martes, 12 de abril de 2016

COMO FUE QUE LOS "INDIOS" NO INVENTARON EL MALÓN...



LAS MALOCAS IBERICAS


Para comenzar, debo hacer referencia a la cultura guaraní basada en el cultivo, en tanto que la caza, pesca y recolección de diversos frutos eran actividades más bien secundarias, todo lo cual denota, como enseña Canals Frau, "uno de los rasgos más sobresalientes de las culturas neolíticas y sin duda el más fundamental. Ella representa también uno de los más grandes progresos que haya realizado la humanidad en el largo decurso de su historia. Y esto no sólo por lo que representa ella en sí misma como fuente de producción de alimentos, sino también por los numerosos cambios que esta forma económica determina".[1]
Tal vez, el más trascendente de esos cambios, ocasionado por la necesidad de rozar la tierra, aguardar la cosecha y repetir la experiencia que proporcionará sustento seguro hasta la próxima recolección, fue el construir viviendas estables y sólidas, adoptando, en consecuencia, un estilo de vida más sedentario.
Sobre los hombres recaían las pesadas faenas propias del desmonte, la caza o la pesca y en virtud de la diferenciación sexual en el trabajo, existente de los más remotos tiempos de la humanidad en todos los lugares del mundo, costumbre también enraizada en estas sociedades agrícolas, las mujeres sembraban, arrancaban las malezas y cosechaban, suponiendo que les quedaba suficiente tiempo libre como para cocinar, hilar, tejer, acarrear agua o leña, como así también para recrearse con la cestería, la alfarería y la crianza de sus hijos.

Malocas de la Aldea Mehinako   
            (familia Arawak)  
                       Alto Río Xingú     
     Foto: Thomas Gregor (1983)
     POVOS INDÍGENAS NO BRASIL  
     INSTITUTO SOCIOAMBIENTAL 
                (ISA) Sao Paulo - Brasil
      http://socioambiental.org/pib/portugues/quonqua/quadro.asp

Las casas amazónicas de los tupí-guaraní (oka u oga, respectivamente) eran unas grandes chozas colectivas, de hasta unos 100 metros de largo, 10 a 15 de ancho y hasta 4 metros de altura, con dos o tres puertas, aptas para albergar cada una a varias familias extensas, integrantes de una misma parcialidad genealógica, erigidas sobre gruesos troncos enterrados a modo de rústicas columnas, cada cinco o seis metros, sobre las que se colocaban robustos travesaños y techumbre de hojas de palmera y/o ramas de distintos árboles, dispuestas en torno a un espacio vacío para actividades sociales o ceremoniales y, a veces, rodeadas por una empalizada de troncos.
Cada aldea (taba) se componía de una media docena o más de estas casas comunales, establecidas “a su antigua usanza en montes, sierras y valles, en escondidos arroyos, en tres, cuatro o seis casas solas, separados a legua, dos, tres y más unos de otros” [2], nucleamientos filiales en los cuales llegaron a habitar hasta un millar de nativos, en cantidades muy variables de acuerdo a las posibilidades del medio ambiente, según Canals Frau, en las zonas del bajo Paraná y Uruguay parecen haber predominado las chozas de sección redonda y tamaño menor, con paredes de barro y paja. 
Cada cobertizo recibió el nombre de maloca y teniendo en cuenta que el tupí-guaraní es una de las grandes familias lingüísticas amazónicas (junto con la de los arawak y la de los caribes) y comprende unas 70 lenguas o dialectos que se extendieron desde el Atlántico a los Andes y desde el Orinoco al Plata, ámbito cultural de pueblos básicamente agricultores, pero también ceramistas, cazadores y pescadores[3], sería lógico pensar que ese vocablo referido a las viviendas colectivas, rectangulares, abovedadas o cónicas, se haya originado en alguna de esas lenguas y generalizado en áreas aledañas, de donde lo tomarían los conquistadores europeos, aunque, como señalaba Segovia, no dejaba de ser muy extraño que, no obstante esa exuberante diversidad lingüística, la palabra “maloca” se usase profusamente, tanto en Brasil como en Colombia, aplicada a las viviendas indígenas y, como veremos, a las bandas armadas que las devastaban[4].

     Detalhe da maloca yanomami
   Bruce Albert Pesquisador do IRD (París)
               POVOS INDÍGENAS NO BRASIL
               INSTITUTO SOCIOAMBIENTAL 
                           (ISA) Sao Paulo - Brasil
           http://socioambiental.org/pib/portugues/quonqua/quadro.asp

Todavía hay comunidades de origen arawak y tupí-guaraní que habitan cientos de aldeas situadas principalmente en las márgenes del río Uaupés y sus afluentes, en las nacientes del río Negro, importante tributario del Amazonas, en el noroeste de la América del Sur, asimismo en el alto Orinoco-Casiquiare, en las espesuras selváticas de las sierras de Parima, Pacaraíma y del Roraima, a orillas de los cursos que dan origen al río Branco, que también desemboca en el Amazonas, hacia el noreste de Brasil, zonas fronterizas que comparte con Perú, Colombia, Venezuela y las Guayanas, "vivendo en suas grandes malocas uma vida tanto mais faita quanto maior a distancia que as separa dos nucleos mestiços", subsistiendo no obstante las acometidas de los "caucheiros", "madeireiros", "fazendeiros", “mineradores", etc.; unos y otros con el mismo propósito de "sacar indios" para sus explotaciones, sometiéndolos por la fuerza, envileciéndolos con aguardiente o corrompiendo su voluntad con el ofrecimiento de baratijas. 
Dichas malocas (que en realidad denominan shabono los yanomami, mydy taha entre los waimiri atroari, la wi’i de los tukano, etc.) aireadas, frescas e impermeables, albergaban, desde algunas decenas, hasta cientos de moradores que practican colectivamente sus tradicionales métodos de caza, pesca, recolección y cultivo, siendo el epicentro de su organización socio-económica y religiosa, aunque desde principios del siglo XX diversos grupos de misioneros de distintos credos y sectas, acuciados por una mayor o menor intolerancia, o "furia sagrada", procuraron substituirlas por chozas individuales, con el pretendido objeto de asegurar su elevación moral y espiritual, política seriamente censurada por sectores indigenistas que consideran que el desarraigo del nativo del núcleo familiar, exogámico según dicen, los arrastra a una mayor desprotección en su lucha por la supervivencia.
"... para o indio a maloca é cozinha, dormitório, refeitório, tenda de trabalho, lugar de reunião na estaçao de chuvas e sala de dança nas grandes solenidades. É onde nasce, vive e morre o indio: é o seu mundo. A maloca é, tambem, como costumava dizer o zeloso Dom Barzola, a "casa do diabo", pois que ali se fazem as orgias infernais, maquinam-se as mais atrozes vinganças contra os brancos e contra os outros indios: na maloca transmitemse os vicios de pais a filhos. Ora bem: esse mundo do indio, essa casa do diabo não existe mais em Taracuá: nós a desencantamos e substituímos por um discreto número de casinhas, cobertas de folhas de palmeira e com paredes de barro. Não se mostraram descontentes os indios por causa do arrasamento da maloca: antes ficaram satisfeitos, reconhecendo a grande utilidade de cada familia ter sua casinha, seu lar, especialmente para evitar o contágio. Foi-se, pois, a maloca dos Tucanos." (Mons. Pedro Massa - 1928) [5]


[1] - Salvador Canals Frau: Poblaciones Indígenas de la Argentina - Ed. Sudamericana- Bs.As. 1973
[2] - Transcripciones de los jesuitas Marciel de Lorenzana (1621) y Ruiz de Montoya (1639) según Florencia Roulet: La resistencia de los guaraní del Paraguay a la conquista española - Edit. Universitaria de Misiones - Posadas - 1993
[3] - Dick Edgar Ibarra Grasso: Argentina Indígena - TEA - 1971
[4] - Lisandro Segovia: Diccionario de argentinismos - Imp. Coni Hnos. - 1911
[5] - Darcy Ribeiro y otros: http://www.cr-df.rnp.br/~dia/tukano.htm



PAU BRASIL
Foto: Daniela Dacorso
http://www.skyscrapercity.com/

Los conquistadores portugueses (establecidos desde 1483 en parte de las costas del África Occidental: Congo, Angola, Gabón) se asentaron en las tierras de un árbol, típico de la región, que llamaron pau brasil (Caesalpinia echinata) de corteza color gris, hojas siempre verdes y de brillantes flores amarillas, cuya madera, muy dura, al ser cortada, adquiere un tinte rojo profundo (cor da brasa) y cuya intensiva explotación comercial daría el nombre a esas tierras del palo brasil.
Desde el año 1500, con Pedro Álvarez Cabral tomaron posesión de las mismas como beneficiarios directos del Tratado de Tordesillas (1494) extendiéndose rápidamente hacia el sur litoraleño; en 1506 Martim Afonso de Souza puebla São Vicente y cerca del 1520 (tiempos en que Magallanes recién llegaba al río de Solís) el caserío de Santo André ya era uno de los reductos de traficantes de humana mercadería aborigen para las extracciones de ese árbol tintóreo, el rozado de los montes, la instalación y laboreo de las fazendas o para la explotación de los incipientes cañaverales de azúcar, allí mandaba con disoluta libertad João Ramalho, después de someter y esclavizar a parcialidades guayaná, carijó, tupí, etc., con su caterva de secuaces, portugueses y mestizos (“la mas perdida gente desta tierra y algunos peores que los mesmos indios”, diría de estos últimos el jesuita José de Anchieta).
"Fundador" de Santo André

Por ese lugar también pasó Ulrich Schmidl, el veterano lancero y cronista que habiendo entrado por Buenos Aires con Pedro de Mendoza en 1536 y tras vivir en Asunción del Paraguay, integrando la hueste de Irala, regresó a Alemania a fines de 1553, “...después de veinte años continuos de navegaciones, fatigas, combates, exploraciones, descubrimientos y fundaciones”, recorriendo con veinte compañeros de armas los caminos selváticos que poco antes anduviera Álvar Nuñez, hasta embarcarse en San Vicente, “hombre de acción – dice Lafone Quevedo – más apto para manejar las armas que la pluma, con poca imaginación y ninguna inclinación a lo pintoresco o adornos del estilo”, así cuenta este rudo soldado, sus impresiones sobre el aludido paraje:
Ahora marchamos nosotros a un pueblo que pertenece a los cristianos, en que el principal se llama Johann Kaimunnelle (Juan Ramallo) y por suerte nuestra no estaba en casa, porque este pueblo me pareció una cueva de ladrones; fue que el dicho principal estaba en casa de otro cristiano en Vincendo (San Vicente) y estos desde ya antes estaban por entrar en un arreglo entre sí; estos 800 cristianos, pues, en los 2 pueblos dependen del rey de Portugal, y del dicho Kaimunnelle (Ramallo), quien según él mismo lo asegura hace ya 40 años largos que ha vivido, mandado, peleado y conquistado en tierra de indias, razón por la que quiere seguir mandando en la misma con preferencia a cualquier otro, cosa que el otro tal no se la consiente, y por lo tanto se hacen entrambos la guerra; y este más nombrado Kaimunnelle (Ramallo) puede en un día reunir 50.000 indios, mientras que el rey no reúne 2.000; tanto es el poder y el prestigio de que él goza en la tierra.” [1]
También ocurriría – dice Taunay – que a veces espontáneamente tribus enteras buscaban contacto con los europeos, “movidas quizá por espíritu de curiosidad o por la sencilla y prodigiosa ingenuidad de los hombres primitivos frente a las falaces promesas y engañosas perspectivas, tal vez convencidas de su impotencia para resistir a sus perseguidores, con la esperanza de un tratamiento mejor para el caso de someterse dócil y pacíficamente” [2], otras veces, no tan cándidamente como expresa el citado autor, como en tantos lugares de América, se acordaban alianzas de paz con el fin de compartir las presas y despojos de los saqueos a sus enemigos, de cualquier forma que fuere, poco tardarían en convertirse en los antepasados de la mayoría de los paulistas de aquel tiempo.
Desgraciadamente, no quedan dudas de que entre los europeos, los últimos en perder el gusto del infame tráfico de esclavos fueron los portugueses de ambos continentes, circunstancia que se explica por el hecho de ser más vieja y más íntima su permanencia en África, en contacto con los árabes mercaderes de esclavos por índole y por excelencia. [3]
Ese párrafo resulta fundamental para interpretar mejor los siguientes, pues, – como dijo el autor aludido – hasta que el tráfico de esclavos negros entre los dos litorales lusitanos del Atlántico Sur se hiciese más lucrativo por la expansión creciente de la agricultura y la minería, la sumisión violenta de los aborígenes de la costa y del interior, fue el objeto más natural y económico en los comienzos de la conquista del Brasil.



