Gral.Nac. – Bs.As. -1925
[69] - Acta del 22-abr-1694 y sig.: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1925
[70] - Acta del 28-feb-1699: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1925
[71] - Actas del 16-feb-1675; 19/8 y 10/9/1682 y 4-mar-1688: Acuerdos del Ext. Cabildo de Bs. As.  - Arch. Gral. de la Nación.
[72] - C.S.Assadourian -C.Beato -J.C.Chiaramonte: Argentina, de la conquista a la independ.– Hyspamérica–Bs.As.1986 
[73] - Acta del 22-abr-1694: Petición del Procurador Gral. de la Ciudad Cap. Diego Rodríguez : Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1925
[74] - Auto del Gobernador de fecha 25-set-1694 sobre ganado vacuno : Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1925
[75] - Acta del 24-oct-1700: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1925
[76] - Acta del 29-jul-1706: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1925
[77] - Auto del Gobernador Manuel de Velasco y Tejada del 23 de diciembre de 1709 -Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1926 
[78] - Idem.
[79] - Petición del Procurador General de la Ciudad Amador Fernández de Agüero de fecha 10 de febrero de 1710 - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1926
[80] - Según Garcilaso de la Vega ( Comentarios Reales - escrita entre 1609 y 1613 - Ed. Mercurio- Lima - 1970) no se contentaron los Incas con el territorio ganado en el Valle de Chile sino que pretendieron prolongar sus dominios más allá del río Maule, región que denominaban Purumauca.-  Fray Reginaldo de Lizárraga (Descripción Colonial - 1591? - Ed. La Facultad - Bs.As. - 1916) dice que se encontraron con un pueblo tan belicoso y temerario que llamaron en su lengua “purum auca” que quiere decir “indios barbarísimos”.- Para César Guardia Mayorga “auca” significa enemigo, guerrero y “purum auca” enemigo no conquistado, salvaje, cruel, perverso, primitivo. (Diccionario Kechwa - Ed. Los Andes - Lima – 1971)
[81] - Acta del 5-oct-1711: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1926
[82] - Acta del 12-oct-1712: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1926
[83] - Acta del 14-oct-1713: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1926
[84] - Acta del 1-set-1714: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1926
[85] - Acta del 7-dic-1714: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1926
[86] - Salvador Canals Frau: Prehistoria de América – Ed. Sudamericana – Bs. As. – 1950
Salvador Canals Frau: Poblaciones Indígenas de la Argentina - Ed.Sudamericana - Bs.As.1973
[87] - Andrés Febres: Arte de la lengua general del Reyno de Chile - Impreso en Lima (Perú) - 1765 
- Juan Manuel de Rosas: Gramática y diccionario de la lengua pampa – (Manuscritos ordenados y publicados por Oscar R. Suárez Caviglia y Enrique Stieben) Ed. Albatros - Bs.As. – 1947
[88] -Término castellanizado, común en el léxico gauchesco (correa, tiento o látigo de cuero) deriva del quechua waska: soga, cuerda: César Guardia Mayorga: Dicc. Kechwa-Castellano - Ed. Los Andes - Lima - Perú - 1971
[89] - Acta del 7-nov-1742: Acuerdos del Extinguido Cabildo de Bs. As. - Arch. Gral. de la Nación - Bs. As. - 1930
[90] - Félix de Azara : Apuntamientos para la historia natural de los cuadrúpedos del Paraguay y Río de la Plata - Imprenta de la Viuda de Ibarra - Madrid - 1802
[91] - Elena M. Chiozza y Cristina Correa Morales de Aparicio : Suma de Geografía - Ed. Peuser - Bs.As. - 1961
[92] - Del quechua kincha: pared, techo o cerco de juncos, totoras, cañas, etc. : Marcos A. Morínigo : Nuevo Dicc. de Americ. e Indigenismos - Ed.Claridad - Bs.As. - 1998 y Jorge Fernández Chiti : Dicc.Indígena Argent. - Ed.Condorhuasi - Bs.As.- 1997
[93] - John Miller: Memorias - Citado por J.L.Busaniche en Estampas del Pasado - Ed.Hyspamérica - Bs.As. - 1971
[94] - William Mac Cann: Viaje a caballo por las provincias argentinas (1848) (Traducción de José Luis Busaniche) Ed. Hyspamérica – Bs. As. – 1985
[95] - Posiblemente derive del adjetivo quechua chiri, frío y del sustantivo pacha, vestido, acentuando la pronunciación sobre la primera sílaba de este último término, aunque también se ha dicho que el nombre de esta prenda es chiripa (de chiri: frío y pac: para) "para el frío", voz con acento grave en Chile y las regiones andinas de la Argentina, mientras que en las otras partes argentinas, llegó a ser aguda (chiripá) sometida a la influencia del idioma guaraní, según Robert Lehmann-Nitsche y Lafone Quevedo. Boletín de la Academia Nacional de Ciencias - Tomo XXI - Impr. Coni Hnos. - Bs. Aires - 1916
[96] - Del quechua wayaka: costal, zurrón, talega, alforja -  César Guardia Mayorga: Dicc. Kechwa-Castellano - Ed. Los Andes - Lima - Perú - 1971
[97] - Alzaprima: correa o cadenita que sirve para levantar y fijar las espuelas pesadas para que no arrastren. Marcos A. Morínigo : obra citada
[98] - Bernardo Carreira : La civilización del cuero - Rev. Todo es Historia - Nº 126 - Bs.As. - 1977
[99] - Alcide d'Orbigny : Viaje por América meridional (1827-1834) - Ed. Emecé - Bs.As. - 1999
[100] - William Mac Cann: Viaje a caballo por las provincias argentinas (1848) (Traducción de José Luis Busaniche) Ed. Hyspamérica – Bs. As. – 1985
[101] - Nicolás Besio Moreno : Buenos Aires, estudio crítico de su población – Bs. As. – 1939 



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