[1] - Ulrich Schmídel: Viaje al Río de la Plata - Traductor D. Samuel A. Lafone Quevedo - Ed. Cabaut y Cía. - Bs. As. - 1903 - Biblioteca Virtual Cervantes - http://www.cervantesvirtual.com
[2] - Afonso D’Escragnolle Taunay: San Pablo en el Siglo XVI - Minist. de Justicia e Instrucc. Pública - Bs. As. - 1947
[3] - Afonso D’Escragnolle Taunay: obra citada



CONSTRUYENDO UNA MALOCA
https://varaldiverso.wordpress.com

Transcurrió casi medio siglo hasta el establecimiento, en el planalto [1], de una rústica casucha jesuítica entre las chozas de los campos de Piratininga (1554) – a dos leguas de aquellos degradados portugueses – donde se formaría la indigente aldea de São Paulo, contando con unos ciento cincuenta vecinos hacia el 1600, más sus familias mestizas y algunos cientos de nativos conversos, encerrados tras muros y empalizadas, alejados diez leguas del mar y del minúsculo poblado de São Vicente, separadas ambas poblaciones por centenares de leguas de Bahía, olvidadas por Portugal y desconocidas por el resto del mundo. Mientras en el norte prosperaban las plantaciones e ingenios bahianos y pernambucanos, las aldeas sureñas se aprestaban a iniciar el nuevo siglo con un incremento en la caza de aborígenes y el comercio esclavista para proveer mano de obra a los trigales y maizales, a las plantíos de porotos y algodón, a la crianza de rebaños, al acarreo por caminos intransitables y, años más tarde, a la extracción de minerales, a los hornos de fundición y a las plantaciones de cafetos.
Renegados de Europa, portugueses, españoles, italianos, holandeses, alemanes, vivieron del arrebato, comercio y esclavización de indígenas, teniéndose por valentía el capturarlos y por indicio de holgura y poderío tasar el mayor número de “piezas” poseídas, no habiendo colono, militar, juez o cabildante que no se encontrase directa o indirectamente interesado en las lucrativas entradas o bandeiras a los gentíos del sertão [2] y la floresta, involucrados todos en las compras, ventas, permutas y donaciones de nativos, subyugados a perpetuidad con toda su descendencia.
En tanto, el gobierno portugués se debatiría entre las vehementes e infructuosas protestas de los jesuitas, las reclamaciones de los colonos que se escudaban en la carencia de brazos o en las amenazas de los indígenas, coaligados por la más grande conculcación de los derechos naturales y su propio interés gubernamental en el “aumento de la tierra y de las rentas reales”, llegando a prohibir la caza de aborígenes, excepto los que se capturasen en “guerra justa”, sofisticada y generalizada frase en el remoto hemisferio austral donde no existía moral ni justicia, Dios ni Rey.
En parte por esas razones y en parte porque habían comprobado las ventajas que reportaba la captura de nativos integrados en aldeas populosas, con hábitos de trabajo regular y organizado, en vez de buscarlos en las esparcidas y reducidas taba de las selvas, comenzaron a avanzar sobre los poblados españoles y las reducciones jesuíticas, ya que el siglo XVII fue el de la radicación de poblaciones nativas en el noreste de la actual mesopotamia argentina y en los territorios adyacentes de Paraguay, Uruguay y Brasil, donde los misioneros asentaron más de treinta pueblos guaraníticos, la mayoría prácticamente aislados, premeditadamente apartados hasta por centenares de leguas de los funcionarios y encomenderos españoles, tanto por razones demográficas y topográficas, como pastorales y políticas.
Las hordas semisalvajes dirigidas por aventureros paulistas no poblaban ni colonizaban, por el contrario arrasaban, despoblaban, pasaban a cuchillo o aherrojaban con ferocidad inaudita, marchando con gran estruendo de tambores y portando flameantes banderas, de allí el nombre que recibieron esas expediciones de cacería humana o rastreo de metales y piedras preciosas, que a la postre permitieron la expansión del Brasil hasta límites insospechados, no comprendidos en los tratados preexistentes y que incluso hubieran llegado a apoderarse de ambas márgenes de los ríos Paraguay, bajo Uruguay y bajo Paraná, si no hubiese sido por la resistencia que opusieron reiteradamente miles de guaraní, fundamentalmente, los de la reducción de la Asunción de Nuestra Señora al este del río Uruguay, sobre el arroyo Acaraguá, trasladados en las épicas jornadas de marzo de 1641 a un caserío provisorio a orillas del río Mbororé, donde comandados por sus mburubichá (grandes jefes) y dirigidos por misioneros avezados en disciplinas militares, armados de arcabuces, flechas, lanzas y hasta pequeños cañones de tacuaruzú [3] (de unos ocho centímetros de diámetro) forradas en cuero, cuya pólvora y munición elaboraban o fundían en las fraguas de las propias reducciones, sostuvieron sangrientos enfrentamientos con las pandillas paulistas, cientos de mamelucos y abigarradas tropas de tupí, a las que impidieron seguir avanzando, en defensa del solar nativo, e indirectamente de la soberanía española, en la región bañada por los grandes ríos de la cuenca del Plata, como lo harían a partir de agosto del año 1680 y varias veces más en el siglo siguiente, cuando participaron en los asedios al enclave portugués, tantas veces tomado como otras tantas restituido, de la Colonia do Sacramento. 
Igualmente, las regiones del Guayrá, en el alto Paraná y las de Mbiazá y Tape, situadas al este del río Uruguay, se perderían por la astucia de la diplomacia portuguesa, las improvisaciones e intrigas palaciegas de la corona española, la impotencia de gobernadores o virreyes y la falta de perspectiva geopolítica, como así también de recursos humanos y materiales de los mandatarios criollos.


OS BANDEIRANTES (1889)
Henrique Bernardelli (1857-1936)
...dois bandeirantes, deitados no chão, saciam a sede sorvendo,
diretamente, água de uma poça.
.
http://caiana.caia.org.ar/template/caiana.php?pag=articles/article_2.php&obj=129&vol=3

Aquellas incursiones fueron las que procrearon y extendieron el término malocas, su objetivo era irrumpir violentamente en las viviendas nativas, que también recibieron ese nombre, a sangre y fuego, para atrapar esclavos, empresas para las que se reclutaba toda clase de codiciosos trotamundos, delincuentes fugitivos y una irregular soldadesca de mestizos descastados, los llamados mamalucos (“mamalucos chamamos mestiços, que são filhos de brancos, e de índias")[4] vocablo que se corrompió en mamelucos, por la comparación de esas bandas con los milicianos egipcios, como consecuencia de la influencia árabe, simultánea con el nacimiento de las lenguas romances en los califatos de la península ibérica.
"El río Paraná-pané (que quiere decir estéril de pescado, porque en efecto no lo tiene, hasta que se le reúne el Pirapó que abunda de ricos peces), es una de las principales vertientes del Paraná. Fórmase al oriente, en las llanuras del Caayú, de los derrames o caídas de las eminentes sierras del Brasil, pobladas antes de innumerables indios, y hoy desiertas por las correrías o malocas de los portugueses. Corre el dilatado espacio de más de 100 leguas por hermosos y frondosos valles; y enriquecido de los caudalosos Tibajiba, Pirapó, Itanguá, y otros también meridionales, se pierde en el Paraná, coronando sus orillas grandes bosques de preciosas maderas. Por las márgenes de estos ríos se contaban hasta 25 pueblos de mucha gente, sin entrar en esta cuenta la que vivía dispersa por los montes, que era aún en mayor número. Su ejercicio ordinario era la agricultura, que practicaba, rozando parte del bosque, quemando la maleza; y fertilizada la tierra con este beneficio, se labraba, sembraba, y daba dos cosechas al año, por otoño y primavera, de porotos, maíz, mandioca, batatas, etc.
Los portugueses del Brasil, en especialidad los vecinos de la ciudad de San Pablo, que se hallaba entonces a los principios, atendiendo sólo al fomento de sus colonias y cultivos de sus chacras, dieron en hacer frecuentes incursiones por toda la provincia del Guayrá, para cautivar indios salvajes, a que llamaron malocas, y trabaron notablemente los progresos de estas doctrinas, embarazando de mano armada la propagación del evangelio. No obstante lo terrible de esta persecución, aumentó el número de los misioneros.
Como aventureros y extraños en el país, desnudos de otro recurso que el de la fuerza, imitaron la conducta de los primeros romanos, robando para mujeres propias a las indias. El feliz éxito de estas primeras empresas, a que en cierto modo les daba lugar la necesidad, y su innata propensión a ejercitarse en expediciones criminales, los llevaron a emprender por los campos aquellas invasiones tiránicas que denominaron malocas, con el objeto de cautivar indios salvajes para el cultivo de sus tierras y venderlos como esclavos a los hacendados del Brasil.
Por esta razón, establecidas el año 1610 las dos primeras reducciones del Guayrá, fueron desde aquella época más frecuentes las malocas en aquella provincia. Crecían a proporción de los pueblos los esfuerzos de los Mamelucos, que, como zánganos hambrientos sobre los dulces panales, daban en aquella recién nacida cristiandad, abusando de su deplorable desolación".[5]
 Es imprescindible aclarar que mamluk (مملوك) origen del ibérico mameluco, es una palabra árabe que significa «poseído», «gobernado», «propiedad de otro», participio pasivo de malaka (ملك) «poseer», “tener algo en propiedad” y cuya pronunciación en castellano suena así: “maloca”.




[1] - altiplanicie, meseta.
[2] - Región interior, agreste y semidesértica. 
[3] -Taquá: cañas huecas; taquáruçú: cañas grandes – Antonio Ruiz de Montoya: Tesoro de la Lengua Guaraní: En Madrid por Iuan Sanchez Año1639 – Publicado nuevamente sin alteración alguna por Julio Platzmann - Leipzig - B.G.TEUBNER - MDCCCLXXVI
[4] - Frei Vicente do Salvador (1564-1639?): História do Brasil (1627) – Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes Edición digital basada en la de Rio de Janeiro - Fundação Biblioteca Nacional - http://www.cervantesvirtual.com
[5] - Diego de Alvear: Diario de la Segunda División de Límites (1783-1801) al mando de don Diego de Alvear, Teniente de Navío de la Real Armada editada por Pedro de Angelis en la Colecc. de obras y docs. relativos a la Historia Antigua y Moderna de las Prov. del Río de la Plata - Imprenta del Estado - Bs. Aires - 1837 - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes - http://www.cervantesvirtual.com
Ver también Félix de Azara: Descripción e historia del Paraguay y del Río de la Plata. - Madrid: Impr. de Sanchiz – 1847


LA CARGA DE LOS MAMELUCOS EN LA PUERTA DEL SOL
Francisco de Goya y Lucientes (Óleo 1814)
Levantamiento del 2 de mayo de 1808 contra los mercenarios egipcios del ejército francés
Original en el Museo del Prado - Madrid
commons.wikimedia.org

Los mamelucos fueron soldados, ex-esclavos de origen no-musulmán provenientes de las regiones del Mar Negro y del Cáucaso, convertidos al Islam y organizados en las temibles milicias montadas de los árabes del cercano oriente; ennoblecidos por su formación religiosa, militar y cultural llegaron a constituir cincuenta dinastías de sultanes en Egipto y regiones vecinas entre 1250 y 1517 [1] [2], habiéndose destacado en los cuerpos de la caballería ligera musulmana, durante la guerra de Dios, combatiendo a los cruzados caballeros que procuraban reconquistar la Ciudad Santa de los cristianos.

MAMLUK
"Os empreendimentos bélicos contra as tribos tupis do litoral no século XVI assumiram o caráter da “guerra justa”, desdobramento da Guerra Santa medieval. A própria origem do vocábulo utilizado para designar os mestiços de brancos e índias, “mameluco”, que no século XVI era grafado “mamaluco”, resulta de curiosa adaptação. Conforme Ronaldo Vainfas: “Mameluco é palavra de origem árabe, mamluk, que significa ‘escravo, pajem, criado’... A palavra vulgarizou-se em Portugal possivelmente na Idade Média, derivando do termo árabe denotativo da facção de escravos turcos que, engrossando as fileiras do exército muçulmano no Egito, acabaria por fundar uma dinastia afamada por sua tirania na região. Nossos mamelucos coloniais (para não falar nos mestiços reinóis) herdaram, pois, no próprio nome, a fama de violência dos guerreiros turco-egípcios”. [3]

Mientras tanto, los portugueses del norte remontaban el río Amazonas en 1637, “so capa de descubrir lo ya descubierto” por los pilotos españoles Vicente Yáñez Pinzón, que reconoció su desembocadura en el año 1500 y por Francisco de Orellana en 1542, que lo navegó desde su nacimiento; a mediados de ese siglo XVII los bandeirantes ya se internaban hasta los grandes ríos de la Amazonia castellana, subiendo por el alto Paraguay y bajando por el Guaporé, el Mamoré, el Madeira, hasta la región del Pará, en el bajo Amazonas. Así comenzaría a profundizarse la penetración portuguesa en menoscabo de Castilla y a difundirse multitud de topónimos con el término “Maloca” en los actuales estados de Mato Grosso, Rondonia, Río Branco, Pará, etc.
El accionar de las bandeiras prosiguió durante tres siglos sin solución de continuidad, hasta llegar al pie de los Andes, por lo que resulta imposible determinar la cuantiosa cantidad de nativos exterminados y desarraigados, debiendo estimarse en muchos centenares de miles de individuos, mientras que en las poblaciones jesuíticas, como resultado de los traslados realizados en algún momento de su creciente evolución, hacia los lugares que actualmente ocupan las ciudades o pueblos que les sucedieron, próximos a los ríos Paraná y Uruguay, se observa, en general, un progresivo aumento, sólo alterado por factores exógenos (epidemias, sequías y/o mortandad de ganado, movilización miliciana, etc.) calculándose que en su mayor esplendor, hacia 1733, reunían unos 126.000 habitantes, hasta que “con la expulsión de la Compañía (1767) el colapso de las comunidades indígenas que se había producido en el noroeste durante el siglo XVI, ocurrió, en el nordeste, en la segunda mitad del siglo XVIII”.[4] 




[1] - Ricardo H. Shamsuddín Elía – Prof. del Inst. Argentino de Cultura Islámica – Invitado de la Facultad de Ciencias Soc. de la UBA y del Centro de Estudios Árabes de la Univ. de Chile, entre otros.  http://www.organizacionislam.org.ar/civilizacion/mameluco.htm
[2] - También recibe este nombre la conocida ropa enteriza de trabajo para operarios, por el tipo de vestimenta que usaban los soldados de Egipto durante la invasión de Napoleón Bonaparte de 1798 a 1801.
[3] José Rivair Macedo - Doutor em História Social pela FFLCH-USP. Professor do Departamento de História, IFCH-UFRGS.- Depto. de História/UFRGS -  
www.abrem.org.br/copiar.php?arquivo...pdf 
[4] - Horacio A. Difrieri: La Argentina - Suma de Geografía - Ed. Peuser - Bs. As. - 1961




Maloca waimiri atroari. Foto: Carmen Do Vale, 2001
FUENTE: POVOS INDÍGENAS NO BRASIL - INSTITUTO SOCIOAMBIENTAL (ISA) Sao Paulo - Brasil
http://socioambiental.org/pib/portugues/quonqua/quadro.asp

LAS MALOCAS RIOPLATENSES

No obstante su indudable origen en la colonia portuguesa del Brasil, el vocablo también se generalizó en el Paraguay, Tucumán y Río de la Plata, aunque no referido a las viviendas nativas, sino con el único sentido de irrupciones efectuadas en los dominios del aborigen con fines de captura o aniquilamiento.
El jesuita Alonso de Barzana, en una carta de 1594, refiriéndose a los indígenas de la entonces provincia del Tucumán, que abarcaba todo el noroeste argentino hasta el río Quinto, decía:
... y otros muchos que no están aún del todo conquistados y se van reduciendo con correrías que en esta tierra se llaman malocas."[1]

Tal el caso tratado en 1598, en el Cabildo de Asunción, relacionado con la petición formulada al gobernador Hernandarias de Saavedra para que no se incluyera en esas incursiones a las personas encargadas de asegurar el suministro de carne a la ciudad:
Diego de Olaberrieta, procurador desta çiudad ante Vuestra Señoria paresco y digo que en esta çiudad es uso y costumbre antigua en como todos los mas de los governadores que en ella ha avido a pedimiento deste capitulo dieron por preminençia y horden que ninguna persona que se obligase a dar abasto a esta carneçeria no le obligasen a ninguna entrada ni correduria ni maloca y asymesmo a todos los que guardan ganado consegil.” [2]
Que esas entradas eran habituales en la región del Guayrá por parte de los portugueses del Brasil y los españoles de Asunción lo demuestra la ordenanza del Teniente de Gobernador del Paraguay y Río de la Plata, Antonio de Añasco, en noviembre de 1609, que prohíbe a los colonizadores españoles la realización de malocas u otras acciones que perturben a los indígenas del territorio.
"...que en ning.ª manera preçisa asta que otra cosa se ordene y mande, no salgan ni embien a açer malocas jornadas ni entradas ning.ª..... porq.to de presente se pretende reducir a los naturales della por medio... de la compañia del nombre de Jesús a quien les esta cometida la dha reduçion..." [3]
Asimismo, para contrarrestar anteriores opiniones de los religiosos sobre la llamada “guerra justa”, las instrucciones del jefe provincial de los jesuitas, Diego de Torres, de 1614, para los misioneros del Guayrá, Alto Paraná y el Chaco, incluían la terminante prohibición de “que no se den pareceres contra los indios, y así en materia de malocas, guerras o imposiciones y cargas, en que nos suelen pedir parecer, no lo darán los Nuestros en manera alguna, aunque mas los importunen.” [4]

Por esos años, en los alrededores de aquel Buenos Aires repoblado por Juan de Garay en 1580, una de las primeras actividades fue incursionar tierra adentro para reducir a los pobladores comarcanos y así se expresa en un antiguo escrito de 1603, citado por Marfany [5] y referido a las campañas efectuadas:

“... corredurías, malocas, pasificación que se han hecho a los naturales desta prouinçia

.
Otro antecedente es el acta del 20 de agosto de 1607 donde consta la protesta manifestada por los miembros del Cabildo de Buenos Aires al gobernador Hernandarias quien había "apercibido la mayor parte de los veçinos desta çiudad y entre ella parte de los Capitulares deste Cavildo para yr a una maloca que su Señoria quiere hacer a las yslas de los yndios que en ellas ay la qual en llebarse los dichos veçinos y Capitulares por el mucho rriesgo en que esta puesto por caussa de que podia venir el enemigo corsario y quemar este puerto y çaqueallo y haçer otros daños...[6]

Por su parte, desde la ciudad de Córdoba, el jesuita Diego de Torres remitió al Santo Oficio de la Inquisición de Lima, con fecha del 24 de septiembre de 1610 (aunque no era tribunal competente en razón de la materia) una carta en la cual se le sugiere intervenir a efectos de castigar esas incursiones realizadas para someter a los indígenas, causa por la que estos descreían de los religiosos y preferían seguían viviendo como infieles:

“...pero que los españoles hayan vivido en mal estado, como también sus gobernadores y confesores, que por ventura tienen la principal culpa, y mientras esta raíz de todos estos males y del de las malocas no las quitaren los ministros de Su Majestad, a cuyo cargo está, dudo que los demás medios surtan y tengan efecto; y no digo a Vuestra Señoría los gravísimos males que han resultado de una maloca que desta se hizo para traer indios al servicio personal, porque veo no pertenecer el remedio a ese Sancto Tribunal, si bien le podía tocar por ser el medio más cierto con que el demonio impide la conversión de la gentilidad, y que con ella desacredita totalmente nuestra sancta fe y ley evangélica; segunda, que baptizan a estas piezas sin prueba y catecismo bastante porque no se las quiten, y unos venden y otros se vuelven, que todo es en menosprecio y daño de los sacramentos y religión." [7]


RECOPILACION DE LAS LEYES DE INDIAS
LIBRO VI – TITULO II
De la libertad de los Indios
http://www.leyes.congreso.gob.pe/Imagenes
Suficientemente difundido el término en cuestión, no sorprende que también aparezca en la voluminosa Recopilación de las Leyes de Indias que se reiteran en condenar la esclavitud, el servicio personal, los hechos abusivos y malos tratos de que eran objeto los naturales de estas tierras. 
En 1612 el oidor de la Audiencia de La Plata, Francisco de Alfaro, concluyó los ciento veinte artículos de sus célebres Ordenanzas, que vedaban la venta o trueque de los indígenas capturados en las malocas, prescribiendo su asentamiento en el territorio natural de los mismos, en tierras aptas, provistas de aguadas y montes para leña, con una extensión suficiente para cultivos y ganados.
Prohibía que fueran obligados a servir, admitiéndose que voluntariamente realizaran tareas u oficios mediando una justa compensación y siempre que se les asegurase la práctica religiosa, infundiéndoles apego al trabajo e inclinación al laboreo de la tierra. 
Esas numerosas y detalladas instrucciones prohibían también que los indios fuesen separados de sus mujeres, o éstas de aquellos, que se los trasladara a regiones distantes o de climas desfavorables, proscribiendo las tareas riesgosas o extenuantes y los castigos corporales. En la práctica, esas disposiciones no lograron transformar la condición general de los aborígenes, que siguieron dependiendo de la mayor o menor comprensión y liberalidad de sus encomenderos o patrones.

Mientras tanto los misioneros jesuitas del Paraguay siguen elevando sus quejas al Rey, en ellas se da cuenta de los agravios que hicieron vecinos y moradores de la villa de San Pablo de Piratininga en los años 1628 y 1629, saqueando varias aldeas y pueblos establecidos por esa orden y donde se dice que aquellos "ya quarenta años atrás hasta agora tantas veces se han atrevido..... saliendo continuamente a las malocas captivando y trayendo a fuerza de armas yndios libres y horros para sus esclavos y para venderlos."  [8]
En ese mismo documento consta que, "...confiados en el poco o ningún castigo que llevaran por las continuas e injustas entradas pasadas... en el principio del mes de agosto de 1628 salieron de la villa de S. Pablo hasta nueve cientos Portugueses con escopetas, espadas, escupiles, Rodelas, Machetes y mucha munición de balas, y polvora y de otras armas acompañados de dos mill y docientos yndios en otros tiempos injustamente captivados..." entre ellos también integraban la partida jueces, procuradores, oidores, algunos de sus hermanos, yernos y/o hijos, "...de manera que en San Pablo fuera de los viejos que por su vejez no podían ir, apenas quedaron 25 hombres que pudiesen tomar las armas. Dividiendose toda esta gente en 4 compañias levantaron sus capitanes y otros oficiales de guerra con vanderas, como si fueran levantados y amutinados contra su Real Corona, las vanderas que levavan no tenian las armas del Rey, sino otras señales diferentes... " [9]
"A este proposito pudiamos decir aqui, que no menos es la crueldad de los tupis, que de sus amos y que no menos merecen ser castigados ellos que los Portugueses, no solamente por las Crueldades, que cometen quando van en compañia destos salteadores sus amos, sino tambien, y mucho mas quando ellos los envian solos a saltear y captivar yndios juntandose muchas vezes para esto efecto ciento y docientos yndios tupis de diversos dueños y trayendo por fuerza a quantos pudieren, heriendo y matando con mucha crueldad, conforme al exemplo e instrucion de sus amos que los envian." [10]
Por lo hasta aquí expuesto, se colige que la imaginada expresión "vamos a la maloca", en portugués o en castellano, determinó que el sustantivo sirviera para designar tanto a la correría, al ataque o al saqueo, como a las oriundas moradas de los naturales; así como en el resto de América la soldadesca conquistadora se dirigía a los cobertizos, chozas o bohíos, acuciados por la apetencia para hacer rancho o ranchear.
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[1] - Raúl Mandrini: Argentina Indígena - Centro Editor de América Latina - Bs.As. 1983
[2] - Actas Capitulares del Cabildo de Asunción del Paraguay (4 de agosto de 1598) – Biblioteca Virtual del Paraguay – http://www.bvp.org.py/biblio_htm/actas_capitulares/actas_4.htm

[3] - Jaime  Cortesão: Jesuítas e bandeirantes no Guayrá - Biblioteca Nacional de Brasil - 1951 
[4] - Magnus Mörner: Actividades políticas y económicas de los jesuitas en el Río de la Plata - Hyspamérica - Bs.As. – 1985 
[5] - Roberto H. Marfany:  El indio en la colonización de Buenos Aires Ed. Comisión Nacional de Cultura - Bs. As. - 1940
[6] - Acuerdos del Extinguido Cabildo de Buenos Aires - Libro I - Legislatura CABA  
[7] - José Toribio Medina: Historia del Tribunal de la Inquisición de Lima: 1569-1820 - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes

[8] - Jaime Cortesão: Obra citada
[9- Jaime Cortesão: Obra citada
[10- Jaime Cortesão: Obra citada



Chefe dos Bandeirantes (1929)
Henrique Bernardelli (1857-1936)
http://caiana.caia.org.ar/template/caiana.php?pag=articles/article_2.php&obj=129&vol=3



LAS MALOCAS TRASANDINAS

Los pobladores autóctonos de Chile se definían como reche, gente oriunda, nativo puro (re: puro, sin mezcla; che: gente) o mapuche (mapu: tierra, territorio, país; gente de la tierra) en mapudungu (dungu: idioma; el habla de la tierra) según lo hacen todavía sus descendientes de estirpe andina, pero en su momento fueron incorrectamente denominados “aucáes” o “araucanos”. [1]
Con el nombre genérico de ándidos se reconocen aquellas comunidades que ocuparon toda la región cordillerana de América, constituyendo, según Canals Frau, la cuarta y última capa poblacional llegada en repetidas oleadas por vía transpacífica, unos dos mil años antes de la conquista española, núcleos portadores de las altas culturas que se fusionaron con el elemento humano preexistente, proveniente de anteriores traslaciones, de ahí su acusada diversidad somática, producto de una indudable formación metamórfica. [2]
Sus habitaciones (ruka) de unos veinte metros por diez y otros cinco metros de altura se asemejaban, de alguna manera, a las amazónicas vistas precedentemente.

RUKA (Año 1930)
Colección Biblioteca Nacional de Chile
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Pese a no conformar una estructura política centralizada, se organizaron para presentar, desde los inicios de la conquista, a partir de la fracasada incursión de Diego de Almagro (1535) o la entrada de Pedro de Valdivia (1541) y durante cerca de tres centurias (con algunos fugaces interregnos, avances y retrocesos) tenaz y encarnizada resistencia para no someterse a la esclavitud del servicio personal, a la servidumbre de la encomienda o a los crueles castigos que les propinaban por no acatar sus órdenes.
“Prendiéronse trescientos o cuatrocientos, a los cuales hice cortar las manos derechas e narices, dándoles a entender que se hacía porque les había avisado viniesen de paz e me dijeron que sí harían, e viniéronme de guerra, e que, si no servían, que así los había de tratar a todos...”[3]
Gregorio Sánchez, corregidor de Santiago, comisionado visitador, numerador de indios y facultado para “conocer los agravios que hubieren recibido los indios naturales”, expresaba en 1578: “Llegados que fueron los indios a esta ciudad (La Serena) se quisieron huir algunos y se prendieron y ahorcaron seis o siete de ellos y se cortaron los pies a otros cincuenta y aunque se tiene entendido entre algunas personas serían de beneficio para las minas, cortados los pies no son de ningun efecto más de para chácaras y huertas.” [4]

Estas eran algunas de las penas que imponía la legislación penal medieval en los países europeos, ordenamientos que se caracterizaban por su crueldad y, a veces, la ninguna proporción de éstas con los delitos respectivos; leyes revestidas de condicionamientos inhumanos, como era quemar a los reos en la hoguera, despeñar, apedrear, soterrar en vida debajo de la víctima, poner en cepo hasta morir de inanición y otras muchas verdaderamente ridículas, irregulares, absurdas, de las cuales la más común y leve era la exposición al deshonor publico de recibir decenas o cientos de azotes, pero también se procedía a castrar, tajar los orejas, arrancar los dientes, cortar las narices, amputar la mano, seccionar el puño, cercenar la lengua, extirpar los ojos y otras de la misma naturaleza, que, por lo visto algunos conquistadores aplicaron perversa y arbitrariamente en estas tierras.

También repitieron en el nuevo mundo tácticas de la antigua Edad Media, incluso de la frontera castellano-islámica; cuando no se contaba con los recursos humanos y materiales para derrotar al contendiente en batalla campal, ocupar su territorio y/o asediar sus fortalezas, se recurría a prácticas predatorias y de saqueo, destruyendo cuanto no podía ser acarreado, mediante rápidas y sorpresivas incursiones de caballería para amedrentar y desgastar al enemigo, talar los campos, devastar los sembrados, arrasar los caseríos fronterizos, operaciones que se llamaron algaras [5], cabalgadas, correrías, campeadas o trasnochadas, las cuales, además, tenían como motivación especial el lucro emergente del reparto de las presas o los objetos del despojo, “parte que los homes deben haber de lo que ganaren en las guerras.[6]
“Et este nombre de cabalgada pusieron porque han de cabalgar apriesa, et non deven levar en ella cosa que les embargue para ir aina a facer su fecho… et deben andar mas de noche que de dia.
Algaras et correrias son otras maneras de guerreria que fallaron los antiguos que eran muy provechosas para facer daño á los enemigos; ca el algara es para correr la tierra et robar lo que hi fallaren… dándole buena compaña que vaya siempre en pos ella á que se puedan acoger aina con la presa que tomaren… et la corredura non se face sinon de poca compaña, por eso han de ir á furto et non paladinamente como los del algara.” [7]
En Chile, el conflicto bélico, caracterizado como la guerra de Arauco, se fue intensificando progresivamente a medida que los conquistadores avanzaban hacia los territorios del sur, hasta que fueron forzados a replegarse al norte del río Bío-Bío, a principios del siglo XVII. Es de hacer notar, como señalan distintos escritores chilenos basándose en las crónicas de la época, que la gente de la tierra no acometía en desordenado tropel ni en precipitadas hordas irreflexivas. Célebres por su espíritu combativo, de su acervo exhibieron variedad de armas, tretas o artilugios. 

Hasta parecen desmesuradas las noticias sobre su disposición bélica, cuando la hueste conquistadora, dado el carácter privado de estas campañas, no conformaba un ejército regular sino una cáfila de aventureros que debían costearse sus propias caballadas, armas y pertrechos, integrándola también indigentes mal proveídos, enrolados de a pie “como una manera de comer”, pero dispuestos a todo por prosperar con las riquezas a descubrir, las mercedes de tierras a recibir o los aborígenes encomendar, partidas a las que siempre se agregaban, con carácter de imprescindible, cientos o miles de indios que multiplicaban varias veces la fuerza conquistadora, baquianos, porteadores, peones, mensajeros y también combatientes, sin los cuales, difícilmente hubiesen ocupado más tierra que el suelo donde escarceaban sus cabalgaduras. 

Según opinión de los soldados viejos, la guerra de Chile no se hubiese podido sostener sin el refuerzo de los indios reducidos o aliados que, obligada o voluntariamente, participaron en forma activa porque, “además de su natural destreza y facilidad que tienen en sustentarse y conocimiento de la tierra como de ella naturales, ellos son los que toman lengua, los que vadean los ríos, cortan los caminos, reconocen los pasos, ellos los que sirven de centinelas y en las malocas entran a los ranchos, prenden y cautivan las piezas y en las campeadas queman y talan los sembrados y en las batallas y encuentros al calor y vista de los nuestros pelean valientes y denodados, entrando a la parte en todas las demás acciones militares que no se pudieran hacer, o no se harían tan bien sin ellos...”[8]
En tanto que los fogosos guerreros de la resistencia nativa, reunidos en parlamento convocado por el ülmen, señor principal de la comarca, en nutrido y desordenado círculo escuchaban la oratoria sentenciosa de los hombres influyentes, cargadas de parsimoniosa elocuencia, adornadas con pausas, fórmulas ceremoniales, cláusulas para concentrar la atención, voces altisonantes que destacaban los ultrajes recibidos o proferían arrogantes amenazas para arengar a la tropa que, sin mediar palabra alguna, se manifestaba con un profundo ruido de aprobación golpeando ambos talones sobre la tierra (epunamun).




[1] - Auca: Según Garcilaso de la Vega (Comentarios Reales, escrita entre 1609 y 1613) no se contentaron los Incas con el territorio ganado en el Valle de Chile sino que pretendieron prolongar sus dominios más allá del río Maule, región que denominaban Purumauca. Fray Reginaldo de Lizárraga (Descripción Colonial - 1591? - Ed. La Facultad - Bs. As. - 1916) dice que se encontraron con un pueblo tan belicoso y temerario que llamaron en su lengua “purum auca” que quiere decir “indios barbarísimos”.- Para César Guardia Mayorga, “auca” significa enemigo, guerrero y “purum auca” enemigo no conquistado, salvaje, cruel, perverso, primitivo. (Diccionario Kechwa - Ed. Los Andes - Lima - 1971. 
Araucano: Vocablo español empleado para designar a los nativos del área central de Chile, región del arroyo Ragco (rag: greda, arcilla arenosa; co: agua) alterado en Rauco y después en Arauco, generalizándose incorrectamente como gentilicio de todas las comunidades que habitaban en las comarcas circunvecinas, a uno y otro lado de la cordillera. Marcos A. Morínigo: Nuevo Dicc. de Americanismos e Indigenismos – Ed. Claridad – Bs. As. – 1998 
[2] - Salvador Canals Frau: Prehistoria de América - Ed. Sudamericana - Bs. Aires - 1950
[3] - Carta de Pedro de Valdivia a sus apoderados en la corte. Santiago, 15 de octubre de 1550.-
[4] - Carta de Gregorio Sánchez al Virrey del Perú, del 25/III/1578. En Álvaro Jara, Guerra y Sociedad en Chile, la transformación de la Guerra de Arauco y la esclavitud de los indios. Ed. Universitaria Santiago 1971 – http://www.memoriachilena.cl
[5] - Algara, palabra del árabe hispánico alḡára, originada en el árabe clásico ḡārah, incursión o ataque de las tropas de caballería que salían a correr y saquear la tierra del enemigo, en una irrupción rápida y hecha por sorpresa. (Conforme DRAE 2001) 
[6] - Francisco García Fitz: Castilla y León frente al Islam, estrategias de expansión y tácticas militares (siglos XI-XIII) – Universidad de Sevilla – Madrid 1998 - http://books.google.com
[7] - Las Siete Partidas del Rey Don Alfonso el Sabio (1265) – Partida II - Título XXIII - Real Academia de la Historia – Imprenta Real Madrid 1807 - http://books.google.com 
[8] - Carta de la Real Audiencia a Su Majestad, fechada en Santiago de Chile el 25 de noviembre de 1639. Transcripta por Andrea Ruiz-Esquide Figueroa: Los indios amigos en la frontera araucana – DIBAM: http://www.memoriachilena.cl



Fundación de Santiago del Nuevo Extremo - Valdivia (1541)
Óleo de Pedro Lira (1888)
Colección Museo Nacional de Chile
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El primer gobernador que pudo administrar un presupuesto trianual de guerra fue Alonso de Rivera, capitán que había adquirido experiencia militar en las interminables guerras de Flandes, quien en su Relación del modo y orden de militar que había en este reino de Chile (1601) estimaba “milagro de Dios no haber acabado con ellos muchas veces los enemigos”, ya que era costumbre que al llegar el mes de agosto las partidas empezaran a salir fraccionadas y sin mayor concierto desde Santiago, sin guardar orden en la marcha ni en los campamentos, sin tener centinelas expertos, pues tal cosa se tenía por afrenta, sin llevar estandartes, trompetas ni tenientes, las compañías sin formación, la infantería sin picas, apenas unos pocos arcabuces y mosquetes, casi sin cotas ni celadas, hasta la infantería de a caballo y la caballada suelta al acampar; en los fuertes, el echa velas abría y cerraba los portones con la misma tranquilidad como si “estuviera en medio de Toledo”; además ninguno se preciaba de ser soldado, de tal forma que entre los 270 milicianos en campaña, a los que Rivera pasara revista, cincuenta eran capitanes, entre otros méritos, porque habían podido pagar los derechos del título.[1] 
A partir de 1603 el Rey Felipe III dispone asignar, de las extracciones argentíferas de Potosí, algún fondo para el alistamiento de un ejército regular de dos mil plazas a destacar en la frontera sur, estrategia trascendental en ese frente que permitió asegurar, al menos, el terreno que todavía ocupaban, aunque no fueran sus cuerpos de infantería y caballería un dechado de virtudes marciales ni morales, pues hasta el mismo gobernador dispuso aplicar para su sostenimiento el quinto real, o sea, la parte que correspondía tributar por los indios cazados como esclavos.
En la crónica de Pedro Mariño de Lobera se dice: “Y después el año de mil y quinientos y ochenta y ocho, yendo a Guadaba en compañía del maestre de campo Alonso García Ramón con ochenta hombres a una maloca, sucedió que acometiendo los indios con gran furia, cayeron en tierra el maestre de campo y otros dos soldados dando sobre ellos toda la fuerza de los enemigos..." [2] 
Militares avezados e informados, como González de Nájera, formado en las guerras de Flandes y de Francia, tenían conocimiento de la metodología esclavista seguida por los portugueses en Brasil, después de llegar a Chile a fines del año 1601 e intervenir activamente, con las tropas a su mando, en las tierras del aborigen enemigo, es enviado a España, por el gobernador Alonso García Ramón, en mayo de 1607,  para “dar cuenta a S.M. del estado de aquella guerra, para que se viese la urgente necesidad en que el reino quedaba de ser socorrido.” Y entre los numerosos puntos de la obra que escribiera en 1614 expresa lo siguiente:

“Y no dejarán de ayudar mucho a dar fin de los indios rebelados el mandar Su Majestad que se hagan compañías de soldados mamelucos en el Brasil, para llevar a la conquista de Chile, por ser como es gente acostumbrada a hacer guerra a los indios naturales de su tierra, y criada en la aspereza de ella, usada a sufrir sus mismas descomodidades, a lo cual irán de buena gana, como se les ceda libre la salida de Chile con los esclavos que sólo hubieran ganado en la guerra…”
“Y las tales compañías de mamelucos se podrán conducir a Chile desde el Brasil, sin que haga costa a Su Majestad, porque no habrá necesidad de embarcarlas, pues podrán ir por cierto camino usado de muchos de aquella tierra que van al Pirú. El cual camino se toma de una de las ciudades de aquel estado, la cual no nombro por no saber si Su Majestad se servirá de que este camino se haga notorio por algunos respetos.”
“Y volviendo a las razones por qué esta gente mameluca será a propósito para aquella guerra digo, que es por ser acostumbrada a andar por asperezas y tierras, aunque más calientes, semejantes a las de Chile, y a pelear con indios y hacer la vida que ellos, durmiendo por los campos hasta que hacen presa, por lo que son hechos a mucho trabajo, y una vez que se llevasen a aquel reino, quedaría abierta puerta para ir otros muchos después de su voluntad…”
 “Esto harán los mamelucos, porque cada uno sigue de buena gana el oficio que profesa, y la vida en que se ha criado, y de que irán todos de voluntad, estoy dello bien informado.”  [3]


RUKA (interior) Foto 1895
Colección Biblioteca Nacional de Chile
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Pocos años antes, también los jesuitas habían entrado a Chile. Ya estaban en Brasil desde 1549 y es de suponer que esa fue otra vertiente, si no la principal, por la cual el vocablo “maloca”, de exótico origen árabe, comenzó a usarse profusamente, precisamente a partir de fines del siglo XVI, cuando medio reino fue arrasado por los indios de guerra rebelados y entonces se remitieron a la corona de España múltiples súplicas de drásticas resoluciones que legitimaran las correrías esclavistas, que hasta entonces se habían practicado impunemente, haciendo caso omiso de la legislación vigente, opiniones y filípicas adversas, porque una excitante vehemencia embargaba el ánimo de militares y funcionarios reales, encomenderos del campo y vecinos cabildantes, obispos, teólogos y predicantes, oidores de audiencia, escribas de los despachos virreinales y aun entre los doctos ministros del Consejo de Indias, generándose cantidad de pareceres en conciliábulos y corrillos, urgidos como estaban por las circunstancias adversas, pero acosados también por escrúpulos de conciencia, “porque en malocas y en trasnochadas los cogen cada día los castellanos de los fuertes, y que los destierran y cortan pies y manos, y que ansí andan ellos por los montes, sin lugar fijo, al agua, fríos, nieves y soles, siempre temiendo.” [4]

El 26 de mayo de 1608 Felipe III estampaba su firma al pie de la cédula que legalizaba las trasnochadas incursiones contra los naturales que no se sometían “al gremio de la iglesia y obediencia de mi real corona”, campañas de corta duración que aquí se llamaron en un principio campeadas y después malocas, las mismas que en toda América fueran conocidas como entradas, rancheadas o corredurías, con el objetivo de apoderarse de alimentos, trebejos de algún valor, ganados y, fundamentalmente, algún botín de mujeres y hombres jóvenes para utilizar como mano de obra esclava; al decir de algún cronista no había soldado o indio amigo que de vuelta no se trajera, al menos, mujer cautiva u oveja atada.

El misionero jesuita Luis de Valdivia promovió negociaciones entre ambas partes para facilitar la evangelización de la gente de la tierra, propiciando cambios estratégicos en el desarrollo de la guerra de Arauco consisentes en el establecimiento de una frontera permanente en el río Bío-Bío, en el cese de las hostilidades y en confiar a los misioneros las gestiones de paz en la zona bajo control indígena. En 1612, su proyecto de guerra defensiva fue aprobado mediante una real cédula, aunque ninguna de las partes estaba en condiciones de asegurar su cabal acatamiento, resentidas por el rencor acumulado en más de setenta años de guerra a muerte y por los continuos abusos de los españoles.

Aun durante la vigencia de la llamada “guerra defensiva” se estimaba que sería imposible mantener ese régimen por mucho tiempo, porque continuaban las frecuentes malocas, no para conquistar territorio sino para saquear y cazar “piezas” de esclavos con el objeto de cubrir las necesidades locales de mano de obra (por ejemplo para el laboreo de las minas de Coquimbo, los talleres de jergas ordinarias y toscas frazadas de campaña o en las tenerías de arneses de cuero instaladas en Santiago) e, incluso, atender algunos requerímientos del mercado peruano, llegando a decirse que entre esa mercadería humana “había mucha proporción de niños y niñas, y los echaron en la plaza del Callao, unos vendidos, otros para vender y otros presentados”.


Cautiverio Feliz 
Manuscrito original de 1673
Biblioteca Nacional de Chile

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Precisamente, a raíz de esas malocas, Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán (hijo del anteriormente Maestre de Campo General Álvaro Núñez de Pineda) fue tomado prisionero de los mapuche en 1629, después de vadear el torrentoso Bío-Bío "en un valiente rocín maloquero", el joven, por su abolengo, fue reservado para rescatar otros aborígenes cautivos de los españoles, hallando entre sus enemigos “tan corteses acciones y amorosos agasajos como los de Ancanamón y otros caciques principales con que fue mi prisión dichosa como feliz el cautiverio", diría al escribir sus memorias, tanto es así, que hasta lo protegían de otros grupos cordilleranos proclives a darle muerte, ocultándolo de noche en una pequeña choza arbórea.
"Este ranchuelo y otros de la misma forma tenían los más fronterizos en quebradas y montes ásperos e inexpugnables, a donde en tiempo de verano y de alborotos de armas se recogían a dormir, temerosos de las malocas continuas con que eran molestados." [5]
Núñez de Pineda y Bascuñán se refiere a los nativos fronterizos como pobres, desdichados “y perseguidos de los nuestros con malocas, entradas y corredurías.”

Dícese que los nativos del país destacaban avanzadillas en descubierta, para reconocimiento de la posición enemiga en un radio de varias leguas, alertas ante cualquier descuido de sus oponentes. En el campo, si bien se escuchaba la “vocería de ambas partes”, gritos de mando, apelaciones, alaridos, también prestaban oídos al “rumor de instrumentos a cuyo son marchaban”, trabada la batalla presentaban escuadrones formados por “varias filas de lanceros, con que resistían a pie firme los ataques de la caballería forrada en acero de los conquistadores” y efectuaban ordenadas evoluciones, concentraciones o dispersiones “y esto con tal rapidez de concepto y seguridad de ejecución, que dejaba pasmados a los aguerridos y experimentados capitanes europeos”, haciéndose con el tiempo notoria su habilidad para “apropiarse cuanto les pareció útil de los conocimientos guerreros de sus enemigos; la inteligencia con que cambiaron de táctica y adoptaron armas nuevas frente a las nuevas necesidades del arte”, construyeron empalizadas de “algarrobos y espinos, muy gruesos y agudos”, hoyos y trampas de troncos aguzados; quedarían atrás las flechas con puntas de piedra pulida y las hachas líticas tan sólo se utilizarían ceremonialmente como símbolo de mando y nombre a los jefes de guerra (toki); prolongaron la longitud de sus lanzas a “treinta palmos” y sus extremos, primitivamente endurecidos a fuego, fueron reemplazados por trozos de espada, cuchillos, dagas o puñales, por lo que al natural conocimiento del terreno agregaron un “caudal inagotable por fin, de ardides y estratagemas con que burlaban a diario a los invasores." [6]

Pero los reche pedestres ya a fines del siglo XVI tenían caballos de guerra, las caballadas se incrementaron notablemente en los años subsiguientes y al generalizarse su utilización se hizo notorio el aumento del potencial operativo y la destreza bélica del aborigen ecuestre durante el siglo XVII, perdurando durante todo el período hispánico y hasta bien entrado el tiempo como estado independiente, porque fue en el sur de Chile donde los mapuche ofrecieron la más cruenta resistencia y – como dice Canals Frau – aculturaron especialmente elementos españoles relacionados con la caballería y el arte de la guerra, debiendo agregarse que, entre otras costumbres, también adaptaron sus formas de laboreo agrícola con motivo de las campeadas realistas, substituyendo el cultivo del maíz por el trigo y la cebada, que maduraban más temprano y se podían cosechar antes que los españoles llegasen a malograrlas.
Detenido el avance conquistador a orillas del Bío-Bío, los fuertes, que habían sido levantados para servir de apoyo a la ocupación, pasaron a ser línea de frontera; no presentándose ya los indígenas en aglomeradas formaciones como en los tiempos de Valdivia y de Hurtado de Mendoza, la guerra de batallas campales degeneró en vulgares y raudas correrías de una y otra parte. Los desertores españoles pasaban a instigar con sus malas artes a los indios para incendiar los campos, aprehender cautivos o cautivas, apropiarse del ganado y otras pertenencias, pero también algunos grupos de estos se pasaban en paz al campo cristiano. 

GRUPO MAPUCHE
Colección: Biblioteca Nacional de Chile
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A las primeras expediciones iniciadas desde Santiago de Chile hacia las espaldas de la cordillera, para “inquirir sobre gentes y lugares”, realizadas por Jerónimo de Alderete, los Villagra y otros, siguieron las irrupciones esclavistas al Neuquén, territorio de la gente del este (puelche) que así explica Barros Arana:

A pesar de sus repetidas órdenes para que no se hiciesen malocas o correrías en los territorios enemigos, algunos de sus capitanes habían atacado con diversos pretextos a los puelches, que habitaban al otro lado de las cordilleras. Uno de ellos, don Luis Ponce de León, hizo en noviembre de ese año (1650) una entrada en las tierras de esos indios, y volvió con cuarenta y cuatro cautivos que debían ser vendidos por esclavos. El Gobernador, reprobando expresamente estas operaciones, dispuso que el padre Diego de Rosales partiese de Boroa a la tierra de los puelches para dar libertad a los cautivos y para demostrar a esos indios las ventajas de la paz que se les ofrecía.” [7]

Precisamente Rosales, que por esos años trabajaba su obra más conocida y fue testigo presencial, dejó escrito en ella: “correrías y trasnochadas que en este Reyno se llaman Malocas.”

“Y todos los hombres entendidos y desapasionados han dicho siempre que esta esclavitud y estas malocas y el desorden de ellas por captivar esclavos que vender, ha de ser la perdición de esta guerra y de este Reyno, porque cada día se va aumentando la sedienta codicia de los españoles y los ánimos de los indios se van endureciendo mas cada día, y la esperiencia de los sucesos lo confirmará ser assí”.[8]




[1] - Álvaro Jara: Guerra y Sociedad en Chile, la transformación de la Guerra de Arauco y la esclavitud de los indios. Ed. Universitaria Santiago 1971 –http://www.memoriachilena.cl
[2] - Crónica del Reino de Chile Escrita por el Capitán Pedro Mariño de Lobera Reducido a nuevo método y estilo por el Padre Bartolomé de Escobar de la Compañía de Jesús - Biblioteca Virtual Cervantes - http://www.cervantesvirtual.com
[3] - Alonso González de Nájera: Desengaño y reparo de la guerra del Reino de Chile (1614) – Imprenta Ercilla – Santiago de Chile – 1889 - (Introducción biográfica de José T. Medina) -  www.memoriachilena.cl
[4] - Lic. Melchor Calderón: Tratado de la importancia y utilidad que hay en dar por esclavos a los indios rebelados de Chile (1599) – Transcrito por A. Jara en Guerra y Sociedad en Chile - Ed. Universitaria - Santiago - 1971 – DIBAM Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos - Memoria Chilena: Portal de la Cultura la Cultura de Chile -  http://www.memoriachilena.cl
[5] - Cautiverio felis Del Mo. de Campo General Dn. franco Núñes de Pineda y Bascuñan Y rason indiuidual de las guerras dilatadas del Reyno de Chile. (1673) – Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – http://www.cervantesvirtual.com
[6] - Nicolás Palacios: Raza Chilena: Edición electrónica gratuita incluida en la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes
[7] - Diego Barros Arana: Historia General de Chile - Biblioteca Virtual Cervantes – http://www.cervantesvirtual.com 
[8] Diego de Rosales: Historia general de el Reyno de Chile: Flandes Indiano – Impr. del Mercurio – Valparaiso – 1877/78



Ruka en Malalhue (Chile) 1890
Autor fotografía: Gustavo Milet Ramírez
Colección Biblioteca Nacional de Chile
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La rutina guerrera de la conquista española durante los años del mil seiscientos fue la maloca, dijo Jara, pero también hay que considerar que si desde comienzos de ese siglo XVII, las alternativas de la guerra en la frontera sur del Bío-Bío, no dejaban ver más que el furor de la lucha, como explica Villalobos, al mismo tiempo, en forma subyacente se entretejían menudas historias prosaicas, cotidianas o esporádicas, sin eventos espectaculares, que al margen del choque hostil, ponían en contacto a los mismo protagonistas por imperiosa necesidad, beneficio mutuo o mera futilidad, los que al procurarse el intercambio de manufacturas y productos naturales daban forma a una nueva e impensada realidad en un complejo espacio de interacción, con alternancia de roces conflictivos y aproximaciones pacíficas que expresaban la transferencia de elementos culturales de un grupo a otro, de nuevas pautas de convivencia y mestizaje fronterizo, despuntando la figura del mercachifle ambulante (comerciante de especias, baratijas, telas, bebidas, herramientas) mestizo por lo general, conocedor de costumbres e idiomas y que sería uno de los intermediarios entre indígenas e hispano-criollos, el huaso o guaso chileno. [1]          
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Ya sea por medio de la aculturación inducida o forzada de los misioneros, o por espontánea tendencia natural al mimetismo con el grupo dominante, que las circunstancias posibilitaron de diversas maneras, se produjo la paulatina incorporación de voces, ritos y hábitos.
No debe olvidarse que durante la prolongada beligerancia entre españoles y nativos, las mujeres fueron "la presa más codiciada y con frecuencia la madre contrariada de sus hijos mestizos." [2]

Aunque parezca mentira, la crónica del entrelazamiento racial comienza antes de las entradas de Diego de Almagro en 1535 y Pedro de Valdivia en 1541, los que se encontraron con uno o dos renegados (para algunos autores es el mismo personaje, pero con otro nombre) quien, o quienes, se habrían refugiado entre los indígenas huyendo de los órganos de justicia de la hueste conquistadora establecida en el Perú.[3]

Pero es a causa de esas expediciones que se inicia el desarrollo masivo del mestizaje en los valles centrales de Chile, donde no había mujeres castellanas, pero sí "indias mozas y de buen parecer" en las encomiendas, en los campamentos, en las explotaciones mineras y en las viviendas nativas, donde iban los soldados españoles a ranchear.
No fueron pocos – además - los casos de soldados, caballeros e hidalgos, pobres, desesperanzados e inadaptados que "no aciertan a acomodarse con la tierra, grangerías ni tratos della", razón por la que "andan vagando de unas a otras partes por los lugares de españoles donde (si los aprietan las justicias) se van a lo de los indios" [4], tal el caso de aquellos españoles que "no eran captivos, sino de los que por su gusto entre ellos estaban viviendo a su usanza y no como cristianos...", llegando, en algunas ocasiones, a destacarse como caudillos en algunos entreveros.  
Como se ha dicho en otra parte, ya fuese esa convivencia voluntaria o impuesta, los desertores arraigados o los cautivos habituados, fueron "activísimos elementos de aculturación, transformando sus propias costumbres y las del nuevo medio cultural en que actuaban", prisioneros - en muchos casos - del cántaro de chicha de frutilla, de los jugosos asadores y del baño diario, con las jóvenes nativas, en los cristalinos arroyos cordilleranos.[5]

Considérese también que - como dice Salas - en ninguna otra región americana se dan con tanta intensidad los casos de "mestizaje al revés", engendrados por los aborígenes australes en las numerosas cautivas españolas y criollas, fenómeno que encontrará cierta similitud en las pampas argentinas durante los malones que efectuaron durante los siglos XVIII y XIX.
Las ciudades y fortalezas situadas al sur del Bío-Bío (Villa Rica, La Imperial, Concepción, Valdivia, Chillán, Angol, Osorno) fueron arrasadas a partir de noviembre de 1598, causa por la cual centenares de mujeres sometidas "... nos paren hixos más blancos y más animosos y alentados... “–dijo cierto cabecilla en un parlamento indígena– haciendo referencia al carácter más soberbio, valeroso y violento que produjo  la amalgama de sangres distintas.
Se procrearon en tales circunstancias "tantos hijos mestizos que pueden hacer ya jeneración por sí, y lo que más lastima el corazón es ver estos medios españoles totalmente indios en sus costumbres jentílicas..." decía el jesuita Rosales.
Todos los factores expuestos hasta modificaron notoriamente la conformación étnica de las parcialidades mapuches, a tal punto, que años más tarde españoles y criollos debieron enfrentarse con algunos guerreros de ojos azulados, "estos entroncamientos son el origen de los hermosos indios boroanos - anotaba Vicuña Mackenna - con fisonomías aguileñas y en ocasiones con ojos azules y pelo rubio" .[6]


MUJERES MAPUCHE
Colección: Biblioteca Nacional de Chile

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NIÑA MAPUCHE
Colección: Biblioteca Nacional de Chile

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Desde comienzos del siglo XVIII, las relaciones fronterizas se fueron estabilizando y los enfrentamientos fueron más esporádicos a medida que se extendía la invasión araucanizante hacia las pampas rioplatenses, los antiguos guerreros también se hicieron cazadores pampinos de yeguarizos y vacunos cimarrones, incrementándose el comercio de ganados, aguardiente y otras menudencias con los hispano-criollos de Chile, pues los toki (caudillos o cabecillas de guerra) garantes de la paz de una lado de la cordillera, promovían los malones que comenzaron por asolar las estancias, caminos o villorrios de Cuyo, dejando de lado objetivos militares y con propósitos exclusivamente económicos. [7]
Este paso (sobre el río Tunuyán) tiene el nombre de Aucases, porque fue hecho por los infieles, por el que pasaban a sus malocaso malones como ellos llaman, y sale desde este paso un camino real, que gira por la costa del monte, que llaman de la Cruz quemada, y por otro de la Miel, porque en él se encuentran muchas colmenas, y es monte muy crecido, por cuya falda va el carril de los indios hasta el río Cuarto, todo por aguadas y terrenos firmes; pues su piso, dicen, es como de piedra, sus pastos abundantísimos como en éste, y que en aquella inmediación hay abundancia de yeguas y ganados alzados, de donde se proveen los indios de todas haciendas; que aquellos campos, de un río a otro hasta nuestros establecimientos, son pampas rasas sin embarazo de montaña. [8]



[1] - Sergio Villalobos: Vida fronteriza en la Araucanía - Ed. Antártica - Santiago (Chile) - 1995 – DIBAM: Memoria Chilena: http://www.memoriachilena.cl
[2] - Alberto M. Salas: Crónica florida del mestizaje de las Indias - Ed. Losada - Bs. As. - 1960
[3] - Ver en la obra precitada el interesante relato sobre las aventuras de Alonso Barrientos o Pedro Calvo Barrientos o Francisco Gasco, entre otros nombres y/o apodos.
[4] - Carta del Virrey Marqués de Cañete a su Majestad desde Los Reyes (Lima) del 17-mayo-1593 en Alberto M. Salas: Ídem  
[5] - Alberto M. Salas : Ídem
[6] - Diego de Rosales : Historia General del Reyno de Chile (Transcripto por Salas en obra citada)
[7] - Leonardo León Solís: Maloqueros y Conchavadores en Araucanía y las Pampas: Ed. Universidad de la Frontera –Temuco (Chile)– 1991 -DIBAM Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos - Memoria Chilena: http://www.memoriachilena.cl
[8] - Esteban Hernández: Diario de un viaje desde el fuerte de San Rafael del Diamante, hasta el de San Lorenzo, en las puntas del río Quinto (1806) editada por Pedro de Angelis en la Colecc. de obras y docs. relativos a la Historia Antigua y Moderna de las Provs. del Río de la Plata - Imprenta del Estado - Bs. Aires - 1837 - Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes - http://www.cervantesvirtual.com





LA VUELTA DEL MALÓN
Ángel Della Valle (Óleo 1892)
Museo Nacional de Bellas Artes (Bs. Aires)
http://mnba.gob.ar/coleccion/obra/6297





LA CUESTIÓN ETIMOLÓGICA

Cuestión que se relaciona con el origen y evolución de su significado y su forma; fundamentalmente porque en el ámbito trasandino, a partir de los vocabularios jesuíticos y los trabajos de Lenz y Guevara, la doctrina generalizada de los autores afirma que los vocablos maloca y malón son propios del lenguaje de la gente nativa de esa tierra, cuya tansformación se ha simplificado de la siguiente manera: "en un principio hacía referencia a los ataques por sorpresa que efectuaban las diferentes tribus entre sí, y que luego sirvió para denominar a las incursiones imprevistas de los indios en territorio español y de los españoles en el indígena",[1] es decir en sentido inverso a lo que resulta de las fuentes transcritas en las páginas anteriores.
Jara, se remite al filólogo alemán Rudolf Lenz (1896) y al jesuita catalán Andreas Febrés (1764) para explicar la etimología de este término a partir del mapudungu, porque ellos lo consideraron como vocablo mapuche que “por su continuado uso está recibido en esta tierra por los españoles como propio de nuestro idioma.
Pero, por lo expuesto anteriormente, el prolongado uso de la palabra maloca se debe a la persistente táctica hispano-portuguesa de efectuar súbitas, raudas y violentas correrías o campeadas en tierra de aborígenes, para cautivar personas, apropiarse de bienes o destruir sus sementeras o asentamientos y normalmente, nunca los cronistas, ni los misioneros, ni los propios conquistadores utilizaron ese término para referirse al ataque indiano.  

Tomas Guevara al referirse a lo que llama justicia araucana(sic) antigua, prehispánica, explica que el comportamiento social de los reche se regía por ancestrales principios de obligado cumplimiento (la costumbre o admapu) pautas adquiridas por tradición oral y seguidas naturalmente durante centurias, dentro del cotidiano repertorio de hechos voluntarios propios de los individuos integrantes de la comunidad.
Cuando se producía un incidente violatorio del usual comportamiento que era de esperar (robo, adulterio, maleficio, muerte) todos los miembros de la parcialidad se sentían ofendidos, indirectamente perjudicados y potencialmente amenazados en su integridad y cohesión. 

Antes de llegar a las vías de hecho mediaban requerimientos que permitían, en muchas ocasiones, llegar a un arreglo o composición, en caso contrario, armas en mano se enfrentaban individual o conjuntamente, al promotor del daño o a la parcialidad del que lo había causado. 
Al margen de toda clase de arbitrariedades que este tipo de actos presupone, el resultado del encuentro era ley suprema, la ley del más fuerte, dándose muerte al ofensor y/o apropiándose de sus bienes o de los de su grupo.

El fundamento de esa antigua justicia, dice Guevara, era el derecho de venganza o represalia (Thavlonco, chavlonco: la pena del talión, de cabeza por cabeza, o de tanto por tanto. Thavloncon: pagarla; según grafías y conceptos de Febrés).
“Este choque, llamado malon en la lengua, fue el procedimiento de fisonomía más araucana que subsistió hasta el sometimiento de la raza, a pesar de la evolución de la justicia. Hay que distinguir, pues, el malon judicial del militar”, según la interpretación de Guevara. [2]
 “Los choques a mano armada de familia a familia o de clan a clan por perjuicios no indemnizados, establecían entre los araucanos una especie de combate judicial, concebido y practicado como un medio regular de procedimiento. La lengua lo denominaba malón o malocán.” [3]
Al respecto cabe decir que no sólo en la Araucanía, sino en todos los pueblos primitivos (y en los que no lo eran tanto, como en la vieja Europa medieval) cuando se transgredía una norma, la idea de castigar al infractor era menos importante que la de restablecer el orden comunitario, procurando reparar el daño causado exactamente como se había producido. En las sociedades no estratificadas y sin un fuerte poder centralizado, se recurría en queja colectivamente, un grupo contra otro y, llegado el caso, a restaurar el equilibrio vital del individuo o del conjunto por sus propios medios, por lo que no cabe ninguna duda en cuanto a la naturaleza de los procedimientos mencionados por Guevara, pero sí a que esa forma de coacción se denominara malón o malocán en los tiempos prehispánicos.

FAMILIA MAPUCHE
Autor:  Fernando M. Valck Wiegand   (ca. 1890)
 
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Por otra parte debe tenerse en cuenta que para la época en que Guevara efectuó el aludido relevamiento, tres siglos y medio después de iniciada la conquista (la obra citada, Costumbres judiciales, fue editada en 1904 y los demás trabajos son todos posteriores) las comunidades oriundas habían asimilado una más que importante cantidad de hispanismos y a ese procedimiento interno, de represalia colectiva, es posible que por entonces denominaran malón, aunque sobreabunden en mapudungu los términos propiamente relacionados con su manera de entender y practicar los actos de justicia o los hechos de guerra.

Advertencia: Algunos textos que a continuación se transcriben, responden a las innovaciones ortográficas propuestas por Andrés Bello y Domingo F. Sarmiento, vigentes en Chile desde 1844 hasta 1927, contrarias a los principios académicos de la RAE.

Y aunque, ya en el siglo XX, Guevara diga: “Para comprender el sistema de justicia de esta raza nos ha sido de un valor inestimable el resto sobreviviente de ella, reliquia de un pasado ya lejano: indios hábiles i sobre todo caciques de distintas zonas, nos han descubierto el secreto de sus códigos tradicionales. De manera que hemos estudiado sobre lo vivo cuanto se refiere al período contemporáneo, no muy diverso de los anteriores, si se atiende a que los araucanos han sido en extremo conservadores de las prácticas de sus antepasados”[4], esto debe tomarse muy relativamente, porque el filólogo Lenz en la misma época expresaba: “Así creo que la parte mejor i mas intelijente de ellos en siglos pasados han aceptado la lengua i los pantalones del español i con estos solos dos hechos se han convertido en huasos chilenos. No es la intelijencia natural lo que falta a los araucanos." [5]


Ni siquiera el bajo pueblo recuerda o conoce la lengua del indio. El chileno no habla mas que un solo idioma, el castellano-chileno. Los pocos individuos bilingües que hai en el pais (fuera de los europeos recién imigrados) son los indios que ya han aprendido el castellano”. [6]

Ocurre que con las relaciones interétnicas comienza un irreversible proceso aculturativo, el nativo, al introducir en su mundo elementos materiales (caballos, armas, arneses, ganado mayor y menor, granos, semillas, ropajes) también adquiere vocablos e ideas del idioma invasor y no demora en desechar o transformar objetos, modificar algunos hábitos ancestrales e incorporar otros, incluso alterando las estructuras fonológicas, morfológicas o sintácticas de su propio lenguaje, presionado además por los prejuicios sociales o religiosos dedicados a apurar el olvido. [7]

Obviamente, son innumerables las voces castellanas de todo orden paulatinamente asimiladas por los naturales de Chile desde los primeros contactos. Por ejemplo: chilla (silla, montura) - kawellu (caballo) - chi mula (la mula) - nowillu (novillo) - waka (vaca) - kallku (galgo) - manchana (manzana) - ovicha (oveja) - lichi (leche) - cachilla (Castilla) - akucha (aguja) - charahuilla (zaragüelles, calzones) etc. 
Cabe aclarar que no hay consenso entre los especialistas respecto de los signos fonéticos más adecuados para transcribir los sonidos propios de una cultura ágrafa, de milenaria tradición oral, para que sean comprendidos por el lector común; además, el acento fácilmente fluctúa de una sílaba a otra porque esta lengua no tiene reglas fijas de acentuación, depende del sentido y entonación de la frase, por lo que generalmente se prescinde del tilde, aunque es de señalar que en Chile la mayoría de los vocablos se pronuncian como si fueran graves, mientras que en Argentina se utilizan como agudos (Neuquén, leuvú, kurá, etc.).

No existen ningunos documentos escritos en el idioma que puedan considerarse como lejítimo araucano. Pues las traducciones del catecismo i los ‘versos’ compuestos por los padres están de todos modos fuera de cuestión; pero también las pláticas bastante estensas de Febrés i Havestadt casi todas versan sobre asuntos ajenos al idioma i pensamiento del indio; i, además, no sabemos absolutamente de qué manera los misioneros han obtenido estas composiciones araucanas. Lo mas probable es, desgraciadamente, que ellos mismos las hayan compuesto, en el mejor caso con la ayuda de un indíjena. Pero entre una relacion intelijible a un indio i la espresión idiomática araucana hai una gran distancia.”
Ni el material de las gramáticas de los padres es suficiente para indagaciones científicas. Es seguro que los Febrés, Havestadt i muchos otros padres de aquellos tiempos supieron espresarse intelijiblemente; pero esto no prueba que sus traducciones i pláticas sean escritas en araucano lejítimo, idiomático, correcto, en fin como las escribiría un indíjena que supiera manejar la pluma. Aun mas; tratándose en esos documentos casi esclusivamente de ideas que están fuera del alcance intelectual de un indio, es imposible que no se haya hecho fuerza a la lengua.” [8]

MAPUCHES
Autor: Christian Heinrich Valck (ca. 1890)
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En resumen, aun cuando algunos curas, lingüistas e historiadores hayan forzado la lengua, el pueblo mapuche, por distintos medios, llegó a conocer el castellanizado vocablo maloca (en principio por los nativos del norte) en primer lugar, porque esta forma de accionar de la hueste hispana era la causa vital de su exterminio, esclavitud, desarraigo familiar o pérdida de tierras, animales y cosechas; en segundo lugar, porque desde comienzos del siglo XVIII, los nativos fueron abandonando la antigua estrategia de guerra fortificada y adoptaron una nueva táctica bélica, los guerreros ecuestres, en sorpresivas incursiones depredatorias de corta duración además de causar estragos con sus lanzas (waiqui) y boleadoras (lake) se dedicaron al arreo de animales, saqueo de bienes, rapto de mujeres y niños, incendio de ranchos y destrucción de sementeras (como antes hicieran los maloqueros hispano-criollos) adaptando a su idioma el derivado malón.

Como el castellano tiene sonidos ajenos al araucano i al quechua, así también estas lenguas; tienen otros que no se encontraron en castellano. En tal caso los españoles o debían aceptar los sonidos estraños, i entonces desfiguraban la fonética castellana, o debían asimilar los sonidos estranjeros a su propio modo de hablar, i así debían desfigurar la fonética india. El segundo procedimiento es mucho mas frecuente que el primero. Siempre se trata de asimilar los elementos fonéticos estranjeros a los sonidos de la lengua materna”, dice el mismo Lenz [9] y esto es lo que hicieron los mapuches al deformar el término hispano-portugués, de acuerdo a los principios de su propio lenguaje, cuando comenzaron a reproducir las tácticas guerrilleras de los conquistadores.

Lenz, en su Diccionario Etimológico de 1905/1910, transcribe literalmente la expresión utilizada por Febrés en 1764 [10 ] tomando como homólogos los términos malon y malocan (sin tilde porque se supone que son vocablos mapuche) de los cuales dice "...hacer hostilidad el enemigo o entre sí...", esto es, hostilidad de la hueste española, en tanto que Jara adultera ese sentido al expresar, incorrectamente, "hacer hostilidad al enemigo", para adecuar la frase a un supuesto uso prehispánico del término. [11 ]


Precisamente, este trabajo pretende demostrar que si bien el término malon o malón se origina en el mapudungu para señalar un acto de hostilidad hacia otros; malocan o malocán, no es más que, como dijo Lenz, la asimilación de un sonido fonético extraño a la lengua materna, en este caso maloca, que hace referencia al ataque que provenía del campo español.         

Debe tenerse en cuenta que, según Augusta [12], en concordancia con los gramáticos ya citados y otras fuentes más recientes, en mapudungu con gran facilidad se verbalizan muchos sustantivos y adjetivos, que pasan a conformar la raíz del vocablo y toman el sufijo verbal n como desinencia para formar el equivalente al modo infinitivo del castellano, por ejemplo: ilo, carne > ilon, comer carne; ruka, vivienda > rukan, hacer vivienda; küme, bueno > kümen, ser bueno; mapudungu, idioma de la tierra > mapudungun, hablar el idioma de la tierra; pirka (del quechua) muro de piedra > pirkan, construir muro, entonces es lógico suponer que de la misma forma: maloca>malocan, hacer maloca.

En cuanto al término malón, como ya se ha dicho, salvo que haya incurrido en alguna omisión involuntaria, no aparece en ninguna de las crónicas y relatos históricos que he revisado de aquellas tierras y en aquellos tiempos.
Sí debe tenerse en cuenta la profusa utilización del vocablo maloca en esa época, según la recopilación transcrita más arriba, siempre con el sentido de irrupción de los conquistadores en tierras aborígenes y las pocas veces que se ha empleado para referirse a un ataque indiano, hay que considerar que el escriba era un castellano que no tenía otra voz para valerse de ella.
Además, si se revisan esos escritos, se comprobará que tales cronistas son remisos en insertar indigenismos, tal vez por ignorancia o por desdén a la lengua vernácula (excepto con los topónimos, vinculados a lugares para ellos desconocidos, porque no tenían a otra solución que aceptar los que les ofrecían los guías nativos) sin embargo recurren fácilmente a la palabra que venimos analizando porque nunca la consideraron propia de la lengua mapuche. 

Por esas razones se justifican, en parte, los dichos de Lenz en el sentido que malón y maloca son voces que se corresponden y que la primera sólo se generalizó en el siglo XIX, con motivo y en ocasión de las oleadas invasoras a las pampas, mientras que la segunda es la más antigua, aunque persistiendo en sostener para esta última su procedencia mapuche basado en la gramática de Febrés:

“Antiguamente se usó casi solamente la palabra maloca, en el último siglo es de uso más frecuente malón; de la voz antigua se formaron los derivados (maloquear, maloquero) que quedan en uso hasta hoy en sentido guerrero” [13]

Si prestamos atención al DRAE, puede observase que insiste en hacer derivar la palabra maloca del mapuche malocán, cuando diacrónicamente aquella es el origen de esta dicción.

Diccionario de la Lengua Española (23ª Edición – 2014) – http://www.rae.es

Es asimismo notable el desarrollo que el término maloca ha tomado en el Brasil – comenta Lenz – “adonde sin duda fue introducida desde la Argentina y los demás países del Plata”, pero esto no es así, porque fue en esa colonia portuguesa que se impuso tal neologismo a las irrupciones de los bandeirantes y a las viviendas nativas, vocablo que después se difundió por toda la amazonia internacional llevado por las incursiones esclavistas, mientras que en el río de la Plata fue utilizada únicamente con el sentido de su invasión violenta y el antagónico malón solo cobró particular dramatismo y amplia divulgación recién a mediados del siglo XVIII, comienzo del apogeo de la expansión mapuche sobre las llanuras del este, proceso que Canals Frau llamó “araucanización de la pampa”.

Por otra parte, aún hoy, en Brasil, se utiliza el topónimo “maloca”, en un centenar de  aldeas nativas sobrevivientes en los estados de Amazonas, Acre, Mato Grosso, Pará, Roraima, Rondonia, etc., y en sentido figurado, como habitação do pobre, habitações dos miseráveis da urbe, para referirse a las áreas de ocupação irregular, vilas irregulares e agrupamentos marginais, equivalente, también, a esconderijo de delincuentes. [14]
“O crescimento rápido e desordenado gerou, na cidade de Porto Alegre, o surgimento das primeiras áreas irregulares, sem infraestrutura básica para habitação, formando-se, assim, as primeiras malocas…Esse termo era de uso comum da população, órgãos governamentais e entidades de pesquisa da época, para se referir às áreas de ocupação irregular.” [15]
A esto debe agregarse que en la República de Mozambique, a orillas del océano Índico en el sureste de África que, siendo posesión lusitana desde 1505, fue un enclave negrero en el que interactuaban jefes tribales, árabes y portugueses, existen al menos dos topónimos Maloca, un lugar poblado en el interior de la provincia de Inhambane y un curso de agua intermitente en la provincia de Zambezia.
Otros topónimos de lugares poblados son, Maloka (provincia de Khyber Pakhtunkhwa) en la República Islámica de Pakistán; Maločān (provincia de Nimruz) y Malokan (provincia de Paktia) en la República Islámica de Afganistán, entre otros casos.




[1] - Ricardo Alonso de la Calle: Los fuertes fronterizos chilenos. Resistencia e interacción en la frontera de Chile en los siglos XVI y XVII - Instituto Nacional de Estadística, Madrid
© UNED. Espacio, Tiempo y Forma 223 - Serie IV, Historia Moderna, t. 18-19, 2005-2006
[2] - Tomás Guevara: Costumbres judiciales i enseñanza de los araucanos - Imprenta Cervantes - Santiago de Chile - 1904  - DIBAM Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos - Memoria Chilena: http://www.memoriachilena.cl
[3] - Tomás Guevara: El Pueblo Mapuche: Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes – 
 http://www.cervantesvirtual.com
[4] - Tomás Guevara: Costumbres judiciales i enseñanza de los araucanos - Imprenta Cervantes - Santiago de Chile –1904 - DIBAM Dirección de Bibliotecas, Archivos y Museos - Memoria Chilena: http://www.memoriachilena.cl
[5] - Rodolfo Lenz: Estudios Araucanos – Materiales para el Estudio de la Lengua, la Literatura i las Costumbres de los Indios Mapuche o Araucanos – Imprenta Cervantes – Santiago de Chile – 1896 – http://www.memoriachilena.cl
El español en Chile: R. Lenz, Andrés Bello y otros – Facultad de Filosofía y Letras – UBA – Bs. As. - 1940 - http://www.memoriachilena.cl
[6] - Rodolfo Lenz: Diccionario etimolójico de las voces chilenas derivadas de lenguas indíjenas americanas – Imprenta Cervantes Santiago de Chile – 1905/1910 – DIBAM: Memoria Chilena - http://www.memoriachilena.cl
[7] - Adolfo Colombres: La colonización cultural de la América indígena - Ediciones del Sol - Bs. As. - 1991
[8] - Rodolfo Lenz: Estudios Araucanos – Materiales para el Estudio de la Lengua, la Literatura i las Costumbres de los Indios Mapuche o Araucanos – Imprenta Cervantes – Santiago de Chile – 1896 – http://www.memoriachilena.cl
[9] - Rodolfo Lenz: Diccionario etimológico de las voces chilenas derivadas de lenguas indígenas americanas - Imprenta Cervantes Santiago de Chile – 1905/1910 – DIBAM: Memoria Chilena - http://www.memoriachilena.cl 
[10] - Arte de la Lengua General del Reyno de Chile... compuesto por el P. Andrés Febres Misionero de la Compañía de Jesús. Año de 1764 – Con Licencia: En Lima calle de la Encarnación. Año de 1767 – DIBAM: Memoria Chile
[11] - Álvaro Jara: Guerra y Sociedad en Chile, la transformación de la Guerra de Arauco y la esclavitud de los indios. Ed.Universitaria Santiago – 1971 – DIBAM – Memoria Chilena: Portal de la Cultura de Chile – http://www.memoriachilena.cl 
[12] - Gramática Araucana compuesta por Fray Félix José de Augusta. Misionero Apostólico Capuchino de la Prov. de Baviera - Impr. Central J. Lampert - Valdivia (Chile) – 1903 – DIBAM: Memoria Chilena - http://www.memoriachilena.cl 
[13] - Rodolfo Lenz: Diccionario etimolójico de las voces chilenas derivadas de lenguas indíjenas americanas – Imprenta Cervantes Santiago de Chile – 1905/1910 – DIBAM: Memoria Chilena - http://www.memoriachilena.cl
[14] - Sandra Jatahy Pesavento - Revista Brasileira de História – Universid. Federal Rio Grande do Sul - http://www.scielo.br
[15] - Adriano Lima Troleis y Luis Alberto Basso: Urbanição, sub-habitação e consecuências ambientais – Boletim Gaúcho de Geografia Nº 37 – Porto Alegre - 2011 




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